Permanecéis en silencio mientras vuestro coche deja atrás la reserva natural y conectáis con la carretera interestatal en dirección a Gary. Cada uno está perdido en sus recuerdos. El olor de la gasolina ardiendo, los alaridos de dolor de aquella mujer o cosa con voz de mujer abrasándose.
- Por Dios, soy Marlene, soy la mujer de Clyde, él me encerró, estaba loco... ¿qué hacéis? No prendáis la gasolina, no, no, nooooooooooooooo
Lleváis el baúl para vuestro supervisor. En algún momento, antes siguiera de hablarlo entre vosotros, decidís que no le contaréis el episodio del tanque séptico. Fué vuestra decisión, vuestro supervisor no tiene derecho a juzgaros ni a poner en duda lo que hicistéis. Aquello no era humano e hicistéis lo que teníais que hacer... ¿verdad?
Mañana volveréis al trabajo o con vuestras familias y haréis como si nada. Clyde Baughman vivió, participó en una decena de misiones para proteger el mundo de amenazas sobrenaturales y de las que que sólo un puñado de personas es consciente, luego murió y ya no queda nada salvo la memoria. Os llevaréis el secreto de lo visto a la tumba, será entonces, cuando vosotros también abandonéis el mundo, que no quedará nada del paso de Clyde por Delta Green. Sólo entonces misión estará definitivamente completada. Hasta entonces, mantener el silencio, será la parte más ardua.
Nunca lo sabría. A pesar de que estaba convencida de haber hecho lo correcto, a pesar de no sentir remordimientos ni culpa, justo como se sintió cuando prendieron fuego a la gasolina, lo cierto es que nunca lo sabría.
Sentada en el asiento del coche, casi hundida en él, el rostro vuelto hacia la ventanilla que mostraba el vertiginoso pasar de los árboles con los blancos penachos de nieve, Alma se sentía lejos. En una especie de limbo doloroso, extraño. Fantasmagórico. Se sintió como se había sentido cuando Delta la rescató del encierro en el que había estado alejada de la realidad durante meses.
Algo habría pasado, algo que había obligado al pobre hombre a dejarlo todo atado, aunque a la hora de la verdad no hubiera podido hacerlo, quizá no había tenido agallas, o moral. O había tenido demasiados remordimientos. Porque estaba convencida de que lo que fuera que estuviera allí dentro no era natural.
Y si lo era... que Dios la perdonara. Estaba hecho.
Cornwell tardó unos segundos en arrancar el coche mientras observaba por el espejo retrovisor. El agente sentía por un lado que había fallado a lo que fuera que estaba allí dentro. Nunca llegaría a saber si de verdad era Marlene o cualquier otra persona o criatura. O fruto de sus imaginaciones. Pero aquellas palabras lo perseguirían durante un tiempo, eso seguro.
Pero estaba preparado. Estaban preparados. O eso se suponía. El viaje de vuelta fue silencioso, mientras asimilaba todo lo que había sucedido en aquel lugar. La parte más relacionada con su trabajo, la psicológica, estaba haciendo mella a cada kilómetro, a cada gasolinera y a cada ciudad que pasaban hasta que llegaron al punto de inicio donde todos volverían a tomar su camino y donde nunca más, probablemente, volverían a saber de ellos.
Cuando Cornwell llegó de nuevo a su ciudad, después de todo el papeleo y de despedirse de sus compañeros, llamó a su mujer y, por un momento, le vinieron de nuevo a la cabeza las palabras de Marlene y toda la historia que había alrededor de lo que había hecho Clyde.
¿Era amor o era locura? Solo podría debatirlo consigo mismo, pues un Delta Green nunca desvelaba lo que había vivido.
Aliona no sabía que habría hecho si a sus hijos les hubiera pasado algo. Habría actuado igual que Clyde? no sabía bien que era lo que había pasado, pero si que había hecho algo lo suficientemente malo como para dejarlo atado a su muerte
No dijo nada en el viaje de vuelta, perdida en sus pensamientos y cerrando los ojos de vez en cuando. Sentía curiosidad por las muestras que habían encontrado y si tenían alguna relación con lo que fuera estuviera allí dentro «pero la curiosidad mató al gato»
Cuando se despidieron, Aliona fue directamente a ver a sus hijos. Con alguna que otra mentira, intentó terminar de pasar ese fin de semana con ellos. Olvidarse de lo que podría haber pasado y centrarse en ellos. Porque eso era lo único que le importaba a ella y los necesitaba cerca, más que nunca
La dinámica del viaje fue la monotonía y el silencio. Sobre las cuatro cabezas nubarrones de inquietud amenazaban con ponerse a descargar. A los agentes de Delta se les preparaba para estas difíciles decisiones, pero quedaba un poso de amargura en el corazón.
-Hemos hecho lo que teníamos que hacer. –afirmó, intentando imprimir en su voz, confianza y seguridad – Clyde no estaba loco. No todavía en ese punto de no retorno. Le faltó la determinació que hemos tenido nosotros. Es normal, en él contaban los profundos sentimientos hacia su esposa.
Posó una mano sobre el hombro de James. Apretó un poquito, transmitiendo ánimo.
Después de estos comentarios, cayó. Se sumió en la visión muda del paisaje, esperando a la próxima parada. Se tomaría un café y ocuparía el asiento del conductor para relevar a Cornwell.
Clyde y Mariene. Que ambos descansen en paz