Partida Rol por web

Ash se quedó algo desconcertado cuando su mirada se cruzó con la del rostro deforme del gul. ¿Acaso había buscado sus ojos o eran imaginaciones suyas? Tal vez merezca la pena probar, pensó.

Todavía en guardia, se atrevió a abandonar su posición ventajosa para acercarse a los gules que yacían junto a Greeny, White y Leech. Esta vez buscando uno que todavía estuviese consciente pero desarmado. Cuando encontró al adecuado, se arrodilló junto a él y se quitó lentamente las gafas, cuidando que nadie le viese directamente a los ojos más que el gul.

—Habla —ordenó.

Ash buscó a algún gul que quedase con vida y que pudiera decirles algo. No consiguió despertar a los que estaban heridos de muerte, habían perdido ya demasiada sangre como para mantenerse conscientes, pero el que había caído inconsciente tras la dentellada brutal del chucho de Alfa todavía respiraba. Ash desveló el rostro que se ocultaba bajo su máscara, bastante diferente a la de su compañero, y algo más... humana. Su piel era pálida como la nieve y la tenía salpicada de manchas encostradas de aspecto similar a la piedra, los ralos cabellos eran blancos, y el iris de sus ojos tenía un color rosáceo que parecía casi transparente. En su frente sobresalían dos pequeños cuernos, con una textura similar también a la piedra.

Ash lo zarandeó para que volviera en sí y, cuando lo hizo, el dolor de la mano se despertó con él. El gul comenzó a agitarse y a gritar dolorido. Su dientes estaban afilados y eran largos y delgados como agujas, su lengua se dividía en dos y tenía un color gris extraño. Cuando Ash posó su mirada desnuda en él, logró calmarlo. El gul se lo quedó mirando embelesado y empezó a hablar con palabras extrañas.

—Darunga. Anreip omoc utul da ozarb. Ed sit amet. Noroel hacidor, da mengueler... —las palabras brotaban de sus labios sin descanso. Ash le había dado la orden de hablar, y de algún modo el gul la había entendido, pero iba a ser imposible que entendiera siquiera de qué narices hablaba.

—En cada Arca se habla un idioma diferente... Seguro que al cronista Leech esto le interesa— apuntó girándose hacia él—. Al parecer el lenguaje ha evolucionado de forma distinta en cada Arca después de los muchos años aislados, pero todavía se utilizan palabras comunes, variantes de dichas palabras o similares. Sin embargo, debo añadir que pese a mi extraordinaria capacidad de comunicación con los diferentes asentamientos, no tengo ni la más remota idea de qué hablan esos bichos...

La pequeña se quedó junto a Leech y le agradeció con un gesto dulce la ayuda, si bien no había tenido tanta suerte con los Gul, si que valoró el coraje que tuvieron sus compañeros para hacerle frente sin más. No obstante cuando escuchó a esa criatura hablar, miró al cronista un tanto curiosa y pensó al igual que Moris, que solo él podría entenderlo. 

—¿Conoces ese idioma?

—Deberías anotar lo que dice, Leech —sugirió Ash, sin despegar la vista de los ojos de ratón del gul—. No sé lo que significa, pero puede que encontremos a alguien que lo traduzca. Si queréis que el gul haga algo en particular, que no sea denigrante, decídmelo.

Aquello había resultado ser inútil, pero prefería aferrarse a cualquier esperanza por vana que fuese. No se sentía cómodo con su mutación y prefería usarla lo menos posible.

—Dibuja —ordenó, señalando sus uñas y el suelo de arena—. Dibuja por qué nos atacas y de dónde vienes.

Observó con atención, procurando que nadie más le viese los ojos sin estar estos protegidos por sus gafas. Si el gul solo era capaz de dibujar garabatos incomprensibles, le ordenaría dormir a menos que alguien quisiese hacerle alguna pregunta más.

—Señorita White, me temo que es imposible saber qué está diciendo el salvaje en cuestión en su rústico idioma gutural y troglodita, salvo que lo llevemos al Arca para un estudio más minucioso —dijo sin mucho entusiasmo por esa idea, en tanto realizaba ya notas y bocetos de los abatidos gules.

—Si tuviera que hacer una conjetura educada, diría que el susodicho le está soltando al colega Ash toda una letanía de vulgares improperios a dos lenguas, literalmente, je.

La brujería de la que era capaz Ash era realmente inquietante. Greeny nunca le había visto hacer algo así. Al final todos guardamos nuestros secretos.

Como no parecía que aquel gul fuera ninguna amenaza más y estaba seguro de que Alfa y White podrían protegerle si intentaba algún último acto violento, Greeny se puso a registrar los cuerpos de los guls con los que habían acabado. Había que recolectar el botín para poder repartirlo después con los demás. Las armas que habían usado seguramente seguirían funcionando y mantenía la esperanza de que los guls no hubieran gastado todas sus balas antes de acabar con ellos, así como de que tuvieran encima alguna ración de papeo o de agua.

El gul empezó a dibujar siguiendo la orden de Ash, pero los garabatos que hizo fueron de lo más incomprensibles. El mecánico pudo entender que un dibujo era una especie de cueva, y que un montón de puntitos que había en la tierra hacían referencia a otros gules. El gul trazó en la tierra líneas que daban vueltas alrededor de otros dibujos y garabatos extraños, algunas cosas parecían árboles, otras tal vez fueran edificios. Pero del resto de aquel galimatías no entendió mucha más cosa. Finalmente hizo cinco puntitos frente a una línea recta, al otro lado de la línea dibujó seis puntos más. Volvió con su mano sobre los cinco puntos y empezó a dibujar puntos y puntos, ocupando un espacio cada vez más cercano a los cinco primeros.

Entre tanto Greeny se puso a registrar los cadáveres de los otros gules. No llevaban mucha cosa. Pudo dar por descartado encontrar algo de agua o papeo, tampoco cargaban con mucha cosa más a excepción de sus armas y unas siete balas. Sus armas era rifles caseros realizados con bastante ingenio pero con una no muy buena calidad. Estaban gastados y oxidados, y uno de ellos incluso tenía el cañón algo torcido. Alguno de los guls cargaba con huesos de ratón o de alguna otra criatura del yermo, como una especie de amuleto.

Mientras que Ash seguía tratando de sacarle información al gul, Greeny había juntado todas sus armas delante de la puerta del edificio, guardado las balas y recuperado su propio rifle. Cuando todos estuvieran juntos habría ocasión de repartirse lo encontrado.

Ahora le llamaba lo que vio cuando les atacaron. Tendrían que darse prisa para llegar a su destino antes del anochecer. Entró en el local a buscar lo que había visto.

Cuando el gul terminó de dibujar, Ash le ordenó que durmiese mientras volvía a cubrirse los ojos con las gafas de soldador. Había estudiado con detenimiento los garabatos de la criatura. No esperaba unos planos detallados, pero la mayoría era incomprensible.

—¿Cuántos gules son? —preguntó de pronto, siguiendo una corazonada—. Creo que vienen de una cueva, con edificios y árboles alrededor. Pero si este último dibujo es correcto, cinco puntos y seis puntos divididos por una línea, puede que se acerquen más pronto y que estos solo sean una ronda de reconocimiento. Deberíamos marcharnos cuanto antes.
» Estos sies puntos somos nosotros, intuyo. Los cinco al otro lado de la línea, supongo que la carretera, son los gules. Me inquieta que siguiese dibujando puntos cada vez más cerca de nuestra posición. Probablemente estemos en peligro.

Greeny regresó al interior del edificio para seguir inspeccionando lo que había quedado interrumpido por la súbita aparición de los gules. El lugar estaba lleno de estanterías vacías y decorado con llamativos carteles de colores. Había latas vacías, envoltorios de comida, pero nada de papeo ni bebida. Solo un par de objetos extraños.

El primero de ellos, que había llamado su atención antes, era un extraño artilugio de madera con cuerdas. Tenía un agujero en medio de la parte de madera más ancha y aparentemente más resistente, aunque a juzgar por la decoración que bordeaba el agujero y por el hecho de que no asomaba al otro extremo, este parecía intencionado. Las cuerdas seguían a lo largo de un trozo de madera más estrecho y delicado y terminaban enrollándose en una especie de clavijas. El otro objeto era más extraño todavía. Una especie de caja de metal con asideros de la que brotaba una extraña y peligrosa hoja dentada. 

—Huyendo de un peligro marchamos hacia otro. No hay refugio acá afuera, sólo angustia —filosofó con cierto dramatismo ante la conclusión del mecánico tras leer los bocetos del gul.

La lluvia de ácido había hecho pedazos la poca fe que tenía en los planes de la Jefa Marlotte para esa misión. La lluvia de balas no mejoró esa opinión, y todavía faltaba el destino final, en teoría el más letal.

—Neófita, si volvemos con vida al Arca, alfabetizar a todos los esclavos será nuestra prioridad.

Sin entender muy bien que es lo que tenía frente a él Greeny cogió ambos objetos llevándolos fuera, hasta donde estaba Ash.

- Ahí dentro encontré estas cosas, pero no se me ocurre para que servirían. – le dijo a su amigo mecánico confiando en que él si fuera capaz de desentreñar sus secretos – Parece un buen sitio para descansar un poco. A mí desde luego me vendría bien después del enfrentamiento. – reconoció.

Cuando Greeny le acercó el primer artefacto, Ash percibió que el cuerpo de madera no solo era hueco, sino que hacía un sonido peculiar. Con cuidado, acercó el oído y empezó a toquetearlo: dándole golpecitos, acariciando las cuerdas… Finalmente, comprendió su funcionamiento.

—Vale, resulta evidente que las cuerdas están aquí por una razón. Cuando un cuerpo vibra emite sonidos, y la caja de madera sirve para amplificarlos. Sospecho que cada hilo es de un grosor y textura distintos para que haya variedad. Y esto de aquí… —señaló las clavijas—, creo que sirve para tensarlas o aflojarlas.

Tras manipular un poco las clavijas, Ash pasó suavemente la mano por las cuerdas del artefacto, arrancando un sonido potente pero hermoso.

—Es posible que su finalidad fuese el ocio. No creo que sea un arma o una herramienta. Sin embargo, ésta de aquí…

Tomó la pesada caja metálica y la examinó detenidamente. Era un arma a todas luces, pero la curvatura de los dientes de la hoja parecía poco eficiente y la empuñadura muy pesada. Aquí se me está escapando algo.

Tras darle un par de vueltas, revisando sus componentes, se percató de que tenía un mecanismo motor*.

—De todas formas, deberíamos buscar refugio en otra parte más segura. Estos gules parecen una ronda de reconocimiento. Por el dibujo creo que podrían venir más, deberíamos andarnos con ojo.

Era un poco desolador todo esto, más aún considerando que en cuanto regrese, debía lidiar con la futura muerte que se le avecinaba porque nada convencería a Lobo Gris de lo contrario y por ello es que se sintió muy inútil e impotente. 

El asunto es que se abstrajo durante un largo rato, quizás masticando esos pensamientos que en un futuro inmediato harían mella en ella y estaba claro que no quería morir, así que por esa razón es que se quedó cerca de Leech mientras lo escuchó. 

—Me temo que al llegar, mi cabeza rodará. Si puedo salvarme, me gustaría cumplir con ello mi maestro. 

De momento estaba difícil. 

Ash dedujo rápidamente para qué servían los dos artefactos que había encontrado Greeny en aquel lugar. El primero de ellos, la caja de madera de extraña forma, era una especie de cacharro creador de música, que vibró de manera algo desafinada y horrible en un principio pero que fue adquiriendo unas armonías más bellas cuando Ash ajustó las clavijas que tensaban las cuerdas. Ash se pudo hacer una idea de cómo funcionaba aquella caja tripuda con cuerdas, pero para el resto parecía un artefacto complejo sí de verdad podía usarse para hacer música.

El otro objeto, en cambio, parecía más intrigante para el mecánico. Lo manipuló con cuidado y se dio cuenta del peligro que podía tener aquella cosa. Sus conocimientos como mecánico le hicieron suponer su funcionamiento, bastante simple para él, unos engranajes hacían moverse rápidamente la correa cubierta de peligrosos dientes. Sin duda serviría para cortar; si los Antiguos la usaban como herramienta o como arma era una cuestión digna de estudio. A fin de cuentas pesaba bastante y no parecía ser muy manejable. Ash examinó la caja donde suponía que estaba el motor que hacía funcionar el cacharro, y descubrió unas letras escritas en una chapa cromada, tal vez el nombre de su creador, Souhiro, justo debajo, en letras más pequeñas, podía leerse PX Maker 2000, estas últimas letras se repetían en la hoja en un tamaño más grande. Leech pudo leerlo para todos, aunque aquello por sí solo no decía gran cosa. El mecánico encontró un pequeño asidero, tiró de él un par de veces y la hoja se puso a girar a gran revolución con una ruidera terrible. 

Tras la demostración, Ash apagó el cacharro y la paz volvió al lugar. Tras dejar el artefacto en el suelo, el mecánico volvió a comentar lo preocupante de los dibujos del gul. El lugar donde estaban los dos objetos parecía lo suficientemente bueno para pasar allí la noche, pero el mecánico no parecía convencido. Más bien le parecía que aquellos cinco que habían derrotado eran una especie de avanzadilla.

No le sorprendió lo más mínimo que Ash reconociera de inmediato la utilidad de aquellos artefactos. Era un tipo listo. Sabía muchas cosas. Eso le hacía sentirse orgulloso de que fuera su colega.

- Si vienen más les será fácil seguir nuestro rastro. Yo lo haría con facilidad, somos muchos. – dijo paseando la mirada por los 6 presentes – Por cierto, tomad cada uno una bala. – le ofreció una bala a cada uno de los que les acompañaban, salvo a Moris que no había disparado ni había participado de forma alguna en la batalla. Le dio una bala extra a Ash sin añadir nada más al respecto. Desde luego se la había ganado y si había alguien de los presentes en quien confiaba que aprovecharía bien las balas, además de él mismo, era Ash, después de lo visto. – Ahí hay un rifle también para cada uno. Seguramente podamos sacar dos o tres balas de cada uno de ellos cuando los cambiemos en el Arca. – eso era papeo para dos o tres días, nada despreciable. Desde luego él iba a coger uno de esos rifles.

- Yo no puedo llevar nada más de momento. – dijo mirando a la cajamusicaldecuerdas y al ruidocortante que Ash había reconocido. Evidentemente esperaba que alguien más se ofreciera a llevarlos.

Miró al cielo para asegurarse de que seguía despejado y calcular cuantas horas de luz les quedaban.

- Pronto anochecerá. Imagino que no pueden ver en la oscuridad, así que lo más sensato es que no se pongan en marcha hasta mañana por la mañana. Lo mismo se aplica a nosotros. No sabemos si encontraremos ahí fuera un lugar seguro para pasar la noche. – meditó en voz alta – Aquí tenemos tiempo de preparar alguna defensa y los muros dan buena cobertura. Es un lugar defendible. – explicó desapasionadamente evitando dejarse llevar por el miedo a que más gules vinieran – Y contamos con la ventaja de que el chucho de Alfa puede olerlos llegar, no depende de la vista como nosotros.

- Mi voto es por preparar defensas aquí, pasar la noche y marcharnos a primera hora.

Ash parecía convencido con el razonamiento de Greeny, pese a sus reparos iniciales. Era un lugar defendible y tampoco quería repetir la experiencia anterior con la lluvia ácida. Tener un techo bajo el que dormir era todo un lujo. Cuando su compañero le ofreció las balas, le agradeció el gesto.

—Yo prefiero combatir a distancia y con armas de fuego, no soy muy bueno con esta clase de cosas —dijo, señalandoe el ruidoso artefacto dentado—. Pero creo que vosotros, Greeny y White, podríais sacarle más provecho. Su manejo es fácil, aunque algo aparatoso. Os puedo enseñar si queréis. Respecto al reparto de material, me ofrezco a cargar una parte. También puedo improvisar alguna trampa para defender mejor este sitio.

White aceptó la bala que le dió Greeny desde una actitud agradecida y la guardó, incluso se ofreció a llevar un rifle consigo para ver si con eso podían obtener algo a cambio, que por poco que sea, para la pequeña era mucho. 

Ya con respecto a los dos aparatos, miró extrañada la caja musical y tras esos toques de Ash para que funcione bien, le gustó un montón, era bonito escuchar algo diferente en tierras tan áridas y desoladas. De todos modos, tentada como estaba de querer tenerla, desvió su atención hacia lo otro que al fin de cuentas era más afilado y peligroso. 

—¿Me enseñas a usarla? ¿Podré cargarla?—preguntó curiosa y luego miró a Greeny—. Tienes razón, mejor aquí así podemos preparar una defensa. Al menos este pequeño rincón está controlado. 

El cronista estuvo de acuerdo en pasar la noche en el lugar. Se guardó la parte del botín que le tocaba y se apresuró a acomodarse en un rincón del edificio para aprovechar la poca luz que quedaba y hacer varias anotaciones que tenía adeudadas. También le dedicó unas cuantas líneas a los dos artefactos encontrados, y asintió complacido al ver como su discípula se disponía a entrenar con la hoja serrada a motor.

—Ese arma, neófita, está destinada a separar la cabeza de Lobo Gris de su respectivo pescuezo —auguró alzando la vista unos segundos, para luego volver a su trabajo de la manera más casual.