Partida Rol por web

Amanda miraba a sus acompañantes mientras escuchaban aquella broma de mal gusto telefónica, deteniéndose un par de segundos extras en el rubio con toalla, y volvió su atención a la conversación.

- Está claro que es alguna clase de broma de mal gusto o quizá un intento de boicot a la reapertura del hotel por parte de Stephen... - sus palabras casi quedaron solo para la otra mujer presente cuando los dos hombres optaron por marcharse.

Se acercó al teléfono, recordando como alguno de los modelos que había visto en Bangkok tenían una tecla para devolver la llamada al último número que había conectado.

- Escuché a alguien en el trayecto comentar que había descendientes de los anteriores... huéspedes que estaban pensando en demandar para que algún tribunal paralizase el proyecto. - dijo al ver que ella también pensaba que podía ser algún tipo de montaje. - Yo creo que lo hacen por el dinero, tratando de obtener un buen acuerdo, pero este tipo de cosas me parecen de muy mal gusto.

Amanda pulsó la rellamada del teléfono mientras Douglas iba a su habitación a por su grabadora. El teléfono no daba línea para rellamar. No daba línea para nada. No quería pensar en ello pero realmente era como si hubieran cortado el cable, dejando el terminal sin conexión.

El caso es que allí estaban los cuatro, en aquel recibidor, sopesando el significado de la llamada. Pero nadie más había acudido al insistente timbre. En el exterior un viento intenso azotaba la puerta de entrada mientras caía una pequeña nevada. Nada preocupante... de momento, claro.

Con la grabadora en la mano, Douglas bajó de nuevo al vestíbulo a encontrarse con los demás. La lógica le decía que debía salir de allí, pero no tenía ninguna intención de perderse lo que iba a pasar en aquella casa en las siguientes horas. Ya fuera real o no, tenía que documentarlo todo y estudiarlo cuando regresara a casa.

- ¿Nadie ha visto al señor Price? Creo que deberíamos ir en su busca. Debemos tener respuestas sobre las acusaciones que ha lanzado el del teléfono.

Seguramente el señor Price lo negaría todo, pero debían enfrentarlo a las acusaciones a ver que nos respondía.

- Yo iré a visitar esa habitación 237 que comentaba el del teléfono. Si realmente allí dentro puede haber una respuesta, me gustaría verla - Aunque la verdadera razón era aquella curiosidad insaciable que incluso le había llegado en alguna ocasión a ponerse en serio peligro.

Tras pulsar el botón de rellamada insistentemente, Amanda dio la vuelta al teléfono para comprobar que el aparato sí estaba conectado a la línea.

- Puede que haya sido una grabación preparada. - sugirió dejandolo de nuevo sobre el mostrador.

Miró al hombre moreno que había bajado con una grabadora, lo que faltaba, un periodista que parecía ansioso por seguir la pista dada en la grabación..

- ¿Y el personal? - dijo mirando alrededor y torciendo ligeramente la boca. - Demasiada gente para una broma, malditos millonarios en búsqueda de diversiones absurdas, solo faltaría que nos estuvieran grabando para algún programa absurdo.

Miró hacia arriba, dándose cuenta que no escuchaba a ninguno de los invitados salir como habían hecho ellos y tuvo claro que no quería quedarse sola allí, por lo que se colocó junto al periodista.

- Le acompaño. - fue lo único que dijo.

-Desconozco lo habitación del señor Price, al igual que la del resto- comentó la espiritista, pensando que tarde como suponía era tampoco sería raro no ver a nadie por el hotel. Pensó que quien no hubiera oído el teléfono es porque dormía profundamente o estaba en pisos superiores, lejos para oír nada.

-Si no queda más remedio vayamos a esa habitación, es la única pista que dijeron por teléfono. Si esto forma parte de la supuesta investigación o de una broma lo sabremos enseguida, ¿no creen?- con ello se unió al resto que subían hasta la habitación 237.

Michael salió de su habitación, ya vestido, para buscar a la dirección del hotel. Sin duda era una broma de mal gusto y pensaba hablar seriamente con ellos y e incluso plantearse en reclamar.

Cerró la puerta de la habitación, la 231 cuando vio aparecer, al fondo del pasillo a los frikis con los que se había encontrado en el hall del hotel.

—¡Vaya! Ustedes otra vez. ¿Han encontrado al señor Price? Pienso hablar con él y reclamar esta broma de mal gusto —dijo visiblemente molesto.

Fue entonces cuando se dio cuenta del número de su habitación. Estaba muy próximo a donde debería de estar esa habitación 237.

—Oh venga... ¿no me estarán diciendo que se han tragado todo eso de la habitación 237? En serio, ¿qué les dan de comer?

Meneaba la cabeza a los lados a la vez que cerraba los ojos en señal de agotamiento. Miró hacia el final del pasillo donde, a tenor del número creciente de las habitaciones, debería de estar aquella habitación. Se apartó del camino y les dejó pasar. Avanzó detrás de ellos... era un momento perfecto para demostrarles que todo aquello era una pantomima dispuesta para dotar de cierto encanto a ese lugar en su nueva temática.

Con el añadido del escéptico señor Jarvis, que había recuperado un poco de compostura con sin que eso rebajase su malhumor, el grupo se detuvo ante la cercana habitación 237. En principio la puerta no difería de las otras y, de hecho, no podían estar seguros de que no hubiera sido asignada a otro de los invitados del evento ya que aquella era el ala donde se alojaban.

Quizás estuvieran pensando si debían o no llamar a aquella puerta —resultaría complicado explicarle al inquilino el motivo de despertarlo a esas horas de la madrugada— cuando la puerta se abrió sola. Concretamente: se escuchó el ruido de una cerradura abrirse y luego la puerta se entreabrió un mínimo, pero nadie se asomó a saludar.

Una mezcla de emoción y miedo me recorrió el cuerpo al ver como la puerta se entreabría. Intenté sin éxito mirar a través de ese hueco que había entre la puerta y la pared, pero evidentemente no se veía nada.

Encendí la grabadora y la coloqué en el bolsillo delantero de los pantalones con la esperanza de que captara algo que en aquel momento mis oidos fueran incapaces de distinguir. Eché mano del bolsillo trasero y saqué una pequeña linterna, como esas que utiliza la policía en las películas. Siempre llevaba una encima después de años dedicado a investigar sucesos paranormales.

Alargué la mano hasta la puerta y puse toda la palma sobre ella, empujando suavemente y alumbrando hacia el interior. Evité el típico "¿hay alguien?" que en las películas solo presagiaba la muerte del personaje que iba delante. Sabía que hablar o no no tenía ninguna diferencia, pero incluso así mantuve la respiración durante un segundo.

Al abrirse la puerta Irina pensó que quien sea que hubiera dentro les estaba esperando, para eso era la llamada. No sabía el propósito, pero esa era la razón de estar frente a la puerta de la 237. No pudo evitar un escalofrío cuando la puerta se abrió sola y no vio a nadie al otro lado.

¡Vais a morir!

El susurro apresurado de Jack en su oído no le pareció esta vez tan descabellado. Irina puede que estuviera tomando manías del espíritu o algo en su interior decía que podría tener razón. Douglas encendió la grabadora pero no se movió sino que trató de alumbrar el interior con su linterna. I

-¿Hay alguien ahí?- preguntó la espiritista siendo muy evidente, si estaban por esa puerta era por culpa de la llamada y quizás la llamada se efectuó desde ahí mismo. Dio un paso hacia el interior, tratando de sentirse más valiente de lo que se sentía.

- ¡¿Pero que cojones?! - el exabrupto brotó de la boca de Amanda sin que ella pudiera evitarlo la puerta se abrió sola mientras todos esperaban delante de ella pensando qué hacer.

Se encogió de hombros, sin importarle las miradas de reproche que pudiera recibir; tendrían que escucharle con un par de copas de más.

Esperó a que la mujer y el periodista entraran e hizo lo propio, dejando al rubito de la toalla el último en el pasillo pero sin ser la primera en entrar. Por si acaso.

Michael se echó las manos a la cabeza cuando el grupo se preparaba como intrépidos aventureros, moviéndose lentamente para preparar una incursión en aquella habitación. Empujó a sus compañeros y se puso el primero delante de la puerta¹.

—Disculpe la intromisión y la falta de educación —dijo a lo que supondría que sería una persona que, por casualidad, había abierto la puerta en respuesta al sonido incesante del maldito teléfono—. Aquí mis... compañeros han mordido el anzuelo de la bromita, sin ningún tipo de gusto, del señor Price y piensan que hay un fantasma o algo aún más ridículo en su habitación.

Se quedó ahí parado, frente a la puerta, esperando una respuesta del inquilino y manteniendo al resto del grupo detrás.

Aunque el primero en entrar fue Douglas, éste lo hizo de forma precavida, alumbrando con su linterna. Las dos mujeres parecían dispuestas a seguirle cuando de pronto Jarvis entró como un torbellino en la habitación, sin importarle lo más mínimo las advertencias que había escuchado por teléfono.

Se detuvo al final del pasillo de entrada.

Porque la habitación tenía una disposición similar a las de ellos. Un pasillo inicial que desembocaba en un amplio espacio que servía como una especie de sala privada, con una mesa y varias sillas. A la derecha estaba una cama de matrimonio de gran tamaño con un tocador mientras que a la izquierda continuaba hasta la puerta que conducía a un baño monumentalmente amplio. Era, como otras de ese ala, una habitación interior.

La linterna de James alumbraba el espaico central al que Jarvis había llegado sin que nadie se interpusiese en su camino. La mirada del joven escéptico se dirigió entonces hacia la cama. Había alguien en ella. Se veía claramente el bulto bajo las sábanas y de hecho en un galán que había al lado de la misma se encontraba colgada un traje masculino. Los demás ya habían entrado en el lugar y ahora la linterna alumbraba, aparte del traje negro de cortes rectos, un peculiar sombrero de ala redonda, de fieltro del mismo color, que recordaba al de un predicador del siglo pasado. Ninguno había visto a nadie con un sombrero de ese tipo al bajar del autobús ni durante la fiesta, pero eso no quitaba que pudiera ir en la maleta de cualquiera.

Entonces se escuchó un gemido de debajo de las mantas. El tipo de gemido que soltaría alguien con graves problemas de respiración. Cuando Jarvis intentó encender la luz como acto reflejo para ver mejor comprobó que estaba fundida.

Alumbró la linterna en dirección a la cama iluminando el bulto que al parecer era de un tipo roncando. Lo extraño era que estuviera en una habitación con la luz fundida y que nadie la hubiera arreglado desde que llegamos al hotel. Se acercó lentamente hacia la cama, para poder ver la cara de la persona que estaba estirada durmiendo.

Mientras caminaba hacia la cama, iba pensando en qué excusa podía poner en el caso de que se despertara y viera como cuatro desconocidos habían entrado en su habitación a hurtadillas y de noche. La verdad es que la situación no era muy normal y cualquiera que se despertara en esa situación podía armar un buen escándalo.

Miró atrás a comprobar si el resto permanecía en su posición o caminaban tras de mí. Alumbró poco a poco al bulto en la cama, desde los pies hasta la cara, para no iluminarla directamente. Tal vez así, evitara que se despertara de golpe. Al llegar a la parte alta, subió lentamente la linterna hacia su cabeza.

Notaba como el corazón me iba más deprisa, debido a la tensión. No era la primera vez que se encontraba en una situación así, pero siempre le gustaba notar que su cuerpo estaba alerta frente a lo que pudiera pasar.

En vista que el rubiales quería demostrar que era un macho alfa, dispuesto a entrar buscando gresca con quien les estuviera esperando, y que el periodista tampoco quería quedarse atrás, Amanda optó por una opción más educada, y cauta, y se quedó en el umbral de la habitación.

No sabía si la broma de mal gusto era para ellos o para el huesped con apena del sueño que parecía estar descansando pero, fuera como fuera, toda esa situación le gustaba cada vez menos y prefería que fuesen sus compañeros quienes molestaran y ella tuviera la posibilidad de salir al pasillo, cerrando la puerta y dejándoles a ellos explicando la situación comprometida.

Aprovechó para asomarse ligeramente al pasillo y comprobar que seguían sin haber llamado la atención de nadie más en el hotel.

—No me lo puedo creer —masculló entre dientes mientras se dirigía hacia el pasillo—. Están todos absolutamente locos. ¡Locos! ¿A quién se le ocurre entrar en la habitación de un cliente del hotel solo porque una llamada de teléfono absurda se lo dice?

Caminó varios pasos por el pasillo visiblemente cabreado antes de cuadrarse de nuevo en la puerta junto a Amanda.

—¿Pueden hacer el favor de salir? —les espetó en un tono de voz controlado —. Está claro que les han tomado el pelo, al menos dejen a ese hombre descansar.

La espiritista seguía con los ojos lo que el haz de la linterna iluminaba, dando con un traje de un hombre elegante y peculiar. A la mujer no le extrañó que el corte de la vestimenta fuera anticuado, el mundo de los espíritus atraía a todo tipo de gente excéntrica que le gustaba lucir cuán diferentes eran. No por ello podían hablar con los muertos o contactar con el Más Allá, pero hacían creer a la gente que sí y las primeras impresiones siempre entraban por el ojo.

El inquilino de la habitación estaba durmiendo, aunque el ruido que salió de debajo las sábanas heló la sangre de Irina, no era nada que hubiera oído antes. La presencia de alguien más en la habitación hizo que no avanzara más, no era de educación, aunque la puerta se hubiera abierto invitándolos a entrar.

-Quizás fue este hombre quien hizo la llamada- contestó a Michael cuando invitó a todos a salir. –Lo que no podemos negar es que alguien nos abrió la puerta.

La señorita Lambert no sabía bien si acercarse o no a aquella figura en la cama.

-Perdone… Disculpe…- comenzó a tratar de llamar la atención de forma educada. - No queremos ser tampoco una molestia pero ¿es usted quien ha llamado a recepción?

—¿Nos abrió la puerta? —dijo Michael ofendido—. La puerta debió abrirse por una corriente de aire. Sólo hay que escuchar el ronquido de ese tipo para saber que llegó a la habitación borracho y seguramente no fue capaz de cerrar la puerta. O incluso algún amigo cabronazo ha hecho la llamada a recepción para que cuatro frikis como vosotros vengáis a servirle la broma al pobre infeliz. Por favor, salgan de la habitación antes de que se despierte y tengan problemas de verdad. 

Amanda y Jarvis estaban en el pasillo. La primera había salido para ver si alguien se asomaba pero no le sorprendió ver las puertas cerradas. Si con el escándalo del teléfono no se habían molestado ¡como para hacerlo por unas voces! El individuo de la toalla¹ parecía perenmente de mal humor y con ganas de dirigir al grupo.

Irina, por su parte, dudaba en medio de la habitación. Los espíritus estaban excesivamente silenciosos, cosa que desde luego la estaba poniendo un poco nerviosa. Pero Douglas parecía dispuesto a llegar hasta el final, alumbrando al individuo que descansaba en la cama con su linterna.

El escaso pelo blanco que cubría la pálida nuca del anciaano recordaba a las hebras de una teleraña. Pero lo que sorprendía a Douglas no era eso sino el color rojo de las sábanas. Tardó unos instantes en darse cuenta de que toda la ropa de la cama estaba empapada en lo que, sin duda, parecía sangre. De hecho al moverse instintivamente hacia atrás se dio cuenta de que sus zapatos se quedaban adheridos a la moqueta. Alumbró a sus pies y vio que pisaba un enorme charco de sangre que manaba de la cama. En ese momento alumbró de nuevo hacia la cama ¡y el anciano estaba a escasos centímetros de su cara! Sus ojos azules parecían querer salir de sus órbitas mientras su boca abierta de par en par mostraba unos dientes amarillentos y una lengua que se retorcía como una alimaña, provocando al respirar ese sonido tan aterrador. En el cuello se disparaban los tendones sobre una piel apergaminada, que recordaba a la de una momia. Por un momento Douglas pensó que el viejo quería atacarlo pero luego se retorció en un espasmo, como si le diera una descarga eléctrica, cayendo de nuevo sobre la cama. Se retorcía en evidente dolor y mientras las ropas de cama caían a un lado pudieron ver su cuerpo desnudo en cuya superficie alguien había trazado una serie de símbolos esotéricos usando un cuchillo atravesando la carne².

Los movimientos del viejo de la cama hicieron que notara las palpitaciones del corazón retumbando en su cuello. Podía identificar a la perfección como se movía el corazón bombeando sangre a sus músculos en ese momento.

Douglas alumbró la linterna a la parte interesante del cuerpo y se volvió a acercar a la cama. Aquellas marcas en el pecho tenían que significar algo. Se puso casi encima del cuerpo para poder alumbrar bien las marcas y poderlas leer. Las diría en voz alta para que quedaran grabadas en la cinta. Ya después las traspasaría a papel y buscaría su significado en el portatil. Suponía que aquel lugar recóndito tendría acceso a Internet, pero por si acaso había traído documentación en formato digital.

Si no fueran palabras, tendría que memorizarlas, ya que no llevaba la cámara fotográfica encima en ese momento. Quizás después pudiera ir a buscarla y volver a hacer unas fotos.

Mirando de reojo al cuerpo que se extendía en la cama, vigilando que no tuviera otro espasmo y se le echara encima fue leyendo poco a poco lo que tenía en el vientre. No sabía si eran símbolos o palabras. Si eran símbolos quizás ya los hubiera visto antes.

- ¡¿Pero usted quién demonios se cree que es?! - exclamó Amanda señalando con el dedo a aquel hombre que parecía tener ganas de discusión desde que se habían cruzado en la recepción.

En ese momento, seguramente fruto de la mezcla de tensión e indignación por cómo se estaba desarrollando la noche, olvidó la importancia de que alguien pudiera escucharle.

- Primero baja al vestíbulo medio desnudo...  ¡como un pervertido! - que no es que a ella le importara demasiado, siempre venía bien alegrarse la vista un poco, pero él había comenzado - Y ahora viene aquí a llamarnos ¿frikis? ¡Cuando aquí está el primero tratando de cotillear como una vieja en vez de irse a su habitación como había dicho tan pomposamente!

Se ajustó el chal sobre los hombros y, con un sonoro "hummm", le dio la espalda al hombre y se cruzó de brazos, atenta a ver qué hacían los de dentro del habitación.