Partida Rol por web

—Nosotros la vimos. A eso. A la criatura. Aunque no demasiado bien, la tormenta dificultaba nuestra visión.

Cerró los ojos intentando rememorar el horror de lo presenciado. Tal vez tener una descripción de la criatura ayudara a la doctora en su análisis.

—Es gigantesca... unos dos metros y medio de altura, completamente blanca. Al principió creí que se trataba de un oso polar gigantesco, pero tenía rasgos... humanoides, como si se tratara de un Yeti.

Se sintió extremadamente idiota al mencionarlo, pero la palabra había escapado de sus labios instintivamente. La realidad era que no se le ocurría una mejor descripción para lo que había visto. Retornó a continuación a la pregunta de Cooper.

—Sí, sólo miré el almacen más pequeño. Supongo que no estaría mal volver a verificarlo, por las dudas. Y también al más grande, desde luego. 

Observó a MacReady y a George. No quería volver a separar al grupo, pero tampoco se animaba a sugerir que todos abandonaran el edificio principal al mismo tiempo, con aquella cosa ahí fuera. Se sentía agotada y la experiencia estaba comenzando a afectar su liderazgo.

—Ese horror que describes concuerda con los que muestran los embriones de los huevos. No sé si es correcto llamarlo embrión, no importa. Una parte es perturbadoramente humana, su composición física propia de un mamífero, pero su sistema reproductivo es más bien, ovíparo y al mismo tiempo parasitoide, como el de algunas avispas.

—Si tenemos en cuenta los hechos científicos, las únicas explicaciones factibles son la hibridación o mutación por intervención humana, es decir, el resultado de un experimento. O estamos en presencia de un ser ajeno a la cadena evolutiva de la tierra, es decir, extraterrestre.

—Lo que parece que ha detenido el desarrollo de los huevos es la incompatibilidad sanguinea, o al menos podría haber sido eso, los dos cuerpos comparten grupo 0+. Debe tener algo que ver con los antígeneos presentes en este grupo sanguineo, quizás la criatura sea especialmente vulnerable a ellos. Pero no creo que quieran intentar hacerle una transfusión letal a esa cosa.

—En cualquier caso, ha acabado con toda una expedición de científicos y nuestros perros así que estamos bien jodidos. Esta instalación —miró a su alrededor para apoyar su afirmación, —no les sirvió de mucho a los anteriores inquilinos.  Así pues, volviendo a los hechos, y pensando fríamente, si no encuentran un modo de salir de aquí, no tienen sentido esconderse indefinidamente, no resistiríamos mucho tiempo.

—No dejemos que nos ciegue el hecho de que sea una bestia extraña, pensemos que es un virus, una enfermedad, ¿a que dedicarían la mayoría de sus esfuerzos, además de a protegerse?

Lo importante en este momento es saber como vamos a lograr sobrevivir hasta que venga a relevarnos, logramos rescatar algunas provisiones y puede que en el edificio haya algunas más. Es probable que estos hombres no hayan comido todo lo que tenían antes de ser asesinados, se que suena horrible pero deberíamos juntar todo el alimento y hacer un inventario, luego dividir las raciones entre los cuatro y determinar si es factible sobrevivir con ellas hasta que venga el siguiente equipo para largarnos con ellos. En caso de que no alcancen las provisiones tendremos que ver una manera de escapar, o como dice Cooper, intentar matar a la criatura...o lo que sea que sea esa cosa. También creo que no estaría mal un equipo que se encargue de revisar todo el complejo y tratar de bloquear todas las entradas posibles para aquel ser, igual detectar estructuras frágiles que pueda usar para entrar y tratar de bloquearlas.

¿Que opinas Bennings? ¿Equipo provisiones y equipo aislamiento? ¿O tienes otra idea?

La doctora Cooper parecía saber de lo que hablaba. Keith la escuchó con interés, aunque se sentía extrañamente ajena a la situación, como si presenciara toda aquella escena desde un punto externo a su propio cuerpo. Estuvo a punto de darse un pellizco en el rostro, pero se contuvo. Las pesadillas solían asaltarle con facilidad y las pastillas para dormir no siempre las suprimían, pero aquello era demasiado real para ser un sueño.

Con la mirada algo perdida, volvió a enfocar su visión en MacReady. Con disimulo se hincó las uñas debajo de su barbilla. Que dos de sus ex estuvieran allí parecería confirmar la hipótesis del sueño, pero no, aquello no había funcionado.

—Bien... de acuerdo, MacReady. No tiene sentido exponer a los científicos —dijo mirando en dirección de George— ¿Me acompañas a explorar los almacenes? Es posible que encontremos algo de utilidad allí.

George mientras examinaba la nave en su interior vió entrar a sus compañeros exahustos lo que le hizo ponerse en posición de alerta mientras ayudaba a cerrar la puerta. - ¿Qué le ha sucedido a los perros?, la doctora ha sacado conclusiones muy importantes, además ha examinado el interior de uno de los huevos... y no os lo vais a creer cuando lo veáis... "Comentó Vance asombrado por el estado de sus camaradas, y el grado de alerta y terror que se les veía, y la forma de expresarse... "Vance no sabía lo que vieron, pero no pintaba nada bien, tampoco para los perros que al parecer les había ocurrido lo peor".

George fue afirmando con la cabeza toda la diatriba de la doctora... - Sí, al parecer esa cosa busca calor para sus huevos, y como dice la doctora... como no tendrá tantas nociones humanas busca el interior del ser humano, digamos su estómago para poder incubarlos... es algo sumamente horroroso, le dije a la doctora que tenemos que deshacernos de esos huevos, y espero que así el instinto de supervivencia de esa bestia desaparezca porque sino estaremos muertos. "Comentó con gesto sumamente desesperado."

Después de escuchar la descripción de Keith se quedó todavía más acongojado, "si esa criatura tenía ese tamaño necesitaría para abatirla al menos un cargador entero y para entonces... estarían muertos". - Necesitamos encontrar un escondite... sino estaremos muertos, si la habéis visto eso también os habrá visto y ahora sabe que estamos aquí. El tiempo corre en nuestra contra... hay que volver a inspeccionar buscando un escondite... creo que si rompemos los huevos se irá, ¿qué decís? - Comentó Vance que se llevaba las manos a la cara como gesto de desesperación.

- Mc Ready usted es biólogo que nos puede decir de los reptiles, qué tipo de guarida buscan, y qué calor... George esperó pues todos estaban bastante exaltados, no obstante comprendió que el tiempo corría en su contra como se lo dejó patente Keith. - De acuerdo Keith vayamos... tenemos que examinar los dos edificios que nos quedan... y ver si hay posibilidad de ocultarnos... el tiempo corre en nuestra contra. "Le dijo esta vez a Keith frotándole la espalda levemente para que así entrara algo en calor. George había estado fuera y sabía las bajas temperaturas que hacía... y que un desliz les podía costar muy caro ante aquel tiempo invencible, después acompañó a Keith para examinar los otros dos almacenes...

La doctora Cooper revisaba el laboratorio. Se le había ocurrido una idea demencial pero que podía funcionar. ¿Y si lograba procesar un suero de anticuerpos inyectable? ¿Afectaría a la criatura? Contempló aquel laboratorio destrozado. Allí se hacían estudios para ReGeneisis. Tenían el equipamiento adecuado para aquello pero ¿habría sobrevivido a semejante destrucción?¹

Vance echó una ojeada a través de la ventana. ¿Había visto algo moverse allí fuera a través de la tormenta o eran solo sus nervios? Calculó la distancia hasta el almacén principal. Eran unos diez metros pero la nieve dificultaría su movimiento. Keith echó un vistazo por encima de su hombro. La puerta del almacén, un enorme portón corredero como el de un garaje, estaba entreabierta. ¿Estaba así cuando llegaron? No lo recordaba. El caso es que había un hueco suficiente para colarse dentro sin tener que empujarla, lo cual facilitaría meterse en ella si aquella cosa aparecía súbitamente en la entrada. O eso esperaba. Había visto como se movía aquel engendro y era muy rápido.

Macready estaba revisando las provisiones. Faltaba algo del equipo, tal como había mencionado Vance, pero aunque estuviera todo dudaba que pudiera llegarles para más de diez días. Las provisiones que traían ellos estaban con los perros. Puede que estuvieran allí todavía, en medio de la nieve ensangrentada. ¿Cuánto tardarían los de la base Sarkweather en darse cuenta de que algo iba mal? Por lo menos una semana: es lo que habría tardado en regresar el equipo al que venían a dar el relevo. Puede que se extrañasen de no recibir noticias por radio pero lo achacarían a la avería y tiempo de reparación de la instalación.

Vance se despidió del grupo para salir a la carrera hacia el almacén... hacía un frío de muerte y esa cosa estaría por allí o no, pero él creyó ver algo... - Vamos Keith no quiero morir congelado le susurró para después correr hasta el almacén... algo raro vió pues la puerta se encontraba entreabierta... - Ten cuidado... Le susurró a ella y tomó el arma entre sus manos vió si la tenía cargada... y se preparó por si esa cosa se les echaba encima... "Tenían que sobrevivir para seguir con sus vidas, aunque hasta ahora no había tenido mucha suerte con sus amoríos, pero sabía que el futuro le podía preparar sorpresas".

—Tened mucho cuidado, —empezaba asentirse mal por haber dado la idea de ir a revisar el almacén y que fueran otros los que se ponían en peligro con esa cosa ahí fuera, pero no sabía que otra cosa podía hacer.

Cooper pensó que si tenía una forma de aportar algo era con su conocimiento, su idea era una locura, pero justo eso es lo que les rodeaba así que quién sabe si no sería su única oportunidad. Si tenía éxito podía conseguir un arma biológica que acabase con la amenaza atacando su vulnerabilidad. Cooper era científica, de nada serviría coger un palo y esconderse detrás de una puerta, de nada serviría correr sin sentido hasta morir congelada. Las reservas, no darían para mucho, las armas eran una opción, pero podían no ser suficiente.

Se puso a revolver todo el laboratorio, se olvidó del resto del mundo, tenía todo lo necesario para sintetizar un suero de anticuerpos, no eran las mejores condiciones, pero servirían. Afortunadamente el frio mantenía la sangre de los dos cuerpos en condiciones de aprovechar el plasma, el proceso era muy delicado, cualquier precipitación echaría a perder todo.

De alguna forma, estar concentrada en eso le hacía más soportable el terror que la invadía, pero el esfuerzo y la responsabilidad estaban poniendo al límite su entereza.

Agradeció mentalmente que George le frotara la espalda mientras analizaban sus opciones. La perspectiva de una nueva excursión en la nieve le resultaba abrumadora. Todos los músculos de su cuerpo se negaban a salir del recinto, pero su firme disciplina militar doblegó su instinto.

Al salir acompañada por George comenzó a correr con toda la velocidad que podía, mientras sus botas se hundían en los varios centímetros de nieve que se habían acumulado entre los edificios. Por el rabillo del ojo observó que Vance tenía algunas dificultades, pero decidió concentrar su atención en la entrada del almancén, a efectos de comprobar si había alguien... o algo allí dentro. Disminuyendo la marcha, se acercó a la puerta, y con la escopeta preparada aventuró parte del rostro y arma por el espacio que separaba la puerta de la pared del almacén principal.

Sus compañeros habían decidido seguir el plan de Cooper, el cual después de analizarlo no parecía tan malo y tenía suficiente lógica para el (toda la lógica posible considerando que lo que vivían en ese momento era una verdadera locura). Macready también apoyó el plan, pero no dejó su lado la idea de revisar las provisiones como una alternativa final. Sin embargo vio con amargura que estas no serían suficientes para resistir en lo que los encontraban, proceso que podría demorar muchisimo tiempo dadas las condiciones. Por lo tanto el plan de su ex pareja parecía cada vez más atractivo, matar o ser matado, una de las leyes más antiguas en la historia.

-Necesitaremos también una forma de inocularle el cóctel de Cooper a aquella criatura, podrían buscar si en el almacén guardan ¿algún rifle de dardos tranquilizantes?. Se me haría difícil creer que una instalación de este tipo en la que se trabaja con animales no tengan ninguna herramienta de contención- Le pidió a sus compañeros voluntarios antes de salir corriendo al almacén.

Cooper no se lo podía creer. Justamente el equipamiento que necesitaba para realizar su proyecto estaba intacto. Ayudado por Macready, mientras los otros iban al almacén, montó el dispositivo y calculó que con a partir de la sangre congelada de los científicos muertos podría tener una solución en menos de una hora. Tan emocionada estaba que cuando realizaba los cortes en los cadáveres el bisturí le jugó una mala pasada y le produjo un tajo en la mano izquierda al moverlo para seccionar una de las arterias que había estado adherida a uno de los huevos. Pero lo extraño fue lo que sucedió a continuación: esa arteria cortada se pegó a su mano ¡como si succionase la sangre! Fue solo un segundo y la doctora apartó la mano espantada. ¿Había sucedido eso realmente? Se miró la herida. Estaba un poco entumecida por el frío pero no parecía infectada¹.

Mientras ella se ponía manos a la obra Macready buscaba desesperado una escopeta de dardos. Si alguien quería parar a un oso polar para obtener su ADN resultaba bastante lógico encontrar eso en el laboratorio. Fue al pasillo donde guardaban las armas. No estaba allí. Ya habían mirado. ¿Se habían pasado algo por alto?²

Ajenos a lo que pasaba en el interior Vance y Bennings salieron afuera. La tormenta estaba ahora desatada. Mientras avanzaban a toda la velocidad que podían Vance tropezó con algo enterrado en la nieve. Una maldición murió en su boca cuando se dio cuenta de lo que era. El cadáver de un perro. La nieve había enterrado parcialmente la sangre roja que había depositado aquel cuerpo al caer allí. Fue entonces cuando el ingeniero se percató de una sombra enorme que se volvía a cernir sobre él...

Bennings había alcanzado la puerta del almacén. Estaba echando un vistazo al interior sin ver nada que pareciera acecharles dentro cuando escuchó el grito de su compañero. Aferrando la escopeta con fuerza pudo ver como Vance era golpeado brutalmente por la enorme criatura. Ahora la veía por completo: un ser enorme, de más de dos metros, con un rostro que forma un extraño híbrido entre un reptil y un simio. Pero lo que más atraía la mirada de la soldado eran los ojos. Unos ojos azules, enormes, pero que no se distinguían demasiado de unos ojos humanos. El monstruo levantaba a Vance por el aire, aferrándolo con una de sus enormes manos por el cuello mientras con la otra acercaba la garra a su pecho³.

Vance cayó al suelo y cuando se quiso levantar... el monstruo que le había descrito Keith hizo acto de presencia igual que le dijo, la criatura lo tenía levantado y a punto de desgarrarlo, pero Vance sacó con suma rapidez el cuchillo que le había dado el científico y acuchilló la garra que lo tenía apresado...

Cooper exclamó de dolor cuando el bisturí abrió una herida en su mano y se golpeó la cabeza al apartarse bruscamente, aquella cosa, aquella arteria se había pegado a ella en un abrir y de cerrar de ojos y juraría que había llegado a succionar, no quería ni pensar en que por un momento su torrente sanguíneo había estado en contacto con el de esa cosa.

Se desinfectó compulsivamente la herida, la vendó y cubrió lo mejor que pudo, en un arrebato de rabia, arrancó el huevo y lo lanzó contra el suelo para aplastarlo con su bota.

Ajena a lo que ocurría fuera, calculó que no necesitaría más de una hora para concluir su trabajo y se puso como loca a terminarlo, no quería ni pensar que ocurriría si de alguna manera se había infectado dios sabe con qué.

El grito de George hizo que se volteara con presteza. Allí estaba. El Yeti era tan fuerte que sólo había necesitado una de sus garras para levantar al ingeniero por los aires. Era una visión perturbadora. Los ojos color cielo de la criatura reflejaban el blanco de la nieve.

Por un instante se sintió como uno de esos personajes de cuentos de hadas escandinavos, donde el protagonista, usualmente el hermano menor de tres hijos, aparecía para cortar las múltiples cabezas del Troll, salvar al día y rescatar a la princesa. Sólo que en aquella ocasión ella era hija única, el Troll era un Yeti y la princesa un "princeso". Debía conceder sin embargo que el alarido de George no sonó tan afeminado como el de MacReady. Pero ella no moriría con un grito entre sus labios.

Decidió disparar con su escopeta. Después de todo, su gran tamaño le hacía un blanco fácil, y el sonido del disparo pondría sobre aviso a los científicos que se encontraban dentro de la estación principal.

—Jodido Yeti... a ver si eres tan resistente como en los cuentos de hadas.

Macready buscaba incesantemente el rifle de dardos tranquilizantes, sabía que esa cosa no sería abatida tan fácilmente, había visto cazadores disparar varios tiros a osos grizzlies solo para conseguir enfurecerlos y transformarlos en maquinas de matar. Por lo tanto pensaba que aquellas viejas armas que les había dado Dyer podrían tener un efecto contrario a lo que necesitaban. Por otra parte, su ex esposa había tenido una idea, que aunque a primera vista podría considerarse como una locura, la verdad es que si resultaba podría ser la diferencia entre ser masacrados por aquel ser o tomar el riesgo de morir congelados y de hambre. Aunque ambas opciones parecían malas por lo menos quería tener la libertad de poder elegir. Aunque si lograban deshacerse de la criatura también había una pequeña probabilidad de que alguien se extrañara de que no había regresado nadie del turno anterior y enviaran ayuda a ver que ocurría. Pensando esto continuo removiendo y parecía que había encontrado lo que buscaba.

¡Allí estaba! ¡La escopeta de dardos! Macready la encontró encima de uno de los taquilleros. Incluso tenía un dardo todavía en ella aunque dudaba que aquella pequeña carga pudiera con una monstruosidad como la que había visto. Satisfecho por su descubrimiento fue al laboratorio donde encontró a su ex-esposa enfrascada en su proyecto. Sabía que cuando estaba enfocada en algo de manera obsesiva era mejor no molestarla, por lo que no le preguntó por el huevo y el feto aplastado en el suelo. Iba a darle, eso sí, la buena noticia de que ya tenía la escopeta de dardos cuando algo lo interrumpió.

¡BANG!

El disparo había sonado atronador incluso por encima de la tormenta y fue acompañado de un rugido que Macready reconoció al momento. Un rugido que sonaba en el patio exterior, demasiado cerca, y que hizo que incluso la enfrascada doctora Copper levantase la cabeza de su microscopio.

Afuera las cosas no iban bien. Aunque George había logrado librarse del abrazo del monstruo gracias a su cuchillo la criatura lo había lanzado como un muñeco contra la nieve a un lado. Se golpeó contra uno de los postes que aseguraban el tendido eléctrico entre los módulos de la estación sintiendo como crujía su espalda¹. El dolor hizo que se nublase su vista por un momento, pero aún así pudo ver como aquella criatura se abalanzaba sobre Bennings. El monstruo sangraba pero no parecía hacer caso alguno a la herida mientras con sus garras agarraba a la militar y la levantaba en vilo contra el portón del almacén principal, acercando sus colmillos a su rostro². Entonces se fijó en la espalda de la criatura donde había tres huevos colgando de unas protuberancias peludas.

En el interior de la base Cooper y Macready se miraron. La doctora sabía que estaba mucho más cerca de lo que pensaba pero algo le decía que una hora sería mucho tiempo. Podría arriesgarse... podría intentarlo con un atajo... pero ¿y si salía mal?³

Aquello no había funcionado. Ni siquiera estaba segura de haberle dado a la criatura, pues la ventisca y la adrenalina estaban trastocando sus sentidos.

Un segundo después presenció como aquel Yeti alienígena lanzaba hacia un lado a George con una facilidad espeluznante, y se encaraba con ella. Se mordió el labio, y al instante sintió una fuerte presión sobre sus costillas. El aliénto fétido de aquel ser prevaleció sobre todo lo demás. El monstruo la aplastaba contra el portón del almacén, y pronto hundiría los colmillos en su rostro. Sin embargo, por el rabillo del ojo pudo percibir manchas de sangre sobre el pelaje de la criatura. Al parecer, no era invulnerable. Tal vez incluso le había dado con la escopeta. Aquello le infundió ánimos, con lo cual, imitando a George, utilizó su cuchillo contra las garras del animal.

El disparo resonó en el interior del laboratorio, sobresaltando a Cooper, que miró aterrorizada a Mac, no podía creerlo. Quizás fuera un mecanismo de defensa, pero no podía creer que fueran a morir en mitad de aquel infierno helado, a manos de una bestia extraña.

—No salgas ahí fuera, —fue lo único que acertó a decir, sabía que estaba mal, que lo normal sería pensar primero en hacer lo que fuera por ayudar al Vance y a Keith, pero la verdad es que no es eso lo que pensó, lo que pensó fue en pedirle a Mac que cerrera todas las puertas, que las reforzara, que no se atreviese a salir oyese lo que oyese. Lo que pensó es que no había nada que pudieran hacer salvo encerrarse y esperar el final, o con suerte que aquella cosa se largase de allí con sus dos nuevas presas.

Entonces se dio cuenta de que Macready sostenía en su mano el rifle que había estado buscando, lo había encontrado. Quizás fuera una señal, una última oportunidad de sobrevivir, de luchar al menos hasta el final, una esperanza remota, pero esperanza, al fin y al cabo.

Pero no podía esperar una hora, no podía hacer las cosas como se deberían, así que pensó y pensó y finalmente encontró una forma de acelerar el proceso, era muy arriesgado, era todo o nada, la apuesta definitiva.

Sus manos temblaban, no se daba cuenta, pero estaba llorando, su visión empezó a hacerse borrosa, su corazón latía frenético, y cuando finalmente los viales saltaron de sus manos destrozándose contra el suelo cayó de rodillas gimiendo, gritando, vomitando por la tensión acumulada. Para acabar arrastrándose hasta un rincón del laboratorio como un animal asustado y se quedó allí petrificada, con la mirada perdida, si poder moverse ni articular palabra.

Lo había perdido todo en aquel infierno blanco.