Partida Rol por web

Después de esta, solo me quedará una bala, pensó. Tengo que usarla bien.

Alzó el rifle y apuntó a uno de los coyotes que se aproximaba a toda velocidad a por White. Pero entonces, se le ocurrió una idea mejor. Un plan que les ahorraría balas.

Se levantó las gafas y miró a los ojos a uno de los cánidos que corría a toda prisa hacia ellos. Al que parecía más grande. Al fa le decía siempre que los perros siempre siguen a un líder.

—¡Ataca al coyote de tu derecha! —gritó.

La situación estaba mejorando, al menos de momento gracias a que los ataques eran organizados. Buscó con la mirada a Leech tras haber matado al coyote y luego de limpiarse el rostro con su mano, cogió el bate de nuevo y fue a la carga hacia otro. Estos enfrentamientos cuerpo a cuerpo le estimulaban, se sentía más confiada y letal. 

La bala de Greeny impactó contra el vehículo justo donde Amber se había protegido, logrando atravesar la chapa metálica. La cobertura tras la que estaba Amber presentaba una estampa curiosa, llena de agujeros de bala, pero aquel último era el más grande de todos ellos. Greeny se preparaba para recibir respuesta, pero Amber no se asomó para disparar de nuevo. Al parecer, había logrado alcanzarle. 

El resto estaban centrados en los perros y coyotes que corrían a por ellos. White se había cargado a uno con su bate, y Alfa disparó a otro justo cuando el can daba un salto y le hirió bastante feo, aunque el animal todavía se mantenía en pie. Ash se quitó las gafas para controlar a uno de los animales, que se lanzó para hincarle el diente al compañero que corría a su lado, pero no lo logró. El perro sacudió su cabeza y volvió a la normalidad. White intentó repetir la hazaña que había logrado antes con otro de los perros pero no lo logró. 

Un perro saltó sobre White sin éxito. Otro aligeró su carrera y se lanzó sobre Alfa clavando sus fauces contra el brazo libre del adiestrador de perros. Y el último coyote que quedaba en pie se lanzó sobre Ash sin lograr clavar sus afilados dientes en las carnes del mecánico. 

Esa perra no se levantaba. Greeny no sabía si era una estratagema de aquella perra para que se confiaran o si había logrado acabar con ella, pero le daba igual. Ash estaba en peligro real, esta vez sí, y su colega no eran tan bueno en el cuerpo a cuerpo como Alfa y White que sabían cuidarse solos y seguro que acabarían con sus coyotes.

Desenfundó su cuchillo casero para lanzarse sobre el coyote que se había abalanzado contra Ash. Clavó la hoja en sus costillas hasta el mango, giró la hoja y la sacó de nuevo.

- Aguanta. No estás solo. – le dijo quedamente a Ash para que no se pusiera nervioso como antes. Sabía que el mecánico no estaba acostumbrado a la violencia como él aquí fuera.

Su disparo tuvo éxito, y esto provocó que captara la atención de aquellos famélicos chuchos. Casi le dieron pena. Estaba claro que no comían en condiciones ni eran tratados como debían, pues se limitaban a actuar como una jauría. Y si eso no era suficiente, lo demostró su sabueso cuando derribó al coyote que se había lanzado contra él, agarrándole del cuello y haciéndole rodar como un muñeco viejo.

Ash cayó de cruces cuando el coyote se le abalanzó encima. Temiendo lo peor, buscó a tientas el mango de su arma, pero Greeny logró salvarle justo a tiempo.

—G-gracias —balbuceó— L-lo siento, yo…

Pero no había tiempo que perder. Pudo notar en la mirada de Greeny que la batalla por sus vidas no había terminado y que él también tenía que dar la talla. Ya tendrían tiempo de hablar de lo ocurrido.

—¡Perro, sigue atacando! —ordenó mientras trataba de ponerse en pie.

Sin saber muy bien lo que hacía, y sin querer gastar balas en semejantes criaturas, tomó el rifle como si fuese una porra y golpeó al coyote con todas sus fuerzas.

Tener a los coyotes encima no era algo bueno, pero al menos la pequeña podía esquivar esas garras o fauces con bastante facilidad. Pero como todo... ¿Cuánto podía resistir haciendo esto? Ella estaba acostumbrada a los golpes, a poner el cuerpo ante situaciones adversas, pero le preocupaba Leech y eso le hizo perder un poco su seguridad, su concentración. 

Se reafirmó allí mismo y continuó dándole golpes o al menos dándole un uso más eficaz al bate. Aunque la tenía cada vez más jodida. 

Greeny saltó sobre el perro que atacaba a Ash para socorrer a su amigo mecánico y le hincó el cuchillo bien profundamente, dejándolo malherido. El afilado cuchillo del merodeador había dañado la columna del perro, paralizando sus extemidades. El animal todavía respiraba pesadamente, pero ya no se volvería a levantar jamás. Ash intentó ordenar de nuevo al coyote que había controlado que atacara a sus congéneres, pero esta vez no le hizo caso y se lanzó sobre él. El mecánico reaccionó golpeando al animal con su arma.

El perro de Alfa se revolvió contra el que atacaba a su dueño y le mordió la yugular. El mordisco fue duro y provocó que el animal empezara a respirar con dificultad. Si nadie lo curaba terminaría muriendo, aunque el perro de Alfa tenía intención de rematarlo sacudiendo su cuello para hacerlo girar. El último, recibió el golpe del bate de White, que le hizo revolverse y atacar a la peliblanca con un mordisco dirigido a su brazo.

Más allá, en el reciento, ni Amber ni ninguno de sus secuaces dieron señales de vida. Tampoco Leech, que se había escaqueado hacia un momento.

Para cuando la potencia de su don comenzó a flaquear, Leech ya no oyó ningún rumor de disparo en la distancia, por lo que infirió que el combate había terminado, para bien o para mal.

Al trote ligero fue entonces desandando el camino, pasando por el lugar donde había dejado tiradas su gabardina y camiseta. Ahí paró unos instantes para vestirse y recobrar mejor el aliento, antes de encaminarse de regreso y con andar cauteloso hacia el complejo de edificaciones enemigas. Su idea era ver a distancia segura quién quedaba en pie luego de la contienda, antes de acercarse más.

El ataque era inminente, no pudo evitarlo y cuando intentó darle con el bate solo logró retrasar lo inevitable. Al ver que esas fauces intentaron morder el brazo de la peliblanca, rápido buscó la forma de esquivar aquello mientras se mantuvo en pie, atenta, pendiente a encontrar el punto débil para volver a atacarlo. 

Con un breve ladrido, Alfa instó al sabueso a que dejara al coyote moribundo con el cuello roto y se lanzara contra el que hostigaba a White. No iba a gastar más balas, eran demasiado valiosas y disparar tan cerca de la esclava podría lastimarla.

—Cuando acabemos con esto, saqueamos el lugar —dictaminó, sin esperar respuesta.

Greeny lanzó un nuevo ataque al perro que atacaba a Ash, pero fue más rápido que él al esquivar su cuchillo. Esperaba que al menos sirviera para distraerlo de Ash y que saltara sobre él.

Entre Greeny y Ash lograban mantener al coyote a raya. El mecánico sabía que era temprano para cantar victoria, pero con todos prácticamente a salvo y sin disparos le era difícil no contagiarse del optimismo que irradiaba la frase de Alfa.

—Esta base será un buen depósito para el Arca —gruñó mientras le propinaba otro golpe al coyote con la culata del rifle.

White esquivó ágilmente las peligrosas fauces del coyote e intentó devolverle el golpe con su bate, pero el animal logró retroceder a tiempo y el bate pasó zumbado sobre su cabeza sin llegar a impactarle. El coyote saltó entonces sobre la peliblanca, mostrando sus afilados colmillos que pretendían clavarse en la pálida carne de la esclava. 

Alfa achuchó a su propio perro para que atacara a los canes que quedaban en pie y Greeny blandió su cuchillo contra el que atacaba a Ash, pero ninguno de ellos tuvieron éxito. En cambio el mecánico logró golpear de nuevo al chucho utilizando su arma a modo de bate. No le hizo demasiado daño, pero sí el suficiente para dejarlo algo desorientado de cara a devolverle el golpe, y por eso el perro falló. 

Entre tanto Leech regresaba de la zona del recinto recuperando sus objetos y caminando cautelosamente. Los caníbales del lugar no habían vuelto a dar señales de vida, y Amber continuaba tendida tras el coche que le había servido de cobertura hasta que la certera bala de Greeny hizo que no volviera a asomar la cabeza. No sabían si seguía con vida, pero al menos parecía que las ganas de disparar se le habían evaporado.

Greeny volvió a redoblar su ataque contra el chucho de Ash, ya debía estar a punto de caer, pero él mismo estaba actuando más torpemente, más despacio, y hacía que al chucho le fuera mucho más fácil esquivar su nuevo ataque.

La esclava se movía furiosamente para evitar que el coyote le mordiera, lo que permitió que el sabueso de Alfa buscara su cuello y saltara sobre él, clavando sus afilados colmillos. El viaje había pasado factura a su criatura, y el adiestrador reconoció silenciosamente que tendría que recompensarlo en algún momento. Espero que valga la pena toda esta mierda.

No estaba siendo para nada fácil pelear contra aquel coyote y tranquilamente se podía decir, que en ese momento White era una igual con él. No solo porque le intentó aporrear con el bate sino que esquivaba sus mordiscos y garras como si lo hubiera hecho siempre. No se iba a detener, no iba a dejarse vencer sin más. 

Ash continuó golpeando al coyote. No quería ser un estorbo para el grupo, no más de lo que ya lo había sido.

—¡Quítate de encima, maldita alimaña!

Debía terminar pronto con él para que pudiesen ayudar a Alfa y a White. La batalla por la supervivencia parecía inclinar la balanza a su favor, pero primero debían deshacerse de aquellas tormentas de pelo y colmillos.

Alfa dio la orden y su perro se lanzó contra el cuello de la alimaña que atosigaba a White. El coyote dio un doloroso zarpazo al perro de Alfa, pero ya era tarde, el chucho de Alfa le había clavado sus dientes entorno a la yugular y no lo soltaría hasta que Alfa le diera la orden. El coyote hubiera muerto lentamente asfixiado por aquella potente mandíbula, sino fuera porque White le dio el golpe de gracia con su bate.

Greeny y Ash intentaban deshacerse del último de los canes que quedaba en pie. Greeny falló el golpe, y el perro logró esquivar el de Ash y se revolvió contra él sin llegar a alcanzar tampoco al mecánico. La pelea con aquel último chucho era encarnizada, pero ahora ya lo superaban en número ampliamente.

El maldito chucho se revolvía como un loco, era díficil de... ¡zas! Greeny logró una buena puñalada. De aquella no iba a salir.