Partida Rol por web

- ¿¡El desierto de Gobi!? - no sabía ni dónde estaba, pero parecía muy lejos. Marta se lo explicó, y fue aún peor. -​​​​​​Pufffffff...- todo esto era una locura. ¿Peste negra? Eso sonaba realmente mal. Pero parecía que sólo había una forma de salir de esta, y era hacia delante. Se recompuso como pudo. Tenían una ruta, un objetivo, y se aferraría a eso como a un clavo ardiendo.

- Parece que no queda otra... Adelante, muchachos. Vamos allá. - dijo casi para animarse a sí mismo.

Decidís partir. El sol está cayendo y si antes quedaba poco para que anocheciera ahora queda menos pero todavía hay luz. Lleváis la tienda de campaña plegable, una garrafa cada uno, las ropas que habéis encontrado que las guarda Juanga en su mochila* y también el mapa, la brújula y los libros. Vamos, que vais bien cargados.

Salís bajo el sol y avanzáis por la arena mientras entre Juanga y Marta interpretan el mapa para seguir el rastro. Andáis un buen rato y  vais a buen ritmo Estáis en forma pero llegado el momento Juanga y Marta no pueden avanzar mucho más cargando las garrafas.

No sabéis exactamente cuanto tiempo ha pasado desde que salisteis de la tienda pero se os ha hecho eterno. Empieza a anochecer y decidís que hay que avanzar todo lo que se pueda mientras podáis. Serguei, el más fuerte de los 3, se hace con dos de las garrafas mientras Marta y Juanga se turnan una. Eso parece funcionar pues avanzáis un rato bastante más largo. 

Llegado el momento Serguei no puede con el peso de las dos garrafas y está cansado. Ha aguantado bastante más de lo que parecía que podía, ha hecho un esfuerzo. 

Estáis cansados de andar y andar. Para cuando no podéis más ya es de noche hace un rato y empieza a refrescar. Os tenéis que poner la ropa de abrigo. Calculáis que tienen que quedar unas horas todavía para el amanecer.

- Buff, cómo pesa la garrafa esta... Joer Serguei, estás fuerte, ¿eh? Cómo se nota el gimnasio... - se sentó un momento en la arena para descansar, estaba hecho polvo. Aprovechó para abrigarse y le pasó las ropas a sus compis - Qué frío, ¿no? Oye... ¿Creéis que vamos bien siguiendo el norte? Ofú, estoy molido... ¿Y si paramos un rato? Cuando salga el sol no podremos andar mucho, pero es que estoy reventado. ¿Sacamos la tienda?

Probablemente entre que no estábamos habituados a caminar por el desierto y que encima íbamos cargados, empezó a darnos problemas todo - madre mía, cómo pesa la garrafa. No puedo con ella - y no soy la única, veo que Juanga tampoco puede. Pero aparece Sergei para echar una mano, en este caso dos y transportarlas como si nada - estás fuerte, vaya cómo te cuidas. 

El frío empieza a hacer acto de presencia, aunque el verdadero enemigo era el sol y el calor, sin despreciar a la noche y el frío - de noche nos orientamos a través de las estrellas, como en la antigüedad - el mejor plano siempre había sido divisar el horizonte, lo hacían los marinos y cualquiera en aquella época - las estrellas son las mismas de nuestro tiempo, nos acompañan en este viaje. 

- Venga, sácala y descansemos un poco (la tienda). 

- ¿Las mismas estrellas que en nuestro tiempo?-  Parafraseó Juanga - Al final me voy a creer que hemos viajado en el tiempo... - La veía tan convencida... Y es que Marta no era ninguna idiota. ¿Pero y si se había vuelto tarumba con el viaje extraño que habían sufrido? Empezaba a preocuparse por ella. Tal vez le hubiera dado mucho el sol, o se hubiera dado un golpe, qué sabía el...

Mientras Marta hablaba, Juanga quitó el tapón de una de las garrafas y echó un trago. Se atragantó y empezó a toser cuando su amiga puntualizó que la sacara (la tienda). ¿En qué estaba pensando? Sin decir palabra, sacó la tienda Quechua y la tiró sin pensar muy bien lo que hacía.

El avance había sido a buen ritmo en los primeros kilómetros, pero a la larga Juanga y Marta les cuesta mantener el ritmo por culpa de las garrafas de agua. Echas una mano y llevas dos mientras tus compañeros se van repartiendo la otra, y parece que la cosa funciona, puesto que seguís avanzando a buen ritmo. Sin embargo, llega un momento en que ya no puedes más. Tanto andar y el peso que llevas hace que puedan contigo. 

Estoy muerto- dice finalmente a sus compañeros- por mucho que quiera ya no puedo seguir más. Lo mejor es que paremos a descansar unas horas y cuando empiece a amanecer sigamos la marcha. A primeras horas de la mañana no hará tanto calor. 

Sonrio ante las palabras de Marta de “sacar la tienda” y que Juanga estuvo apunto de atragantarse con el agua. Al menos, no faltaba el sentido del humor, algo que era positivo y venía bien ante esta extraña situación. 

Creo que vamos a tener que apretujarnos en esa tienda, porque dudo que sea para tres. 

La sacáis (la tienda) y se monta sola (seguimos refiriéndonos a la tienda).

Serguei tiene razón, la tienda es para dos. Os tendréis que apretujar o dormir uno fuera y el resto dentro. O turnaros. Hay diversas opciones. 

El caso es que al poco rato caéis rendidos. Estáis muy cansados y el estrés de todo lo sucedido no consigue frenar el sueño. Tenéis sueños extraños, parece que el cerebro se os ha revuelto un poco con el flash enorme y la llegada a ese cerebro pero por suerte no hace frío por la noche, algo ha refrescado pero no lo suficiente como para que lo notéis como un problema

Los primeros rayos de sol os comienzan a despertar. Habéis descansado, tal vez algo apretados, pero por lo menos habéis dormido del tirón. Cuando salís de la tienda vuestro único desayuno es el agua. No tenéis más comida que la que tenga Juanga olvidada por su mochila. 

Mientras debatís que hacer escucháis cascos de caballos que se acercan a vosotros. Los conseguís divisar a lo lejos, se acercan muy deprisa. Podéis salir corriendo, sí... pero no tardarían en alcanzaros. 

Cuando ya los tenéis al lado frenan. Podéis verlos, son lo que parecen guerreros salidos de una partida de rol en vivo con Dorne como escenario o unos frikis muy frikis fans de la fantasía medieval. Llevan sus lanzas y sus armaduras. Os  dicen algo que no entendéis y os apuntan con las lanzas.

Seguís estando en el desierto. Empieza a hacer calor y ahora hay unos soldados que os apuntan con sus lanzas (armas) y os hablan en un idioma que no conocéis. 

Algo entiendes... muy poco, solo pinceladas. Hablan lo que es el chino antiguo que tienen un nombre específico pero no lo recuerdas en ese momento, pero identificas el idioma. 

Puedes hablarlo un poco, escuetamente. 

Lo que os están preguntando los hombres es quienes sois y qué hacéis ahí. 

Hacía mucho tiempo que no dormía tan apretado, y con Marta allí tan cerca no sabía si podría conciliar el sueño. Por fortuna Serguei se colocó en medio. Uf, menos mal. Junto al maromo que era Serguei no habría malos entendidos. Cuando se despertó, estaba abrazado a él. - Joer, qué estrechuras. Elisa podría haber dejado una tienda pa tres... - decía mientras trataba de salir de la tienda. Una vez fuera, aprovechó para buscar algo de comer en la mochila y ofrecer a sus amigos antes de seguir caminando. Con tantas emociones ya ni se acordaba que la llevaba ni qué había echado en ella, pero la había llevado colgada desde que salió de su casa.

Y en esa estaba cuando vio aparecer a los jinetes. - ¿Pero qué cojones...? ¿Estos "romanos" de dónde han salido? ¿Qué son, figurantes de Ben Hur? Joder, que llevan lanzas de verdad. Verás que todavía nos trinchan. - Juanga levantó las manos en símbolo de paz - HOLA, NOSOTROS SER AMIGOS - hablaba como si fueran sordos - VENIR EN SON DE PAZ. NOSOTROS BUSCAR A ELISA. EELIISAA. ¿SABER SI ESTAR POR AHÍ?

Serguei se colocó en medio a la hora de dormir, no por nada en particular, pero como nadie tuvo queja alguna, ahí se quedó. Su noche no fue cómoda que sigamos, pero con toda la experiencia vivida hasta el momento, pude tener un descanso más o menos reparador, dentro de la situación actual.

Tras despertarse y dar un ligero empujón amistoso a Juanga por su capacidad de abrazarse a él mientras dormía. Tras levantarse y tomar un trago de agua, comenzaron a discutir qué hacer a continuación cuando de pronto del horizonte vinieron unos jinetes con una actitud no muy amigable. Serguei alza las manos para indicar que no va armado y que no tiene actitud hostil (tampoco podía hacer más en esas circunstancias). 

Juanga, no estas hablando con sordos, simplemente no saben hablar nuestro idioma- dijo a su compañero- alzad bien las manos y no hagáis movimientos raros. No los han apuñalado nada más vernos así que quizás no tengan una actitud agresiva... al menos de momento. 

Al final, aunque la tienda fuera de dos, acabamos los tres dentro. Me desperté y descubrí que ninguno había intentado nada de noche, es más tenía espacio... Serguei se había girado para el otro lado y porque no tenía batería en el móvil que sino habría lanzado varias fotos para luego subirlas haciendo una broma a fb, al final habían acabado abrazados, lo que hace el amor y los sueños jjjjj

Total que, nos levantamos, nos estiramos un poco mientras Juanga hurga en su mochila a ver qué tiene aparte del agua con el que desayunamos. Pues así estábamos hasta que vimos cómo se acercaban a nosotros varios jinetes, pronto estuvieron al lado. Al principio me recordaron a los guerreros de Xian, luego tuve dudas de que no fueran una recreación misma o quizás algo más real - ¡Silencio! A ver qué dicen... están hablando - traté de entender lo que decían, era una lengua con algunos sonidos que se me hacían conocidos, pero tampoco lo sabría hablar - es chino antiguo o remoto - había palabros que decían que sonaban como cuando alguien habla la lengua del Quijote con respecto al español moderno.

"Somos... mercaderes de tierras lejanas... no armas..." (lo trato de decir en chino antiguo)

Se me ocurrió decir para evitar cualquier tipo de suspicacia, teníamos ropas extrañas con respecto a ellos y éramos de otra etnia - Podría colar ¿o no? - tampoco les iba a tratar de explicar que venimos del futuro porque se podrían volver locos o tomarnos a nosotros por tales y/o matarnos. 

Juanga saca de su mochila unas barritas energeticas que coméis sin demora acompañados de algo de agua. Poco tiempo os da para hablar o planificar cuando llegan los jinetes.

Entonces suceden varias cosas muy rápido después de vuestras reacciones. Cuando Juanga habla y alza los brazos podéis notar que se ponen nerviosos y en cuanto menciona el nombre de Elisa los jinetes se miran unos a otros. Uno de ellos, el que parece tener unas ropas más bonitas, se baja del caballo y os inspecciona a un par de metros de distancia. Pocos minutos después el resto de jinetes se baja también del caballo. Se acercan a vosotros despacio.

Cuando Marta habla la miran con extrañeza. Por las ropas, por ver una mujer tan blanca y tan rubia y por ver a una mujer mercader seguramente. Bueno, y por su acento del chino antiguo que debe ser una cosa bárbara.

Parece que no tienen claro que hacer y el jinete que parece el lider fija la mirada en Juanga y se acerca a él- ¿Elisa? - repite y mira alrededor. - ¿Elisa? - pregunta de nuevo - ¿ELISAA? - grita.

No hay eco porque la voz no puede golpear en ninguna pared física pero no se oye nada más en ese desierto...

Hace una señal a sus hombres y tres de ellos se acercan con rapidez a vosotros y veis que sacan unas cuerdas para ataros mientras otros cuatro os apuntan con las lanzas.

Serguei tenía razón. Los chinos que tenían delante eran prudentes, pero no parecían agresivos. Si los hubieran visto como una amenaza ya los habrían pinchado como a unos pinchos morunos... así que eso era buena señal, suponía.

- ¿Desde cuándo sabes chino, Marta? - Desde luego, era sorprendente lo que su amiga guardaba en esa cabecita.

Cuando el chino pareció reconocer el nombre de Elisa se alegró muchísimo: - ¡SÍ! ¡ELISA, ELISA! -Exclamó asintiendo. Pero su alegría fue breve. Cuando vio la reacción del lider gritando y que sacaron unas cuerdas para atarlos, su sonrisa se congeló y su rostro palideció. - Mierda, mierda, mierda. Marta, rápido, ¿sabes si "Elisa" en chino significa "me cago en tus antepasados" o algo así? - Y siguiendo el consejo de su amigo, levantó las manos intentando parecer el hombre más pacífico y dócil del mundo.

Por extraño y difícil que pudiera parecer no nos habían matado, de acuerdo que eso podía variar en cualquier momento pero que se bajaran del caballo creo que no fue un mal síntoma. Lo de que Juana dijera el nombre de la profe y aquellos chinos lo encontraran curioso ya no sabría catalogarlo. 

- No hablo chino pero estudié historia y la filología antigua suele compartir raíces... - no me pareció muy prudente empezar con un rollo justificante de idiomas y conocimientos, no delante de ellos. 

- *¡Elisa! ¡Elisa amiga nuestra! Nosotros buscar - parecía que a partir de su nombre podíamos establecer un principio de comunicación, a ver adónde nos conducía... 

Serguei analizaba la situación, sopesando opciones, que no eran muchas. El combate estaba descartado. En clara inferioridad numérica, los árabes estaban armados y tendrían todas las de ganar. El combate desde luego estaba descartado.

Solo quedaba la segunda opción, que era el plan que estaba haciendo Marta gracias a la habilidad de Juanga de pronunciar el nombre de Elisa en el momento correcto.

A ver si con tus palabras consigues algo- le dijo a Marta- en cualquier caso, no os resistáis. No merece la pena tener líos con estos tipos en estos momentos. 

Las palabras de Marta hacen que los soldados se paren. Se miran entre ellos. Podéis ver como uno de ellos, el que parece el líder, sonríe. Hablan entre ellos. 

Esta vez el líder se aleja de Juanga y se acerca a Marta con una sonrisa que os da mucho mal rollo. Mira a Serguei y a Juanga. 

-.......................  Elisa, .................  Elisa. - dice a Marta en chino y tuerce la cabeza. A un gesto de su cabeza el resto de soldados os coloca las cuerdas en las manos y en los pies para inmovilizaros.

Ni una palabra más- dijo a sus compañeros. No estaba surtiendo ningún efecto, más bien al contrario, y la mirada que le había lanzado a Marta no le había gustado en absoluto. 

Tío, tío, tío, ¿por qué le sonríe así? Pensaba. En otra situación, Juanga habría dado un empujón, sin cortarse un pelo, al majara que hubiera sonreído de esa forma a Marta , al grito de "¡Túu, chalao, con MI Marta no, ¿¡eh!?". Sí, en otra situación lo hubiera hecho. En una en la que no estuvieran apuntándoles con lanzas. Se mordió el labio con impotencia mientras le ponían las cuerdas, sin abrir la boca. Serguei tenía razón, mejor no abrir la boca. Pero como el chino de los huevos le hiciera algo a su amiga...