Partida Rol por web

Ash empezó a sentir como aquella extraña lluvia empezaba a hacerle arder la piel. Ahora comprendía mejor los relatos aterradores que contaban algunos merodeadores durante las cenas comunales, que siempre había escuchado con respeto y admiración.

Mientras corría para alcanzar el refugio seguro que prometía Greeny, escuchó el alarido de Leech y dudó si continuar o ayudar al cronista. Al fin y al cabo, aunque la supervivencia era importante, no quería volver a dejar a un compañero atrás.

—No vas a morir, aquí estoy. 

Intentó ayudarlo, incluso buscó la forma de avanzar con él tras rodearse con el brazo de Leech. No lo dejaría atrás, a ninguno de los presentes y más aún al cronista con quien tenía un afecto especial en las últimas horas. Estaba claro que fácil no iba a ser, pero White estaba acostumbrada a resistir el dolor, a aguantar peores cosas sobre su lomo y no lo dejaría así porque sí. No estaba dispuesta a hacerlo. 

Cuando su visión comenzó nublarse y sus piernas a flaquear, Leech intentó mantener el ritmo del resto, pero ya no coordinaba siquiera la lengua o los labios, que balbucearon un par de frases incomprensibles antes de terminar besando de lleno la tierra avinagrada del Yermo.

Y así quedó, tumbado boca abajo y con sus largas extremidades tendidas en cruz, como una de las tantas mantis o similares bichos despachurrados que solía grabar en sus libretas. Tan aturdido estaba que casi ni se dio cuenta cuando White lo levantó, sólo tuvo una leve sensación de estar flotando y nada más.

El sabueso apretó el paso y se puso a salvo, pero Alfa estaba todavía a unos metros de alcanzar su objetivo. Se había retrasado demasiado por proteger a su manada, pero además parecía estar quejándose más de lo habitual. Gruñía de dolor y corría encorvado, como si se estuviera abriendo una herida antigua.

Faltaban pocos pasos, podía ponerse a salvo inmediatamente si sólo se esforzaba un poco más. Entonces cambió de dirección.

Una mano firme cogió a Ash de la chaqueta, como si fuera un cachorro, y tiró del enano a trompicones para llevárselo consigo a cubierto. Una vez allí, el sabueso acudió a recibir al líder de su manada, pero Alfa lo apartó y se fue a un rincón, gruñendo de dolor. Se quitó la chaqueta de cuero, y allí pudieron ver que en las articulaciones de sus brazos, allí donde había caído la mayor parte de esa corrosiva lluvia, había protuberancias quitinosas que habían rasgado su piel. Las gotas de sangre se mezclaban con el agua de lluvia, cayendo a su lado y dándole un aspecto terrorífico.

Greeny se había rezagado un poco más tratando de guiar a sus compañeros por el camino que veía más despejado para llegar hasta la pequeña edificación. Parecía que todos iban a aguantando bien siguiendo sus instrucciones, incluso White que demostraba su increíble fuerza para su pequeño tamaño llevando a cuestas a Leech. Alfa recogió a Ash que parecía perder las fuerzas en el último momento. Greeny avanzó para ayudar a su colega, pero Alfa ya medio lo cargaba con él mientras que White había hincado una rodilla en el suelo y parecía debatirse entre lanzar al cronista y sacrificarse ella o dejarlo allí.

La peliblanca notó como el peso de Leech se reducía al cargar con parte de él Greeny.

- Vamos. Entre los dos lo salvaremos. Bien hecho. – la animó para llegar junto a ella hasta la edificación transportando entre ambos a Leech.

El perro de Alfa fue el primero en llegar al refugio, sacudiéndose para librarse del agua ácida de su pelaje. Alfa llegó inmediatamente después, tirando de Ash para ayudarle a superar los últimos tramos que le separaban del lugar seguro. Moris hizo su entrada tras el adiestrador y el mecánico y los miró resoplando, agradeciendo que aquel lugar estuviera allí.

Algo más atrás quedaba el resto, y Leech había empezado a balbucear y a sentirse demasiado dolorido como para continuar corriendo bajo la intensa lluvia. El problema era que si quedaba allí durante mucho más tiempo, podría morir. Entonces llegó su mano salvadora. White aupó a Leech y tiró de él para cargarlo hasta el refugio, era sorprendente la fuerza con la que la esclava contaba a pesar de su pequeño y esquelético cuerpo. Ella sola consiguió cargar a un inconsciente cronista y llevarlo con los brazos colgando hasta pocos metros de ponerlo a salvo; el último tramo fue ayudada por Greeny, que aupó a Leech justo cuando las fuerzas empezaban a fallarle a la esclava. 

Una vez que todos estuvieron a salvo, empapados de lluvia ácida y jadeando por la carrera, miraron al exterior para comprobar como la lluvia lograba corroer la vegetación salvaje que crecía en aquella zona y la obligaba a retorcerse hasta quedar reducida a la mínima expresión. El torrente de agua caía como si no tuviera intención de detenerse jamás, y las nubes negras que ocupaban la totalidad del cielo auguraban que aquello tardaría horas en despejarse. El refugio en el que estaban era pobre y minúsculo, había goteras que caían en medio de la pequeña estancia siseando en el suelo y humeando, pero al menos les protegería de lo peor.

Greeny miró a sus compañeros. Su rostro normalmente impasible parecía mostrar algo de preocupación por el futuro de Leech.

- Yo no sé nada de curar, pero sí seguir instrucciones. Si alguno puede curarlo yo puedo ayudarlo haciendo lo que me diga. – se ofreció así mismo. A los heridos siempre había que sujetarlos, quitar ropa o lo que fuera. Un par de manos extra para ayudar nunca venían mal, si esas manos hacían lo que el matasanos le decía que hiciera.

Recuperado del dolor que había sentido con la lluvia — o, al menos, mostrando a todo el mundo que ya lo estaba — el adiestrador se acercó a Leech con expresión de pocos amigos mientras se volvía a abrochar la cazadora. Tenía los ojos inyectados en sangre por el dolor que había sufrido y su cara estaba enrojecida, pero aparte de eso, tenía la misma expresión seria y brutal de siempre.

—Apartad. Tú trae tierra —dijo, quitando de en medio sin miramientos a quien estuviera delante y ladrando una orden a Greeny que éste aceptó únicamente por salvar al Cronista. Luego cogió esta tierra en sus manos e intentó escupir en ella, pero tenía la garganta seca tras la carrera y el agua de lluvia del exterior no era muy apropiada. Así que con un gruñido, clavó sus incisivos en su propia mano y mezcló su sangre con la tierra hasta formar una bola parduzca y maloliente. Sin cuidado, extendió la masa sobre las heridas provocadas por la lluvia—. Eso bastará*.

La pequeña hizo muchísima fuerza para ayudar a Leech, le había costado en demasía pero no cesó en su intento de salvarlo. No quería dejarlo atrás por múltiples razones, que al fin de cuentas su mera presencia le hacía muy bien a White. Por ello es que lo estaba dando todo y ya en el último tramo, cuando Greeny la ayudó, la pobre sonrió un poco en gratitud. Al menos compartían esa intención de ayudar. 

—Gracias.

Aquello fue hacia su compañero y se hizo a un lado bastante agitada, tenía que recuperar fuerzas. Lo bueno era que Greeny y Alfa se estaban ocupando. 

Ash se hizo un ovillo junto a White. La urgencia del momento le había impedido darle las gracias como era debido a Alfa, a quien había tenido siempre como alguien huraño que siempre le miraba con desprecio por no dejar a su sabueso entrar en el taller. Poco podía hacer por Leech. Él era más diestro con las cosas inorgánicas, por lo que solo estorbaría. Alguna vez se había hecho algún corte menor, pero siempre habían sido otros los que le habían auxiliado.

—¿Crees que se pondrá bien? —le preguntó a White con un hilo de voz—. Has sido muy valiente ahí fuera y parece que Alfa sabe lo que hace, espero que Leech pueda recuperarse.

Cuando Ash se acercó para hacer ovillo con ella, se sorprendió un poco pero no lo rechazó, al contrario. Con todo su cansancio, lo rodeó un poco con sus pequeños brazos mientras el corazón aún le latía a mil. Sólo esperaba que el Cronista pudiera salir de esta, de alguna manera debía agradecer a Lobo Gris porque tantas torturas, tanto sufrimiento dentro de unas cuatro paredes la convirtieron en esto. En lo que era. 

—Estoy segura de que sí, Leech es fuerte—afirmó convencida—. Sólo hice lo único que se hacer... Resistir, nada más.  Y no podía dejar a Leech, ni a ninguno, no me lo perdonaría. Además me queda poco aquí, tengo una amenaza de muerte sobre mi y posiblemente no esté más. 

Tras confesar aquello, bajó la mirada y recordó lo último que había hablado con su Jefe. 

El rústico tratamiento de barro no hizo más que despertar a Leech de su inconsciencia. Levantó levemente los párpados embarrados y pudo ver varias siluetas a su alrededor, algunas hablaban pero no logró enterarse sobre qué. Tampoco pudo articular más que un par de leves movimientos con su mano diestra, la cual se llevó muy despacio al pecho y dejó reposar ahí. Sentía todo su torso arder y no podía hacer nada para aliviarlo, por eso volvió a cerrar los ojos e intentó concentrar sus pensamientos en un plano alejado de la realidad. Pensó en teorías sobre Éden, las cuáles eran tan innumerables como fantásticas y, por encima de todo, esperanzadoras.

Las atenciones rudas y toscas de Alfa no sirvieron para que Leech se recuperara de su estado, apenas contribuyeron una mejora. El cronista continuaba tendido en el suelo, completamente incapacitado y semiconsciente. Al menos pudieron comprobar que su vida no corría peligro inmediato, pero si no hacían algo más por curarle no lograría avanzar mucho más en aquel viaje.

Así las cosas, no parecía que fueran a avanzar mucho más en aquella jornada. Apenas era mediodía, aunque el cielo oscuro cubierto de nubes pudiera hacerles creer que ya anochecía, pero no sabían cuanto podría durar aquella intensa lluvia que por momentos se incrementaba en lugar de dar muestras de detenerse. Si la cosa seguía así, podrían dar aquella jornada por perdida. Y aunque dejara de llover, la tierra iba a estar cubierta de aquel agua ácida y corrosiva, probablemente cargada de descomposición.

- ¿Una amenaza de muerte? – Greeny frunció el ceño - ¿De Lobo Gris? – si fuera de otro Lobo Gris lo machacaría solo para marcar su territorio.

………………….

Tras terminar la conversación con White sobre su amenaza de muerte, Greeny chasqueó la lengua mirando como la lluvia no cesaba en el exterior.

- No debe ser algo habitual. La lluvia ha quemado la hierba y las plantas que había fuera, pero si estaban ahí significa que no suele llover así. – razonó – Deberíamos inspeccionar este sitio, no vayamos a llevarnos sorpresas desagradables – como ratas del tamaño de mi brazo o lagargajos silenciosos.

Se puso en pie dispuesto a inspeccionar el lugar donde parecía que deberían pasar la noche.

Alfa no era ajeno a lo que había dicho White sobre Lobo Gris pero, si le importaba o no, apenas hizo nada para revelarlo. Tras atender a Leech se apartó y se apoyó en una columna, sentado junto a su sabueso. Miraba al exterior, cómo la lluvia calcinaba con su ácida composición todo a su alrededor. El adiestrador se miraba las manos de vez en cuando y las flexionaba, a veces musitando algo en voz baja. Tan distraído estaba que ni siquiera replicó a Greeny como acostumbraba, sino que se limitó a ladrarle una orden al sabueso que rápidamente se prestó a cumplirla.

Como una exhalación, haciendo uso de su privilegiado olfato, la criatura recorrió los alrededores buscando algo de utilidad.

Ash se giró, impactado por la revelación de White. Sin embargo, aquel no parecía el momento adecuado para sincerarse. Todavía no. Uno de los suyos se debatía entre la vida y la muerte y Alfa necesitaba ayuda para estabilizarlo.

—N-no se me dan demasiado bien los cuerpos humanos, pero si hay algo que pueda hacer para ayudar, cuenta conmigo, Alfa.

Le dedicó una última mirada a White. A través de sus gafas era imposible adivinar del todo en qué estaba pensando, pues sus ojos siempre permanecían ocultos. Corrían rumores acerca de su aspecto o del color de sus iris, pero todos parecían contradecirse. Pero lo que sí era cierto, al menos así lo reflejaba su semblante, es que estaba genuinamente preocupado.

Al ver que Alfa no pudo hacer mucho con Leech, la pequeña consideró que al menos podía intentarlo porque sus heridas solía curárselas sola cuando Lobo la mataba a golpes. Por ello es que abandonó la cercanía de Ash tras un intercambio visual muy significativo y respondió a la pregunta de Greeny. 

—Sí, en cuanto regrese moriré. 

No dijo mucho más, simplemente se acercó al cronista y tras dejar una caricia en su mejilla, intentó pensar en lo que podía hacer. Pensó que podía sacrificar si era necesario un poco de su agua para hacer una especie de barro y colocarlo sobre esas partes donde estaba más afectado, más allá de que lo otro estaba sirviendo. Sólo que antes se cortaría varios pedazos de tela para cubrir las heridas y después vendría el barro. 

- No tiene porque ser así. – contestó Greeny a White – Si tenemos éxito Lobo Gris perderá mucho poder y hay otros jefes que te pueden proteger de él. – le dijo mirándola serio, aunque ella que había tratado con él desde hacía tiempo podía percibir que se preocupaba por ella y trataba de darle ánimos – Además, no sólo los jefes pueden protegerte. – agregó finalmente.

Para los mecánicos, que se veían a sí mismos como engranajes: algunos grandes como Screw y otros pequeños como Ash, pero todos tenían una función dentro de los talleres. Todos colaboraban y se esforzaban por ayudar, aportando sus conocimientos y capacidades. Es por ello que la esclavitud estaba fuera de toda cuestión y se percibía no solo como algo muy ajeno, sino como propio de gente degenerada.

—La esclavitud es como el canibalismo, cosa de salvajes —escupió Ash—. ¿Por qué se empeña Lobo Gris en comportarse como un…? Es como si contradijese todas las enseñanzas del Anciano, me pone enfermo. Todos deberíamos ser libres.

Y como muestra de que la colaboración ayudaba a mejorar la sociedad, allí estaban ellos. Todos trabajando para recuperar a un compañero caído, ayudando en lo que podían para que Alfa pudiese estabilizar al pobre cronista.

Mientras White aplicaba más cuidados a las heridas de Leech ayudada por Ash, el resto exploraron la pequeña construcción en la que se encontraban. No les llevó mucho tiempo, debido a las minúsculas dimensiones del lugar. Era una pequeña caseta que los Antiguos habían instalado en aquel punto en medio de la vegetación. Habían escuchado al Anciano hablar de aquel tipo de sitios en alguna ocasión, los Antiguos construían enormes porciones de vegetación en sus ciudades. Aquella edificación era demasiado pequeña para que alguien pudiera vivir allí, y además carecía de los equipamientos que habían visto en otras casas de los Antiguos. Así que dedujeron que debía tratarse de algún lugar destinado a guardar material para el cuidado de la parcela de vegetación o algo semejante. Como quiera que fuera, la pequeña barraca tenía una gran abertura en una de sus paredes, que era por donde habían entrado, y presentaba un deterioro considerable. Su interior constaba de una única estancia, que era en la que se encontraban. El techo estaba plagado de grietas que facilitaban la aparición de goteras de lluvia ácida, pero por fortuna no parecía que fuera a derrumbarse de inmediato y serviría como perfecto lugar para guarecerse de la tormenta.

Las atenciones de White y Ash lograron que Leech finalmente se recuperara, el cronista se despertó de su inconsciencia todavía dolorido, pero poco a poco fue retomando tanto la conciencia como el color habitual de su piel, lo cual no era decir mucho puesto que Leech era pálido por naturaleza.

Por otro lado, la sorprendente confesión de White sobre su funesto destino preocupó al grupo, quienes intrigados quisieron indagar en qué pasaba con la esclava. Unos opinaron sobre la ilegitimidad de la esclavitud, otros trataron de buscar soluciones al problema de White, y otros simplemente se guardaron para sí lo que pensaban. Mientras lo hacían, Moris sacó de su mochila algunos utensilios y los fue dejando en el suelo, alzó la cabeza con gesto interrogante y les preguntó si les parecería bien hacer un fuego.