Partida Rol por web

La jefa del grupo empezó a dar órdenes a los suyos. Gritando al tipo del tejado que contuviera a los incursores y a la pelirroja que sujetaba a Leech que tomara posiciones. El de las alas de avispa continuaba corriendo hacia el desguace, Greeny intentó dispararle temiendo lo que pudiera hacer, aunque falló los dos disparos que intentó contra él. La jefa del grupo le devolvió el disparo al merodeador, pero también erró. 

Arriba de la pequeña colina donde se encontraba el grupo, las cosas estaban siendo bastante confusas. Ash insistía en rendirse y buscar una solución dialogada al conflicto, pero Alfa dio su opinión al respecto escupiendo contra el suelo mientras Ash se desesperaba en que sus compañeros depusieran las armas. El perro de Alfa comenzó a gruñir junto a su amo, quien se colocó en el suelo apuntando con delicadeza al matón sobre el tejado. El tiro no pudo ser más preciso. Le impactó en las manos, lo obligó a retroceder hasta caer del tejado y perderse de vista mientras su arma volaba en la otra dirección. 

La pelirroja golpeó con la culata de su arma a Leech en la cabeza con intención de dejarle inconsciente. No fue un buen golpe, ni siquiera le dio de refilón. Pero tras propinarle un empujón para quitárselo de en medio corrió a esconderse junto a la pared del edificio del que había caído el matón del tejado y salió del alcance de las armas del grupo, perdiéndose de vista. 

Entre tanto, White avanzaba hasta situarse a mitad del recorrido que les separaba del recinto. Más preocupada por Leech que por su propio pellejo, el cual estaba poniendo en riesgo al acercarse de manera tan temeraria. Pero por fortuna todavía nadie había reparado en su presencia y pudo recortar una buena distancia. 

Greeny aprovechó un descanso en los disparos para retroceder regresando junto a Alfa y el cuerpo de Moris. En un abrir y cerrar de ojo se había hecho con las balas que Leech dejó atrás. Era el momento de tomarle la palabra y ahora se lamentaba de haber tenido regomello de no haberlas cogido en cuanto las dejó.

En cuanto lo hizo tiró del cuerpo de Moris hacia una piedra grande detrás de la cuál esconderse para tener cobertura.

- Cuenta. Ya son 3 y nosotros 5. Sus armas no son mejores que las nuestras. White está casi en su puerta y con la Libertadora puede romper el candado. Entonces Leech podrá huir corriendo y ellos ya no contaran con la defensa de la puerta. Si quieres ayudarles, coge un fusil y dispara para que se centren en nosotros y a ellos los dejen en paz el tiempo suficiente. – le explicó sin emoción y sin mirarle mientras registraba el cuerpo de Moris en busca de balas y algo de utilidad.

- Alfa, ¿cómo vas de balas? – le preguntó a su compañero que había demostrado una puntería envidiable.

Necesitaba un respiro. La contienda le estaba pasando factura, pero les iba la vida en ello.

- Me da mala espina que el de las alas vaya al desguace. Quizás tienen allí a los perros y los van a soltar contra nosotros. Si aceptáis sugerencias, centraos en él. – les dijo mientras seguía preparándose para regresar a la pelea.

Ash decidió hacer caso de las órdenes de Greeny. Aún no habían detectado a White y Leech había esquivado un golpe por los pelos, lo importante era cubrirles para salvar a todos.

Sin miramientos, preparó el rifle del gul y apuntó contra el mutante alado que se dirigía hacia el cobertizo.

Tal vez el merodeador estaba en lo cierto y aún tenían las de ganar.

La situación iba de mal en peor, pero White llena de coraje se estaba acercando más y más al recinto con claras intenciones de pasar desapercibida. Incluso a sabiendas que de lo complejo que estaba todo, no dudó en mantenerse un tanto cerca del suelo como si fuera una pequeña rata escabulléndose. Su objetivo era llegar hacia donde se encontraba Leech y si era posible, tomaría más decisiones una vez esté lo suficientemente cerca. No quería estar a la mira de nadie, pero iba a ser muy complicado. 

Al verse libre de la muchacha de melena carmesí, su prominente sesera tardó poco en calcular la ruta de escape más óptima. El resto del trabajo tendrían que hacerlo sus desubicadamente atléticas piernas, a las cuales poco les había faltado para convertirse en el suculento plato principal de aquella banda de antropófagos sin fe.

Y así fue entonces que se echó a correr, saliendo catapultado y tornándose en una silueta borrosa para quienes llegaron a poner sus ojos sobre él, antes de perderse raudo en la distancia.

Mientras White llegaba al recinto sin llamar la atención de los tiradores y se situaba junto a la improvisada valla, en un visto y no visto Leech desapareció del lugar aprovechando que su captora le había dejado libre. El cronista se movió rápidamente, y antes de que los enemigos se dieran cuenta ya se encontraba saliendo del recinto sin que nadie tampoco se enterase. 

La jefa del otro grupo, que por los gritos que se dedicaban unos a otros parecía responder al nombre de Amber, disparó de nuevo contra ellos, eligiendo nuevamente a Greeny como destinatario. Pero la suerte estuvo nuevamente del lado del merodeador, quien vio como la bala pasaba esta vez lejos de él. 

Al otro lado, el tipo de las alas consiguió llegar a la zona de la chatarra, y tal y como Greeny se temía, abrió la puerta para liberar a los perros que no habían dejado de ladrar nerviosos desde que empezaran los disparos. Las criaturas salieron corriendo atropelladamente, siguiendo las indicaciones del tipo alado para lanzarse hacia donde se encontraba el grupo. 

- No tiene una bala encima - Greeny maldijo - ¿Y su revolver? ¿Habéis visto su revolver? – preguntó sin mirar a sus compañeros antes de apoyar su rifle para apuntar al tipo de las alas de avispa – Me quedan 3 balas. ¿Cuántas os quedan a vosotros? - para disparar dos balas sucesivas que impactaban a su objetivo.

- El de las alas parece el alfa de esa manada. Si cae – dijo apreciativamente esperando que sus dos impactos hubieran sido suficientes para acabar con él - ¿crees que podrás hacerte con el liderazgo de la manada, Alfa? – le preguntó esperando un sí, con confianza en la capacidad de liderazgo de su compañero.

Leech había conseguido escapar, ¡pero ahora White se había acercado hasta casi tocarlos! — o, al menos, así le parecía a Alfa — ¿es que esa gente no sabía seguir instrucciones sencillas?

—Lo tengo yo —el adiestrador gruñó mientras recargaba, contando mentalmente la cantidad de balas que le quedaban encima—. Seis, menos la que voy a ponerle en la nuca a esa sanguijuela por meternos en este aprieto.

Alfa estaba furioso. Que Leech se pusiera en peligro le daba igual, pero por su culpa la esclava estaba en tierra de nadie y eso les impedía marcharse de allí—. ¡WHITE, VUELVE AHORA MISMO!

—Adiestrar es un arte, verdoso —escupió, poniendo el ojo en la mirilla—. Necesito tiempo, y aunque matemos a su alfa, quién sabe qué pase.

Al ver que Leech se iba de allí corriendo muy rápido, se mantuvo escondida fuera de la vista de los demás. Solo que el grito de Alfa hizo que su cabeza se alce y no le quede más opción que ir hacia ellos. Aunque no sería tan fácil regresar. 

Ash se encontraba cada vez más agotado. Habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo y empezaban a pasarle factura a su menudo cuerpo. No había tiempo para pensar o lamentarse, sin embargo. Debía seguir cubriendo a White y a Leech. Debía hacerlo por el grupo.

Miró a Alfa, llamando a grupos a White para que regresase. Por la manada, pensó.

—Me quedan cuatro balas.

Esta vez decidió cambiar de objetivo a la que parecía ser la jefa del grupo. Sin órdenes, precipitaría la cabeza del grupo. Debía descabezar a la reina de la colmena. Además, estaba apuntando a Greeny y no podía permitirse perder a su amigo.

Sacando fuerzas de lo más profundo de sus entrañas, apuntó y disparó con el rifle del gul.

El disparo de Greeny fue tan preciso como dañino, acertó al tipo de las alas de avispa y le lanzó al suelo de espaldas completamente fuera de combate. La jefa devolvió el fuego enrabietada y por eso falló de nuevo, su bala rebotó contra el suelo junto al que Alfa estaba tumbado y se perdió en el yermo. White, dándose cuenta de que Leech conseguía huir y advertida por sus compañeros, dio media vuelta y regresó hacia donde ellos estaban. Pero la muchacha pelirroja apareció bordeando el edificio junto al que White había llegado y le disparó desde allí. La suerte se alió con el grupo nuevamente, y el disparo fue fallido. 

Ash salió de su estado pacífico y tomó el rifle que les habían robado a los gules para disparar contra la jefa Amber. El disparo fue bueno, pero rebotó contra el coche con el que la jefa se cubría sin llegar a herirle a ella. Un golpe de suerte para ella, pues de no haber estado cubierta allí la bala le habría herido de gravedad. 

Por su parte los canes, entre los que había no solo perros, sino también coyotes, continuaron su camino corriendo a toda velocidad hacia el lugar en el que se encontraban los demás apostados. Echaban espuma por la boca, gruñían y mostraban sus afiladas fauces.

Greeny se había deshecho del volador, así que con eso quedaba por saber qué harían los sabuesos. Mientras tanto, su líder seguía siendo peligrosa, así que el adiestrador apuntó a su roja cabellera. Era imposible perderla en la lejanía.

- Los perros estarán encima de nosotros en unos momentos. – le tendió su rifle a Alfa – Usa el mío, tiene más potencia que el de los gules, pero las balas van de tu cuenta. – le proponía a Alfa para que él se encargara de Amber y la pelirroja – Yo me centraré en los canes. – propuso.

Sacó su honda de un bolsillo y de otro una de las piedras que había estado recogiendo por el camino. Apuntó al can que iba en cabeza del grupo y lanzó la piedra con tanta fuerza que una de las correas de la honda chasqueó y se rompió, pero la piedra le dio en el hocico. No era una pedrada que lo fuera a matar, seguramente lo cabrearía más, pero ayudaría a acabar con él cuando saltaran sobre ellos.

- ¡White! ¡Vamos a necesitar una mano por aquí con los perros! – gritó al aire volviendo a esconderse detrás de la piedra para tener una cobertura contra los disparos de Amber. Confiaba en que la peliblanca no anduviera demasiado lejos y pudiera ayudarles. También confiaba en que llegado el momento Alfa mandara a su perro para ayudarles. Ahora la cosa sí se ponía complicada.

—¿Acaso... crees... —el adiestrador bajó el tono mientras lentamente deslizaba el dedo sobre el rifle. No era como el de los guls. De hecho, Greeny reparó en que había salido con él del Arca— que yo... disparo con... cualquier cosa?

El disparo resonó en la llanura mientras el proyectil volaba hacia la cabeza de Amber con precisión. Alfa deseó que encontrara su camino hasta sus sesos, pero él no estaría mirando por el visor para verlo. Con un gañido, indicó al sabueso que se preparase para combatir, a lo que la criatura respondió con un ladrido, ansioso por demostrar su valía.

—A ver qué tal funcionan tus arreglos, enano —comentó con una ácida sonrisa, mientras se colocaba en cuclillas y sacaba el arma del difunto mercader. 

La peliblanca por muy poco se había salvado de aquel disparo y estar expuesta de aquella forma a futuro, sería una muerte asegurada. De todos modos su espíritu combativo y colaborador la impulsó a escuchar la orden de Greeny con tal de hacer caso de inmediato, esos animales podían ser un verdadero problema para el grupo pero tenían que cubrirle las espaldas ya que la mujer no fallaría otra vez. 

Suspirando a medio camino de poner su vida en riesgo, aceleró el paso y se fue directo hacia uno de los coyotes que estaban allí. En cuanto alguno de los que quedaban en pie la vean atacar de aquella forma, sería un motivo más para descargar balas sobre su cuerpo. De todos modos, lo arriesgaría todo con tal de ayudar a sus compañeros. 

Greeny zarandeó la honda en el aire y lanzó la piedra contra uno de los perros que corrían hacia ellos. La piedra atizó al animal en el morro pero solo lo retrasó un poco y lo enfadó mucho más de lo que ya estaba. Para colmo, cuerda de la honda se había roto. Greeny tendría que pedirle a Ash que se la reparara después, si es que salían con vida de aquello.

Para mayor cúmulo de males, la jefa Amber asomó la cabeza sobre el coche tras el que se protegía justo para disparar contra Greeny y alcanzarle en el brazo. Alfa disparó a la jefa Amber en ese momento y logró acertarle. La cobertura tras la que se protegía logró que el daño no fuera mayor, pues la bala atravesó la puerta del coche y eso le hizo perder fuerza. Pero aún así aquello debió dolerle.

La pelirroja desapareció tras el edificio llamado Love Ranch, aquel sobre cuyo tejado estaba el tirador anteriormente. Los coyotes y los perros corrían hacia el grupo acercándose cada vez más, pero de pronto White apareció bateando la cabeza de uno con violencia, y arrancándole una de sus orejas con los clavos del bate. El coyote quedó tendido en el suelo, todavía respiraba pero tardaría en levantarse. Ash también les disparó, logrando herir a uno en un costado. Los rifles de los gules eran muy mejorables, pero servían para su propósito. 

Greeny vio volar la bala hacia él. Trató de apartarse a un lado para esquivarla, pero no fue tan rápido como debería haberlo sido y la bala alcanzó su brazo aunque con mucha menos gravedad de lo que podría haber sido.

Rodó por el suelo recuperando su rifle. White había estado increíble reventando a un coyote ella sola. Dos de los canes ya estaban heridos. Seguro que sus tres compañeros podrían con ellos antes de que llegaran hasta aquí. Tenía que devolverle el favor a esa perra.

Apoyó el rifle sobre la piedra, buscó donde estaba la cabeza de esa hija de puta asomando de nuevo para dispararles otra vez y apretó el gatillo. La bala voló certera. ¿Habría logrado evitar golpear en la chapa del coche y darle de lleno a ella?

Cerrando un ojo para corregir la diferencia de arma, Alfa siguió a uno de los coyotes mientras corría hacia ellos y rodeaba a White. La fortaleza - y peligrosidad - de la esclava era determinante para evitar que ellos salieran mal parados, pero si podía evitar que saliera herida mejor. Que fuera una maldita desagradecida que se marchaba al sol que más calentaba no cambiaba los complejos sentimientos que Alfa sentía.

Bam, la pistola nueva de Alfa sonó extraña en sus manos, acostumbrada al familiar mecanismo de su arma. Tendría que pedirle al tullido que echara un ojo a su rifle.