Partida Rol por web

Estaba claro que había que avanzar. La suerte de los niños es que a veces no son capaces de tomarse tan en serio la realidad como los adultos. Al menos la mayoría. Paquito era el más analítico del grupo y eso se notaba en la situación actual, ya que parecía ser el único en darse cuenta de lo extraño de aquella situación.

Al avanzar por el pasillo llegaron hasta la puerta metálica. Estaba cerrada y tenía un panel delante con números. Todo muy futurista, como en aquella serie de los aliens invadían la tierra y se descubría que eran lagartos humanoides. Ahora que se fijaban el conjunto que estaban viendo bien podría ser un escenario de aquella película ¡o una nave espacial de verdad!

El caso es que a medida que se aproximaban a la intersección del pasillo —y con ello al ventanal— escuchaban unos ruidos como los que haría una fábrica o cadena de montaje.

—¿Eh? ¿De dónde vienen estos ruidos? —Acabó preguntando Paquito tras mirar en derredor una y otra vez —. Es como un ruido mecánico. 

Avanzó unos cuantos pasitos más y acabó por mirar al ventanal. No tenían ninguna otra opción y toquetear aquellos botones podrían ser una mala idea.

—Tenemos que buscar alguna prueba de que hemos estado aquí y volvernos... Si lo hacemos pronto es posible que el castigo sea más leve. Creo que mis padres tal vez lo entiendan —acabó por conjeturar.

—¿A ver? —preguntó el Andoba haciendo pantalla con su mano para poder escuchar mejor—. Sí que suena raro. ¿Qué rayos será?

Con cuidado, trató de acercarse hasta la intersección del pasillo. Ahí había algo raro y tenía que saber lo que es. Al fin y al cabo, ¿para qué habían subido allí si no? ¡Algo tenían que encontrar para poder fardar cuando bajasen!

La pantalla de la puerta atrajo a Yule sin remedio. Esas lucecitas, hmmm cómo funcionará ese mecanismo? Tendrá cables visibles? Miles de imágenes y números se cruzaban por su mente mientras miraba ese rectángulo pellizcandose el labio.

Yule se dio cuenta de que el panel requería pulsar una combinación. Pero nunca había visto nada semejante. Los números no eran teclas sino que estaban dibujados en una pantalla como de televisión pequeña, muy plana. Jamás había visto nada parecido, ni siquiera en las películas¹. Por desgracia tampoco veía cables o mecanismos adicionales por lo que le resultaba imposible comprender como abrirla sin saber la combinación exacta.

Sus compañeros se adelantaron hasta el ventanal. Ocupaba todo el pasillo transversal, pasillo que por cierto terminaba por ambos lados en una especie de puertas redondas de nave espacial, como las de la Guerra de las Galaxias. ¡Aquello era flipante! Pero más flipante era lo que vieron a través de la cristalera.

Era la planta de una fábrica. Un enorme espacio en la que había un montón de máquinas y brazos robot, como si fuera una fábrica de coches. Pero por las cintas rodantes no había vehículos sino unos tubos largos y grandes llenos de líquidos con algo dentro. ¡Cerebros! Cada uno de esos tubos llevaba un cerebro al que le conectaban cables. Era una cosa muy extraña pero resultaba peor ver quienes eran los operarios: unos enormes insectos de tamaño humano: seres rosados de alrededor de un metro y medio de altura, con cuerpos de crustáceo provistos  de alas membranosas y varios grupos de miembros articulados. En el lugar donde podría encontrarse la cabeza recordaba más a un hongo del que salieran un montón de antenas. ¡Eran horribles y había al menos una docena de ellas pululando por el lugar!

¿De dónde salían aquellos cerebros? ¿Qué eran aquellos insectos? ¿Dónde estaban? ¿Qué estaba pasando? Las preguntas eran tantas y tan terribles sus connotaciones que los niños se sentían sobrepasados por todo aquello².

Güendolin todavía estaba en el ascensor buscando una manera para impedir que bajase cuando éste se activó y la puerta comenzó a cerrarse. Instintivamente pasó la mano por el medio y la puerta se abrió otra vez. La chica, que todavía no había visto los horrores de la fábrica, suspiró aliviada. El besugo estaría intentando llamar al ascensor pero mientras pudieran bloquear la puerta ganarían tiempo.

- Puñetas!! No entiendo cómo funciona el aparatejo este.... Güen! Qué buena idea sostener el ascensor! Qué te parece si de alguna manera... No sé... Poniendo varias chaquetas en la puerta evitamos que se cierre y tú puedas salir de donde estás?? Creo que los chicos tienen problemas!!- le propone Yule viendo la cara pálida de sus compañeros al final del pasillo tras ver... Algo que seguramente sería horrorosamente extraño.

Yule pilla su chaqueta e intenta hacer un revoltijo con ella, una vuelta por aquí.... Otra por allá... Y.... Boila! Nada, no funcionaría con esas puertas tan grandes.

—Madre mía... Eto es como la serie de V que vi el otro —Paquito ya empezaba a delirar por el exceso de emociones que estaba sufriendo aquel día. —¡Nos han invadido! ¡Nos han invadido los mosquitos! —Dijo ya perdiendo cualquier tipo de filtro y de miedo por ser cazado por el ruido que estaba montando.

—Están robando el cerebro a los adultos y usándolos para experimentos. Supongo que los usan como refuerzo para sus superordenadores. —Agregó una vez más, esta vez acercándose a Yule a la que tenía confianza y desconocía "la verdad"

—Tenemos que avisar a nuestros padres, a la policía, al ejército antes de que sea demasiado tarde... Shhhh

Los nervios hicieron que Andrés comenzase a hablar solo.

—Pe-pe-pe-pero —titubeó—. No, no, no. O esto es una pesadilla o de verdad hemos cruzado una puerta hacia otro mundo. Sí, eso debe ser. Como los chavales de Dragones y Mazmorras. Acróbata, mago y el caballero —comenzó a canturrear para tranquilizarse.

¿Dónde centellas se encontraban? Aquellos monstruos parecían salidos de los videojuegos de su hermano o de los libros raros que leía Yule. ¡Yule! Si alguien sabía algo de eso, tenía que ser ella.

—Ha-hay monstruos. Y cerebros. Parecen cucarachas mutantes con champiñones y antenas en la cabeza y pinzas de centollo. 

Yule intentaba poner la bola de ropa. Al principio parecía que no iba a funcionar pero luego se serenó y con ayuda de la cazadora de Güen y Juan lograron hacer un montículo que de momento serviría. ¡Eso era un problema menos!

Ahora faltaba saber que harían con respecto a lo que contaban sus compañeros ¿mosquitos? ¿invasión? ¿cerebros? ¡Esa no era la aventura que esperaban! Se suponía que tenían que subir, coger una navaja o algo y bajar y ahora mismo parecían estar metidos de lleno en una película. Las cosas eran más emocionantes cuando se veían cómodamente sentados en la butaca del cine, no siendo los protagonistas.

¿Que harían? Las dos puertas del pasillo del ventanal carecían de ningún panel de control, por lo que suponían que se abrirían sin problemas y no como la que permanecía cerrada en la zona del ascensor. Claro que no parecía haber ninguna pista de hacia donde conducían. ¿Derecha, izquierda, algún otro plan?

Yule escuchó atentamente las descripciones de sus amigos. Mosquitos... Champiñones... Qué extraño. Trató de hacer memoria si en alguno de sus innumerables libros de animales exóticos o en las pelis de ciencia ficción había visto algo parecido.

Trató de calmar a todo el mundo:
- Tra...tranquilos chicos...ehhhh.... Vamos a intentar movernos por alguna de las dos puertas... Hmmm pero cuál? Podríamos intentar abrir levemente las puertas a ver si escuchamos algo dentro antes de entrar.

Voy por la izquierda.- dijo con precaución Yule ya que esto se estaba tornando bastante raro.
Así pues, cogió la manija de la puerta y la abrió muy muy despacito, lo suficiente como para dejar una rendijita de espacio.

–¿Qué haces Yule? ¿Estás como una tapia? ¿Me has escuchado acerca de la invasión de mosquitos gigantes? –volvió a insistir Paquito al ver que sus palabras no despertaban el pánico que él entendía que debía provocar y en su lugar su compañera optaba por una especie de malsana curiosidad.

Al otro lado Juan y Güen hacían lo propio con la otra puerta…

Ya estaba todo claro… Les iban a cazar y a succionarles la sangre hasta que se quedasen tan secos como la momia de Tutankamon. Sin embargo en las películas volver en solitario era sinónimo de una muerte segura, y esa opción tampoco era la más halagüeña. Así que se asomó por el mismo hueco que su compañera.

El Andoba siguió hablando solo mientras Paquito trataba de disuadir a su compañera.

—Chicos, creo que el Besugo está compinchado con estos monstruos. Siempre nos reímos de lo raro que es, ¿pero qué me decís de esto? Seguro que nunca parpadea porque lo que lleva puesto es un disfraz.

¿Algún plan? ¡Salir de allí pitando y llamar a la policía era un buen plan! Aunque, pensándolo mejor…, ¿tenían acaso alguna posibilidad de escapar?

—Tiene que haber otra salida de este antro. ¿Y si el besugo tiene alguna otra forma de subir? 

Pese a darle vueltas a las descripciones Yule no lograba recordar nada parecido a lo que sus compañeros le estaban contando¹. ¿Hongos voladores? ¿Insectos gigantes? Ni idea...

Paquito se adelantó hasta donde estaba. Al aproximarse la extraña puerta se abrió sola haciendo un ruido como de succión, recogiendo en forma circular su estructura. ¡Que pasote! ¡Igual que en las películas de naves espaciales! Lo que los chicos vieron al otro lado fue una escalinata de metal que descendía en la penumbra de unas luces rojizas. Asomando la cabeza pudieron ver un pasillo inferior que sin duda pasaba en paralelo a la fábrica que se veía desde el ventanal. Por la estructura de metal y la penumbra aquello tenía visos de ser algún área de servicio o mantenimiento. Parecía que por algún lugar, al fondo del pasillo, se escuchaba un ruido mecánico como el que podría hacer un aspirador encendido. Pero un aspirador bastante silencioso².

Al otro lado Juan y Güen vieron como su válvula iris —así recordaban haber oído referirse a ella en una peli de Star Trek— se abría igualmente. Pero en lugar de un pasillo de mantenimiento lo que vieron que continuaba el mismo pasillo blanco, bien iluminado. No había ventanal que diera a la fábrica y en su lugar vieron un par puertas convencionales, de color blanco, que le daban a todo aspecto de un hospital. Al final de todo se veía otra válvula iris cerrada.

—Madre mía... ¿Qué es eso Yule? —preguntó Paquito asomándose por el hueco que se dibujaba en el forjado desvelando un nuevo pasillo. Miró entonces unos breves segundos arriba y nuevamente abajo. Si estaban arriba lo que era imposible, por ahí volverían a la tienda... Por el contrario si estaban abajo... Se alejarían más y estarían cada vez más en peligro... Irían al nido de la "reina".

Tragó fuertemente antes aquella perspectiva.

—Por ahí estará el nido de la reina de los extraterrestres. ¿Tenemos algún insecticida o algo parecido?

Güen ahogó un gritito cuando la puerta se abrió delante de sus narices. Pero en lugar de ver los bichos esos que los chicos estaban describiendo, un pasillo blanco y nada peligroso se abrió delante de ella y de Juan.

-Chicos, esto parece un pasillo normal. Hay puertas normales y otra de esas redondas al final. Mi opinión es seguir por aquí, ese pasillo que tenéis allí me parece demasiado oscuro y no me gusta un pelo.

Había caminado desde el ascensor hasta aquella puerta sin mirar por la cristalera. Algo le decía que no tenía que ver lo que había allí, sus amigos estaban diciendo tonterías desde que habían mirado ellos. Pero desde que habían pronunciado la palabra "insectos" algo le rondaba por la mente. Le encantaba V y, ahora que lo decía El Andoba, no se quitaba a la prota de la serie de la cabeza. Si habían visto lo que habían visto tras esas cristaleras, el Besugo era compinche y si los alienígenas con forma de lagarto de la serie podían esconderse debajo de una piel humana ¿no lo iban a hacer unos con forma de bicho?

Miró uno a uno a los que habían mirado por el cristal. Y tomó aire. Habían venido con un plan, sencillo. Solo querían llegar allí y coger una navaja. No iba a dejarle su cerebro a nadie, lagarto, bicho o besugo andante.

-Voy a mirar esas puertas. Si veo algo que no me gusta, os aviso y correis por ese pasillo. Si veo algo interesante, os llamo...-miró a Juan-que no se cierre la puerta esta rara, ¿vale?

Echó a correr hacia la primera de las dos puertas, puso su oído sobre ella un instante para ver si escuchaba algo tras ella y probó a abrirla con cuidado para atisbar que había al otro lado.

-

—Tenemos bombas fétidas y poco más. Por aquí tiene que haber algo que nos pueda servir, ¿no? —sugirió Andrés mientras seguía con cuidado a Güendolina.

Lo primero era averiguar qué estaba pasando allí, conseguir pruebas para avisar a la policía, al FBI y a los hombres de negro; y luego ya encontrarían la forma de salir de allí.

—Necesitamos una ruta de escape —susurró, recordando la terminología que usaban en algunas películas de espías—. El Besugo estará ojo avizor, así que no lo tendremos nada fácil.

- Va...vale, Güen, dinos algo...pero chicos... Se escucha algo súper raro en la puerta de la otra habitación, un.... Aspirador?? No sé... Estará alguien limpiando el polvo?.
Mientras te acercas a la puerta voy a aproximarme a la otra para saber si puedo descubrir algo más.... Jolin!! No me puedo creer lo que acabamos de descrubir, chicos jaja- Yule, a veces, tenía una especie de raro optimismo en los momentos en los que otras personas no desearían estar ahí. Pero para ella, poder salir de la mundanal realidad era lo mejor que le podía pasar.

Yule se asomó un poco más por el oscuro pasillo de mantenimiento para escuchar con detenimiento¹. Un motor, un sonido de arrastrarse. Entonces vio una lucecita parpadeante y se dio cuenta de que lo que paseaba por allí era ¡un robot! La verdad es que no tenía pinta nada amenazante. Más bien parecía una especie de botella con ruedas, de color blanco, del tamaño de un niño, que limpiaba la zona. Pero lo más sorprendente es que estaba tatareando una canción alegremente, con una voz muy humana.

Güen estaba examinando la primera de las salas con puertas 'normales'. Encontraron allí una versión ultraavanzada del ordenador que habían visto en el despacho de abajo. Pero aquel tenía dibujos que se movían en las pantallas. En ellos se veían figuras como las de los libros de texto donde explicaban el funcionamiento del cuerpo humano, aunque las letras que señalaban cada parte parecían chinas o alienígenas (para los chavales venía a ser lo mismo). Uno de los dibujos indicaba claramente como se quitaba un cerebro de uno de los esquemas humanos para ¡meterlo en un bote! Luego un segundo panel mostraba un montón de cables que se conectaban a ese bote para, aparentemente, obtener información.

Pero había un panel peor. En él se mostraba lo que parecía un esquema del cuerpo de un insecto al que se le hacía el mismo proceso de quitar su cerebro ¡para ponérselo a la persona que previamente habían vaciado!

El Andoba ya se había adelantado a la segunda puerta. Al abrirla encontró una sala aséptica, que recordaba a un hospital, y en ella había dos camillas de distinto tamaño. Una era del tamaño normal de los hospitales y estaba vacía. La otra era el doble de ancha y algo más larga y tapaba algo. Algo con un aspecto muy insectoide. El Andoba palideció pero siguió buscando algo que pudiera parecer un arma². Al otro lado de la sala había un montón aparatos quirúrgicos: escalpelo, una sierra, un cuchillo de gran tamaño. ¡Armas!

Lo malo es que había que pasar junto a la camilla grande para alcanzarlas.

Juan estaba en el ascensor, preocupándose de que las ropas no se movieran sin querer y manteniendo por tanto las puertas abiertas mientras que Paquito permanecía indeciso oculto junto al ventanal, sin atreverse a mirar de nuevo a la fábrica y esperando por las acciones de sus compañeros.

Güen abrió la boca de par en par, igual que sus ojos. Pero no llegó a pronunciar ni un gritito, ni una palabra. Sabía que nadie, o nada, tenía que saber que estaban allí.

-Jope... ¿están haciendo eso? ¿de verdad?

A su mente solamente venía la imagen del tendero. ¿Era por eso que hablaba tan poco? ¿Que estaba tan alelado?

-Es uno de ellos... joooooooder, ¡es uno de ellos! -no pudo reprimir decir- esto es lo que han visto los chicos antes, esas cosas son de verdad ¡son bichos! Es como en la peli, pero con bichos en lugar de lagartos... ¡flipa colega!

Tenían que salir de allí. Y para ello tenían que esquivar a todas aquellas cosas y al tendero. Si los pillaban, iban a acabar en un bote de cristal. Se volvió con urgencia a mirar por la habitación, no quería perderse nada importante. Y un pensamiento brilló entonces en su mente de repente.

Van a acabar con la humanidad. Nos van a meter a todos en botecillos de cristal.

Se lo tenía que contar rápido a todos.