Partida Rol por web

Asalto al tren del dinero

Eres Sam Malloy, durante un año has estado preparando este golpe calculando hasta el más mínimo detalle. Tú y tus compañeros váis a asaltar el Expreso que va de Nebraska a Washington con un cofre de acero lleno de lingotes de oro. No es tanto como para estar en un vagón blindado pero sí es lo suficiente para que merezca la pena el riesgo.

El tren cuenta con una docena de vagones de pasajeros entre los que se encuentra un grupo de soldados que dicen volver tras un permiso a la academia de Westpoint ocultando su misión de custodiar el oro.

También tú estás fingiendo. Estás echando carbón a la caldera de vapor como ayudante de maquinista. Llevas fingiendo ser un ayudante voluntarioso y disciplinado durante los últimos meses recopilando información y analizando los posibles contratiempos. Cuando la banda de forajidos que diriges bloquee la vía del tren para asaltarlo, tú estarás en una posición privilegiada para eliminar cualquier resistencia.

Lo primero que piensas al ver los troncos apilados sobre la vía es que has llegado el momento. Pero rápidamente caes en la cuenta de que algo va mal, muy mal. Tu banda no debería interceptar el tren hasta dentro de setenta millas. Y el plan no era interceptarlo con troncos sino con un desprendimiento de rocas al pasar junto a la mina abandonada de Harpestown. La situación no deja lugar a dudas cuando a un lado de los troncos ves un hombre con sombrero, un chaquetón oscuro que le llega hasta las botas y un winchester bajo el brazo. Conoces esa silueta, es Joe Faragan, el forajido más temido de los estados de Four Corners. También sabes que donde esta Joe, está su banda.

Nononono, esto no estaba en los planes. Te dices mientras piensas a toda velocidad qué puedes hacer.

Ese caradura de  Faragan lo tiene claro si de verdad piensa que va a poder pararte los pies tan fácilmente. Puede que el maquinista se planteé detener la maquina para evitar daños, pero si crees que la mejor opción es "convencerle" para poner la caldera al máximo y seguir cueste lo que cueste pasa a la pagina 11.

Esos soldados no tienen ninguna oportunidad contra la banda de Faragan, y no parece haber tiempo para detener la máquina. Por suerte, el plan que tenías con tu banda incluía un cartucho de dinamita que lograste colar en el tren. Para encender la mecha, y aguantar a lanzarla en el momento oportuno contra la pila de troncos y Faragan pasa a la página 37.

Tal vez no se hayan torcido tanto los planes, conoces bien a Joe y sabes que es un cobarde que huye en cuanto ve el peligro acercarse, si quieres probar suerte y dispararle con el tren en marcha para que se plantee retirarse antes de iniciar el sus planes continúa en la página 32.

Como dijo alguien alguna vez en algún tren... Más madera... o en este caso más cárbon. Voy a la página 11

-¿¡Que hacen esos troncos en medio de las vías!? -Grita alarmado el viejo Olsen, el maquinista. Un hombre en sus cincuenta y largos con un buen físico para su edad, en su juventud debía haber sido un portento, pero el tiempo pasa.

Pero antes de que acabe la frase, tú ya estás echando carbón a la caldera y girando válvulas. La maquina ruge. 

-¿Pero que haces muchacho? Hay que detener el tren. ¿Es que acaso has perdido completamente...? -No termina la frase, vuestras miradas se cruzan, y el hombre comprende que efectivamente lo que haces es totalmente intencional y se apresura para agarrar la palanca.

-Mr. Olsen, ¡agáchese y ruede! -Das un grito y el hombre desconcertado duda por un instante, tiempo suficiente para propinarle un buen puntapié que hace que se desequilibre y abandone la cabina y el tren. 

Seguro que estará bien.

Continuas avivando las llamas a punto de llegar a la barrera de troncos, pero antes tu alcanzas la zona en la que se encuentra ese rufián de Joe Faragan, al cual saludas con una sonrisa picara y un gesto de tu gorra. Y justo tienes que agarrarte a lo que puedas, por el estruendo. El tren a atravesado la barrera de troncos, despidiendo trozos de madera a decenas de metros, esa locomotora es una monstruosidad.

Te llegan los gritos de sorpresa y el revuelo de los vagones de atrás. Quizás deberías comprobar los daños, pero no hay tiempo, escuchas pasos acercarse. Son los soldados que vienen a comprobar que demonios a ocurrido. Ya se te puede ocurrir una buenas escusa a por que el viejo Olsen ha abandonado su locomotora...

Debes pensar rápido en tus opciones o tendrás serios problemas, en ese momento te acuerdas de tu cartucho de dinamita, si te atrapan con él estarás perdido, pero si les dices a los soldados que pertenecía al viejo tal vez tengas una oportunidad de convencerlos de tus buenas intenciones y tras unas pocas explicaciones te dejen a ti solo a cargo de las calderas, aunque perderías la dinamita te dejaría en una situación ventajosa para llevar a cabo tus planes, no tienes mucho tiempo para decidirte, así que corre a la página 23.

La dinamita es demasiado importante para el plan, quizá puedas aprovechar el nombre de Joe Faraga para despistar a los soldados. Si quieres decirles que el famoso bandido ha arrojado al viejo Olsen y que ha huído por el techo ve a la pagina 47

Setenta millas hasta la mina de Harpestown no son tanto tiempo a la velocidad actual de la locomotora. Para subir rápidamente al techo y tratar de dar esquinazo a los soldados temporalmente, ve a la página 29.

Nadie se resiste al buen cliché de la persecución en lo alto del tren. Me subo a la página 29!

Con mucho cuidado de asegurar la dinamita en uno de los bolsillos interiores de tu chaqueta, asomas tu cuerpo al exterior del la máquina, cuyo rugido prevalece sobre el fuerte viento que te golpea. Un potente salto mientras te agarras con fuerza al techo, y ya has desaparecido de escena antes de que esos soldados puedan hacer aparición. A lo lejos puedes ver a la banda de Joe Faragan a lomos de sus caballos, siguiendo a su líder a toda velocidad mientras se dirigen al Noroeste. ¿Estarán tratando de atajar a Harpestown?

Este no es tu problema más urgente, de todos modos. ¡Maldita sea, con la carbonera de por medio, si los soldados abren la puerta del primer vagón, te verán de pleno! Así que con todo tu esfuerzo, y mientras el pánico te llena de adrenalina, logras lanzarte al interior de la carbonera, donde te zambulles para pasar desapercibido. Eso sí, parece que tu chaqueta se ha desprendido en el proceso, aunque puedes ver una de sus mangas aprisionadas entre los pedazos de carbón. No sabes qué habrá sido de la dinamita, pero la chaqueta encima de la pila de combustible, junto con la falta de operarios, ciertamente atraerá la atención de los soldados...

No pensabas que un plan tan sencillo pudiese complicarse tanto, mientras piensas tu siguiente paso oyes como se abre la puerta del primer vagón, no sabes si los soldados habrán visto aún la chaqueta o no, así que decides arriesgarte y tirar de la manga para recuperarla, si quieres saber si los soldados se han percatado ve a la página 8.

Sin duda no había sido tu idea más brillante, que te vieran era lo más probable. ¿Y hacerte el inconsciente para no levantar sospechas? Si decides hacerte el dormido hasta que los soldados te descubran y soltarles una buena trola, pasa a la pagina 24.

¡Rápido, esconde esa chaqueta! Paso a la página 8.

Rápidamente estiras de la manga y recuperas tu chaqueta, aunque con las prisas se ha desgarrado un poco con unos pocos remiendos quedará como nueva, y lo mejor de todo es que parece que la dinamita aún está en el bolsillo donde la guardaste, por un momento casi aullas de alegría hasta que escuchas a los soldados avanzar hacia la locomotora, por un momento te atreves a asomarte y los ves claramente confundidos investigando qué ha podido pasar, y parece que les va a llevar unos minutos.

Al otro lado ves el vagón abierto y vacío, seguramente esté reservado para los soldados piensas, es entonces cuando te fijas que guardan algunos baúles de aspecto recio ahí dentro, no tienes ni idea de qué puede ser, armas, suministros, más oro... Sea lo que sea seguro que quieres echarle el guante, aunque este no parece el mejor momento para acercarse a trastear con los gruesos candados que los mantienen cerrados, tienes una oportunidad única para colarte en los vagones de pasajeros y conseguir tiempo para reorganizar tus planes.

La oportunidad era tentadora, pero la avaricia rompe el saco. El tren avanza a la velocidad adecuada. Es el momento de reunirte con Sonny, uno de tus secuaces, en uno de los vagones de pasajeros y comenzar la parte B del plan.

Para ello solo tienes que moverte hasta el vagón de la pagina 38.

No estás del todo seguro de que puedas salir de la carbonera sin llamar la atención. Por otro lado, tendrán que dejar a un par de soldados a cargo de la locomotora, así que quizás, si te limitas a esperar entre los carbones hasta justo antes del asalto, puedas deshacerte de ellos más fácilmente.

Para improvisar y hacer del defecto una virtud, ve a la página 86.

Nada se ha escrito de los cobardes, aunque ellos sean los que escriben. En ese vagón puedes encontrar algo que merezca la pena y sería un pequeño botín que no habría que compartir con los demás.

Si la curiosidad puede contigo pasa a la página 13

Un poco de ayuda no vendrá mal, voy a la página 38.

Dejando atrás a los soldados, y su vagón, empiezas a avanzar entre los vagones. Te sacudes ligeramente la suciedad del carbón o al menos lo intentas. Pero entre lo estropeado de tu atuendo y la suciedad hace que levantes más de una mirada.

Finalmente llegas hasta el cuarto vagón, ves el sombrero de Sonny y te acercas. Cuando estas junto a él, algo llama tu atención detrás. Te giras y ves como una mujer habla con uno de los soldados y mira en tu dirección.

-Vamos Sonny, hay que adelantar un poco el plan...

Pero las palabras se te quedan en la boca, notas el frío tacto del metal alrededor de tu muñeca y la inconfundible sensación del cañón de una Colt apuntado a tus testículos. Vuelves a mirar hacía delante para comprobar que el hombre con el sombrero de Sonny, no es otro que el famoso cazarrecompensas Matteus "La soga" Sinclair.

-Tranquilo compañero, tendrás tiempo de sobra de explicar el plan a nuestros valientes hombres, y una vez más al sheriff cuando se detenga el tren. -Dice con una impecable sonrisa de satisfacción.- Así que no lo hagas más difícil y deja tus armas.

La rabia te invade, pero con tu mano esposada y un arma apuntándote poco hay que puedas hacer. ¿Pero que hacía el cazarrecompensas ahí? ¿Y dónde está Sonny? ¿Alguien os ha delatado?

Nada de esto está claro, lo único evidente es que tu aventura termina aquí.

FIN.