Partida Rol por web

–Vaya aflojando esas monedas y le sirvo la siguiente ronda, que en esta casa fiamos sólo a los amigos – aseveró con seriedad al ver de qué pie cojeaba su cliente. Tantas horas tras la barra le habían hecho perro viejo y por tanto con buen olfato para discernir entre los buenos pagadores que merecían ser fiados de los que no.

–Pero la información es gratis, si no le encuentras en el Hotel es más probable que esté echando una ojeada a las tierras para asegurarse de que todos trabajen. No es asunto mío, pero os aconsejo si queréis conservar el trabajo y ganaros el jornal estar dondequiera que os…

El final de la frase fue silenciado por el ya familiar sonido de un disparo. Sonaba a un revólver.

–¿Oye, eso?

Eran las primeras horas del día y a aquella hora pocos había en aquel lugar, sin embargo, todos habían dejado de hacer lo que quiera que estuvieran haciendo para prestar atención buscando confirmar que habían oído bien. Un segundo disparo provocó que varios se levantasen y con miedo mirasen al exterior con morbosa curiosidad, pero sin abandonar la seguridad del lugar.

–¡Es en la oficina del sheriff! –gritó tras un tercer disparo, uno de los que estaban por allí. 

Le tira un par de monedas al hombre cuando escucha el disparo. Robert se levanta del asiento y con una sensación que no había sentido en hace años se dirige a la puerta con paso decidido. Robert no pensaba en nada, por primera vez en mucho tiempo volvía a ser el soldado... Sale fuera del bar para ver que pasa pero justo en el momento que sale, la máscara se cae y se rompe en mil pedazos.

En el exterior vio Robert a un tipo de rostro desconocido, se encontraba agazapado varios edificios más allá, intentaba asomarse con discreción por la puerta hasta que decidió entrar, sonó un disparo y varios cristales rotos volaron, y otro disparo.

De pronto se hizo la calma en el pueblo, todos los pájaros habían salido volando hace mucho tiempo y el cielo estaba totalmente abierto y tranquilo. Más de uno se aventuró a salir a la calle sin abandonar el porche, mirando en dirección al origen de los disparos. Todos estaban desarmados u ocultando su arma con el temor a ser considerado una amenaza por los autores de aquel tiroteo y se miraban interrogantes esperando encontrar en alguien, la información que a ellos les faltaba.

Se escuchaban voces amortiguadas por la lejanía del espacio y de pronto… Un disparo con más potencia que los anteriores que provocó que los pocos valientes corriesen por sus vidas. Tras aquel último disparo no vino ninguno más, pasaron cinco segundos, diez, medio minuto, el tiempo corría lentamente mientras el sudor perlaba las frentes de todos. No era verano pero todos tenían calor en aquel momento.

<<¿Qué estoy haciendo aquí?>> Se preguntó Robert cuando salió del bar. Toda su seguridad se había desmoronado... Escucho los disparos y después el silencio. Se quedo de piedra y recordó aquel disparo de hace años... Robert volvió a vivir ese día e incluso llegó a sentir como se le volvía a abrir viejas heridas. <<¿Qué hago, qué hago, qué hago, qué...>> Un temblor comenzó a recorrer su cuerpo y esos temblores no eran causados por el alcohol.  

Robert escuchó el último disparo y cerró los ojos. Vio a James morir, se vio en el suelo... Una idea surgió en su cabeza <<Ya no eres Robert, Robert murió aquel día, ahora eres Homer. Homer Smith>>. Abrió los ojos y marchó hacia el lugar dónde escuchó los disparos.  

Su mente intentaba decirle que parara, que diera  media vuelta, pero un ejercicio de voluntad se lo impedía. Su mente le decía que hoy era el funeral de Robert Ford y también el bautizo de Homer Smith.

Su paso era seguro, pero la mano que tenia apoyada en el revólver estaba temblando .

Tras reunir valor el ex-confederado avanzó por primera vez con dudas, con cada paso fue reuniendo valor hasta que sus pasos iban más cargados de aplomo. 

Llevaba el recién bautizado como Homer Smith un par de decenas de pasos cuando vio que un hombre salió del edificio intentando pasar desapercibido, era algo más bajo que él más lo que llamaba la atención, además de la carabina que llevaba, era el sombrero de ala ancha propio de los mexicanos. De pronto levantó la mirada y se dio cuenta de que le estaban viendo.

- ¡No intentes nada o te agujereo entero! - Le amenazó. 

Robert se quedó paralizado al ver al Mexicano. Estaba sopesando sus opciones mientras hablaba.

-Tran-Tran-tranquilo home- Robert comenzó a a hablar como un borracho y comenzó a tambalearse lentamente. Pensaba que haciéndose pasar por un borrachos le dejarían en paz <<nunca he sido buen actor, joder.... ¡Qué idea!>>.

- Solo querrrrria meeee a- Comenzó a mover su mano dando giros extraños intentando señalar un rincón. 

El ex-confederado estaba rezando por primera vez en mucho tiempo que el Mejicano le creyera...

—No amigo... —le dijo el mexicano agarrándole por debajo del hombro para a continuación apuntarle con el cañón de su revólver—. Ahora vendrás conmigo. 

Empezó a tirar de él con fuerza mientras no cejaba en su empeño de apuñalarle con su arma haciéndole pasar disimuladamente a lo largo de varias edificaciones hasta que llegaron a un edificio que rápidamente reconoció como la oficina del enterrador. Estaba construido con la misma madera que el resto del pueblo, el único detalle característico era el porche negro y un par de ataúdes que se estaban estropeando por el paso del tiempo a un costado. Abrió entonces su captor la puerta y sin delicadeza alguna lo metió dentro.

—¿Que haces aquí? —inquirió el ocupante de aquel edificio, vestía ropas de estricto negro cuyo único alivio al color oscuro era una camisa blanca que asomaba bajo las solapas de su chaqueta. Empuñaba una escopeta de doble cañón hacia los recién llegados.

—¿Has matado al ayudante? —preguntó sin esperar que respondiera a la primera de sus preguntas, en ese momento su mirada se posó en el rehén y en el captor como si estudiase sus opciones.

Tuvo lugar entonces un enfrentamiento dialéctico entre los dos:

– Baje el arma Scott... –dijo el pistolero mientras apuntaba al enterrador con el revólver.

–Ya hice el trabajo – insistió sin bajar su arma–. Tienes trabajo ahora. 

–No sé qué crees que estás consiguiendo –replicó en enterrador mientras volvía a mirar al rehén.

Robert se cagó en todo cuando su plan no funcionó aún así continúo haciéndose el borracho. Mientras le llevaba dijo:

-¿quee? La madreeeee de las compañeraaa viaja en tran...- El ex-confederado cantaba una canción sin mucho sentido. Cuando le le mete dentro del edifico trastabilla un poco mostrando que le falta equilibro. Cuando ve al que supone que es el enterrador, Robert decide jugárselo todo a una carta.  

Robert dijó:- Creooo que voy a potagrgg- sin acabar la frase se dobla sobre si mismo y hace como si fuera a vomitar. Pero es una simple "tapadera"...  

Una vez que Robert está intentando vomitar, aprovecha la confusión para apartar la arma del Mexicano de él y forcejear con su captor para inmovilizare.  Durante unos breves instantes el ex-confederado vuelve a pensar como un soldado, aunque hay cierto aire de inquietud en él, no sabe si lo que acaba de hacer es demasiado temerario. <<Me tendría que haber quedado bebiendo-piensa Ford.>> 

Amagó el falso borrachín de echar hasta su primera papilla cuando de golpe la tensa calma se rompió con el brusco movimiento de Homer Smith: 

—¡Órale pues! -gritó el del sur en un español que le sonó a chino al ex-confederado—. ¡Ya te la pelaste! 

La última frase quedó silenciada por el estruendo del disparo de la Peacemaker, una bocanada de humo lo cubrió todo mientras el cuerpo del difunto enterrador caía violentamente hacia atrás con un disparo en la cabeza¹. 

No hubo tiempo para más reflexiones, en ese momento el beodo de golpe pareció adquirir lucidez y se abalanzó puños en ristre a por el mexicano que ya llevaba dos muertes aquella mañana, sin embargo Joaquín anduvo ágil de reflejos y consiguió apartarse a tiempo de ver cómo el puñetazo de aquel hombre golpeaba el aire².

Definitivamente había sido una mala idea aquel acto de valentía...³

–¡Ya bájate los huevos! - protestó el asesino mientras le apartaba alzando la pistola para poner una tregua entre los dos. –¡No hay pedo, más! 

Aquellas frases incomprensibles para un yankee, trataban de ser conciliadoras. Una vez lo creyó así, el mejicano se echó varios pasos atrás y dejó de apuntarle. Acababa de cometer el segundo crimen del día y no quería cometer un tercero. Con un poco de suerte nadie habría escuchado ese nuevo disparo y si alguien lo había hecho, podía tener el tiempo suficiente como para registrar la vivienda de aquel hombre y llevarse lo que necesitara para sobrevivir hasta el próximo pueblo.

–No  quiero hacerte daño– le dijo al borracho–. Sólo quédate quieto mientras cojo lo que necesito y luego me iré...

Una vez confirmó que el único testigo de los acontecimientos parecía obedecer empezó a registrar toda la estancia, únicamente se detuvo en un cajón donde encontró una derringer y en un ataúd situado a un lado de la estancia donde sin dudar mucho acabó por registrar para encontrar un fajo de billetes.

<<¡Por una vez que estoy sobrio!- pensó Robert sin mucho entusiasmo.>> El ex-confederado contemplaba como el Mexicano le había dejado de apuntar y como estaba revisando el lugar, Robert no se lo pensó mucho, no comenzaría un combate, había comprobado que había perdido experiencia, pero tampoco le dejaría irse así de rositas, había cometido un asesinato <<Como si tú no lo hubieras hecho nunca-pensó.>>

Robert se acercó la mano donde tenía la colt, pero no la cogió, solo quería sentirse seguro... Comenzó a moverse  lentamente de manera algo errática por la habitación, aunque su objetivo era llegar a la puerta sin que el hombre lo notara. Mientras caminaba comenzó a hablar.

-Creo que no nos hemos presentado como es debido, yo me llamo Homer Smith ¿y tú?- Suspiró  y continuó- Por cierto, ¿no tendrás por casualidad un cigarrillo?-  Robert esperaba un milagro... 

Joaquín se palpó el pecho sin dejar de mirar a Smith. Metió la mano en el bolsillo de su camisa y lentamente sacó dos puros. 

–Tengo puros. –dijo–. Joaquín.  Joaquín Vélez –se presentó.  

Acto seguido agarró el dinero y el arma que acababa de encontrar y se dispuso a salir del lugar, no sin antes recargar el tambor de su revólver.

–Y ahora, señor Smith –agregó–. Voy a marcharme. Ese hombre me tendió una trampa y cuando volví a pedir explicaciones... –negó con la cabeza–. Bueno, ya sabes el resto. Espero no me delates... 

Y habiendo  dicho aquello se marchó. 

El ex-confederado aceptó el puro y no reunió el valor suficiente para retenerle, también tenía pinta que el hombre era una persona con honor... <Otra vez que no haces nada...>

-Muchas gracias. - dijo mientras fumaba el puro- Espero no ofenderle cuando le digo que no espero que nos volvamos a ver, que tenga suerte en la vida señor Vél.. es...- Robert le ofreció la mano y le despidió.

Miró al hombre marcharse mientras pensaba en el día que Robert murió...

No tardó Joaquín, o como sería apodado desde aquel momento en Cotton Moore “El Mexicano”, en poner tierra por medio dejando atrás la estela de una nube de polvo. Dejó como recuerdo de su paso, dos cuerpos rodeados por un charco de color rubí.

Cuando el sonido de los cascos alejándose se había convertido en poco menos que un susurro, varios cuerpos tímidos volvieron a asomar por la calle. Miraban en la dirección en la que “El Mexicano” se había marchado para ver únicamente el polvo del camino. Entonces empezaron a caminar, primero de manera dubitativa y con cada paso ganando en decisión hasta la oficina del Ayudante primero, y la del enterrador después.

La cobardía no tardó en ser sustituida por los chismes y las habladurías y aquello acabó por llegar a los oídos de los contratadores de Homer Smith.

–Dicen por ahí que estabas cuando pasó todo – fue lo primero que le preguntaron. En aquel momento nadie parecía dar importancia al detalle de que no estaba en su presunto puesto de trabajo.

Le pidieron que contara la historia, después le pidieron que la repitiera una segunda vez, aquella vez le interrumpieron en repetidas ocasiones para preguntarle detalles en los que apenas se había fijado pero que para ellos parecía ser importante.

–Entiendo… –valoró Arthur Moore cuando se dieron todos por satisfechos. Se repantigó en su asiento y se pasó una mano por su barba blanca desde hacía varios años.

–William, Asa… ¿Creéis que esa traición… pueden ser los hijos de puta de los irlandeses jodiéndonos otra vez para quitarnos de en medio? –preguntó.

–Estaba ese chico -Aquel chico hacía años que dejó de ser un joven-, a sueldo por nosotros y también por ellos. Quiero decir, ellos también pueden llevar armas por el pueblo. Esto puede significar una declaración de guerra.