Partida Rol por web

Ya tras explorar un poco y sin encontrar nada en verdad, buscó a Alfa tras regresar por sus pasos. Una vez lo encontró, descubrió aquella escena en donde estaba su chucho con un hueso y algunos jirones de ropa. Esto le interesó en demasía a White y avanzó hacia el animal para revisar si había más partes de ese cuerpo. 

—Habrá que buscar más—respondió a Leech. 

Quizás sería una pista sobre lo sucedido en este edificio o tal vez tenía un objeto valioso que podía quedárselo. 

—¿Y qué gana él? —respondió a Leech. Era evidente que aquel hueso pertenecía a los antiguos, pero para Alfa no era más que eso, un hueso—. Lo ha encontrado mi sabueso, y tú lo quieres. Tienes que darle algo a cambio.

—¿Y qué le parece una apuesta? —disparó de inmediato el cronista, a quien cada mordisco que la bestia daba sobre aquel añejo ejemplar óseo parecía dolerle en carne propia—.  Arroje con fuerza el hueso hasta el fondo de la sala, y si logro recogerlo antes que su perro lo haga, la pieza es mía. Si pierdo, aceptaré la derrota y le daré una bala para que le consiga a su animal media docena de huesos mucho más sabrosos que ese. ¿Acepta?

La oferta no le pareció mala, y Alfa se permitió sonreír mostrando unos dientes irregulares. A sus ojos, Leech no era más que un ratón que pasaba sus días entre libros y él había entrado personalmente a su sabueso. ¿Cómo podía perder?

—Tú contra él —señaló a ambos. Luego al final de la sala, para dejar claro el acuerdo—. Lo lanzo, y el que llegue primero al hueso, se lo queda. Sin trucos.

Se inclinó sobre el sabueso y extendió el brazo hacia el hueso. La bestia, visiblemente molesta, gruñó para intentar quedarse con el jugoso premio. Sus dientes afilados prometían un doloroso castigo a quien intentara quedarse con lo que había encontrado. Pero Alfa no era un cualquiera. Un par de largos segundos bastaron para que el sabueso recordara su lugar y el adiestrador recogiera el hueso.

—¿Listos? —y diciendo esto, lo lanzó al otro extremo.

Ignorando la disputa por el hueso, Ash se quedó inspeccionando la chatarra que habían encontrado.

—Parece que la mayoría está inservible, pero algunas de estas piezas pueden servirnos para fabricar cosas en el taller, así que no es inútil. Intentaré desmontar lo más relevante para no ir demasiado cargados.

De pronto, se le ocurrió algo.

—Oye, ¿y sabemos de qué murió el almuerzo del chucho? No parece haber una amenaza cerca, pero igual deberíamos andarnos con cuidado por si acaso.

El hallazgo del hueso por parte del chucho de Alfa derivó en una curiosa competición entre Leech y el can, con apuesta de por medio. Pero mientras se dirimía la cuestión, Greeny no perdió el tiempo y se puso a investigar de dónde procedía el hueso. La atención de Ash se quedó centrada en la gran cantidad de chatarra que había en aquella sala, había tantas cosas a las que veía posibilidades que era fácil que el mecánico quedara absorto en observarlas todas, hasta que cayó en la cuenta que el hueso encontrado por el chucho podría revelar algún peligro cercano. Greeny, que ya se había lanzado al interior de la pequeña habitación donde el chucho estaba royendo el hueso antes de que Alfa lo lanzara a la otra punta de la sala, descubrió al dueño del ejemplar. O al menos a lo que quedaba de él. Y desde luego, no tenían que preocuparse de que lo que había matado a aquella persona estuviera cerca.

Tumbado en el suelo junto a la pared, Greeny se encontró con un esqueleto prácticamente petrificado. Uno de los Antiguos. Faltaba el hueso correspondiente a la pierna que el chucho de Alfa le había birlando, pero por lo demás estaba entero: una calavera inexpresiva y unos huecos blancos y alargados que sobresalían de unas ropas ajadas de color oscuro y parecidas a una especie de uniforme que lucía una chapa oxidada en el pecho. El esqueleto sostenía en sus manos un extraño artefacto alargado, que constaba de un taco de madera aplanado del que brotaban dos tubos metálicos rectos, que el Antiguo sostenía en la otra mano. En lo que quedaba del cinturón del Antiguo, Greeny pudo ver un bulto de metal oxidado con la forma de una fruta. El artilugio tenía una extraña anilla en la parte superior.

Leech no tuvo el arranque explosivo que esperaba en su carrera, quizás lo habían  agarrado algo frío o simplemente tanto estar entre pilas de libretas le había atrofiado los músculos de las piernas. La cuestión es que se quedó a mitad de camino y, maldiciendo entre dientes, aceptó su derrota y entregó en mano la bala prometida al vencedor.

—Un día triste para la ciencia... —murmuró mortificado y se dispuso a seguir hurgando en el lugar.

En medio de aquella nefasta exploración—al menos para White que no encontró nada—pudo ver que se había creado una competición de Leech con el chucho de Alfa. Estaba claro quién iba a ser el ganador de la contienda, así que se encogió de hombros y decidió acercarse a Ash que estaba junto a Greeny, para ver si entendía de que iba esos objetos que encontraron. No era muy avispada, ni por asomo pero quizás algo surgía. 

—Otra vez será Leech, lo tuyo es escribir—comentó y agregó algo más—. ¿Cuándo me enseñarás a hacerlo? 

Greeny sonrió satisfecho al comprobar que había encontrado dos cosas de interés. Mientras los demás se peleaban por los huesos se fijo en ambos artefactos. La forma de aquellos tubos le era familiar, parecían los tubos de un fusil, pero en mucho mejor estado. Seguramente fuese un tipo de fusil capaz de disparar dos balas a la vez. Un arma poderosa seguro que los Mecánicos podrían estudiar para desmontarla pieza a pieza, aprender como funcionaba y construir más iguales… seguramente.

Luego se quedó mirando largo rato aquel fruto extraño con esa anilla. Era extraño como nada que hubiese encontrado jamás. Si lo tenía alguien con un arma tan poderosa como un fusil que dispara dos balas debía ser algo peligroso. Se lo decía su instinto. Sin embargo, no era capaz de entenderlo del todo. Apretó su cerebro todo lo que pudo, sabía que si lo intentaba lo suficiente podría entenderlo. Al final acabó consiguiendo un buen dolor de cabeza y un mareo unido a su cansancio por el esfuerzo, pero estaba seguro de que aquello era peligroso. De momento era mejor guardarlo para que Ash lo estudiara con cuidado. Algo le decía que no era buena idea compartir aquello con demasiada gente o mucha gente se haría daño. Por un momento la idea de que alguien como Lobo Gris tuviera algo así le dio escalofríos.

Siguió registrando el resto del cadáver. Si tenía un fusil que disparaba dos balas debía tener balas, muchas balas para alimentarlo. Exploró cada uno de sus bolsillos. Luego los muebles* que hubiera cerca, puede que guardara las balas en alguna caja cerca y por eso se refugió en esa habitación. Pero, entonces, ¿qué lo mató?**

Mientras Leech podía seguir peleándose con un perro pulgoso por una mierda de hueso cuando aquí tenía un montón más y mucho más interesantes. Era lo que le pasaba siempre a ese pesado, que se obsesionaba con algo y no sabía cuando parar y dar un paso atrás para tomar carrerilla para avanzar de nuevo.

—Señorita White, la escritura no es un arte que se enseñe a la ligera. Requiere largas horas de estudio enfocado y sortear muchas vicisitudes, hijas naturales de cualquier labor noble y trabajosa.

La pregunta de la esclava pareció animarlo de inmediato. Y es que el interés por aprender de la muchacha coincidía con lo que el cronista había venido escribiendo de ella en su expediente durante los últimos dos o tres años. En su archivo, el sumario de  White ocupaba un lugar prominente en el poco poblado cajón de "Personas con Potencial para Edén".

—Hecha la aclaración, y si su interés sigue siendo firme, podemos concretar unas primeras clases de teoría y caracteres básicos. Tras cursarlas, le aseguro que será capaz de escribir con soltura no menos de un centenar de las palabras más útiles de nuestra lengua, incluido su propio nombre.

Mientras esperaba una respuesta, aprovechó para analizar los artefactos encontrados, trazando en su libreta bocetos de ellos y de su difunto dueño, y anotando el resto de detalles que su limitado talento para el dibujo omitía. Y como le costaba no verbalizar ante semejantes hallazgos, también vio oportuno explicarle a su potencial alumna lo que había podido entender del artefacto de doble caño alargado, para demostrar además sus aptitudes como docente.

Ambos — adiestrador y sabueso — quedaron gratamente satisfechos con el resultado de la prueba y, mientras la bestia se afanaba en roer su justo premio, Alfa guardó la nueva bala en su equipo mientras se reía al ver que había un esqueleto completo cerca. El Anciano tenía un dicho sobre eso, que hablaba de árboles y bosques, pero Alfa nunca lo había entendido.

Sí que aprovechó para examinar de cerca el cadáver. Nunca había tenido la oportunidad de ver un esqueleto de antiguo completo, y le llamó poderosamente la atención. ¿Cómo podían ser tan frágiles por dentro? No me extraña que desaparecieran.

Los Artefactos eran cosa de mecánicos y cronistas, así que deambuló por los alrededores por si había algún peligro o algo de valor.

La idea de iniciar la escritura le hizo especial ilusión, más aún cuando no era una joven con demasiadas oportunidades con las cuales contar y la predisposición de Leech, le robó una sonrisa. Así que por ello, como si fuera una niña buena escuchó con detenimiento tras asentir conforme. 

—Puedo dedicar todo el tiempo necesario, hay momentos en que mi amo no está encima de mi—confesó ya imaginando como sería todo y al escuchar lo otro, agregó—. Claro, eso pretendo. Contar con sus clases, aprender mucho de ti. 

Ya cuando su profesor se dispuso a examinar el artefacto, White se quedó a su lado dedicándole toda su atención. Aquello fue un regalo inmenso para ella, el hecho de compartir información, dedicarle un poco de tiempo. De alguna manera la peliblanca era como un animal apaleado, no sabía mucho que hacer y siempre tendía a obedecer por defecto pero si le daban una oportunidad lo pilla enseguida. 

—Gracias por compartir. 

—Señorita White, la declaro entonces... —proclamó solemnemente, haciendo una pausa dramática antes de anunciar el título en cuestión—: Escriba Pre-neófita, División Sexta. Es el rango más bajo en la pirámide, tanto que muchos lo consideran más bien un sótano. Pero seguro usted termina asomando la cabeza rápido, je.

Rebuscando en uno de los bolsillos interiores de su larga gabardina, produjo del mismo el dúo de útiles esenciales para cualquier persona que fuera escribiente o aspirara a convertirse en eso:

—Sus herramientas...

—Notará que su marcador  es de tinta verde y no negra, como la empleada para inscribir la portada de la libreta. Eso es porque cada rango está autorizado a usar cierto color, y en su caso le corresponde el verde. Conforme vaya avanzando en la carrera, otros marcadores estarán disponibles.

En ningún momento se lo había visto anotando palabra alguna sobre esa libreta que ahora le ofrecía a su alumna, por lo que no costaba deducir que ya venía preparado de antemano, y que una de las razones por las que se había unido a la expedición era justamente para reclutar a la muchacha, cuyo potencial tenía bien estudiado y documentado.

—Acompáñeme, vamos a asistir al señor Greeny —indicó finalmente, al notar de reojo la frustración en el explorador, que revisaba el cadáver—. Parece que tiene problemas en su análisis forense.

—Efectivamente, parece algún tipo de arma.

Ash ayudó a Greeny a inspeccionar los artefactos que habían encontrado. Tanto el palo con tubos como la fruta parecían tener mecanismos de lo más ingeniosos. Aunque no habían encontrado una gran manada de comida con patas, el resto de mecánicos estarían entusiasmados con el descubrimiento.

—No deberíamos decir nada en voz alta, especialmente por Joe. Deberíamos tener un ojo sobre él antes de que nos la juegue… Si es que no está perpetrando algo ya.

Fue Leech quien descubrió lo que había pasado con aquel Antiguo al ver que en el centro de su pecho había un agujero en el uniforme que vestía, y que las costillas que asomaban por debajo estaban astilladas. Una bala había sido la causante de la muerte del pobre infeliz, que se había arrastrado hasta la pared para desangrarse y quizá intentar protegerse en vano de sus asesinos. Unas manchas oscuras, antaño sangre, en el suelo y bajo sus restos podían ayudar a aquella hipótesis. Pero de todo aquello había pasado ya demasiado tiempo.

Los artefactos con los que cargaba eran más interesantes. Varios de ellos relacionaron el artefacto de dos tubos con una especie de escopeta, aunque con un funcionamiento algo diferente al que ellos implementaban en sus pistolas y fusiles caseros. Para Ash no había duda alguna de que aquello era una escopeta como las que había tenido que reparar en el arca en multitud de ocasiones, pero le soprendió como se había diseñado el mecanismo de disparo, con aquellos dos cañones. El otro artilugio, aquel que se parecía a una fruta, era algo que los Antiguos llamaban granada. Varios de ellos habían escuchado al anciano hablar de ello, pero Ash fue el que explicó a los que no lo peligroso de aquel artefacto. El mecánico les contó que extraer la anilla era muy peligroso, pues la fruta explotaba unos segundos después, y eso siempre conllevaba muerte.

Mientras la mayoría del grupo se centraba en los artefactos encontrados, y Leech introducía a White en la escritura, Alfa fue a dar una vuelta por los alrededores, para garantizar que todo estuviera seguro. El arreglador Joe se había quedado más atrás todo este tiempo, junto a las escaleras, contemplando con cierto desdén como se movían los demás. Entonces, Alfa escuchó algo, su perro también debió haberlo oído porque dejó el justo premio que se había ganado de la carrera contra Leech y alzó las orejas en dirección a Joe y comenzó a gruñir. Y fue entonces cuando Alfa escuchó un extraño sonido líquido. Algo salpicó la cara de Joe y el arreglador se puso a gritar víctima de un terrible dolor alertando a todo el mundo.

—Te sientas ahí como un pasmarote sin ayudar y encima montas escandalera —murmuró Alfa, claramente contrariado, mientras avanzaba hacia Joe a grandes zancadas dispuesto a echarle una buena bronca. ¡Se suponía que debían de ser cuidadosos y silenciosos! ¿A qué venía tanto ruido? Preparó el rifle por si acaso, mientras el sabueso trotaba a su lado satisfecho de ver acción por primera vez—. ¿Qué cojones pasa contigo?

Emocionada la peliblanca al recibir aquel regalo, no dudó en abrazar a Leech ya que nadie había tenido un gesto tan amable con ella—salvo Alfa—y eso era mucho. Una vez se separó de su compañero siendo ahora su mentor, cogió la libreta con sus manos mientras miraba con detenimiento lo que allí estaba escrito. No entendía nada, pero asintió cuando escuchó las palabras del cronista. 

—Gracias. 

Ya al mencionar que su marcador sería verde al igual que sus conocimientos, lo aceptó de buenas y no le importó ser menos. Al contrario, para ella esto era un maravilloso regalo y quizás un aporte positivo para la esclava, considerando que su Jefe solo le ofrecía maltratos y amenazas. Tras unos minutos más, siguió sus pasos con tal de ir a ver lo que estaba haciendo Greeny y las explicaciones de Leech sobre aquel cadáver fueron muy interesantes. 

—Quizás el dueño del lugar lo mató. ¿No?—preguntó curiosa. 

Y mucho más no pudo decir cuando sucedió lo de Joe, era evidente que alguien estaba allí.

—Seguro hay alguien...

—No creo que esté haciendo el payaso, Alfa. Algo me dice que no estamos solos. Tu sabueso no se pone a gruñir a la ligera, ¿no?

Debido a su tamaño, Ash no estaba acostumbrado al combate cuerpo a cuerpo, pero había aprendido a defenderse a distancia. Sacó su pistola casera como un resorte. Si algo había atacado a Joe y se lanzaba a por ellos, estaría preparado.

—Estad alerta.

Abrazar a Leech era como estrujar un árbol alto y flaco, su gabardina rellena de libretas hacía las veces de corteza acolchada, y su inacción a la hora de devolver el abrazo lo asemejaba bastante a un tronco inerte. Tales gestos no eran muy comunes en la vida de un mutante, mucho menos en la de un cronista, así que su cerebro tardó un par de segundos en procesar su significado. Al final, terminó por rodear a la pequeña con sus brazos de sauce mientras decía:

—El Anciano comentó que los Antiguos hacían de vez en cuando este mismo ademán. Siendo sincero, yo lo desconocía en su forma aplicada. Curiosamente, hoy he sido profesor y aprendiz, je.

Fue mucho más efusivo cuando volvió su atención a una asignatura más natural para él, como lo era analizar lesiones. Su oficio secundario era el de médico, por lo que no le costó demasiado discernir la herida letal en la añeja víctima. Tras describirla con sumo detalle a sus dos compañeros, le pidió a White que sostuviera firme el esqueleto por el pescuezo, en tanto él sacaba una pequeña sierra de entre sus enseres y procedía a separar la calavera del resto del cuerpo.

—Sabemos la causa de muerte, la situación es imposible de determinar. Pero este cráneo será una buena adición para un futuro museo en los Millenium Mills. Estamos haciendo historia.

Poco tiempo tuvo para entretenerse examinando su botín, ya que los alaridos de Joe lo hicieron saltar en su sitio y guardar la pieza ósea de inmediato. Se asomó luego tímidamente a ver qué sucedía con el arreglador.

Greeny no entendía la pasión de los cronistas por las palabras escritas, ni porque White se ponía tan contenta con esa tontería de la libreta. Lo que les estaba salvado del hambre eran sus propios instintos y conocimientos que eran capaces de coger por si mismos. Por mucho que leyeran esos cronistas en los papeles antiguos ninguno había sabido enseñarles a cazar.

Pero Leech demostró su utilidad por una vez al ser capaz de explicar de que murió aquel Antiguo. Un disparo. ¿Por qué le habría disparado otro Antiguo y no se llevó su escopeta y su granada? Eran cosas muy útiles como para dejar atrás. Era un misterio que no podrían resolver.

El grito de Joe lo puso sobre aviso. En una fracción de segundo había guardado la escopeta, la granada y se había girado con su cuchillo en la mano, dispuesto a acuchillar lo que fuera que les amenazaba. Salió afuera deseando que esta vez fuera algo en lo que pudiera clavar su cuchillo. Necesitaba descargar energía.