Partida Rol por web

De hecho, tal vez por el uso prolongado de los colirios anti-desgaste ocular, el Arbitrador fue capaz de identificar la silueta del anciano y el aparato mecánico que portaba el foco de luz antes de que su iluminación les cegase en parte.

La luz la portaba un servocráneo, un poco más grande y protuberante que los que estaba acostumbrado a ver, y cuya cuenca ocular seguramente contenía algo similar a una linterna. El rostro del anciano no le era conocido al arbitrador, pero en el breve instante que fue capaz de entreverlo, pudo percibir que al menos no tenía la marca del mutante (al menos a la vista), no portaba máscara, y lo que habíais confundido con ella era el reflejo de la luz en su incipiente calva. Sus ropas tenían un corte un poco anticuado (menos de un siglo) pero eran de buena factura y extravagantes al estilo habitual de la nobleza.

Isolda se paró en seco cuando ese hombre pareció reaccionar a algo que había escuchado o sentido. ¿Temprano?¿Estaría esperando a alguien como los enmascarados?¿o seria mucho suponer?. Frunció el ceño cuando se percató de ese sonido y alzó ligeramente la vista a la luz que tenía el sospechoso sobre la cabeza.

Temía decir algo y que se percatara de su presencia, por lo que miró a Gianna y a Hyeronimus e hizo un gesto con la cabeza para instarles a acercarse mientras ella mantenía su pistola bolter preparada por si ocurría algo.

No quería arriesgarse a una maniobra directa y agresiva, pero tampoco quería exponer a la noble o al académivo sin estar seguros de donde se metían.

El arbites se volvió hacia los acólitos que le seguían y les hizo un gesto con la mano señalando que aquel hombre no parecía una amenaza (al menos no una amenaza obvia*).

Indicó a Gianna, Plex e Isolda que se separan y se ocultaran a ambos lados. Con suerte el ruido que haría el arbites cubriría el de éstas al esconderse.

Señaló a Arcturus y una vez contó con su atención señaló al anciano y a aquello que tenía sobre la cabeza, pidiendo así al tecnoadepto que le echara un vistazo.

Hora de jugar de su papel.

- Ejem - carraspeó una vez que los demás comenzaron a moverse - dijo avanzando despacio hacia el anciano. Sus pasos, su voz y su silueta cubrirían los subterfugios a sus espaldas. Tras él y a la vista Dexter, Meula, Arcturus... suficientes.

Asintiendo con la cabeza ante los gestos de Isolda y del viejo, con el arma preparada ante lo que pudiera ocurrir me aparto hacia un lado mientras intento avanzar escondida entre las sombras sin dejar de apartar la vista de aquel individuo y de su entorno, no sabíamos si estaría acompañado o que podria haber mas allá de nuestra vista.

Era en aquellos momentos cuando se agradecían unas directrices claras y unívocas, aunque fueran por gestos. Arcturus era un decidido partidario de los sitemas jerárquicos y el pensamiento único. Por eso le agradaba Homron.

Posó una mano en el académico Dexter, que parecía ajeno a todo aquello, enfrascado como iba en su lectura, y lo retiró un poco detrás de sí mismo.

El tecnosacerdote no quería parecer amenazador, así que hizo cuanto pudo por disimular el rifle entre los pliegues de su túnica, mientras se fijaba en el orbe luminoso que curioseaba de un lado a otro, como le había indicado el arbites. Probablemente fuera un Servidor Lumen, aunque no había visto aquel modelo exacto antes...

Respecto al extraño personaje que tenían delante... Arcturus no podría tener más curiosidad. Suficiente para quedarse allí, a cuerpo gentil, a expensas de lo que pudiera pasar. Los antecedentes en aquel planeta, todos hasta el momento, no sentaban un buen precedente.

Cumpliendo con las instrucciones de Hieronymus, los acólitos se dividieron para presentar un menor número al que eran en realidad. Melua volvió a responder con una mirada crítica, pero se guardó sus opiniones para si misma. El académico, sin embargo, apenas dirigió una mirada por encima de los bordes del libro y asintió casi sin mover la cabeza, enfrascado como estaba en su lectura.

Ante los ojos de aquél individuo 4 personas salieron a la luz, Un guardaespaldas armado, un erudito, un tecnosacerdote y una noble, todos enmascarados como dictaban las normas de cortesía de la mansión durante aquella festividad. - Vaya sorpresa, confieso que esperaba no encontrarme con nadie aquí abajo. - haciendo un gesto con el brazo, la bola de luz ascendió y revoloteó un momento a su alrededor esparciendo pequeñas esferas incandescentes como las que llevaban los acólitos, aunque más potentes en comparación a su tamaño, que se adhirieron a las paredes y los envejecidos muebles cercanos. Bajo aquella nueva luz todos pudieron contemplar la escena en más detalle.

Se trataba de un anciano ya de por si de baja estatura ligeramente encorvado y jorobado por los estragos de la edad, con unas ropas pasadas de moda pero extravagantes como solo podían ser las de un noble o adinerado comerciante. No llevaba la máscara de rigor sobre el rostro, sino en la mano, y lo que habíais confundido por ella era el reflejo de la luz en su incipiente calva. La bola de luz, ahora también iluminada, cobró la forma de un servocraneo desproporcionadamente grande en comparación a otros que habíais visto (por lo menos el doble de un cráneo humano normal). En la oscuridad solo se podía ver el foco de luz que salía de su cuenca ocular, pero a la luz se apreciaba que estaba equipado con multitud de accesorios y curiosidades tecnológicas difíciles de diferenciar, como un surtido de diminutas extremidades metálicas sobresaliendo bajo su mandíbula, y la parte posterior de su cráneo había sido sustituida por lo que parecía ser la pantalla de una placa de datos. Si al anciano le sorprendían las armas del tecnosacerdote o consideraba extraña la composición de aquél pequeño grupo, no lo demostró.

- Ahh, supongo que así está mejor, no se puede tener una conversación decente a oscuras. - un repentino acceso de tos le obligó a detenerse. El servocraneo sacó de algún lugar entre su cavernoso interior un pañuelo para que el anciano se cubriese la boca. Poco después continuó.

- Bueno, ¿es que ninguno va a presentarse? - se dirigía hacia todos, aunque su atención estaba centrada en su mayor parte hacia Lady Melua - En fin, nobleza obliga. Mi nombre es Claudius Vipus, de Nova Castillia, ¿a quién tengo el honor de dirigirme? Y por lo que a mi respecta pueden olvidarse de las máscaras, he mandado a paseo a los sirvientes de la mansión durante un par de horas para estar tranquilo; aún falta un rato para que vuelvan aquí a imponernos sus tediosas normas de etiqueta. -

El desparpajo de aquél hombre era admirable. Ante la evidencia de que consideraba a Melua la mandamás allí, la noble actuó como correspondía a su linaje y se adelantó un paso para presentarse sin atisbo de duda o timidez.

- Lady Du'Landra Melua, he venido desde Malfi con mi séquito. -

De momento poco o nada podía hacer, desde la posición en que me encontraba tenía a la vista al viejo que por los aires que se daba debería o debió tener un alto cargo, que hacia aquí solo de momento era toda una incógnita, de momento permanezco quieta entre las sombras atenta a cualquier cambio o amenaza.

Por una vez Artemius obedeció sin rechistar esperando que no fuese una trampa. Se escondió lo mejor que pudo y quedó a la espera de escuchar lo que tuviera que decir aquel curioso hombre. Mientras tanto recordó de repente que su escopeta estaba descargada, así que con sumo cuidado guardó su espada y se preparó a cargar el arma por si fuese menester usarlo.

Isolda se echó a un lado y se mantuvo a la espera de lo que pudiera suceder, mano sobre la empuñadura de la pistola sin desenfundarla, esperando lo peor. Ese hombre había estado en la fiesta y una parte de ella pedía a sus compañeros que no se quitaran las máscaras. Tal vez ese hombre conociera a todos los enmascarados de la fiesta o tal vez no, pero una parte de elka se preparaba para lo peor.

Se diría que una fina capa de cera hubiese caído en aquella habitación. La peculiar escena parecía congelada, y nadie se movía a excepción del extraño viejo que hacía las veces de anfitrión y de Melua, que probablemente le seguiría la conversación. Arcturus, hierático, miró de reojo a Homron. Y nada más. Bajo los amplios ropajes se tensaba y las bobinas cargaban energía...

- Señor, perdonad que os interrumpa - dijo empleando su tono de voz más corteses - soy Jerome, jefe de seguridad de Lady Melua - culminó la presentación con una breve inclinación de cabeza, aunque sin haberse retirado la máscara.

- ¿Puede preguntar qué haceís aqui? Me temo que mi señora es de naturaleza inquisitiva... curiosa si lo preferís y por eso nos encontramos... aqui. Aunque me temo que no podría deciros donde exactamente es aqui

- ¿Y vos? ¿Puedo preguntaros qué es esto y cómo habeís llegado?

- Perdonadme pero me temo que yo soy más de naturaleza prudente aunque quizás no menos inquisitiva - de haber tenido algo de sentido del humor el arbites se habría felicitado por su ingenio.

- Heh. - fue el ruido que escapó entre los labios de Claudius, difícil de diferenciar entre un bufido y una risa. - ¿Me están diciendo que se han perdido? Curioso lugar han elegido para hacerlo. Esto no es más que un sótano, y que yo sepa solo hay una entrada. - A modo de respuesta señaló en una dirección bastante alejada del lugar por donde habíais entrado vosotros.

- ¿Que qué hago aquí? Buscar un poco de tranquilidad y coger polvo como todo lo demás, es el destino de los trastos viejos como yo, o como usted si se da algo más de tiempo. - otra vez el servocraneo se acercó a atender un nuevo acceso de tos leve del noble; además, al terminar le ofreció la parte posterior de su cráneo donde tenía aquella placa de datos. Mientras se enjuagaba los labios con un pañuelo, el anciano pulsó sobre aquella pantalla un par de veces sin mucho entusiasmo, y el servocraneo volvió a su posición habitual, flotando sin una dirección no alejándose mucho de Claudius.

- Prudente... Inquisitivo... llámese como quiera, pero a mi lo que me parece es desconfiado y falto de modales. Solo soy un anciano y como puede ver además, desarmado ¿de verdad necesita a otra media docena de guardias apostados para controlarme? ¿o están celebrando aquí abajo otra clase de fiesta que desconozco? -

¿Nova Castilla? ¿Me dice algo el apellido Vipus?

Nova Castilla es la capital de Fenksworld, un mundo colmena de relativa importancia en el sector, ya que se encuentra en su parte más profunda (más cerca de la sagrada Terra, lo que confiere a sus nobles unos aires de grandeza aún mayores que a otros, si es que eso es posible), y funciona como enclave para las flotas del emperador y otras naves de transporte. En resumen es un mundo bien provisto y desarrollado.

El apellido del noble, por desgracia, no te resulta conocido.

El arbites se encogió de hombros ante las quejas del anciano. Su gesto expresaba tanto como lo habrían hecho sus palabras... "tan sólo hago mi trabajo".

Se hubiera justificado señalando que su señora tenía ciertos "rivales", pero cuanta menos información diera, ya fuera cierta o falsa, mejor. Así que volvió a encogerse de hombros y se volvió hacia sus acompañantes y carraspeó pidiendo la atención del ensimismado Dexter. Quizás alguno de sus acompañantes tenía algo que añadir. Por lo demás, aquel parecía un callejón sin salida, quizás el anciano no sabía más o quizás no, pero no tenían mucho con lo que amenarle y no estaba dispuesto a torturarle por un mera conjetura.

Sin embargo... algo le había llamado la atención sobre lo que había dicho... ¿necesita a otra media docena de guardias apostados? ellos no eran tantos... ¿había alguien más allí? La paranoia del arbites sí que zumbó en su cabeza con rabia en ese momento.

Hieronymus, que se había vuelto hacia los que le seguían hizo un gesto con la mano llevándose un dedo a un ojo. Esperaba que los tes acólitos ocultos vieran su gesto, debían echar un vistazo por la sala, quizás había allí más gente oculta... quizás sus perseguidores se habían cansado de seguirles y habían decidido salirles al paso.

Esperaba que el anciano no pudiera ver su gesto aunque no pareciera estar metido en el ajo.

La mano de Isolda se crispó ante la mención de los guardias apostados, pensando en ue les habían pillado, pero esa media docena, no, ellos no eran tantos. O lo había dicho de forma aleatoria y, siendo tres o cuatro, podría ser, o tal vez había más gente.

Empezó a intentar fijarse en todo, solo por si encontraba algún indicio de que hubiera más gente escondida allí.

A Artemius no le cuadraban las cuentas. Ellos no eran tantos apostados, así que decidió poner sus sentidos a trabajar para ver si algo o alguien más se ocultaba en aquellas sombras.

En principio el viejo no le parecía una amenaza, pero en el Imperio las apariencias engañan y sería mejor seguir tanteándolo un rato más para asegurarse de que no era un aliado de la maldita secta que les estaba haciendo pasar tales apuros. 

Media docena de guardias, ellos no eran tantos, quizás solo era una forma de hablar, pero so m¡no era asi no tenia pensado que los cogieran desprevenidos, poco a poco y con sumo cuidado intento moverme entre las sombras buscando posibles enemigos escondidos en el resto de habitación...

Ante las palabras del anciano los acólitos tuvieron una reacción casi unánime. Sabían por sus palabras que tal vez no estuvieran solos en aquél sótano, y los que habían quedado rezagados y semiocultos intentaban examinar sus alrededores en busca de algo más que la profunda oscuridad que los rodeaba, sin éxito.

- ¿Y ahora qué hace? - preguntó el anciano. Evidentemente los movimientos de Hieronymus no le habían pasado desapercibidos, pero al no recibir una respuesta y no aparecer nadie más a la vista, parecía desconcertado.

- En fin, menuda pérdida de tiempo. Si eso era todo lo que tenían que hablar conmigo, entonces permítanme que me... -

El anciano se quedó a media frase, ya que en ese momento un grito de advertencia de Gianna cortó el aire. Casi inmediatamente, en rápida sucesión le siguió el ruido de una descarga de disparos y forcejeos. Los que habían quedado atrás estaban en problemas...