Partida Rol por web

—¿Mercaqué? —preguntó confuso Ash.

En el Arca practicaban el trueque, pero no había un modelo de comercio como tal. El anciano les había hablado de cómo era la vida en la antigüedad, pero se había saltado algunas partes que había considerado complejas*.

—Yo me llamo Ash —se presentó, algo menos nervioso—. ¿Has dicho que eres viajero? ¿Sabes si hay papeo por la zona?

- ¿Muchas lenguas? – preguntó Greeny sin dar crédito a lo que oía - ¿Hay más personas ahí fuera? - ¿Vuestra Arca? - ¿Hay más Arcas? – no podía creerlo. Aquello era una bomba, algo que sacudiría el Arca hasta los cimientos. Si había más personas, ¿serían como Marlotte o como Lobo Gris? ¡Oh, truenos, si había otra Arca controlada por un Lobo Gris! Estarían en serios problemas.

- No lo conocemos, pero si quieres acompañarnos me encantaría que nos contarás más cosas de tus viajes. – si no los acompañaba muy pocos en el Arca iban a creer que habían visto otra persona fuera del Arca y que hablaba de otras Arcas. Quizás tuviera información sobre el paradero de Edén, información que no tenían ellos.

—Encantado de conocerle, señor Moris. Un nombre muy peculiar el suyo, en nuestro hogar viven dos centenares de personas y nadie se llama así. Por lo general nos tocan nombres más descriptivos, je.

El cronista tenía mil y una preguntas  que hacerle al forastero, pero entendía que comenzar semejante entrevista en mitad del Yermo iba a ser muy nocivo para la expedición y para quienes esperaban con ansías su regreso. Así que prefirió esperar a más adelante y sumarse a la oferta de escoltar al mercader hasta los Millenium Mills.

—Como dijo el señor Greeny, creo que sería provechoso para ambas partes que siguiéramos juntos el camino de regreso a nuestra urbe. Allí podrá descansar de su viaje y comerciar con decenas de clientes.

—Eh, ¡eh! ¡EH! —gritó para hacerse escuchar ante el parloteo de sus compañeros de viaje, tan emocionados por haber encontrado a un ser vivo que hablaba que habían olvidado lo más básico—. ¿No sabéis nada de este tipo, y le estáis invitando a que vea el Arca? ¿Y a enseñarle el camino?

No bajó el rifle, pero les dedicó una extraña mirada, mezcla de ira e incredulidad, que dejaba clara su postura.

—Aparece alguien de la nada y ya estáis enseñando la barriga —mencionó, como si fueran cachorros—. Estoy de acuerdo en que es interesante descubrir qué puede ofrecernos y aprender de él, y El Anc... digo Los Jefes querrán hablar con él—. no quería decir que tenían a un líder claro, para evitar ponerle en peligro— Pero tengamos cuidado. Ponedle algo para taparle los ojos y tú, Greeny, de regreso demos un pequeño rodeo. No quiero que sepa cómo llegar.

- No creo que esa sea forma de tratar a la primera persona que conocemos – respondió Greeny sin alterarse ante los aspavientos de Alfa. Verle preocuparse así, tan inocente, como si algo así fuera a protegerles realmente. Ya sabía donde los había encontrado. Alguien que estaba acostumbrado a viajar por la zona, y viajar solo, no era un mindundi al que fuera a engañar con algo tan tonto como vendarle los ojos y darle un rodeo, además que no tenía ganas de arriesgarse a encontrar más peligros al volver por un camino nuevo. ¡Como si fuera tan fácil moverse por la zona!

- Puedes pedírselo por favor a ver si acepta o podemos someterlo a votación. – concluyó dejándole claro a Alfa que él no era el alfa de este grupo, que la decisión sería tomada por todos no por él y los demás acataríamos.

—O también puedo pegarle un tiro ahora mismo y nos ahorramos tonterías —replicó, mostrando sus afilados dientes y sin dejar de apuntar al tipo— Seguro que los Jefes están encantados de saber que querías llevar a un desconocido sin tener cuidado. Te harás MUY amigo de Lobo y sus compinches.

- Podrías - dijo Greeny sin inmutarse interponiéndose entre Alfa y Moris haciendo de escudo humano del segundo. - Seguro que los jefes estarán encantados de saber que le pegaste un tiro a la única persona que hemos visto jamás. Te harás muy amigo de todos los jefes y sus compiches. Como ya eres tan popular... - mantenía su actitud relajada en contraposición a la agresividad de Alfa.

—Un mercader —le respondió a Ash—. Me dedico a ir por la Zona de Arca en Arca para vender y comprar productos. 

La llegada del extraño había formado un pequeño revuelo entre ellos. No solo le asediaron a preguntas, sino que además se inició una riña entre Greeny y Alfa sobre cómo proceder, hasta tal punto llegó que Alfa apuntó de nuevo a Moris y amenazó con pegarle un tiro allí mismo para zanjar el tema. 

—Ahórrese las balas, mi estimado —terció el vagabundo—. Hay cosas peores en la Zona que un simple mercader, y seguro que las va a necesitar. Si le sirve de consuelo ya me dirigía hacia su Arca previo a nuestro encuentro, si es la que se encuentra junto al río en esa dirección— añadió señalando con un dedo hacia donde se encontraba el Arca— Aunque claro, uno siempre sabe dónde no es bien recibido.

Moris trató de sonreír y parecer amable pese a lo tenso de la situación, pero alguien que había sobrevivido en la Zona durante tanto tiempo andando solo sabía perfectamente que a veces era mejor perder una oportunidad de negocio que la propia vida. No iba a acercarse a comerciar con aquella Arca si eran unos salvajes que disparaban al primer desconocido que veían. Que ellos no supieran que había más Arcas y más gente explicaba tanto el comportamiento curioso de la mayor parte del grupo como el desconfiado de aquel que le apuntaba con el arma.

—Si les parece —dijo sentándose de pronto en el suelo y sacando una cantimplora para dar un trago—, puedo resolver las dudas que me han planteado y luego ya decidimos esa nimiedad —compuso una sonrisa perlada de dientes y alzó la cantimplora para ofrecerles un trago.

—Ah... veamos —fue señalando a los que habían hecho las preguntas mientras hacía memoria para recordar cuáles habían sido—. Sí, hay muchas Arcas. En cada una de ellas se habla una lengua diferente, por lo que he podido ir viendo todos estos años. La mayoría están al otro lado de la Zona de la Muerte —añadió señalando a su espalda el camino por el que había venido— Yo voy por libre. Mi Arca hace tiempo que desapareció por culpa de las rencillas internas, y desde entonces vago por el yermo sobreviviendo como puedo. Como les digo, eso es mucho más seguro que volver a asociarme con otras personas de forma permanente. Aunque suelo visitar muchos asentamientos. He estado un par de veces en un Arca que hay a un par de semanas de aquí, pero apenas conozco a esa gente. Son personas cerradas y extrañas, aunque parecen jodidamente organizadas, a decir verdad. No me gustan. Las veces que he pasado por allí me he limitado a entrar, hacer negocios y volver a salir cuanto antes.

Moris dio otro trago a la cantimplora y sacó de su mochila algo de comer, era un tipo de papeo que no habían visto antes. Venía envuelto en un suave recubrimiento que se partió con facilidad en los dedos del mercader y en su interior contenía una barra alargada de color marrón oscuro. Moris le dio un bocado y pudieron escuchar como aquel papeo crujía entre sus dientes. 

—Ah, papeo, sí —dijo mirando al mecánico—, podría contarles algo interesante al respecto si están dispuestos a negociar. Nada muy caro, ¿he oído que usted es un mecánico? Solo necesitaría que me reparen una cosilla a cambio de la información —llevó la mano a la mochila pero se detuvo mirando a Alfa—. No tome lo que voy a sacar a continuación como una ofensa, señor domador de bestias —advirtió—. De hecho lo sacaré despacio, y le convido a recordar que está estropeada —acto seguido sacó la mano lentamente, tal y como había avisado, y mostró un viejo revolver de la Edad Antigua que sostenía por la culata con mucho cuidado usando solo la yema de los dedos. 

Que supiera dónde estaba su Arca y lo hubieran encontrado de camino hacia su hogar le pilló desprevenido. Pero que dijera que existían muchas más diseminadas por el mundo de los Antiguos le dejó la boca seca. En silencio, escuchó lo que tuvo que decir, cómo hablaba y cómo mostraba cosas que él nunca había siquiera imaginado. Lo que más le gustó fue cómo le tomaba en consideración, cómo le respetaba. Para Alfa eso era más que suficiente.

—Hmpf... —gruñó, bajando el arma y colgándosela al hombro. Para su asombro, el sabueso se acercó para olisquear aquel papeo marrón oscuro agitando levemente la cola, pero una mirada severa de Alfa fue más que suficiente para que regresara a su lado y se sentara con la boca abierta y babeando.

Ahora todo estaba en manos del enano, así que se sentó en una piedra cercana y observó a su alrededor, preguntándose cuál sería el Arca más cercana y si habría más exploradores como ellos por ahí.

—Fascinante, en exceso... —alcanzó a decir el cronista, que no había  podido resistir el impulso y se había puesto a tomar notas de todo cuanto decía el mercader. Sobre todo captó su atención la mención de otras civilizaciones con idiomas y costumbres propias, y a una distancia relativamente corta, salvando las vicisitudes del viaje.

—Colega Ash, lo que propone el señor Moris es un trato de lo más razonable a mi entender.

Lo de las rencillas internas le era muy muy muy familiar. Le gustaría que más gente en el Arca lo oyera, pero dudaba que nadie escuchara, ya que nunca escuchaban más allá de sus ombligos. ¿Quizás acabaría el mismo así dentro de un tiempo? ¿Vagando sólo por la Zona tras la destrucción del Arca por peleas internas?

Viendo que Alfa se colgaba el arma al hombro y se sentaba Greeny hizo lo mismo tras dedicarle a Alfa un leve asentimiento y una mirada de aprobación, de respeto por ser capaz de sobreponerse a sus instintos. Sacó su propia agua.

- Si nuestro compañero – señalando a Ash con la cabeza – no puede arreglársela yo le cambiaré su pistola por la mía. – le ofreció a Moris – En el Arca tendremos tiempo de revisarla y arreglarla con calma. – comentó acercándose a Ash y mirando por encima de su hombro por si pudiera echarle una mano a arreglar a aquello. A penas sabía de aquellas cosas, pero se juntaba mucho con los mecánicos y quizás pudiera ayudar prestando un par de manos para sujetar cosas.

- ¿La Zona de la Muerte?* – preguntó extrañado, no le sonaba esa indicación en el mapa que tenían - ¿Cómo sabía de la existencia de nuestra Arca y su ubicación? – preguntó un poco más suspicaz, pero las posibles respuestas que imaginaba podían ser muy preocupantes.

- Si quiere acompañarnos creo que nuestros compañeros no le dispararan, pero no puedo hablar por todos – se sinceró Greeny – Quizás sea algo que podamos decir mejor cuando terminemos de hablar. – propuso con la esperanza de que la interacción rebajase el grado de hostilidad de Alfa.

Dio un trago de agua. Pareció dudar, pero al final se animó. Quizás fuese su única oportunidad de preguntarlo.

- Si ha estado en más Arcas me gustaría preguntarle que ha oído sobre Edén en esas Arcas. – concluyó mirándolo intensamente detrás de sus goggles. Cualquier pista sobre Edén podría servirles para encontrarlo.

Ash se sentía algo abrumado con toda aquella nueva información. ¿Otras arcas? ¿Comercio entre ambas? Pero sin duda lo que más le fascino, arrancándole por completo del mundo real fue la maravilla del mundo antiguo que Moris extrajo de su mochila.

La examinó con cuidado, sopesándola como si fuese una obra de arte y comparándola con la suya propia. El arma de Ash era de manufactura propia, mucho más tosca pero funcional. La del viajero, en cambio, aunque vetusta, era mucho más sofisticada y estilizada. Una maravilla de la ingeniería de los antiguos, las mismas en las que se inspiraba cuando creaba cachibaches.

—Será un honor —balbuceó sin despegar la vista del revólver.

De pronto, el resto del universo desapareció. Estaba ante un trabajo de los antiguos y no dedicarle toda su atención sería prácticamente una blasfemia. Sacó sus herramientas con cuidado y, con una precisión de cirujano, examinó los diferentes componentes del arma para encontrar el origen de la avería.

Pasaron unos minutos hasta que, finalmente, Ash alzó la cabeza para dedicarle una sonrisa de oreja a oreja a Moris.

—La he dejado como nueva, pero procura no maltratar demasiado el cargador la próxima vez.

Antes de devolvérsela, hizo un movimiento para demostrarle que volvía a funcionar y cómo reparar posibles fallos debidos al maltrato o al encasquillamiento.

La pequeña estaba un tanto callada y expectante por esos pasos que se habían escuchado, incluso al ver que se trataba de una persona que en apariencia no reflejó atisbo siquiera de hostilidad, no hizo demasiado sólo limitarse a escuchar lo que tenía para decir hasta que Greeny y Alfa comenzaron a discutir. 

—Con la desventaja numérica que tiene ahora mismo, no creo que se vaya a hacer el loco con nosotros—comentó en medio y alzó la mano para saludar al hombre—. Hola, no. No lo conozco. 

Después se habló de otras arcas, lenguas y demás cosas que en la mente ignorante de la peliblanca era todo muy confuso. Así que tras escuchar que habían hecho un trato, se quedó pensando en eso de ser mercader. Imaginó que vendía algo o similar, pero no se atrevía a preguntar. 

—Quizás a los jefes les interese conocerte. 

Moris dejó el revólver en manos de Ash y volvió a centrarse en su comida. El revólver estaba en muy mal estado, prácticamente se caía a trozos. Ash iba a tener trabajo para un buen rato: el tambor estaba atascado, la mira estropeada, el cañón tan sucio que era improbable que una bala lo atravesara y para colmo, aquella joya de la antigüedad, estaba sucia y deslucida.

Greeny se sentó con el mercader mientras Ash examinaba el arma antes de proceder con ella. El merodeador hizo una propuesta, y como buen mercader, Moris no pudo dejarla pasar. 

—Ciertamente preferiría conservar el revólver, es una antigüedad y le tengo cierto... valor sentimental. Pero si vuestro amigo no consigue arreglarlo, podemos llegar a otro tipo de acuerdo. Imagino que tendrán ustedes balas, ¿no es así? Unas cuatro balas pueden ser un buen precio por la información, sí, cuatro estaría bien. 

Mientras el mecánico se centraba en la reparación del arma, Moris no tuvo inconveniente en seguir respondiendo a sus preguntas y amplió la información que les había dado anteriormente. 

—La Zona de la Muerte. Así es como llamo yo al terreno que se extiende junto al río a unas pocas horas de aquí. Un lugar donde la descomposición es tan fuerte que cualquiera que no viaje protegido puede morir en tan solo un par de horas. Incluso aquí se nota. ¿Sienten ese sabor metálico en sus bocas? Yo, evidentemente, recomiendo rodear ese lugar. Pero siempre hay quien prefiere atajar por lo difícil y, dicho sea de paso, dejar que sus huesos adornen el lugar.

Moris terminó su ración de extraño papeo crujiente y guardó el protector en uno de sus bolsillos por alguna razón, cuando le miraron inquisitivamente al respecto argumentó que lo hacía porque había escuchado que el Mundo de los Antiguos se había acabado por detalles como aquél, de tirar los envoltorios y la basura inservible al suelo. Luego respondió a la pregunta de Greeny sobre cómo conocía la ubicación del Arca.

—Ah, uno puede encontrar todo tipo de rumores si sabe dónde escuchar. Aunque a veces los rumores son eso... rumores, y te terminan conduciendo a un agujero lleno de Devoradores o algo peor. Por eso yo siempre recurro a merodeadores contrastados —dio un trago de agua mientras Greeny procedía con su siguiente pregunta—. ¿El Edén? Bah, habladurías. Dudo mucho que exista tal cosa. 

Después de un rato de cháchara, Ash devolvió el arma a su dueño y éste pudo comprobar el gran trabajo que había hecho el mecánico a pesar de los pocos recursos con los que contaba fuera de su taller. Cuando le enseñó lo bien que iba el tambor del arma tras pasar por sus hábiles manos, Moris le miró maravillado y repitió el movimiento unas cuantas veces sorprendido de la facilidad con la que ahora se abría y cerraba. 

—¡Oh, maravilloso, maravilloso! ¡Un gran trabajo, sin duda! ¡Le recomendaré a todos mis amigos! —Ahora el revólver lucía como nuevo, impoluto, engrasado, con el cañón limpio y la mira recompuesta —¡Que fortuna la mía! Estoy deseando encontrarme con un gul para probarla. Bueno, un trato es un trato. Abran bien las orejas porque allá va la información con la que voy a pagar este excelente servicio: ayer, al atardecer, divisé en la distancia la polvareda de varios vehículos lamiendo la arena. Estaban muy lejos, pero me pareció que eran varias motos —ante la cara de estupefacción del grupo, que jamás habían escuchado a hablar de vehículos y motos, salvo por algún relato del Anciano, Moris dio una breve pincelada—. Vaya que sirven para desplazarse a grandes velocidades. El caso es que cuando quise echar mano de mis prismáticos ya se habían internado en unas extrañas ruinas, y apenas logré distinguir una motocicleta con las alforjas bien repletas. Creo que son miembros del otra Arca de las que les hablé antes, ya saben, la de la gente extraña. Deben estar guardando algo importante allí, muy posiblemente una despensa. La curiosidad me llamó poderosamente la atención, como entenderán que es normal. Así que me acerqué al sitio. Tenía dos llamativos carteles alzados sobre unos postes: uno con la cara de un gato y otro con la silueta de una mujer. En busca de más información y, no nos engañemos, ante la posibilidad de poder hacerme con algo interesante, me acerqué un poco más, pero escuché los gruñidos de varias bestias. Ahora que lo pienso, similares a los de la suya —dijo mirando a Alfa como si no hubiera caído hasta ese momento del parecido—. Deben ser algún tipo de bestia que solo crece a este lado de la Zona de la Muerte. Que interesante. Bueno, el punto es que aquello se antojaba demasiado peligroso para un alma solitaria y sin recursos como yo, pero podría ser una buena oportunidad para un grupo como vosotros. 

Como la información era mucha y variada, Leech terminó por cambiar de libreta a una de la clase Auxiliar. Básicamente era un medio exactamente igual al que usaba la mayoría de veces, pero en donde no había reglas de estilo ni afán porque lo escrito allí fuera legible para otro que no fuera él. El resultado eran hojas repletas de palabras abreviadas a un par de caracteres, garabatos por doquier y un casi nulo espacio entre líneas.

—Lo que la señorita White sugiere es de gran prudencia —comentó sin sacar la vista de su trabajo, el marcador negro rechinando insufrible como un ratón que araña enloquecido una lámina de hojalata—. En especial la Jefa Marlotte seguro le recibe con honores. Verá señor Moris, ella es una persona con grandes ideas para el futuro de nuestro hogar, y sabe recompensar a gente conocedora como usted.

No le gustaba el enano, pero debía reconocer que sabía trabajar. Si su rifle tenía problemas durante el viaje, quizás se la dejaría. Quizás.

—Sí —corroboró las palabras de Leech—. Y así das más detalles de esa cueva.

La tentación de grandes cantidades de papeo era grande, pero a Alfa lo que más le había llamado la atención era la mención a bestias similares a sus sabuesos. ¿Qué más criaturas habría ahí fuera? ¿Podría domarlas? Imaginarse con una camada de bestias grandes de afilados colmillos le hizo estremecer y sonrió con esos dientes puntiagudos que le caracterizaban.

El mecánico hizo omiso del comentario sobre el Edén de Moris y se mostró de acuerdo con la idea de White, asintiendo enérgicamente.

—A mí también me gustaría explorar las cuevas, pero será mejor que volvamos para recuperar fuerzas y prepararnos para la incursión en la cueva. ¿Vendrás con nosotros, Moris? Intuyo que si le pusiste el ojo es porque hay algo ahí dentro que te interesa. Podríamos ayudarnos mutuamente.

El nuevo hablaba demasiado y White se perdía un poco con tanta palabra, así que asintió como si hubiera escuchado todo y se unió a las palabras de sus compañeros. No solo estaría bueno explorar un poco más, conocer criaturas que quizás sirvan para el papeo sino que podía traer este hombre esperanza al Arca si lo escuchaban. 

—Todo esto que cuentas, se lo dices a los jefes y sería algo positivo para todos. Vente con nosotros. 

No sabía si Lobo Gris estaría para la labor, pero los demás quizás accedían a escucharlo y querer organizar algún tipo de expedición en la que seguramente irían ellos mismos. 

- Es buena idea que vengas con nosotros. Seguro que querremos organizar una expedición para registrar ese lugar y si nos acompañas te sacarás una parte. – era lo justo y lo correcto si se hacía. - Cada jefe tendrá sus motivos para querer participar en esa expedición. – y no quiso especular más sobre los motivos que se imaginaba de cada jefe. Tampoco quería centrarme en que despreciara la existencia de Edén. Greeny sabía en su corazón que existía de verdad y que él lo encontraría para las personas.

Eso de que esas otras personas se pudieran mover rápidamente con esas motocicletas le preocupaba. Eso quería decir que en caso de conflicto no podrían dejar supervivientes o los podrían seguir o podrían avisar a su Arca y regresar con más refuerzos antes de que ellos pudieran regresar a la suya donde… tampoco tenían grandes defensas. De pronto ese tema era más acuciante y aún necesitaban arreglar el tema de la comida.