Partida Rol por web

Con frialdad y quizás un aire mezquino Sara se acercó al can pisoteando el cadáver del decano recién abatido.

Puede que avanzar por encima del decano le desequilibrara un poco, pues su cimitarra no fue muy precisa, cosa que quiso enmendar con el estoque apuntalando a su nuevo objetivo. No tenía tiempo de mirar atrás, con o sin poderes acabaría con tantos decanos como pudiera en honor a Daud, y los molosos no eran excepción.

- bicho apestoso, deja a mi compañero.

Mal. Mal. Mal. Las cosas no estaban saliendo como había planeado y todavía le rondaba la cabeza ese maldito disparo. Por el rabillo del ojo controlaba la puerta tras la que se había marchado Elian y Sara, y aún no había movimiento. Le ponía de los nervios no saber qué estaba sucediendo, y encima tenían la presión de la puñetera caja de música. ¿Le afectaba a él? En absoluto, el Moloso era cosa fácil, pero esos armatostes eran como tener un escudo en la barriga.

—¡Entra! —le indicó a Matka. Él bien podía encargarse del Decano del pasillo y ella sería más útil impidiendo que los otros dos se atrincherasen.

Notó la presión que sentía su contrincante. Saberse superados en número, enfrentarse a alguien más hábil que un simple ratero, su cuerpo estaba tenso, inquieto. Y eso, enfrentándose a un asesino brutal como Vladko, era un error. Esquivó un golpe lateral que buscaba seccionar su cuello, escuchando el tañido del metal contra la pared, y rápidamente asestó una violenta cuchillada en su abdomen con la parte roma de su espada. No le mataría, pero le dejaría sin aliento, momento que aprovechó para agarrarle de la máscara y propinarle uno, dos, y hasta tres violentos golpes contra la pared.

Sabía que estaba inconsciente por la forma en que su cuerpo se desplomó como un muñeco.

Completamente desnudo. Boca abajo en el frío, húmedo y sucio suelo. Con los brazos y las piernas abiertos. El cuerpo escuálido. La espalda llena de moratones.

- ¡Así! ¡Así es como deben estar los mal nacidos como tu! ¡Arrastrándose por el suelo como una vulgar serpiente! - la voz retronó por toda la sala. Llevaba un látigo en la mano. Miró con desden infinito aquel cuerpo sin ropa. Caminó hacia una esquina de la habitación. Un caldero con aceite, ennegrecido por el paso del tiempo, reposaba sobre unas brasas. Con un gesto rápido tomo un cuenco y lo llenó. Se acercó de nuevo con grandes zancadas. Y sin dudarlo lo derramó sobre el niño mientras un moloso gruñía y enseñaba sus dientes llenos de babas unos pasos mas allá. El niño se estremeció. Un chillido estalló en la estancia y sobrepasó las paredes. El maestro Decano soltó una larga carcajada mostrando sus pútridos dientes. Dio la espalda al crío y se volvió a alejar. Mientras caminaba notó que aquel cuerpecito indefenso quería moverse. Arrastrarse hacia la puerta. Con un gesto automático, mil veces practicado, desenredó el látigo, se volvió y lo movió velozmente. Cortó el aire y su punta con espinas golpeó con fuerza la espalda del menor que volvió a chillar de dolor - ¿Donde crees que vas, maldito insolente? - un nuevo latigazo golpeó la espalda del niño aun con mas fuerza. Con los ojos inyectados en sangre el maestro Decano se volvió a acercar. Con su imponente mano agarró el pelo del niño y levantó su cabeza dos palmos del suelo. La observó con absoluto desprecio como si mirara algo insignificante y totalmente carente de valor. Le escupió. Y sin dudarlo le estrelló la cara contra el suelo con gran fuerza. Empezó a brotar sangre por los dos orificios de la nariz del niño - ¡Así aprenderás a obedecer y no pedir mas comida! - bramó el maestro Decano mientras volvía a golpear la cara del pequeño contra el suelo.......

... ... ...

- No...... pediré mas comida, no... no pediré mas comida, se...señor...... - balbuceaba Elian tirado en aquel pasillo mientas recibía las atenciones de Sara.

Su mente vagaba perdida en antiguos y amargos recuerdos.........

El moloso cae a manos de Sara que sin ninguna misericordia acaba con el animal, para luego acercarse a Elian. Todavía no ha tenido tiempo de pararse a ver sus heridas. Elian parece estar perdiendo la consciencia, aunque aún puede oírse como habla cosas sin sentido aparente.

Elian se quita la máscara como acto reflejo para poder respirar y tomar aliento. Se lleva la otra mano al pecho para notar el agujero de la bala quemando la chaqueta de cuero reforzado de los decanos. Se nota en el pecho un gran hematoma. Tal impacto apenas le deja respirar con normalidad, pero por suerte apenas está sangrando. La bala ha pasado de tal forma que milagrosamente no le ha matado. De nuevo gracias a esa chaqueta reforzada de los decanos, ha salvado la vida. 

Sara necesitará unos segundos para abrirle la ropa y ver que en el pecho de su compañero no hay signos de perforación por la bala. Solo un gran y doloroso impacto que le dificulta respirar o moverse.

Vladko deja aturdido al decano que tiene el valor de encararse a él, para luego entrar en el despacho. El decano cae como un saco al suelo inconsciente y Matka no tiene necesidad de rematarlo si no lo desea. 

La sorpresa viene cuando un horrible y estridente sonido se hace eco en toda la tercera planta...

Música

Uno de los decanos comienza a hacer girar la manivela que activa esa monstruosidad de caja. La melodía suena una y otra vez. El otro presenta una estampa mucho más amenazadora. Saca una granada con la mano izquierda (acción de desenfundar*) y mientras sostiene una espada en la derecha, grita. - ¡No deis un paso más o saltamos todos por los aires!

A unos metros del despacho, en el pasillo, junto a Elian, Sara pierde su capacidad de seguir invisible por obra de esa música que confunde su mente y no la permite concentrarse en su poder.

Sudores fríos recorrían la frente de Elian que poco a poco intentaba recobrar la consciencia.

El pequeño niño vio entre lágrimas y semi-inconsciente como el maestro Decano se alejaba maldiciendo de él... dejando su cuerpecito como un trapo mal tirado en el sucio suelo.

Con suma rapidez, alguien le habría la pesada chaqueta de Decano que aun llevaba puesta.

El maestro Decano dejó el látigo sobre la mesa y cogió su caja. Aquella maldita caja de música. Aquella endemoniada caja que todos los niños conocían tan bien. Y mirando con una sonrisa maquiavélica al pobre crío tirado en el centro de aquella mugrienta y húmeda sala, la abrió, cogió la manilla con su mano enguantada y la empezó a girar.

La música, aquella horrible música, llegaba a los oídos de Elian.

¿Fantasía o realidad? ¿Pasado o presente? Todo estaba muy borroso en su mente, mientras seguía notando en su pecho ese dolor agudo. Consiguió abrir los ojos un poco. Se sobresaltó. Pero enseguida reconoció las facciones de Sara que le observaba preocupada.

- Es.....estoy bien....me...me cues.....me cuesta respirar, pero sigo aquí.... - dijo entrecortadamente Elian. Trató de tragar saliva - No...no te preocupes por mi.....ayuda a tus .....a tus compañer........ - logró decir mientras su vista se volvía a nublar y sus pensamientos vagaban nuevamente perdidos entre su triste pasado y su preocupante presente......

Desde aquel frío suelo, escuchaba perfectamente aquella maldita caja de música.

Abierta la ropa de decano de Elian Saga comprobaba que este seguía intacto, la suerte sonreía a aquel diablo que tan tenazmente había jugado a los disfraces. Algunas palabras poco reconocibles fueron seguidas por otras que daban a entender que aliviar de la pesada ropa de sus némesis en el pecho le devolvía el aliento, casi como si fuera algún tipo de ironía, lo mismo que le había salvado le retornaba la existencia al liberarla por la parte frontal.

Cuando logró hablar, la muchacha sonrió - tu también eres mi compañero, aunque lastimosamente no poderás presumir de una nueva cicatriz - decía bromeando ligeramente incorporándose solo cuando pudo corroborar que estaba estable. Tocaba ir a ver si los demás necesitaban su ayuda.

- no vayas a irte solo eh, esperamos - dijo con la esperanza de que aquella suave broma le invitara a no intentar forzarse y acabar peor, respirar y recomponerse iba primero.

Tras haber examinado a su compañero, solo quedaba acercarse a sus otros compañeros, armas en mano...

La caja de música. La puta caja de música. No sabía exactamente de dónde habían sacado las partituras, pero ese sonido se clavaba en sus oídos, e iba más allá, hasta su alma. Arañaba. Hacía daño. Y no sólo a ellos, que trastornaba los dones que habían adquirido a través de Daud. Vladko había podido observar cómo paralizaba de miedo a sencillos e inocentes ciudadanos.

Pero el tyviano no era sencillo. Aún menos inocente.

Sin tener claro por qué Matka no se unía a él en el combate, centró su atención en el Decano que tenía la granada. Puto imbécil. ¿Se iba a pensar que le iba a meter miedo con algo así? No estaba tan loco para suicidarse por un simple Ballenero. Así que el asesino pensó que quizás debía quitarle la idea de la cabeza. Y con idea, se refería a su mano. Y con cabeza, el resto del cuerpo.

Pero falló por poco. El Decano pareció verle las intenciones porque esquivó su acometida.

Matka no estaba para bromas. Había tardado demasiado en reaccionar, y quizás la rabia contenida la hizo querer ir a por todas. Confiaba quizás en exceso en sus posibilidades. Ya antes la suerte había estado de su parte, y ahora al menos tenía amigos que la protegerían en caso contrario.

Podría ser una locura, pero su ballesta y su temple quizás obrasen el milagro de dejar que el cerebro del decano viese al fin la luz. Vadko había fallado por poco en dispararle a la mano, la cabeza era un objetivo algo más grande.

No era creyente en nada espiritual más que en sí misma y sus posibilidades, pero se concentró lo que pudo y se encomendó a cualquier dios de la puntería que pudiese existir.

Tensó la ballesta, y el virote hizo su viaje planeado. Involuntariamente, la respiración de Matka se contuvo, esperando el chasquido del proyectil contra la cabeza... si es que se producía.

La mente de Elian volvió a vagar perdida entre el pasado y el presente. 

Llegó a un lugar familiar, pero a la vez inquietante. Un gran patio junto a un palacete , rodeados por altos muros de piedra. Dos estacas de madera firme presidian el centro del lugar. Atadas a ellas por pies y manos, con los brazos en cruz y desnudo de cintura para arriba, estaba un joven Elian que trataba de respirar pesadamente, con la espalda macada por los latigazos presentes y pasados y llena de moratones por los golpes recibidos. Unos pocos metros mas allá el maestro Decano que, nuevamente, sonreía levemente mostrando una mueca horrible en su rostro, mientras giraba y giraba la manecilla de aquella maldita caja de música. Aquella horrible música que se clavaba hasta lo mas hondo Elian. Y lo mantenía sujeto, atrapado, enredado en sus demoníacas notas surgidas del mismo averno.

Respirar, moverse...todo era mucho mas difícil mientras los engranajes de aquella caja no dejaran de girar. Elian, y todos, lo sabían muy bien. ¿Cuando terminaría aquella tortura? ¿Cuando reinaría de nuevo el cálido y agradable silencio? Elian sentía desfallecer sus fuerzas por la música...pero en lo mas profundo sabía que debía resistir. Por él, por la misión, por sus compañeros.....por poder llegar a cumplir su venganza y acabar con todos los Decanos...........

El primero de los decanos (4) sigue como en trance girando esa manivela una y otra vez para mermar vuestras posibilidades. Bajo su máscara un gesto de horror se dibuja cuando ve pasar un proyectil cerca de su cabeza, pero lo suficientemente desviado como para romper el cristal de la ventana que queda justo a su espalda.

El segundo de ellos (5) echa la mano hacia atrás justo para evitar por pocos centímetros el filo de la hoja de Vladko sobre su mano izquierda. Eso le hace precipitarse y lanzar la granada a la desesperada en dirección a Matka que la ve como un estorbo al que hay que eliminar.

Mientras la granada rebota una y otra vez por el pasillo lanza un tajo con su espada al tyviano que había descuidado su defensa arriesgando también su posición de combate. Su ataque falla al igual que el del ballenero por apenas unos centímetros, cuando de pronto la granada estalla.

El arma explosiva rebota milagrosamente y detona justo bajo el marco de la puerta del despacho 417. Matka ve la muerte pasar mientras eso rebota a su izquierda y pasa de largo.

Sara, después de asegurarse que Elian está a salvo por ahora, corre para ayudar a sus compañeros...

Tocaba correr, ese estallido despertaría la atención de Sara y esta iba a salir disparada hacia allí, no saber que pasaba era molesto, tal como pensaba,decano muerto era 2 veces bueno.

Corrió con todas sus fuerzas esperando plantarse ante el maldito que estuviera tocando esa horrible cosa y asestarle su mejor corte, no le importaba donde le diera, solo quería silenciarlo de una vez por todas cortando lo que fuera que se pusiera por delante.

Gran error. Esas dos palabras flotaron en la mente del tyviano cuando el Decano lanzó la granada, descuidando su guardia. ¿A quién se le ocurría hacer tal movimiento teniendo a un asesino profesional frente a él? ¿Quién se encargaba de instruír a esos tipos como para no saber que hay que deshacerse del peligro más evidente cuanto antes?

¿O es que no le consideraba un peligro?

Eso le puso furioso. Lanzó una fuerte patada lateral a la rodilla del decano, que crujió con un desagradable sonido. No vas a volver a caminar sin bastón en tu vida. ¿Cómo se atrevía a ignorarle? Giró la hoja en su mano mientras escuchaba los quejidos de dolor de su oponente. Casi deseaba usar el lado afilado de la espada, pero Vladko era un profesional con unos principios. Pero te vas a acordar de esta noche toda tu vida, Говно*. Golpeó la sien del Decano con tanta violencia que su máscara se abolló.

Casi deseaba haberle tirado por la ventana a su espalda.

La granada rebotaba y la asesina intentó esquivarla, aunque la suerte que tanto reclamó para el disparo de ballesta finalmente tuvo lugar en esta ocasión. La muerte volvió a rondarla, y de nuevo se escabulló de ella.

Se echó al suelo tapándose los oñidos para minimizar los daños que podría provocarle la explosión cercana, y se alzó en cuanto ésta se hubo producido.

Humo, garganta seca... Nada comparable a una herida o algo peor.

Por unos instantes Elian recuperó el sentido y logró, no sin mucho esfuerzo, despegar la cabeza del suelo y observar el pasillo que se abría ante él con los ojos entrecerrados. Vio una silueta borrosa, aunque familiar, que se alejaba a toda prisa. Un enorme bulto parecido a un animal reposaba a sus pies y mas allá varios bultos mas parecían inertes en el largo pasillo con puertas a ambos lados. A lo lejos, una figura también vagamente conocida, parecía moverse con rapidez delante de alguna puerta y, de pronto, un fogonazo de luz, un estallido, una explosión que resonó en su cabeza con la fuerza de mil cañones.

Algo no iba bien, nada bien. Música, gritos, golpes y explosiones.... pronto tendrían mas visitantes cerca de ellos.

No pudo mas. Su cabeza se desplomó nuevamente en el suelo mientras seguía respirando con mucha dificultad y aquel dolor, aquel dolor punzante en el pecho.....

El caos se desata en la tercera planta de la Academia de Filosofía Natural. El ruido de la caja de música mezclado con el de la explosión, la lucha entre los decanos y los balleneros...

Vladko y Sara se encargan de los últimos decanos en el despacho 416. Uno de ellos queda con la cara machacada y noqueado, el otro recibe golpes y viéndose indefenso ante tal amenaza, da un paso hacia atrás para dar de espaldas con la ventana. Pero esta resulta estar rota por el virote de Matka, así que su espalda se arquea hacia atrás como a cámara lenta y el peso de la gran caja de música termina siendo su perdición cuando hace que se precipite al vacío...

La horrible música deja de resonar en vuestras cabeza, para dejar hueco al sonido de un golpe seco de huesos y metal rotos, tres plantas más abajo, en la calle.

En ese momento todo parece muy confuso y tardáis unos segundos en ubicaros ¿Elian seguiría con vida? ¿Habríais sido capaces de cumplir la misión? Esas preguntas os rondan la cabeza mientras dais un vistazo a vuestro alrededor. El despacho tiene dos focos para dar luz conectados a una batería de aceite de ballena casi vacía ya... 

Todo está patas arriba por lo que a primera vista podéis saber que han estado buscando pruebas y a conciencia. Pero en ese momento de aparente calma después de la tempestad, un estridente ruido rompe el silencio de la noche una vez más.

(Ojo con el volumen que está muy alto)

Sonido

A lo lejos comienza a oírse una alarma. Sí, sabéis sin lugar a dudas que en poco tiempo la guardia de Dunwall se os echará encima y registrarán cada palmo de en este lugar. No sabéis de cuantos minutos disponéis y si habéis dejado o no atados todos los cabos sueltos...

Una alarma... Buh menudo chasco, Torciendo el gesto empezó a caminar hacia Matka hablando - bien, ya que no tenemos tiempo, podéis revisar el lugar mientras yo cargo a Elian... estirándose un poco, suspiró molesta por lo que iba a hacer, tomó sus virotes y se los entregó sin más a Matka - esto de regalo, y esto... - la pausa dejaba claro que no le gustaba separarse de ella - cuídamela bien, fue un regalo de Daud - le costó un suspiro de más dejarla en manos de su compañera, ese arma le daba la fama que incluía Cimitar a su nombre, algunos balleneros entrenados por ella incluso pese a no haber participado en misión alguna, veían las espadas de práctica a menudo rotas en su torso "Sara Cimitar" era una maestra agresiva sin duda, y habían quienes temían que Daud les hiciera practicar con ella, otros lo apreciaban bajo la realidad "el enemigo no tendrá piedad" y pese a la agresividad de esta, parece preocuparse por quienes ella llama hijos de Daud o hermanos.

Quizás los balleneros fueran los únicos a salvo de su frenesí sangriento.