Partida Rol por web

El plan de Leech la preocupó en demasía, pero quizás era la única manera—muy osada—de saber cuántos estaban allí vigilando, que a simple vista se podría decir que muchos. Por ello es que con su bate en la mano, se mantuvo muy pendiente de la escena y buscó la forma de ir avanzando sin que la vean, como si fuera una sombra escurridiza. 

Sintió bastante nerviosismo al escuchar el escándalo de tantas bestias en las cercanías, pero cuando ninguna de ellas apareció para devorar la poca carne que tenía en su huesudo cuerpo, se relajó y rearmo en su mente las líneas que al final terminó proclamando a viva voz y con aparente fervor, cuando el guardia le salió al paso:

—Soy Balthazar, adepto del culto al poderoso Marduk, Hijo de Ea, Vencedor de Tiamat, Domador del Gran Lagargajo, Purificador de agua, Multiplicador de papeo. Aquél que murió sin morir, y que sin estar en ninguna parte nos protege a todos desde la Eternidad.

Con gran parsimonia, elevó la libreta amarillenta (que estaba abierta en una hoja completamente al azar de la sección "Hierbas e infusiones derivadas") a la altura de su sien, y continuó con la disertación proselitista:

—Este manuscrito guarda las Verdades de Marduk, y es mi deber que sean escuchadas en todo el Yermo. ¿Están tu y tu gente preparados para conocer la Verdad? Será un renacer para todos.

El tipo, sin dejar de apuntarle con el fusil, miró bastante desconcertado a Leech y algo confuso ante la verborrea del cronista. Alfojó las manos y los hombros y se rascó el cogote mirándolo con cara de no entender nada. Era un tipo grandote, con la cara completamente deformada como si se la hubieran bañado en ácido, musculoso y con una pequeña y ridícula camiseta de tirantes. Llevaba unos pantalones cortos color verde oscuro, muchas pulseras sucias de colores y unas botas con velcro. A decir verdad, tenía pinta de ser algo idiota. 

—Eh... ¡Amber! ¡Hay un predicador de no sé que mierda en la puerta!

Unos segundos después, una mujer morena de pelo lacio y recogido en una coleta se asomó a la puerta del edificio blanco, el Kitty Nevada. No era tan fornida como su compañero pero sí más que cualquier otra mujer que Leech hubiera visto. Llevaba unos vaqueros sucísimos, relativamente intactos, y vestía una armadura casera a base de cuero y trozos de metal. Su rostro lucía ceñudo y amenazante, y estudió con una larga mirada a Leech antes de mostrarle una cordial sonrisa. 

—¡Pues ábrele la puta puerta, que pase! 

Otro tipo salió del edificio y corrió hacia la puerta para abrir a Leech. Éste era delgado, con una camiseta que en algún siglo debió de ser blanca pero que ahora lucía unos lamparones gigantescos, unos pantalones que en su día debieron ser amarillos y que estaban repletos de pelos de perro. El tipo tenía dos alas como las de una avispa y se movían zumbando mientras se acercaba a abrirle la puerta a Leech. Evitaba mirar al cronista y sus ojos no paraban quietos, iban de un lado a otro mientras caminaba hacia la verja. Parecía un individuo bastante nervioso.

La mujer, que a todas luces era la jefa de aquel curioso grupo, volvió a dirigirse a Leech mientras le esperaba en la puerta del Kitty Nevada. 

—¡Pasa, hombre, pasa! Asko dice que eres un predicador, ¿a qué Dios adoras? Aquí todavía no hemos adoptado una religión oficial pero esperamos hacerlo pronto. El otro día vino un testigo de Kadenias, pero no terminaron de convencerme sus historias...

Leech se acercó a la especie de valla que delimitaba el perímetro del lugar hasta que el tipo del tejado le apuntó con su rifle y le gritó que se detuviera y que le dijera quién era. Leech empezó a hablar, pero entre la distancia y los ladridos de los perros apenas entendieron nada de lo que decía, solo les llegaron algunas palabras como lagargajo, papeo, Eternidad, Marduk —o algo parecido—, Verdad y cosas por el estilo. Vaya, que el cronista estaba tirando de su verborrea de lo lindo Y pareció funcionar, porque el tipo del tejado bajó el arma, se rascó el cogote y echó un grito hacia el edificio blanco que tenía enfrente.

De allí salieron dos individuos más, una mujer, que a todas luces parecía la jefa de aquel grupo y un tipo escuálido y que lucía unas alas de avispa a la espalda. La mujer, morena, con el pelo recogido en una coleta y con un cuerpo bastante robusto, intercambió unas palabras con Leech e hizo una seña al tipo de las alas de avispa para que fuera a abrirle la puerta del recinto al cronista. La mujer le siguió hablando mientras le esperaba en la puerta del edificio blanco. De momento todo parecía ir bien. El puñetero cronista se desenvolvía como un leguleyo con las palabras, y su labia había conseguido abrirle aquella puerta. 

Mientras observaban la escena, el resto tomaron posiciones. Greeny encontró un pequeño montículo desde el que tenía una buena visión del lugar y donde le pareció adecuado apostarse para disparar en caso de que las cosas se torcieran allí abajo. White intentó tomar posiciones, pero el lugar en el que se tumbo no era tan bueno como el del merodeador. Los demás permanecieron junto a Moris en el lugar donde Leech se había separado de ellos. 

Ash se colocó en posición detrás del resto, buscando una buena cobertura y manteniendo al tirador de las ruinas en el punto de mira. Con cuidado, preparó su arma. No le quedaban demasiadas balas y esperaba no tener que utilizarla.

De momento 3 personas. Más los chuchos que podían ser un coñazo, pero Alfa seguro que quería regresar al Arca con aquellos bichos igual que él quería regresar con aquellas motos.

Esperar. Leech aún hablaba y no le habían disparado ni una vez. Otra cosa no, pero labia tenía el pesado.

Greeny permaneció inmóvil en su posición. Si Leech tenía labia, él tenía paciencia.

White permaneció inmóvil, sin intención alguna de moverse ya que Leech estaba actuando al parecer en su línea, pero si la cosa iba bien no era necesidad de intervenir porque la situación iba por buen camino. 

Eso sí, estuvo mirando con detenimiento a Greeny, esperando una señal. 

De ser posible, Leech se hubiera puesto más pálido de lo que ya era por las cosas que iban pasando y que lo desviaban del plan inicial. En su mente, esperaba encontrarse con salvajes bien distintos a su propia gente. Pero aquellas personas se asemejaban mucho a los habitantes del Arca, y eso despertó dudas en el cronista sobre la moralidad de asaltarlos a traición. Aún así, logró mantenerse en personaje e ingresó al refugio.

—Sirvo a Marduk, Campeón de Ea, Puño del Yermo —explicó mientras cruzaba el umbral del edificio, rezando internamente para que sus compañeros no se lanzaran al ataque ante el improvisado cambio de estrategia—. Kadenias es un falso dios. Sólo quienes ostenten el símbolo de Marduk vencerán.

Una vez adentro, analizó detenidamente la estancia, en busca de detalles sobre las costumbres de sus habitantes que pudiera usar para amueblar convenientemente su ficticia religión.

La jefa, Amber, se apartó para dejar paso a Leech al interior del Kitty Nevada. El interior del edificio, aunque sucio, seguía conservando los colores claros que tuvo en tiempos de los Antiguos. Nada más entrar había una especie de recibidor, y un poco más allá un pasillo largo y recto del cual surgían numerosas puertas a ambos lados. El cronista pudo ver las primeras puertas y le sorprendió que todas ellas tenían nombre, y que además eran bastante peculiares: Amelia Moon, Alexandria Heart, Divinity Bryce, Dolly Diamonz, entre otros. 

—Al fondo hay una pequeña salita donde nos organizamos, allí podrás contarnos tu propuesta —le dijo Amber señalando hacia el final del pasillo. 

Leech pudo ver el interior de algunas de las habitaciones que tenían la puerta abierta. Todas disponían de una amplia cama y ducha. Lo que le hizo pensar que los Antiguos que vivían en ese lugar estaban obsesionados con la limpieza tanto como con los nombres extraños de mujer. Además de ello, todas las puertas tenían cerrojo, pero solo tres de ellas tenían cerrojos reforzados más nuevos que los de las otras habitaciones. 

—Ya me parecía a mí que Kanedias era un farsante —iba diciendo Amber a su espalda—. ¿Y qué nos ofrece Marduk, Campeón de Ea? 

Llegaron a una habitación que había sido reacondicionada recientemente. La cama había sido sustituida por un amplio sofá y la ducha estaba ocupada por infinidad de cajas y chatarra de lo más variopinta. Habían colocado una mesa en medio de la habitación, que también estaba repleta de cosas, y un par de sillones. Amber señaló a Leech el sofá y se sentó en uno de los sillones mientras el tipo de las alas permanecía de pie junto a la mesa. En el mismo sofá que Amber le señalaba a Leech, había ya una chica escuálida y pelirroja, de pelo corto y ojos muy claros. Tenía las piernas delgadísimas y los brazos escuálidos y nervudos. Irremediablemente le recordó a White, pues el parecido era bastante patente, salvo por el pelo de fuego. 

Leech entró al recinto y el tipo de las alas de avispa cerró la puerta de la improvisada valla a su espalda. El cronista siguió hablando y hablando, y se fue acercando hasta la mujer que parecía la jefa. Intercambiaron unas palabras y la mujer le señaló la puerta del edificio blanco, y Leech entró en él alegremente. El tipo de las alas de avispa y la mujer entraron tras él y cerraron la puerta a sus espaldas despareciendo en el interior. 

Todo volvió a quedar como al principio, con los ladridos calmándose ligeramente poco a poco y el vigilante del tejado retornando a sus labores. Solo que ahora sentían mayor incertidumbre que antes, no sabían qué pasaría con Leech, ni podían verlo. Aquello, desde luego, no eran lo que habían planeado. 

Lo carcomía no tener a mano alguno de sus marcadores para poder dejar registro de todo cuanto veía en aquellas curiosas estancias. Para él, que dormía en un cajón de metal desvencijado, aquél refugio sólo venía a confirmar la teoría de que antaño la gente gozaba de una opulencia insospechada en tiempos modernos, y que probablemente aquél exceso hubiera tenido algo que ver con  el colapso de la sociedad.

—Toda guerrera que pronuncie el Juramento de Marduk, será premiada con la victoria más rotunda sobre sus enemigos —sentenció contundente ante la pregunta de la jefa.

El plan parecía haberse reperfilado bien, al menos hasta que Amber lo invitó a sentarse y Leech vio a esa pobre desgraciada que le recordó bastante a su pupila. Ahí lo asaltaron todo tipo de dudas sobre las posibles consecuencias de su jugarreta en la vida de aquella alma torturada. Se quedó unos segundos en blanco, pero al final se convenció de que, pasara lo que pasara, todo era para salvar a cientos de una hambruna. Aún así, acusó un duro golpe a su moral, tan doloroso o más que las heridas por quemadura o bala que venía arrastrando. 

—He viajado durante semanas por la Desolación, sin más equipo del que ves, buscando a una líder como tú, con la fuerza y determinación necesarias para pronunciar los votos al Dios de la Guerra, El Sempiterno Vencedor, Proveedor de riquezas... —explicó exaltado, sus ojos carmesíes reluciendo como ascuas, y mostrando una clara urgencia para excusarse de tomar asiento—. ¿Vas a aprovechar la oportunidad? Si es así, acompáñame en soledad afuera y te consagraré a Marduk. Él verà que te conviertas en Soberana del Yermo y Portadora de Las Verdades.

—¿Nos ha traicionado esa sanguijuela? —la pregunta no iba dirigida a nadie en particular, y el tono era entre dubitativo, enfadado y molesto. El tono habitual de Alfa. No había mucho a lo que disparar y no haría ningún movimiento hasta que no saliera nadie más de allí, así que se relajó.

—Hasta hace poco no sabía de la existencia de otras personas fuera del Arca —respondió Ash frunciendo el ceño—. Es posible que simplemente haya tenido que recurrir a algún subterfugio, ya sabes que el fuerte de Leech es la charlatanería.

Pese a tratar de dar una explicación, el mecánico no podía evitar sentirse nervioso y miró a Greeny en busca de instrucciones. No sabía muy bien si debían actuar o permanecer a la espera. Tal vez Leech estaba en peligro.

—Oye, Moris, ¿qué sabes de la gente de esas ruinas? ¿Has hablado con ellos antes?

Amber asintió con la cabeza mientras miraba a Leech como estudiándolo con detenimiento. Parecía estar considerando la propuesta de Leech para aceptar o no la religión que estaba predicando. La muchacha pelirroja y el tipo alado también le miraban, éste último parecía bastante indiferente al respecto de su visita, pero la pelirroja estaba inquieta, desconfiada.

—Está bien —dijo Amber—. Aceptaremos su propuesta, tomaremos a Marduk como nuestro dios, pero lo haremos a cambio de algo —una extraña sonrisa apareció en su rostro—. Nos darás tu pierna.

Leech no supo, en un primer momento si había escuchado bien o si sus orejas le habían traicionado ante aquellas palabras. Pero Amber no tardó en reafirmarse y en darle una especie de justificación.

—Sí, una de tus piernas. La que prefieras, eso nos da igual. Tus brazos son demasiado delgados —explicó Amber como si tal cosa mientras el tipo de las alas de avispa asentía con la cabeza y la pelirroja le miraba relamiéndose—. Verás, necesitamos comida, se nos ha estropeado la cámara de hielo y todo lo que teníamos se ha echado a perder. Para colmo nuestro merodeador tarda en regresar con algún incauto viajero. Pensábamos en comerte entero ya que has llegado tan alegremente a nuestra puerta, pero a cambio de las enseñanzas de Marduk te dejaremos vivir. Eso sí, con una pierna menos. Las enseñanzas no llenan el estómago.

—Algo he oído de ellos —dijo Moris pensativo mientras revisaba que su revólver estuviera en perfectas condiciones. Gracias a los arreglos de Ash ahora no solo funcionaba a la perfección, sino que además parecía contar con unas estupendas mejoras —. ¿Sabéis? No hay demasiada comida en la Zona. El problema que tenéis en vuestra Arca se repite por todos lados. Las presas comestible se agotan, y las criaturas que quedan vivas están contaminadas. Vuestro jefe Lobo Gris no deja de tener razón.

Moris alzó el revólver y disparó al cielo, inmediatamente el guarda del tejado se agachó y apuntó con el rifle en su dirección. Pero por fortuna no devolvió el disparo. Moris bajó el arma, volvió a percutirla y apuntó con ella a Ash, que era quien tenía más cerca.

—Ahora vais a bajar despacito por esa ladera hasta la puerta del Love Ranch. No os preocupéis por vuestro amigo, a estas alturas ya estará muerto.

- ¡White, mata a Moris! – ordenó a la esclava sin alzar la voz.

Con el Lagargajo no había reaccionado hasta que Leech se lo ordenó, pero Leech no estaba aquí y ahora, así que seguramente necesitaría que otro la guiara.

Estaba seguro de que Ash entendería que la orden era igualmente extensible a él, pero prefería no recordarle a Moris que Ash era una amenaza muy real con su revolver. En cuanto a Alfa… si le daba una orden a Alfa seguramente haría lo contrario solo por joder y demostrar que él no se subordinaba a nadie, y en cualquier caso confiaba en que su mala leche constante fuera suficiente para que quisiera arrancarle la nuez de un mordisco a ese hijo de puta de Moris; era mejor confiar en sus instintos.

- Yo me encargo del de la torreta. – aclaró para dejar claro que debían centrarse en Moris y no preocuparse de la amenaza lejana que les costaría más a ellos.

Dos tiros certeros y prácticamente seguidos hirieron al cabrón que montaba guardia. Si no estaba muerto, lo estaría pronto por la pérdida de sangre. O eso esperaba, si no contaba con ninguna mutación como la de Alfa o la suya propia.

Su hipervelocidad no afectaba solo su a cuerpo, también a su velocidad de pensamiento.

Moris esperaba que Leech nos importara. Gilipollas. En todos esos días no se había percatado que solo White lo aguantaba o le tenía algo de aprecio. Incluso diría que Alfa preferiría que le pasara algo desagradable por las miradas que les dedicaba a él y White cuando estaban juntos.

Con un poco de suerte los hijos de puta de dentro pensarían lo mismo que Moris y saldrían con Leech en plan “soltad las armas o nos lo cargamos”, lo que le daría la oportunidad a reventarlos igual que al de la torre.

Si estaban tan desesperados como para atraer a otros para matarlos y comérselos podían irse olvidando del papeo que esperaban, pero si Moris sobrevivía podía contarles todo lo que había averiguado sobre su Arca, irían allí y los atacarían desprevenidos. Sería una carnicería si no era el fin del Arca. Eso dependiendo de cuantos fueran en ese grupo.

Por otro lado, deberían tener armas, munición, esas motos y otros artefactos. Aunque no tuviesen comida bien valdría cargárselos.

Igualmente, ahora esto ya era personal. Se los iba a cargar simplemente por habérsela jugado y por supervivencia.

Todo sucedió muy rápido y Ash no sabía qué hacer. No sabía si le dolían más las palabras de Moris o la noticia de la posible muerte de Leech, pero Greeny parecía tener ya un plan de antemano que ejecutó sin preguntar a nadie más.

Ash decidió aprovechar la distracción para quitarse las gafas y mirar a Moris a los ojos. Se arriesgaba a recibir un disparo, pero le superaban en número y, podían mantenerle a raya. Merecía la pena intentarlo. Aquel traidor sería un buen salvoconducto si lograba mantenerle bajo su control.

Ya decidida a obedecer a Greeny, rápido la pequeña avanzó hacia él con su bate, prefería ser más silenciosa y dar un buen golpe porque funcionaba al fin de cuentas. Ella como era alguien muy pequeño, veloz y bastante fuerte, se iba a por todas, más aún cuando pedían de tal manera que se entreguen así si más y como le apuntó a Ash, esa distracción era la necesaria para hacer lo que debía. 

No quería que le suceda nada a Leech, para ella era muy importante y tenerlo expuesto allí, le supuso una situación difícil de sobrellevar, pero le haría frente. Pero lo primero era atacar al traidor, ya lo segundo sería proteger al cronista. 

No se sorprendió mucho con la demanda de la jefa, al fin y al cabo su primera idea había sido mentalizarse para dialogar con verdaderos salvajes. Y ese supuesto no había tardado en materializarse.

—Tras el ritual, mi misión estará cumplida... —respondió con reprobación, como un profesor que explica un gran teorema a sus alumnos, sólo para que estos se queden pululando en detalles nimios—. Pueden comerme entero. Si mi carne nutre de fuerzas a la futura Soberana, Marduk me tendrá en la gloria.

Un detalle que no pasó por alto fue la mención al merodeador, cuya misión era traer víctimas para canibalizar, a falta de papeo más digno. No tardó en atar ese testimonio con el relato de Moris, que prometió grandes reservas de alimento en aquél condenado antro de bárbaros. La misión había nacido muerta a todas vistas.

—Ahora bien, vamos afuera.  Cuanto antes termine con la danza y canto mardukianos, más pronto tendrás la sagrada bendición y  el festín que mereces. El destino nos aguarda...