Partida Rol por web

Greeny asintió a las palabras de Alfa. Era un bruto, pero se notaba que también sabía sobrevivir.

- Hagamos lo que ha dicho Alfa – dijo desistiendo de sacar el colmillo de aquella criatura.

Sin embargo no podía oír lo que decían de hacer con el tesoro que guardaba Joe.

- Marlotte ya se va a llevar los beneficios de haber apoyado esta expedición. – dijo sin más – Somos 5  y hay 4 raciones de papeo y 4 de agua, que 4 de nosotros se queden con una ración de papeo y el quinto que se quede con las 4 de agua. Yo agradecería quedarme el agua, pero si otro lo quiere no peleare por ello.

- Hay 7 balas y una pistola que vale como mínimo 3 balas. Que 3 cojan 2 balas, un cuarto 1 bala y el que se quede la pistola que le de una bala propia al que se quedo con 1 y así todos nos llevamos más o menos el mismo valor. Yo prefiero quedarme la pistola, pero si otro la quiere tampoco pelearé por ello, las dos balas me serán útiles. – terminó su propuesta para repartir aquello equitativamente.

- Lo que no tiene sentido es que guardemos todo eso hasta volver al Arca cuando aquí afuera nos pueden ser útiles. – razonó.

Miró a las oficinas donde encontraron el cadáver. Cuando terminaran de aclarar como repartir aquello regresaría allí para registrarlo antes de que se fuera la última luz.

- A mi me gustaría continuar hasta las torres de la niebla – respondió girándose a Ash de nuevo – pero esa es una decisión que deberíamos tomar todos. Desde luego esta primera expedición creo que ya ha sido un éxito. Si queréis regresar para demostrar nuestro éxito y animar a los demás, lo entenderé. – en sus ojos se notaba el deseo de continuar la exploración, que se estaba refrenando al pensar en los demás.

Leech le había adjudicado un nombre al bicho y le pareció bien a White que lo hiciera, incluso miró la hoja un tanto hipnotizada porque se imaginó así misma escribiendo de esa manera en su propio cuaderno. No obstante la situación se presentó con las pertenencias de Joe y el largagajo que bien podía servir para el papeo. 

La pequeña aceptó la propuesta de Alfa con un ligero asentimiento de cabeza. Ya lo que era organización y eso, no se ocupó porque básicamente no sabía hacerlo. Ella estaba acostumbrada a cazar, a defenderse y obedecer, no le daba la mente para tanto. 

Finalmente se quedó un poco más alejada del grupo buscando un trapo para limpiar su bate. No le gustaba que eche olor debido a los clavos. 

Somos 5  y hay 4 raciones de papeo y 4 de agua, que 4 de nosotros se queden con una ración de papeo y el quinto que se quede con las 4 de agua. Yo agradecería quedarme el agua, pero si otro lo quiere no peleare por ello.

Alfa asintió ante el reparto de alimento. Era lo que él había propuesto desde el principio, ¡eran ellos quienes estaban arriesgando el pellejo! El único problema era el agua—. Yo también me he quedado pelado de agua, pero si vamos a seguir rastreando mañana, te quiero fresco: quédatela tú y la próxima me toca a mí.

No era una propuesta, sino que parecía que el adiestrador estaba cerrando el trato. Miró al resto, esperando alguna réplica, y siguió examinando el cadáver del lagarto gigante. No tenía con qué trocearlo y le preocupaba que ese veneno suyo estropeara la carne si no tenían cuidado. 

Sin embargo, ante el reparto de balas tenía sus dudas—. Eso que haces... lo de moverte rápido. ¿Puedes hacerlo con una pistola? Si no, quizás ellos les venga mejor. Yo ya tengo mi rifle, y lo de las balas no me parece mal. Así que...

- Si estás pelado de agua, quédate una ración. Ya me la devolverás en otro momento. – ofreció Greeny sin pensarlo dos veces tratando de llegar a un acuerdo amistoso con Alfa; quizás después de este viaje comenzaran a verse con mejor ojos y estaba resultando útil trabajar con él – Yo traje agua de casa. Me suele hacer falta. – sonrió sardónicamente como en referencia a su velocidad inhumana.

- Sí, puedo hacerlo con una pistola*, pero prefiero ahorrar balas. Voy bastante pelado y las necesito para pagar en el Arca. – se encogió de hombros – Si alguno de ellos quiere la pistola, por mí bien. Yo tengo también mi rifle y las dos balas me vendrán muy bien. – al decirlo se podía notar que realmente a él le interesaban más las balas que la pistola y que probablemente se había ofrecido a quedarse con la pistola para facilitar el reparto.

—Es que… —comenzó a decir, tratando de sincerarse—. La verdad es que tengo algo de miedo por nuestro regreso. Temo que si no mostramos un éxito sin precedentes, Lobo Gris intente echarnos abajo. Solo con pensar que envió a Joe para tratar de sabotear la misión ya da una idea de hasta qué punto es capaz de llegar para tener la razón.

Miró a Leech con curiosidad. El mecánico acababa de percatarse de algo.

—Una cosa, Leech. ¿Cómo te enteraste de que Joe planeaba traicionarnos? ¿Qué más sabes?

Leech no tenía mucho más que agregar sobre lo que ya había comentado en su momento, pero eso no le impidió soltar el habitual metro cúbico de cháchara ni bien su colega Ash le tiró un poco de la lengua:

—Como miembro del Gremio de Cronistas, mis últimos días han estado abocados a permanecer junto al Anciano, cuya frágil salud es de público conocimiento. Entre guardia y guardia, circularon rumores y teorías que bien podrían llenar varios archivadores con libretas especializadas en cada tema.

En una de esas libretas al parecer ya había estado trabajando, porque ni bien mencionó ese punto, extrajo de unos de sus bolsillos un cuaderno más de anotaciones, que fue leyendo mientras decía:

—Sobre el boicot del Lobo Gris, cito a quien les habla:  "A mi parecer, es innecesario, igual es de esperar que intente alguna otra jugada pronto, puesto que no hay forma que un puñado de exploradores alimenten a cerca de dos centenares de almas. Así que el bando caníbal tiene excusas, pase lo que pase."

Para terminar, soltó una idea que no tenía anotada, por razones más que evidentes:

—A menos que... regresemos a los Millenium Mills mañana a primera hora, cargados de papeo y con la noticia del descubrimiento de un gran depósito de alimento de los Antiguos. Claro está que sería sólo un cuento para ganar algo de tiempo. La única persona capaz de desmentirlo yace muerta, víctima del lagargajo.

Greeny escupió al suelo. Un escupitajo con poca saliva.

- No pienso regresar con mentiras. Llevamos un buen botín de papeo y dos Artefactos para la Cámara del Amacener. – dijo con orgullo – Estoy convencido de que si seguimos explorando encontraremos más cosas útiles para el Arca y que daremos con el almacén donde los Antiguos guardaban su papeo. – dejó claro hasta donde de lejos pensaba llegar con aquella verdad.

- Aunque llevas razón en que quizás sea bueno que regresemos a primera hora. Al no volver esta noche se habrán preocupado. Habrá habido una Asamblea. Lobo Gris habrá usado nuestra ausencia para empujar sus ideas, Marlotte se habrá enfrentado a él pidiendo que confíen en nosotros, que regresaremos. Las personas estarán divididas – como siempre -, pero quienes apoyen a Marlotte no lo harán para siempre y cuanto más tiempo tardemos en regresar más difícil será que la vuelvan a apoyar después. – explicó mesándose la barbilla.

- Sí, regresemos mañana a primera hora. – afirmó anteponiendo el pragmatismo a sus ansias de explorar. Ser capaz de ello podía ser la diferencia entre que este fuera su mayor exploración o que no fuera la última.

El cómo se había enterado Leech de lo de Joe parecía no importarle a Greeny.

—De acuerdo. Así también evitaremos que la carne del lagargajo se eche a perder. Les llevaremos lo que hemos encontrado, repostamos y volvemos al camino. Seguro que entienden que, al haber encontrado semejante criatura, lo lógico es seguir explorando las inmediaciones para saber si esto es un buen coto de caza.

Ash empezó a planear formas de colocar trampas, fantaseando con un método de captura digno de los mismísimos antiguos. Tal vez con relámpagos o encogiendo a las criaturas para hacerlas más vulnerables. ¡A saber de lo que eran capaces!

—Regresamos mañana —sentenció Alfa—. Este bicho demostrará que podemos cazar buena carne y que esa estupidez de comernos unos a otros es... bueno, eso: una estupidez.

Él no necesitaba montar trampas para despertar si alguien se aproximaba en mitad de la noche. Se echó en un rincón con la espalda apoyada en una de las redondas columnas del edificio y el sabueso se apresuró a tumbarse junto a él. Sabía que si alguien intentaba algo, el sabueso se lanzaría a su cuello, por lo que dejó el rifle preparado cerca para usarlo si fuera necesario.

No lo mencionó, pero estaba muy contento. Se había quitado de encima a Joe, alguien que públicamente había anunciado su enfrentamiento con Alfa, y ahora estaba muerto. Y de paso, era un secuaz de Lobo. Cuando regresaran dejaría caer que todo lo de Joe había sido un afortunado accidente, relajando a todos aquellos que tuvieran la misma ocurrencia de comerse a sus sabuesos. Todo había salido a pedir de boca.

Se mantuvo callada en todo momento, le daba la impresión de que no era capaz de tomar decisiones u ofrecer alguna opción de su parte porque ella no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas. Así que simplemente los dejó decidir y se ofreció para hacer en algún momento guardia ya que era de dormir poco y podía ayudar en algo. 

La noche pasó tranquila y cuando llegaron las primeras luces del alba se fueron despertando uno a uno para recoger el campamento y preparar la macha de vuelta al Arca, tal y como habían acordado. Por fortuna para ellos, aquel era el único lagargajo que había por los alrededores, por lo que no tuvieron que afrontar ningún sobresalto mientras pasaban la noche. Aquellas oficinas eran un lugar frío además de monótono, que carecía por completo de cosas tan básicas como una decoración personalizada. Los Antiguos debían ser personas muy grises, que vestían todos igual y no apreciaban la belleza de la singularidad. Al menos, lo que no se podía negar, es que sabían construir edificios sólidos que resguardaban del frío de la zona, a pesar de que las paredes exteriores eran de cristal trasparente y no sólidas y opacas. Despertaron, eso sí, con un extraño sabor metálico en la boca, algo que habitaba el aire y se pegaba a sus cuerpos. Descomposición. Era muy débil, pero allí estaba. Por fin la sentían.

La idea acordada era poner rumbo de vuelta al Arca, algo que no les costaría más de un par de horas o tres llegar, si no se detenían a explorar de nuevo los sectores por los que ya habían pasado. Tras recogerlo todo, incluyendo la carne del lagargajo, descendieron por las escaleras del edificio conocido como oficinas hasta llegar de vuelta a la calle. El día estaba algo nublado, el sol se ocultaba tras unos nubarrones grises que se movían con pesadez por el cielo. 

Apenas habían salido del lugar cuando les sorprendió la visión que tenían delante de ellos. Una silueta desconocida se acercaba hacia el camino que ellos pretendían seguir. Por un momento pensaron que podría tratarse de una de aquellas criaturas llamadas gules, engendros que parecían personas bajitas pero que eran algún tipo de monstruosidad de ojos brillantes y rostros inexistentes. Los merodeadores que se habían encontrado con ellos en la Zona no guardaban un buen recuerdo suyo, se decía que incluso despellejaban y se comían a los que capturaban. Pero el individuo alzó una mano y les saludó, lo cual les hizo pensar que se tratase de algún otro merodeador del Arca, un mutante como ellos sin más. Puede que Yassan o Kora. Pero cuando estuvo más cerca advirtieron que era un total desconocido. ¿Habría más como ellos allí fuera? ¿Podría ser eso verdad?

El tipo iba tocado con un sombrero de ala estrecha y unas gafas protectoras, y su vestimenta era del mismo color que el polvo del yermo. Se apoyaba en un bastón de caminar, aunque por la soltura con que lo hacía no parecía necesitarlo para nada, y a la espalda llevaba una pesada mochila cargada de cosas de la que sobresalían algunos cachivaches. 

—¡Quieto ahí! —gritó Alfa, apuntándole con el rifle. Siguiendo una orden no dada, pero aprendida con el paso del tiempo bajo las órdenes del adiestrador, el sabueso se hizo a un lado y rodeó lentamente para buscar el flanco del desconocido. En cuanto su amo diera la orden, saltaría a su cuello y se lo desgarraría—. ¿Quién eres y de dónde vienes?

¡Un desconocido! Las implicaciones eran increíbles. Significaba que había gente más allá del Arca, ¡más supervivientes! O quizás era sólo un ardid del Exterior, un monstruo que buscaba engañarlos, como esas flores engañosas o el veneno corrosivo del lagargajo. Alfa no iba a tomarlo a la ligera. Si había llegado tan lejos con vida era porque no se confiaba, y si lo hacía dentro de su comunidad, ¡cómo no hacerlo fuera, y con un desconocido!

Ash se detuvo en seco, a la espera de la respuesta del extraño. No se le escaparon las gafas protectoras ni la mochila cargada de cachivaches. ¿Y si era un mecánico como él? ¿Habría más arcas como la del Anciano? ¿Habrían más Ancianos?

—¡S-somos exploradores y mecánicos! —añadió para resultar conciliador.

Podía tratarse de una amenaza. Hasta donde sabían, ellos eran los únicos supervivientes y así se lo había dicho siempre el Anciano. Pero, ¿y si se equivocaba? ¿Y si existían más supervivientes y otras formas de obtener comida y agua?

El cronista iba distraído en sus quehaceres, pero alzó la vista cuando Alfa empuñó su arma y gritó amenazante al extraño. Temiendo que tal gesto espantara al nuevo sujeto de estudio que el destino había puesto en su camino, Leech se apresuró a dar un paso al frente, alzando su mano también en respuesta al saludo ofrecido:

—¡Salve, misterioso habitante del Yermo! ¡Viajamos en nombre de la ciencia y la paz!

Mientras exclamaba eso con solemnidad, se fue acercando a paso tranquilo al hombre de sombrero y gafas, hasta posicionarse frente a él, a no más de un par de metros, para estudiarlo mejor y presentarse:

—Mi nombre es Leech, escriba del Escalón II, médico, tutor, historiador, analista de comportamiento, antropólogo, veterano investigador científico y consejero general de mi gente...

Parecía dispuesto a seguir explayándose dolorosamente sobre cada uno de los títulos citados, pero acabó por entrarle la duda si tanto esfuerzo en protocolo no sería en vano, quizás el hombre y él no compartían idioma.

—Ah, disculpe. Un detalle, sin dudas relevante: ¿Comprende mi lengua?

En la noche Ash fue despertado con un suave movimiento y con una mano que le tapaba la boca. Frente a él estaba Greeny con el dedo índice en los labios indicando silencio. Cuando estuvo seguro que Ash lo entendía retiró la mano que uso para hacerle señas que le indicaran que lo siguiera. Era el turno de guardia de Greeny, los demás dormían. Lo llevó hasta una habitación apartada.

- Es mejor que tu guardes esto sin que lo sepan – le dijo Greeny tendiéndole la granada – La perapum es peligrosa. No debemos dejar que caiga en manos de alguien como Lobo Gris. Imagina lo que haría con algo así si los demás jefes no lo tuvieran. Lo más seguro es que lo guardes hasta que podamos estudiarlo y ese conocimiento esté al alcance de todos los jefes, que ninguno tenga ventaja. – explicó Greeny.

- Todos han visto como la cogía yo y me la guardaba. Además pueden ver como llevo los dospalospum, pensaran que no me pienso deshacer de ella. – prosiguió – Me gustaría que los convenzamos para que no digan nada de momento de la perapum. Creo que podríamos hablarlo con Leech. Es un pesado, pero se le dan bien las palabras. Tiene a White comiendo de su mano y Alfa lame el camino por donde pasa White como si fuera su perra. – continuó con su análisis del grupo – Así que si convencemos a Leech, que creo que puedo hacerlo, él convencerá a White y cuando todos estemos de acuerdo Alfa seguirá a la manada, sobre todo a White, pero cuando se lo digamos a Alfa no puedo ser yo quien lo proponga. Si lo propongo yo se pondrá en contra nada más que por eso. – parecía que llegaba al final - ¿Te parece bien el plan? – dijo ofreciéndole otra vez la granada.

- …y un grano en el culo – masculló Greeny para sí que estaba al lado de Leech. El cronista podría haberlo oído, o tal vez tanta perorata había tapado sus oídos con sus propias palabras para escuchar el mascullo del explorador. En cualquier caso parecía que había sido un comentario instintivo y en reacción a la ingente cantidad de palabras que había soltado el cronista. Aún así no se podía pasar por alto el hecho de que Greeny se había acercado al extraño solo un paso por detrás de Leech como si fuera su guardaespaldas.

Al explorador no le hacía falta prepararse, confiaba plenamente en su velocidad sobrehumana para reaccionar a cualquier peligro. Algunos le decían que ese exceso de confianza le costaría la vida; de momento se habían equivocado.

- Greeny – dijo dándose en el pecho – Leech – dándole una palmada en el hombro no muy fuerte – Paz – dijo con las manos abiertas hacia arriba.

No es que no desconfiara, todo lo contrario. Se alegraba de que Alfa y su chucho les guardasen las espaldas, sólo creía que siendo amistoso lograrían sacarle más información. Era una persona. Una persona que no pertenecía al Arca. Las posibilidades que eso implicaba eran… infinitas. Y la mayoría peligrosas.

White fue la última en reaccionar ante la inminente presencia de aquel sujeto. Lo cual se asomó por detrás del cuerpo de Leech con una mano alzada y su sonrisa reflejada en el rostro. La chiquilla no tenía mala baba con nadie, incluso solía ser sociable dentro de su torpeza, salvo cuando estaba su jefe cerca y debía adoptar una actitud más distante. Ahora precisamente era un libre albedrío. 

—Soy White. 

No dudó en presentarse, aunque el asunto era saber si ese hombre les entendería. Su mochila estaba llena de cosas, pensó en todo lo que podía tener y lo útil que sería, pero ella jamás robaría a nadie, no por voluntad propia. De todos modos se quedó expectante por la reacción de aquel hombre y las respectivas presentaciones. 

Ash se despertó sobresaltado, pero se tranquilizó un poco al ver que se trataba de Greeny. Intrigado, le acompañó hasta la habitación que le había indicado y aceptó la perapum que éste le ofrecía.

—Sí, tienes razón —coincidió tras escuchar el plan del merodeador—. No quiero ni pensar en los usos que podría darle un bestia como Lobo Gris. Esto está mejor en los talleres, aprendiendo entre todos cómo crear más y compartir nuestros conocimientos con todo el arca para que nadie tenga ventaja. Mejor usar esta tecnología para cazar y no para matarnos entre nosotros.

A su cabeza llegaron las enseñanzas del Anciano. Cómo a veces se lamentaba de la destrucción y las guerras de los antiguos, destruyendo todo a su paso.

—¿Cuándo quieres que se lo comente a Leech? ¿Durante mi guardia o prefieres que estemos todos? Sospecho que si lo percibe como un "secreto" le gustará todavía más. Da la sensación de que valora la información por encima de todo.

- No te preocupes, yo hablaré con Leech. Me suele andar siguiendo de acá para allá. Creo que quiere tener algo conmigo – reconoció sin inmutarse – así que imagino que me escuchará. Le diré que cuando lo haya hablado con White nos hable de las flores moradas si White está de acuerdo con la idea y si no lo está que nos hable de las flores amarillas. Cuando lo haga saca el tema con todos delante. Espero que la presión de grupo haga que Alfa acepte. – le dijo dándole la granada para que la guardara ya él.

A la orden de Alfa el individuo se quedó quieto, como si hubiera aprendido a base de bien que en la Zona, cuando alguien te decía que te estuvieras quieto, lo mejor era no realizar ninguna tontería. A pesar de todo, el tipo no borró la simpática sonrisa que mantenía en los labios, ni siquiera cuando el chucho de Alfa tomó posiciones rodeando al individuo, listo para lanzarse a la yugular del desconocido en cuanto su amo así se lo indicara.

—Soy Moris —respondió el individuo—. Vengo de aquí y de allá. 

Desvió su atención hacia el chucho de Alfa una vez más, como si fuera la primera vez que veía un perro en su vida. Aunque no parecía muy impresionado por los dientes y como el animal arrugaba los labios fieramente. Solo cuando Leech se le acercó seguido por Greeny y le soltó una retahíla de palabras el tipo se volvió hacia ellos con parsimonia, obligándose a retirar la vista del chucho que le tenía admirado, y les habló alegremente.

—¡Vaya, que criatura más magnífica! ¿Hay muchas de esas en vuestra Arca? ¡Oh! ¡Saludos, Leech! Ah... claro, claro, hablo tu lengua. O al menos parte de ella, hay palabras que no he entendido de todo eso que has dicho. Pero mis travesías me han ayudado a aprender muchas lenguas. Yo soy Moris, mercader viajador, explorador de lo recóndito. 

Moris tenía un extraño acento, y algunos giros lingüísticos que les resultaban raros, así como algunas palabras que ellos tampoco entendieron, pero básicamente el idioma que hablaban era parecido y podían llegar a entenderse con facilidad. 

—Greeny, White... ¿No conoceréis a Red Redson? —preguntó esperanzando, cuando vio por sus caras que no era así se desilusionó un poco— ¿No? Vaya.