Partida Rol por web

Fue entonces cuando algo ocurrió. Si no había suficiente sorpresa con la llegada por la espalda de Yurem, apareció además otro ser encapuchado, un tipo de botas altas, capa oscura, pelo corto y barba espesa... ¿quién era ese tipo? Venía corriendo, con una espada en una mano y un gran escudo en la otra...

¡¡¡AAAAHHHHH!!! -gritó cuando empujó con el escudo por detrás a secuaz4 hasta hacerle caer y le cortaba mortalmente el costado, debajo del brazo, a secuaz5...-.

Ese hombre era el mismo tipo al que algunos de vosotros habíais visto en la plaza del Potro tan sólo unos instantes y desapareciendo entre la multitud...

¡¡Tú!! ¡¡El de la bolsa!! -entonces se colgó el escudo, le pegó dos patadas a secuaz4 y 3 mientras éstos corrían alejándose por la Calle del Adarve (el 3 aún con la flecha clavada en pleno pecho) y tomó al Ladronzuelo rubio del cuello-. Su mano era amplia y enorme, y abarcaba el cuello entero del muchacho. ¡Devuelve la bolsa!

Y Rui de Miguel, que así se llamaba, soltó ipso facto lo que había robado, dejandolo caer en el suelo. Entonces acercó su cara contra la del muchacho. Cuando hizo esto, volvió a empujarle, hasta hacerlo tenderse boca abajo, con brazos y piernas extendidas.

¿Sabes qué se le hace a quienes roban? -y estando él de pie, le pisó una mano y levantó su espada como si fuera a cortarle una mano... ¡parecía inminente!-. En unos instantes, el muchacho comenzó a orinarse del puro miedo, y apretaba con fuerza sus ojos cerrados...

Menos mal que el Señor es Misericordioso... -dijo finalmente bajando el filo-. ¡Y AHORA LÁRGATE! ¡Si te vuelvo a ver echaré tus tripas al río, desgraciado!

Rui de Miguel se levantó enseguida y se marchó corriendo por el mismo lugar por donde se fueron sus compañeros. Entonces el hombre aparecido, que llevaba una cruz cristiana en el pecho, miró el cadáver de Simón, yacente y luego a Has... Se acercó a él, puso su oreja en su pecho. Lo mismo hizo con Diego. Luego dijo:

¡Siguen vivos!

Ahmed tiró del cuerpo del hombre sin resultados. ¡Por las huríes del Profeta! ¿Cuánto pesaba aquél gigante? De súbito, el pecho de otro de los combatientes se tornó en un manantial de sangre que brotó bañando a Ahmed. Otro hombre cayó, brutalmente decapitado. De repente los malhechores huyeron, abandonando a sus muertos sobre la calle tinta en escarlata. Sin pérdida de tiempo, manteniendo la calma gracias a sus años de experiencias similares, Ahmed rebuscó apresuradamente en su zurrón, extrayendo vendas e hilo. Palpó la herida del hombre que tenía bajo él para reconocer su extensión, pues la roja sangre que todo lo cubría. El rostro, las manos y el vestido de Ahmed eran ya los de un carnicero. ¿Qué era aquello que tocaba? ¡Misericordia de Allah, que no sea el seso! Con un lienzo blanco que pronto se tornó rojo, intentó limpiar la herida y comenzó a enhebrar el hilo.

De manera muy rápida y sin perder ningún turno, degollo a los ladrones mientras murmuro una maldición:

-Morid de manera vergonzosa y sed condenados sin poder reuniros con el gran Alá, ya que no estáis muriendo en batalla, sino que lo hacéis a manos de un hombre de paz...

Luego me giro sobre el guerrero musulman abatido, y con un cuchillo corto su ropa mientras voy recitando:

-Alá decide si te reúnes con el por alguna causa, o me vas a deber tu vida junto a muy grandes favores hasta tu muerte...

Ahmed, tira 1d4 para ver cuánto recupera.

Apretó el cráneo como quien intenta recomponer un melón roto, cerró como pudo los labios de la horrible herida, y mientras presionaba con una mano, con la otra comenzó a dar puntadas...

Después de la cruenta batalla, solo se oían los gritos de los heridos. Me acerco a donde se encuentran mis compañeros de batalla intentando sanar a uno de los nuestros, e intento echarles un mano, mientras saludo al encapuchado que nos ha ayudado.

- Muchísimas gracias por su ayuda, la batalla se complico bastante hasta su llegada. Soy Durán Gómez, un buen cristiano y usted es... Esperando que nos diga su nombre pronto.

Mientras unos atendían a los heridos y otros hablaban con nuestro misterioso ayudante, me acerqué a los cadáveres de los ladrones para buscar alguna cosa que nos ayudara a identificarlos. Aunque tampoco le haría ascos a un par de maravedies para recuperar el dinero gastado en flechas.

Fue entonces cuando comenzó a arremolinarse gente en la escena de la batalla, habiendo tres cadáveres en el suelo (uno de ellos Simón), e inconsciente el tal Diego, que poco a poco iba recuperando la consciencia hasta que logró despertarse*, aparte de ese Has que logró ser estabilizado por Ahmed, que magistralmente logró estabilizarle la herida de la cabeza...

No hay tiempo para explicaciones -dijo el misterioso tipo a Durán-, ¡hemos de salir de aquí!, pues no son buenos días para permitirse el lujo de que le vean a uno junto a tres cadáveres... ¡Coged a este tipo y seguidme! -se refería a Has mientras él mismo guardaba su espada para incluirse en la tarea-. ¡¡Venga!!

Sin dilación alguna y entre unos cuantos, cogísteis a Has por pies y manos (en "volandas"), mientras el cadáver de Simón era ya tocado por algunos viandantes y curiosos que se acercaban, que hablaban entre ellos y sospechaban mirandoos mientras os alejábais a toda prisa... Al igual que en la plaza del Potro, oíais comentarios acerca de cierto asesisato el día anterior, de "nosecuántas" puñaladas, y muy cerca de allí, aparte de otros detalles menores...

Cruzásteis la calle del Adarve y os internásteis entre las callejuelas próximas a la plaza del Potro. Finalmente llegásteis como a una casa particular de dos plantas, que al par de golpes de nudillos se abrió, haciéndolo una mujer mayor. Parecía una especie de curandería o sala de curas, que en su interior tenía cierto aspecto y motivos judíos. Allí metísteis a Has, aún sangrándole la cabeza, y el tipo de la barba y pelo corto, tras decirle unas palabras en castellano muy bajitas le entregó una moneda, seguramente para que cuidaran de él. Tras ello, todo el grupo os alejásteis de allí hasta llegar a otro callejón, igual de apartado. El misterioso tipo de cruz cristiana en el pecho miró hacia un lado y hacia otro y entonces fue cuando os habló:

Mi nombre es Casimiro López..., soy... caballero de la Órden de Calatrava -decía con un rostro inmutable y viéndosele las facciones bien marcadas. Se detuvo unos segundos, para observar bien vuestras caras: tres "moros" y tres cristianos, fue lo que dilucidó para sí-. He visto lo que habéis hecho en el Potro y fisgaba desde la esquina del Adarve -y le guiñó un ojo a Yurem, pues desde esa misma calle apareció éste último para asestar dos puñaladas desde retaguarda. Quizá se habrían encontrado-; me habéis parecidos todos y cada uno tipos valientes, tras buscar, escalar e intentar seguir a ese crio por los tejados, acabando luego en esta lucha... casualmente... casualmente ando buscando hombres de vuestra valía para un asunto bien pagado ¿quién me lo iba a decir? -volvió a echaros un vistazo a todos, de uno en uno-. ¿que tal veinte maravedíes como pago inicial?

Diego se llevó la mano a la cara, aún estaba algo mareado y conmocionado por lo ocurrido. Haciendo crujir sus extremidades gruñó por lo bajo. Había seguido al grupo como pudo tras despertar de su inconsciencia sin tener muy claro lo que habia y entrado en aquella sala para curarse. Mientras esperaba su turno oía lo que el desconocido, que no sabía que pintaba allí hacía a todos aquella propuesta.

Sera algo legal...—no iba a arriesgarse a perder su puesto por 20 malditos maravedies.

Estaba claro que el grupo formado era muy dispar, tres moros y tres cristianos, cualquier lo diría que Duran Gómez se juntará con los infieles. Se sobresalta al oír el nombre de la Orden, algo había escuchado en sus viajes.
- Muchas gracias por los halagos, pero antes de aceptar una misión, me gusta saber en que consiste, 20 maravedies pueden ser poco o mucho dependiendo de lo que haya que hacer. Odiaba la falta de información.

Miré de reojo un poco a los cristianos desconfiados pensando:

Acaban de jugarse la vida por una bolsa de dinero que ni les va ni les viene, han matado, se han ido sin pagar, se han metido en una casa de la cual no sabemos nada del dueño ni de quien la habita, y se ponen a discutir por 20 maravedíes, locos, están todos locos, me parece un buen grupo...

Realmente, yo estaba vagando hacia tiempo por todos loslugares buscando diferentes cosas que necesitaba, y dije sin pensarlo mucho:

-Acepto señor.

Que cumpla la misión es otra cosa, pero claro, si no lo hago no cobro, lo cual, tampoco me va a quitar el sueño.

Al ver cómo aquel judío se hacía cargo del herido, y del dinero que cambiaba de manos, Ahmed pensó en su bolsa vacía, y en que probablemente nada iba a cobrar del soldado al que había salvado la vida.

Maktub!⁽¹⁾ -pensó, mirando a lo alto y mostrando al cielo sus palmas ensangrentadas.

Sobresaltándose al ver la suciedad, inmediatamente pidió a uno de los asistentes que por allí deambulaban:

-Habib, ¿mi traes agua para lavar? -y procedió a asearse diligentemente.

Siguió al caballero hasta que se recogieron en el apartado callejón, y se esforzó en seguir el hilo de la conversación. Claramente, allí había dinero.

¿Algo legal? -reflexionó-. ¡Estúpido rumí⁽²⁾! Si fuese algo legal lo anunciaría a voces en la plaza... Y veinte maravedíes, sólo para empezar, no son poca cosa para mí.

-Contad conmigo, Sidi -declaró-. ¿Quí hay que haser?

¿Veinte maravedíes? - pensé era casí la misma cantidad que podía ganar en medio mes, pero tampoco era una oferta como para lanzarse como un loco antes de saber más de que trataba, como dice mi padre "un hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios"

¿De que se trata?

Quizás tanta muerte no merecía la pena pero había recuperado su bolsa con todo el dinero y eso era lo que le importaba. La providencial aparición del encapuchado había sido de gran ayuda para evitar una auténtica masacre mas lo que no pudo conseguir fue que alguno de los hombres que le habían acompañado en aquella persecución perdiera la vida o estuviera a punto de perderla.

Por los muertos ya nada se podia hacer pero por los vivos aún había una esperanza así que Bermudo, al igual que el resto de los que habían formado parte de la escaramuza, siguió al encapuchado por calles y callejas hasta un lugar seguro donde los heridos pudieran recobrar pronto la salud. Pero no se detuvieron en la casa del judío... siguieron hasta llegar a otro callejón apartado de oídos y miradas indiscretas. Bermudo reconoció la cruz que llevaba el encapuchado en el pecho y respiró aliviado, era uno de los hombres de la Orden de su tierra y eso no podía ser mala señal, aunque la propuesta que les hizo le dejó con una sensación extraña en el cuerpo.

- Asuntos extraños se debe traer entre manos cuando precisa ayuda urgente de gente tan dispar. ¿Acaso no puede contar con los de su Orden? Podemos tratar estos asuntos alrededor de una buena jarra de vino... -Miró a los infieles por un segundo.- o de un té... yo invitaría por supuesto, en agradecimiento por recuperar mis dineros.

Parece que las cosas van a su cauce, la persona que había sido robada, quería invitarnos a una jarra de vino, por fín se mostraba la gratitud tan esperada.

Dos de los musulmanes aceptaron sin dilación el encargo, mientras que el otro se lo pensaba (Abid), aunque parecía que iba a declinarse en favor de la causa del caballero cristiano... Ironías de la vida, que ayudar al prójimo no es suficiente para el cristiano de a pie, que los tres peninsulares sospecharon de un hombre de bien, un caballero de Calatrava... ¿Habrase visto? ¿Acaso en juicios de desazon e ilegalidad habría de meterles quien una cruz bordada y bien bendecida lleva en su pecho?

¿Alguien en su sano juicio daría veinte monedas de oro a unos extraños así como así? -dijo Casimiro-, claro que no. Pero yo he visto que sois capaces de ganároslos y muchos más. Este dinero, si aceptáis la misión, es el pago inicial, luego habrá más. Os sugiero que comáis con el o descanséis un poco. Ahora bien, yo sólo soy un mensajero, señores. Comprendo vuestra curiosidad, ¡yo mismo dudaría si viniera tan de repente! Pero si de verdad queréis el trabajo, deberéis acudir a maitines* a la puerta de la Iglesia de San Miguel.

Tras hacer un corto silencio, mirar de nuevo a un lado y otro de la calle, finalizó.

No puedo decir más. Debéis tratar el asunto ahora mismo, debo saberlo.

Y se quedó esperando a los indecisos.

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Casimiro no os puede dar más información. Debéis elegir los que no hayáis hecho.

A media noche...

Diego torció el gesto poco convencido. El corte encima de la ceja le escocía como un demonio y rabiaba por no haber podido cortar la mano al mozo. Siendo a media noche la cita podía it a presentarse como el nuevo alguacil jefe. No estaba mal del todo tener dos salarios y, en todo caso averiguaría de que se trataba antes de hacerlo.

¿Donde se habrá metido el imbecil del chico? pensó mientras se preguntaba donde estaría el muchacho y el caballo

A maitines nos veremos entonces