Partida Rol por web

Salir de la tienda, mujer -habló la chica con Meredith-. Ésta se colocó delante de la escritora, y la miró fijamente. Nunca había visto una mujer tan distinta en apariencia a las mujeres Lipanes de aquella tribu (sobre todo en el cabello y la altura, quien superaba al resto con creces). De manera indiscreta la chica quedó mirando a Meredith, reconociéndola con la vista ampliamente por pura e inocente curiosidad. Luego ambas salieron de la tienda.

Aquel tipo de sombrero de piel de alimaña entró en el tipi, acompañado de dos mujeres. Les hizo señas a éstas, y las mujeres comenzaron a desnudarte de cintura para arriba. La tela que hacía de improvisada puerta de aquel refugio estaba abierta, y justo a su lado, en el exterior, la antorcha estaba clavada en el suelo. Mientras te retiraban las vendas, las mujeres te miraban con curiosidad, pero a la vez con grandísima timidez. Sentías el dolor de la herida mientras te iban retirando aquellas gasas. Por su parte, el anciano del sombrero comenzó a calentar una navaja sobre la llama de la antorcha...

Una vez fuera, cuando el tipo del sobrero de alimaña entró en el tipí con las dos mujeres para practicarle una cirujía a William, la chica que traducía te habló otra vez.

¿Qué ser eso...? -miraba tu camisa, justo en el centro del pecho. Tenías un botón desabrochado, y los pliegues de la ropa dejaban el hueco suficiente como para que se viera lo que ocultabas... aquella marca. ¿Qué ser? ¿Un lobo? -preguntó intrigada-. Justo por detrás aparecieron niños y mujeres, y algún que otro hombre, y te rodearon un poco, con cierto margen: ellos también estaban interesados en tí.

Al poco rato sale el jefe sin haber aclarado a Meredith, quien es ese hijo de la noche, con el que hemos viajado. YY entra otro anciano y varias mujeres, sin embargo hacen salir a mi compañera. No me dejan tiempo para preocuparme por la situación, ya que comienzan a dejar el torso descubierto y vuelven los dolores de la herida. Cuando la ardiente cuchilla entra en la herida para sacar la bala, estoy a punto de perder el conocimiento. Todo se vuelve oscuro, y el dolor es terrible y se extiende por todo el cuerpo. El tiempo parece congelarse en es instante de dolor sin límites, y quedo sumido en un extraño sueño, de agonía y fatiga.

La impresión le mantiene paralizado un momento: más de lo que puede permitirse.

Madre-del-amor-hermoso...

- Podíais haberos ido a encontrar con los bandidos, joder... - murmura por lo bajo mientras se decide de forma definitiva a entrar al edificio

Dan Harlan por un lado, indios salvajes y cabreados por otro lado ¿qué era peor? Los indios claro. Pero... ¿habría bloqueado la puerta el pícaro de Dan Harlan?

Seguimos sin respuesta acerca del hijo de la noche. Vaya plan, lo mismo piensan que somos idiotas. En fin.

-Irá bien, William. Ya verás. Te dejarán como nuevo. Cruzo los dedos. -La verdad es que los indios se estaban portando muy bien. Gente pacífica y amable. Al menos esa es la cara que nos están ofreciendo. 

Voy a salir y se me queda mirando la chica de forma tan...tan...impertinente. Pero decido no tenerlo en cuenta, cayendo en la cuenta que quizás nunca ha visto a una mujer como yo, o le recuerdo a alguien. 

-¿Cómo te llamas?

Me abrocho el botón, un poco deprisa y molesta conmigo misma.

-No es nada. Una marca de nacimiento. Una mancha en la piel  No es un lobo. -negué con la cabeza.

Me fijé en los demás indios que me rodeaban y me entró cierto nerviosismo en las piernas. Traté de sonreír y presentarme, me llevo la mano al pecho.

-Meredith. Mi nombre es Meredith. Hola. -luego giré la cabeza hacia la chica- ¿Me vas a decir quién es y qué significa eso de hijo de la noche? ¿Y quién eres tú?

Pensaste en lo inoportuno que ahora eran los Apaches. Bien podrían haber llegado antes, y evitar el reguero de sangre para Williams. Ahora, estando a un paso de tí, apretaste a tu animal y luego bajaste de él con la intención de meterte dentro de la casa. La puerta de entrada estaba desvencijada, y sus oxidados goznes ya no la sujetaban. Por eso, tras una leve patada ésta se abrió y en el inteior pudiste ver escombros mezclados con arbustos bajos como los que había en aquella meseta. Unas maltrechas escaleras de piedra, que aún sí que se conservaban, subían hasta el segundo piso.

Estando aún escopeta en mano, oías la presencia de Harlan, y luego... ¡BANG! Un sólo disparo desde fuera.

¡Chico! Será mejor que reces lo que sepas, y luego dispares a esos malnacidos -gritó Harlan, sabiendo que habías entrado, pero aún no os veíais-.

Escuchábais ahora a los Apaches ahí fuera, cabalgando en la entrada del maltrecho edificio, y también sus voces y cánticos rodeaban la casa. Parecían como inflingir miedo en vosotros, desesperación, o tal vez esperaban que saliérais por vuestra propia iniciativa.

Yo tengo aún cuatro balas, y desde esta ventana puedo acertar alguno... ¡Creo que debemos aunar fuerzas! -la situación era harto complicada-.

Yo ser Taniché -dijo la mujer-. Levantó las cejas cuando negaste lo de la marca de tu pecho, pero ella no insistió fruto de la timidez. El hijo de la noche... no saber Roca Cálida la razón de porqué seguir con él. -los nativos a tu alrededor no dijeron nada, sólo seguían mirándote, aún cuando te presentaste ante ellos-. A vuestro lado, las dos mujeres calentaron una antorcha y la quedaron clavada en el suelo, delante del tipí. El tipo del sombrero de piel de animal calentó un hierro afilado, parecido a un cuchillo... y luego se introdujo en el tipí.

Un alarido hizo espantar a los pobladores lipanes que estaban alrededor de Meredith. Taniché se giró hacia la tienda y la escritora también, justo en el momento de tal grito. Era Williams, a quien aquella especie de improvisado cirujano le había hendido una cuchilla ardiente en su pecho hasta extraer la bala que tenía en el hombro. William no había contado con ningún tipo de anestesia, y por eso se desmayó. Había perdido sangre, sí, pero la bala estaba fuera.

Sólo Méredith fue testigo de cómo aquel nativo guardaba la bala a modo de recuerdo en una especie de zurrón, y luego ordenaba a sus dos asistentas a traer ramas de arbusto. Enseguida sacaron a William del tipí y lo colocaron a cielo abierto. Luego ahumaron el interior del tipí con el humo procedente de la quema de todas esas ramas. Parecía algún tipo de ritual. Acto seguido trajeron maderos, formaron una hoguera y calentaron un cazo de barro con agua. Allí hirvieron unas especies de raíces, y el "médico" que había operado al pistolero echó también algún tipo de polvo en su interior (tal vez polvo de hueso animal o algún tipo de material machacado).

Tras una media hora William despertó. Meredith había ayudado a administrarle unas telas que las gentes del poblado lipán habían traído a modo de ofrenda para colocárselas al herido. La mujer estaba viviendo experiencias que no todo el mundo podría contar, y quien sabe si serían más valiosas narradas en un libro o guardadas en su propio corazón... El caso es que William despertó y tras sentir un terrible dolor, le fue colocado en la herida, previamente cosida por aquel lipán del curioso sombrero, aquella especie de emplasto, cuya base de agua y raíces era ahora pegajoso y moldeable. Las vendas de William ahora renovadas le ayudarían a estar tranquilo y con una salud reconfortada.

Instantes después acudió el jefe Roca Cálida de nuevo, quién había desaparecido por el poblado durante la intervención de William. Habían pasado casi dos horas desde vuestra llegada al poblado. Detrás de ella llegaba también Taniché. El jefe la habló y ésta os tradujo sus palabras.

El jefe saber ahora quien eres. Qué hacer aquí -dijo a Meredith-. Decir tu marca. Un animal llevar en tí. Ser tu quien pueda calmar el mal del hijo de la noche. Tú ser Gan...; tu ser es... "espíritu de... montaña".

Entonces volvió a hablar Roca Cálida, y Taniché siguió comunicando su parecer.

Buscarle ahora. Buscar al Hijo, Roca Cálida lo dice. Espíritu sabe detenerle, qué decirle -entonces el nativo de la lanza que os había conducido hasta el campamento, aquel a quien no pudísteis comprender, trajo de las riendas el caballo de Meredith, ofreciéndoselo. Ir ahora. Buscar juntos -apuntó con la cabeza a tal indio-.

William escuchada todo esto postrado en la improvisada camilla (sobre el suelo) de mantas, embutido en vendas y con un severo escozor por el emplaste.

William despertó en el exterior de la tienda, lo primero fue el dolor en su hombro, y la extraña sensación que le producían las vendas y algo más que notaba aun húmedo contra la piel. Pero el dolor había cambiado, ahora era más tolerable, excepto los efectos del emplaste que le habrían aplicado en la herida, y que escocía bastante. No sabía el tiempo que había podido transcurrir, pero dada la posición del sol en el cielo, supuso que varias horas. Allí estaba Meredith, y un montón de estos indígenas, que sin conocerles les estaban ayudando y portándose mucho mejor con ellos, de lo que habrían esperado.-Muchas gracias, me habéis ayudado mucho en una situación difícil.-Cuando escuchó como el jefe Roca Cálida decía que Meredith era una especie de espíritu y que podría calmar al hijo de la noche. Volvió a pensar en quien sería ese hijo de la noche, si el joven Thomas o el peligroso Harlan. Y cuando el jefe mandaba a la persecución a Meredith con el guerrero indio, se levanto mientras decía:-Ya estoy mucho mejor, yo también iré con ellos, no les retrasaré y puedo serles de ayuda. Además no quiero separarme de Meredith, y he de tratar de ayudar a encontrar y calmar a ese espíritu de la noche. Pero necesitare saber donde esta mi caballo.-Lo cierto es que al levantarse, sufrió un mareo, que trató de disimular como mejor pudo. Pero pronto se recompuso, y trato de ver donde podía encontrarse su caballo. Antes de nada se dirigió a la mujer blanca cuyo nombre creía que era Taniché y le dijo:-Dile a Roca Cálida que estoy en deuda con el y con vuestra tribu, y que cualquier cosa que pueda hacer por ayudaros la haré sin dudarlo. Nos habéis tratado muy bien, como a hermanos, y eso no lo olvidaré.-Y buscó su caballo para unirse a la búsqueda del hijo de la noche. Tendría que actuar con cautela, para que no se abriese la herida, pondría más cuidado en sus movimientos y acciones, pero sin retrasar al resto, o eso esperaba.

- ¿Sabes que si conseguimos librarnos de ellos... seguiré intentando llevarte ante la justicia aunque sea lo ultimo que haga, verdad? Se lo prometí a mi padre, y es lo que haré - no era un embustero, no se le daba bien, así que no merecía la pena intentarlo - y ahora voy a subir - anuncié - y vamos a reservar las balas para los de ahí fuera. No busco matarte Harlan, para eso ya he tenido oportunidad cuando estabas atado... - si serviría de algo o no toda aquella palabrería solo Dios lo sabía, pero Thomas subió pues no tenía ninguna intención de estar tras la puerta si esos salvajes se decidían a entrar, desde el piso superior quizá tuviera alguna oportunidad más... o no.

En todo caso avanzaría con cautela, no se fiaba un pelo de ese cuatrero. 

Han sido unas horas tremendamente emocionantes. En realiad todo mi viaje a estas tierras lo ha sido, pero desde la captura de Harlam, las sensaciones, la percepción del mundo se ha hecho más intensa, más vibrante en mi pecho. No he perdido ojo de las manipulaciones del curandero y sus colaboradoras. He preguntado acerca del emplasto y lo he anotado todo, de lo que me he enterado, vamos, en mi cuaderno de viajes.

William, al final, parecía que se recuperaría. Qué alivio. Sabía que una cierta amistad se había labrado entre nosotros y estaba francamente preocupada por él. -Han sido muy amables. No se porqué nos han ayudado tanto, Will. Pero estamos en deuda con ellos, desde luego. Hablaré de este pueblo y de su bondad en mi novela.

Todo esto queda relegado a un segundo plano cuando Taniché traduce las palabras del viejo jefe. Me quedo descolocada sin entender gran cosa. Han extraído la bala a Wlliam, de acuerdo, pero lo que dicen...Son majaderías. Eso es. No quiero creerlas. 

-Un momento, William. Yo no veo tan claro que lo que dicen sea así. -me giré hacia la chica- ¿Un espíritu de la montaña, yo? ¿Gan? ¿Que yo puedo calmar su mal? -Miro de hito en hito a los indios, a la chica, el jefe y al otro hombre de la lanza. 

-¿Qué significa todo esto, Taniché? Nosotros no tenemos la sabiduría del jefe Roca Cálida. Necesitamos explicaciones. Por favor.

El jefe Lipán asintió ante el agradecimiento de William, pero no se opuso a que marchara con Meredith y el otro indio a buscar al Hijo de la Noche. Enseguida trajeron el caballo del pistolero, mientras éste se levantaba. Por su parte, Meredith no entendía qué tenía todo esta aventura que ver con ella; parecía tener una misión que no era entendible del todo, pero parecía que aquellos Apaches lo tenían claro. Taniché no dijo nada más, sino que se alejó detrás de Roca Cálida y el resto de la población, sin decir nada, tan solo mirando hacia atrás y sabiendo que dejaba con las dudas a la escritora.

Entonces quedásteis junto al tipi el indio de la lanza, William vendado y Meredith, los tres junto a tres caballos, quienes conservaban sus alforjas y vuestras cosas en el interior. Aquel nativo montó de un salto en su caballo, pese a tener más edad que cualquiera de vosotros, y agarró con fuerza su lanza y con la otra mano la crin del animal.

Tras las pertinentes advertencias a Harlan, éste rumió un simple "está bien", y con aquella ínfima garantía subiste rifle entre las manos por las escaleras, apuntando hacia arriba. Los indios se escuchaban aún ahí afuera. Tras subir una docena de escalones, viste a Dan Harlan con la sangre aún en el rostro (del golpe otorgado por Meredith), y estaba recostado detrás de un muro, junto a una ventana. En el suelo, junto a sus pies, tenía un revólver y entonces levantó las manos.

Chico, ahora no es momento de pelearnos entre nosotros... -advirtió Dan-. Mira qué hay ahí fuera -hizo un gesto de cabeza, apuntando a la ventana que tenía inmediatamente a su derecha.

Tú, agachado levemente, observaste por ahí, desde esa altura privilegiada. Una decena de indios rodeaban la casa con los caballos, aunque había tres que estaban apostados con rifles desde sus propios animales, delante de la casa, a unos treinta metros.

Cuatro balas me quedan, ya te lo he dicho -confirmó-. Espero que tú tengas más. Cuando tú decidas déjame coger el revólver, pues creo que ya he mostrado buena voluntad. Por cierto, disparaste bien antes a esos malnacidos. No son miembros de mi banda: ni los conocía, pues de ser ellos no se hubieran andado con lástimas ni errores... Aún no entiendo cómo mi hermano fue alcanzado por esos inútiles de poca monta...

¡¡BANG!!

Mientras charlábais, uno de los tres indios estáticos había disparado a la ventana, cuya bala golpeó en el marco de la misma, por fuera. Os tenían atrapados.

Fatal. Me quedé fatal y perpleja por el silencio de esta gente. Amables, sí. Pero enigmáticos. Y para una periodista y escritora , es lo peor que no te ofrezcan la información que precisas.

Quizás les ayudaron para resolverles un problema al que ellos, los indios, no podían enfrentar. En cualquier caso, si William estaba mejor y con capacidad suficiente de moverse, marcharos ahora nos daba una oportunidad de, quizás, encontrar a Harlam y detenerle de nuevo. Si no lo hizo ya Thomas. 

-Quedan suficientes horas de luz. Aprovechémoslas. Tal vez demos con ese maldito criminal -Imito al indio al montar en mi caballo, ni de lejos tengo su habilidad, pero voy mejorando.

Parece que no les iban a dar más explicaciones de quien podía ser el hijo de la noche, y de como lograría Meredith apaciguarlo.-Sigamos al guerrero, nos ayudará a encontrar a Thomas o a Harlan, o a los dos ya que el chico va tras Harlan. Esperemos que no le hayan emboscado, y que aun este bien.-Y se dispuso a salir del poblado, tras el rastro de Harlan, o Thomas. Ya verían quien era ese hijo de la noche. Ahora, mejor tratar de recuperar el tiempo perdido, podían estar muy lejos. No había comprendido cual era la idea de los indios, y eso le inquietaba, no sabía que papel podía jugar el guerrero, pero desde luego habían resultado muy amigables, y una bendición para alguien que tenía una herida como la suya. Habría que tratar de ayudarles, ya verían de que se trataba y que es lo que podían hacer.

Thomas da un ligero cabeceo hacia el revólver de Dan Harlan, como invitándole a cogerlo, a la par que deja de apuntar al techo para sujetar su rifle como Dios manda. Estaban jodidos y la realidad es que los enemigos había que enfrentarlos de uno en uno y... todo ese rollo de que el enemigo de mi enemigo... ¿Cómo era? bueno da igual.

- ¿Hermano? - no puede evitar que se le escape aquel pensamiento en voz alta, ¿sería una forma de hablar no? ¿una forma de hablar nada más no? no nos la podía haber estado jugando desde el principio... ¿o si?

- Y a estos... ¿Qué les has hecho? - preguntó el joven, acusador, mientras se acercaba con cautela a una ventana intentando no ponerse a tiro. 

No les he hecho nada... -respondió Harlan-. Me dedico a otras cosas, no a guerrear con esta gente... -añadía el cuatrero mientras recogía su arma y miraba de reojo la ventana-. Los indios seguía allá afuera, sin tratar de entrar, y disparando alguna bala cuando asomábais la cabeza más de lo normal. Lo cierto es que si hubieran venido a por vuestras cabelleras...

... ya habrían tratado de entrar en la casa -señaló Dan-. Algo está pasando.

Y tal que así, que aguantásteis casi tres horas allí apostados, mientras tú apuntabas por la ventana agachado y Dan apuntaba a la escalera y otro ventanuco. Los Apaches habían estado dando vueltas a la vivienda, se habían parado a descansar, y habían repetido tal acción durante todo ese tiempo. Aquello no era realmente normal, y poco a poco el cálido sol del Llano Estacado se ocultaba bajo el horizonte... Entonces los Apaches se colocaron afuera en fila... estaba a punto de hacerse de noche.

Entonces comenzaste a sentirte mal, muy mal.

Un fuerte dolor de estómago, y algunas arcadas. Tus manos se inflamaron, y sobre tus dedos aparecieron unas extrañas arrugas; tus uñas se volvieron totalmente negras, y sentías cómo tu corazón, sin siquiera tocarlo con la palma de la mano, se aceleraba. Durante un instante no pudiste ponerte de pie, por lo que tuviste que recostarte como lo había hecho Harlan cuando lo encontraste. Además, tuviste que dejar el rifle en el suelo, pues tus brazos se entumecieron un instante.

Dan miraba todo aquello y su rostro palideció.

Sus ojos estaban clavados en tí, a la par que mudo por lo que estaba viendo.

¡Qué coñ... está pasando, muchacho! -másculló, pero aquello no era una pregunta-. Entonces los indios comenzaron a jalear, y, acto seguido bajaron del caballos y, algunos con rifle en mano y otros con hachas de combate, entraron a raudales en la vivienda.

¡¡Ya vienen!! ¡Muchacho! ¡Muchach...! -Dan Harlan te gritaba mientras contemplaba cómo tu piel se volvía negra, peluda y gruesa. Tus uñas ahora eran más largas y tu rostro se cubrió de vello por completo. El cuatrero balbuceaba al mirarte, de nuevo petrificado. Miraste tus manos, y no parecían diferenciarse de la piel de cualquier alimaña que hubiera en el Llano. Te estabas convirtiendo en... algo extraño.