Partida Rol por web

El psíquico disimuló ante el abandono de sus compañeras que iban a cazar.

-Ese tío está jodido...- pensó para sí, pues sabía muy bien lo que le aguardaba en cuanto le pusieran esas dos la mano encima. Al ver el cuadro y el interés que suscitaba en su mecánico compañero decidió acercarse a echar un vistazo. De primeras no le dio buena espina esa pintura, seguro que era más de lo que parecía a simple vista. El arte siempre es más de lo que aparenta a simple vista.

-¿Qué te inspira?- preguntó al servidor de Marte. En verdad podría parecer una pregunta estúpida, ¿los tecnosacerdotes sentían algo al ver arte? Pero Artemius pensaba que al final el arte podía ser interpretado desde muchos puntos de visa, incluido desde un punto de vista más... artificial.

El sirviente se inclinó en una reverencia una vez respondidas las preguntas, y dado que no parecía que le requirieran para nada más, se retiró a atender a otros invitados.

El arbites, por su parte echó un vistazo a los guardaespaldas que había señalado Isolda antes de irse y luego al anciano - ¿conoceís a ese hombre? ¿sabeís algo de él?- preguntó a Lady Meula y al Académico.

El académico negó rápidamente con la cabeza tras echar un vistazo, sudoroso y vigilando constantemente a su alrededor, aunque disimulando su nerviosismo; Lady Melua estaba por responder del mismo modo, pero tras observar por un momento entrecerrando los ojos al grupo más numeroso contuvo una exclamación de sorpresa.

- Es un miembro de la familia Doru de Armetalica, con su séquito. - por su tono, no se podía asegurar si Melua tenía a ese individuo en gran consideración, o lo consideraba alguien a quien sería mejor no acercarse. - Son mercaderes de armas. No son muy influyentes entre los nobles, pero poseen riquezas, y como todos en esa ciudad tan belicosa tienen fama de agresivos y peligrosos. -

A pesar de que los símbolos dibujados en los bordes son incomprensibles por si solos te das cuenta de que el título del cuadro se encuentra escrito en ambos lenguajes, lo que te permite comparar las figuras individualmente para descifrar algunas de las letras.

Aunque frustrante, no logras leer el mensaje completo, sin embargo repartidas por el marco de la pintura descifras inequívocamente las palabras: "distorsión", "masacre", "tiempo" y "cautiverio".

El enmascarado lleva la delantera de las dos mujeres. El recorrido que ha seguido por la mansión ya comienza a hacerse largo, pero la ausencia cada vez mayor de invitados os lleva a sospechar que tal vez podáis seguirle hasta donde se esconden el resto de los mutantes.

Llegado cierto momento el enmascarado gira por un recodo, a lo que Isolda se apresura a seguirlo, pero la rápida reacción de Gianna la detiene en seco agarrándola del brazo. Su intuición la ha servido bien, ya que en ese instante una pesada vitrina de cristal llena de pesados artefactos decorativos volcó sobre el lugar por el que Isolda debería haber cruzado la esquina. Un instante después se escuchó de más cristales rotos. El enmascarado había saltado por la ventana.

Era evidente que se había dado cuenta de que lo seguían y había tomado medidas para deteneros y causaros daño si podía. En aquél momento escapaba a la carrera por el jardín exterior hasta la zona de bosque más frondosa, aún visible y a vuestro alcance, pero os sacaba suficiente ventaja como para que no pudierais atraparlo antes de que lo ocultase la espesura.

Homron reunía información de utilidad mientras Plex se le unía en la contemplación del macabro cuadro. Lo miró de reojo. Le extrañó que se fijase en un tipo de arte que no resultada demasiado... psicológico.

-¿Qué te inspira?-

El tecnosacerdote tardó unos instantes en responder. Lo hizo acompañando las palabras de un gesto de frustración y duda, y señalando algunas partes de la inscripción que rodeaba la imagen:

-No mucho. Eso es un texto, se repite el título. Ahí dice "distorsión". Ahí pone "masacre", y allí "tiempo" y "cautiverio". Todo muy bonito, muy tranquilizador. ¿Y a usted, le... inspira algo?

- No, mi señora, me refería a aquel anciano* - respondió el arbites señalando discretamente con un cabeceo al anciano solitario que había indicado Isolda - a los comerciantes de armas haremos bien en evitarlos.

Hieronymus estaba deseoso por continuar con su búsqueda. Habían llegado con mucha antelación, pero aún tenían mucho que hacer. El Académico decía haber hecho progresos, pero lo cierto era que aún no tenían identificado al Viudo, ni tampoco sabían como detenerlo. Aún más, los refuerzos podían considerarse descartados y los grupos de rivales no dejaban de acumularse en aquel planeta.

Esperando que el tecnoadepto se diera por satisfecho, el arbites observó al anciano a la espera de ver cómo abordarle. Si nada llamaba su atención seguirían el plan previsto y acudirían a la Biblioteca. Quizás fuera Plex quien debiera usar su magia con aquel hombre, pero el arbites jamás se lo pediría e incluso temía que aquel lugar pudiera tener defensas contra tales artimañas o que éstas les delataran.

Mientras veo como nuestro objetivo corre hacía el bosque no paro de maldecir la mala suerte que habíamos tenido, después de haberle seguido durante un buen rato no debería de quedar mucho para averiguar cuál era su destino, si corríamos detrás de el seguramente le sería fácil despistarnos en el bosque y para su suerte no disponíamos de ningún silenciador, si no, no llegaría vivo hasta ese maldito bosque, Isolda, no sabemos si hace mucho que nos ha descubierto, quizás no estemos tan lejos de donde pretendía ir, avancemos con cuidado unos cuantos metros mas y si no vemos nada volvemos deprisa con el grupo.

La sororita estaba a punto de intentar golpear a ese individuo, pero cuando iba a dar el paso y asaltarlo en la esquina Gianna tiró de su hombro y la salvó la vida o de unas buenas heridas.

-Gracias -miraba como el hombre se alejaba por el jardín mientras que Gianna le exponía un plan- sí, podríamos seguirle unos metros, pero algo me dice que nos descubrió antes de que yo le viera a él. Tal vez nos guíe a una trampa o tal vez nos estén separando para ir a por el académico y Melua -suspiró resignada- sigámosle como dices, solo unos metros, por si acaso.

-¿A mí?- respondió con una pregunta a su compañero mecánico- Nada...- Miró a su alrededor verdaderamente fastidiado de no haber sacado nada en claro sobre ese cuadro. Las palabras del tecnosacerdote bien demostraban que ocultaba algo más de lo que parecía a simple vista, pero no tenía la cabeza lo suficientemente asentada como para poder reflexionar con calma sobre lo que veían sus ojos...

Ante las palabras del arbites el psíquico miró primero a los nobles y después al anciano.

-Tenéis razón, peloblanco, mejor evitar a los armetalicanos. Los armetalicanos son enemigos naturales de los escintilanos. Como los armetalicanos de los icantianos. Como los armetalicanos de los habitantes de Fenskworld. O los armetalicanos y otros armetalicanos...- dijo con cierto tono de enfado- En cuanto al viejo parece alguien interesante, pero no se si tenemos tiempo para pararnos a charlar con quien nos vayamos encontrando. Aunque quizá vos fueseis el más indicado- dice mirando al arbites con una sonrisa socarrona- Tendréis temas en común como la petanca, dar de comer a animalillos de estanque o como antes la comida era mejor y los hombres hombres de verdad.- antes de continuar esperó a ver la reacción del curtido arbites ante su pequeña burla- Por mi parte creo que lo mejor será seguir hacia la biblioteca.

- No, al anciano no lo reconozco. - contestó la noble girándose de nuevo hacia el hombre que le señalaba Hieronymus. - Pero debe tener un gusto horrendo para dejarse envejecer así. - Ninguno de los acólitos parecía lo suficientemente confiado como para iniciar una conversación, de modo que todos se dirigieron al lugar que les habían indicado.

Como les había indicado el sirviente, se trataba de un estudio con un escritorio de maderas nobles (algo bastante escaso), cuya puerta estaba custodiada por dos armaduras huecas tanto dentro como fuera de la habitación. Una solitaria estantería se encontraba pegada a la pared cercana al escritorio, mientras que de las otras paredes, frente a la mesa una estaba cubierta por una bandera gigantesca confeccionada en seda con el emblema de la araña dorada de los Haarlock.

La última pared*, a espaldas del único asiento, se trataba de un muro de cristal transparente que daba a una habitación repleta de engranajes que se perdían hacia el interior de las paredes y el suelo que lo rodeaban. Según rezaba un cartel informativo, aquella sala era el teatro de relojes, y como su nombre indicaba había cientos de ellos repartidos por la bóveda de la habitación marcando diferentes horas, en una compleja y entrelazada imitación de un mapa estelar. De ellos destacaba uno, una columnata de 6 metros de alto que se alzaba en el centro mismo del teatro de relojes, accionado por un mecanismo de péndulo rematado en una gema negra de obsidiana cortada que emitía destellos al moverse. El ruido de aquél gigantesco mecanismo era profundo y atronador.

El teatro de relojes allá abajo no estaba vacío, ni tampoco el estudio en el que os encontrabais. mientras que en la zona inferior del teatro se había reunido toda una congregación a admirar los relojes y contemplar el mecanismo, en el estudio menos de media docena contemplaban la misma escena desde arriba mientras otra de las sirvientas les narraba los diferentes planetas cuyos horarios marcaba el teatro de relojes, y alguno que otro examinaba el diseño de la araña dorada con curiosidad.

Para ambas acólitas fue evidente que el enmascarado había escapado. Con pocas esperanzas recorrieron el pasillo esperando descubrir que en su error les había llevado a algún lugar importante, pero nada más lejos. Tras una veintena de metros más el pasillo desembocaba en una sala donde había un par de nobles cotilleando en actitud privada, y más puertas cercanas parecían indicar que estaba conectada con el resto de la mansión.

Decidiendo por precaución que sería mejor volver por donde habían venido, al volverse se encontraron con que un sirviente se había acudido al lugar donde el enmascarado había volcado la vitrina y se había arrojado por la ventana. Algo desconcertado y al no ver a nadie más por allí, se inclinó en una leve reverencia antes de preguntar - disculpen, pero ¿por casualidad no habrá presenciado como ha ocurrido esto? -

Tras caminar unos metros lo que ya temíamos se mostró a nuestros ojos, allí no había nada que nos pudiera interesar, la sala a la que habíamos llegado era un cruce de caminos, cual seguir era una lotería, lo mejor era volvernos y avisar al resto de que podíamos tener problemas, mas aun de los que ya teníamos, maldito desgraciado, se nos escapa y encima nos quedamos con las manos vacías, estoy harta de este puto planeta, o lo que coño sea, desde que aparecimos aquí solo hemos ido dando tumbos a merced de los demás, lanzo un suspiro de cansancio mientras suelto parte de la frustración que me carcome por dentro, en ese momento un servidor aparece por el pasillo preguntando por el suceso de la estantería, no puedo evitar responderle con cierto sarcasmo, no, supongo que habra sido algun loco o algún borracho..., pero no se preocupe, si me entero de algo se lo haré saber de inmediato...

Isolda esbozó una ligera sonrisa ante la frustración de Gianna, no porque le hiciera gracia, sino por el alivio de saber que no era la única que se sentía así.

-En realidad desde que estuvimos en aquella subasta -puntualizó la sororita mientras miraba como les habían tomado el pelo fácilmente- será mejor que volvamos con los demás y les avisemos que tendremos visita, porque casi seguro que vendrán.

Isolda solo asintió a las palabras de Gianna al mayordomo para darle énfasis y luego instó a su compañera a volver con sus compañeros, no fuera que estuvieran metidos ya en problemas.

El psíquico quedó impresionado por la sala. Como nacido en el vacío sabía de la importancia de aquellos instrumentos para la navegación estelar y no pudo más que examinarlos lo mejor posible.

-¿Sabéis algo de todo esto?- preguntó al académico por si le podía decir algo curioso sobre la sala y sus propietarios los Haarlok.

De seguro que tener un imperio comercial amplio era algo que necesitaba de un gran orden y conocimiento del sistema, así como de un control casi enfermizo de los horarios... Todo eso apasionaba a Artemius que de vez en cuando echaba de menos el vacío estelar en el que nació. 

De entre todos acabó fijándose en el reloj que marcaría la hora del planeta en el que se encontraban por si tuviera algún detalle curioso e intentó implicar a sus compañeros en ello.

-Buscad el reloj que marca las horas en este planeta. Puede que sea diferente.

Arcturus estaba encantado entre tanto mecanismo. Y, sin embargo, algo decepcionado; esperaba encontrar una biblioteca más nutrida. Por otra parte, si entre libros había que buscar, cuantos menos mejor, pero algo le decía que no era allí donde hallarían lo que buscaban.

¿Pero qué buscaban, en verdad? Discretamente, se acercó al enorme estandarte de seda con la araña de los Harlock y echó un vistazo detrás. Trataba de no llamar la atención, pero era evidente lo que hacía para cualquiera en el cuarto, así que trató de disfrazarlo de curiosidad. Quizás hubiera algo interesante, de nuevo casi al alcance de cualquiera. Después atendería la sugerencia de Plex, pues le pareció bastante aguda.

El arbites se negó a responder ante las burdas bromas del psíquico, desde luego aquel hombre más parecía un bufón que un acólito inquisitorial. Quién sabe qué había visto la difunta inquisidora en él para reclutarlo. Quién sabía porque el Emperador le imponía a él la penitencia de aguantarlo. Bufó y abrió la marcha intentando centrar su atención en los demás asistentes.

La sala de los relojes no era lo que el arbites había tomado como "una biblioteca privada", que era lo que el Académico había pedido. Pero en cualquier caso resultaba sin duda, espectacular. Quizás aquello fuera igualmente útil al anciano, que había recalcado la importancia de la hora exacta del eclipse y su relación con la debilidad del Viudo.

Algo más prosaico, el arbites se acercó a la estantería y evaluó su contenido y seguidamente doy una vuelta alrededor de la sala, moviendo discretamente aqui y allá la bandera que actuaba de tapiz y que bien podía ocultar una entrada secreta o incluso un agente emboscado.

Los acólitos se repartieron por la sala en su búsqueda de pistas. El psíquico, acompañado por Lady Melua intentó usar sus conocimientos de navegación en el vacío para identificar el reloj que marcaba la hora del planeta en el que se encontraban, descubriendo con poca ayuda que se trataba de aquél impresionante y monolítico reloj de péndulo en el centro de la sala; aunque efectivamente mostraba la hora del planeta, no indicaba cuanto faltaba para la siguiente campanada, al menos visible desde ese lugar.

El arbites examinó los libros de la estantería junto al emocionado académico, pero por sus títulos resultaron ser en su mayoría tratados imperiales sobre el comercio entre planetas, cartas de navegación disforme conocidas en todo el imperio y anticuados tomos de heráldicas y árboles familiares de la nobleza del imperio. Todos ellos eran libros de conocimiento común, nada que hiciera justicia a la fama de los Haarlock.

El tecnosacerdote se dirigió al estandarte con intención de examinarlo, a quien se le unió tras un momento Hieronymus, y también una de las sirvientas, que al percibir su interés le invitó a sostener la tela para comprobar su tacto al tiempo que empezaba a narrar las propiedades del material, según la mujer, originario de una especie de larva de un mundo letal extinta hace siglos. No había nada tras la tela, aparte de un pedazo de pared desnuda que no se diferenciaba del resto.

Ante la insistencia de la sirvienta te viste obligado a sostener el estandarte para disimular tus verdaderas intenciones, pero la providencia quiso que te dieras cuenta de un detalle. Era sutil, pero la parte exterior del emblema estaba rematada por una línea de letras, caracteres y otros símbolos tan elaborados que eran difíciles de identificar si no se buscaban específicamente, y el tamaño tan enorme del estandarte los hacía imposibles de ver a simple vista a menos que se examinase muy de cerca.

Al principio lo tomaste por otro código, pero la mezcla de letras y otros símbolos te hizo desechar aquella idea al cabo de un tiempo. Tardaste varios minutos, y la concentración te impidió prestarle la debida atención a la explicación de la sirvienta, pero finalmente diste con la respuesta. No se trataba de un código, las líneas se cruzaban en ciertos puntos y las letras se repetían en lugares diferentes de acuerdo a un orden concreto. Lo que estabas observando era un mapa, o mejor dicho, la clave de un mapa, aunque aún no sabías de qué lugar o qué era lo que señalaba.

El sirviente no pudo menos que levantar una ceja algo escéptico a la respuesta de Gianna, pero respondió igualmente con una leve inclinación de cabeza antes de volver a dirigir una mirada cansada y desaprobadora a los restos de la hermosa vitrina. Antes de que la pareja llegase a alejarse del todo, añadió algo más. - Permitanme recordarles que se abstengan de involucrarse en  situaciones violentas en el interior del edificio con el inicio del eclipse tan próximo. A la víspera de las últimas horas los terrenos del coto serán sellados y los centinelas de la alameda se replegarán a la mansión para garantizar la seguridad del recinto. - y con una nueva reverencia, el propio mayordomo se dirigió por un pasillo lateral, tal vez a reunir a otros sirvientes o un servidor que se encargasen de arreglar el estropicio.

A vuestro regreso al hall de entrada el resto de vuestros acompañantes habían desaparecido. Los únicos rostros conocido eran el grupo de individuos con el emblema de Armetalica a quienes había identificado antes Isolda como un grupo extravagante incluso en aquél de por si extraño lugar.

Tras regresar por el mismo camino que habíamos recorrido llegamos a la gran sala donde nos separamos del resto del equipo, como era lógico ya no se encontraban en aquel lugar, miro a mi alrededor intentando encontrar a alguien que me diera la suficiente confianza para preguntarle sobre el camino que habían seguido el resto de nuestros compañeros, bueno, y ahora que hacemos, ves a alguien a quien podamos intentar preguntarle sin que levantemos sospechas...