Partida Rol por web

Más tarde que pronto apareció la pequeña con cierta actitud cansada, había sido una larga noche junto a Leech y aún estaba recuperando las energías. De todos modos se la vio animada y le sorprendió un poco que Alfa le diera la espalda, así que le dio un golpecito en el hombro y lo saludó con una sonrisa. Después le regaló un gesto amable al resto hasta regresar junto al cronista. No tenía demasiado para decir, siempre se sentía un poco inútil en las exploraciones, pero al menos no tendría que estar tolerando a su Jefe. 

Emprendieron la segunda expedición del grupo alejándose del río en dirección noroeste, algo nada habitual pero necesario. Su propósito era atajar para llegar cuanto antes al lugar indicado por Moris, por lo que Greeny guió al grupo alejándoles del río hacia las zonas más asalvajadas e inhóspitas que rodeaban el Arca, donde la vegetación había ganado el terreno a las construcciones de los Antiguos y se alzaba indomable.

Unos minutos más tarde, avanzaban siguiendo a Greeny por un extraño conjunto de máquinas oxidadas y grandes tiendas decrépitas de colores que una vez fueron llamativos pero que ahora lucían gastados y apagados a causa del sol y las inclemencias del tiempo. Los restos de aquella especie de carpas colgaban ondeantes en el viento. Sobre ellas, se alzaba un enorme cartel en el que un hombre con cara blanca y una gran nariz roja sonreía, sobre su cabeza había unas letras pero el papel había sido rasgado y se había perdido mucho tiempo atrás, ahora solo se apreciaba el oxidado metal de la valla.

Un poco más adelante, les llamó la atención una curiosa máquina que se había conservado algo mejor que las demás. Tenía la forma de un gran disco de madera con caballos de plástico sobre él, aparentemente los Antiguos lo utilizaban para dar vueltas montados sobre esos caballos aunque ellos no llegaban a comprender que utilidad o regocijo podría haber en semejante estructura. Parecía que a aquellas gentes les gustaba complicarse para elaborar complejas maquinarias sin ninguna utilidad aparente.

Sin embargo, algo de utilidad podría haber en aquello después de todo. De la maquina surgían unos cables que se internaban en una especie de caseta pequeña que había tras una valla metálica. Algo tan bien protegido tendría que tener valor sin duda alguna.

Greeny le dio una palmada en la espalda a Ash mirando esa caseta tras la valla.

- Eso tiene cables, tú sabrás más que nosotros. ¿Qué dices? ¿Merece la pena que le echemos un vistazo? A mi me parece que ahí debe haber algo de valor. – le animo dándole vueltas a para que podría servir que un cable fuera del disco a la caseta.

Poca estima tenía Leech por la segunda expedición ideada por Marlotte, por eso prefería terminarla lo antes posible y con éxito, y no logró ver en qué beneficiaba a la misión el andar hurgando entre esa maquinaria.

—Deberíamos enfocarnos en llegar al depósito. No dudo de las capacidades de mi colega Ash, pero sortear la seguridad de la garita, revisar el interior y analizar su contenido, son tareas que suman demora y que en todo caso sería conveniente dejar para después del asalto. Previo al momento clave, no podemos darnos el lujo de perder tiempo, recursos o personal en búsquedas secundarias.

Mientras el resto decidía si seguir o parar, se acercó a White y le devolvió sus útiles de escriba:

—Neófita, se que hoy toca trabajo extracurricular, pero llévelos igual —dijo mientras entregaba la libreta y el marcador—. Por cierto, esa palabra que está escrita en grande sobre la portada es su nombre.

—Estoy de acuerdo con la sanguijuela —escupió el adiestrador. Alfa había avanzado ligeramente apartado del grupo, y en un par de ocasiones se había sobresaltado por quejidos lastimeros del metal oxidado o de ver reflejos en superficies de metal tras cada esquina. Se le veía tenso, y el sabueso compartía su inquietud—. Siempre podemos volver luego, Greeny.

Echó una mirada de desagrado al rostro de Antiguo dibujado frente a ellos. Qué criaturas más horrendas.

—Hm, coincido con Leech y Alfa. Más allá de que me gustaría conocer un poco más esa cosa ya que se ve bonita, no podemos distraernos—comentó un poco tímida, no era quien tomaba decisiones. 

Luego cuando Leech la llamó, rápido se ubicó a su lado y asintió a la pequeña explicación. Ver su nombre escrito para ella era un avance inmenso, como si fuera un destello de luz entre tanta oscuridad. Debido a esto cogió sus útiles de escriba y se quedó atenta a las próximas lecciones que llegarían más pronto que tarde. 

—Ya estoy preparada—indicó a su mentor. 

La emoción de Ash duró poco. Los argumentos de Leech tenían sentido, y Alfa tenía razón en que podrían explorar más tarde. Aún así, no pudo evitar quejarse mientras pateaba una lata vacía que había por el suelo.

—Sé que tenemos prisa, pero las ruinas no se van a ir a ninguna parte —refunfuñó—. Pero bueno, supongo que Alfa tiene razón y podemos explorar esta parte más tarde. Espero que estés tomando nota de las regiones que visitamos, Leech.

Aunque nadie podía verle los ojos a través de aquellas oscurísimas gafas de soldador, Greeny podía intuir fácilmente, por el semblante de su amigo, que no estaba demasiado conforme con la decisión de seguir, pero que se resignaría a cualquier cosa que decidiese el grupo.

El grupo prefirió apresurarse en lugar de entretenerse inspeccionando el curioso lugar de los Antiguos que había encontrado Greeny, así que dejando la extraña plataforma con figuras de caballos de madera y la caseta a la que conducían los cables a un lado, continuando el camino por el extraño lugar. Sobrepasaron las tiendas raídas y el cementerio de extrañas máquinas y llegaron a una zona repleta de arbustos donde la maleza se había comido el ya de por sí maltrecho camino por el que avanzaban.

El cielo había adquirido un color plomizo mientras atravesaban el sector. Las nubes se habían formado rápidamente y amenazaban con una tormenta colosal. Unos destellos iluminaron el cielo oscuro moviéndose entre los cúmulos y no tardó el poderoso rugido en retumbar desgarradoramente. Un viento con olor a humedad se levantó arrastrando hojas y algo de tierra. Pero había algo extraño en aquella tormenta que se estaba formando sobre sus cabezas.

Greeny había contado con tres dedos de su mano izquierda los favorables a avanzar y con dos dedos de la derecha los favorables a seguir investigando aquella caseta. Miró ambas y asintió sin darle más vueltas a la cuestión de seguir. Avanzó de nuevo delante.

Pensó en recordarles que abrieran bien los ojos por los posibles peligros, pero quiso confiar en que era algo que ya todos tenían claro.

Al oír el retumbar del trueno se estremeció un poco. No le hacía gracia mojarse ni caminar fuera del Arca con el suelo embarrado. Ahora se alegró de haber traído su chaqueta y sus botas. Aún así, había algo raro en esa tormenta…

Tras haber oído anécdotas de los merodeadores, Ash no le tenía buena estima a las tormentas de la Zona. Sin perder el tiempo, ayudó a Greeny a reconocer el terreno para buscar algo que sirviese como refugio de la lluvia o lo que quiera que fuese a arrojar aquella cúpula plomiza de nubarrones.

Desgraciadamente, el mecánico no fue capaz de detectar nada. Todo parecía frágil o al descubierto. Maldijo en voz baja.

—¿Encontraremos algún sitio donde refugiarnos? —le preguntó a Greeny con la esperanza de que su entrenada vista hubiese llegado más lejos que la suya.

Y ahí estaba el motivo por el que Alfa se sentía tan inquieto: la tormenta. Habían sido muchas las noches que había pasado en vela cuidado de su perrera y enseñando a los cachorros más jóvenes que no era nada que temer, pero él era el primero que miraba con desconfianza sus alrededores cuando llovía: el agua entorpecía el olfato de su manada y era más difícil defenderse de una emboscada.

En tanto las nubes no paraban de engordar y volverse negras, Leech no pudo más que arrugar el entrecejo, apurándose para guardar la libreta y el marcador en un bolsillo interior recóndito de su gabardina. Se acercó luego a su aprendiz y, con ademán perturbado, le sugirió que hiciera lo mismo:

—Si tiene algún compartimiento estanco, sería conveniente que lo usara para alojar sus herramientas de oficio. Verá, el agua y los cronistas tenemos una larga historia, bien documentada, de amargos conflictos bilaterales. Por lo general termina mal para nosotros, así que mejor prevenir.

Simplemente siguió caminando junto a los demás, no estaba muy habladora y solo se limitó a observar el entorno con más detalle. El cielo tan oscuro con esas nubes feas, inquietó un poco a White siendo vital—al menos para ella—encontrar una zona para resguardarse, aquello podía ser jodidamente malo. 

Ash expresó en voz alta el temor que todos tenían: encontrar un lugar en el que guarecerse de la inminente lluvia. El cielo cada vez presentaba un estado peor, y era seguro que descargase sobre ellos un torrencial en cuestión de minutos. El ánimo del grupo se volvió tan gris como el mismo cielo. Unos nubarrones negros comenzaban a formarse sobre sus cabezas mientras el retumbar de los truenos continuaba sacudiendo el ambiente. Alfa temía que la humedad se colara en el hocico de su sabueso y le impidiera estar atento a posibles peligros. El chucho, al igual que su amo, caminaba encogido, con las orejas bajas y mirando de reojo al cielo amenazante. El adiestrador sabía que aquellas condiciones facilitaran una emboscada, pero el peligro venía desde el propio cielo.

Las primeras gotas cayeron a su alrededor levantando un hilillo de humo siseante al impactar con el desvencijado suelo. Las gotas quemaban todo cuanto tocaban, dejando únicamente agujeros allí donde golpeaban. Si había algo peor que el agua de lluvia para las herramientas del venerable oficio de cronista, sin lugar a dudas, debía ser eso. Pero también para ellos. En cuestión de segundos la intensidad del chaparrón se fue incrementando, las gotas quemaban, atravesaban sus ropas y ardían en sus pieles. Necesitaban encontrar refugio de inmediato.

Greeny señaló a un punto algo apartado. Una pequeña edificación semiderruida que contaba con un techo suficiente para proporcionarles algo de cobijo. El problema era llegar.

Mierda, aquella no era una lluvia normal. Aquello no podía esquivarlo como solía hacer con los ataques que recibía. No quedaba otra que correr. La cuerda que llevaba le empezaba a molestar, sobre todo el gancho que pesaba, pero solo quedaba correr y correr saltando por las rocas y los escombros. Cómo le gustaría tener ahora algo que poder usar para poder ponerse sobre la cabeza. Nunca había nada útil cuando lo necesitabas, maldita sea.

El adiestrador corrió lo que pudo, pero era evidente que buscaba más proteger al sabueso que a sí mismo. Se abrió la chaqueta de cuero, abriéndola como si fueran unas desiguales alas de insecto, y corrió tapando al chucho pero era evidente por sus quejidos y gruñidos que el agua corrosiva le estaba afectando gravemente.

Aquello no era lluvia. Al menos, no como la describía el Anciano. El agua que caía del cielo ardía en la piel como el líquido que a veces encontraba entre la chatarra de los antiguos, ¿habría alguna relación? Si así fuese, prefería no averiguarlo empíricamente. Por el momento había logrado ocultarse bajo sus ropas, pero hasta estas empezaban a agujerearse.

Al ver que los demás empezaban a correr hasta el punto que señalaba Greeny, Ash no se lo pensó dos veces.

Las gotas de lluvia estaban complicando en demasía esta exploración, algo que sin dudas a White con la poca ropa que solía llevar, le afectaba en demasía. Lo bueno es que había pasado por todo en su vida y esto sin dudas, era un obstáculo más que debía sortear si o si. 

Por ello cogió la mano del cronista con la intención de alentarlo a que avance a sabiendas de que Alfa lo harían sin problemas, era un momento idóneo para avanzar rápido porque la estructura que señaló Greeny se encontraba un poco alejada, no para dar dolores de cabeza pero sí para tenerlo en cuenta. 

—Andando mentor.

En tanto la tormenta rugía contaminando un poco más cada poro de esas tierras, Leech se quedó embobado mirando al cielo hasta que la mano de su aprendiz tiró de la suya y lo sacó de su apocalíptico trance.

—¡AHHH! Neófita White, si  llego a fenecer ARGHH pronto o durante cualquier momento de esta brillante AAY-ventura, recuerde bautizar estas lluvias como Llantos de Lagargajo ¡AIEEE!

Fue sacudiendo los hombros mientras corría desenfrenado, sintiendo como lenta y dolorosamente la corrosión de esas primeras gotas se le escurrían por el cuello y bajaban ponzoñosas a lo largo de su espalda.

Corrieron huyendo de la lluvia hacia la pequeña edificación que Greeny les había señalado, una aislada caseta semiderruida en mitad de aquel campo cubierto de vegetación post-apocalíptica. En apenas un instante habían superado la mitad de la distancia que les separaba del lugar, pero la lluvia ácida continuaba cayendo a mares sobre ellos.

La piel de Alfa se volvió dura como la piedra para evitar las heridas que el agua corrosiva le estaba causando. White tuvo que encargarse de Leech que había quedado algo rezagado, el cronista solía moverse a la velocidad del rayo pero por alguna razón no quiso aprovechar su poder y terminó pagándolo caro. El agua ácida le arrebató las fuerzas, le dañó demasiado y le hizo caer al suelo inconsciente.