Partida Rol por web

Callum salió de la habitación de Arthur un tanto preocupado, buscó a Rogelio... y le convidó a que se reuniera con el grupo pues debía de contar un suceso que había visto anormal en el cuarto de Arthur.

En el salón se disculpó ante la conversación tan agradable que estaban teniendo su amigo Pietro con la señora Mariam, les dijo que tenía que contarle un suceso que no había visto nada normal en la habitación de Arthur, y que se lo había notificado a Rogelio también para comentárselo a los tres.

- Verán señores y señora, dijo con una leve inclinación mirando a Mariam, siento decir que he estado husmeando en la habitación de Arthur, quería saber cómo le iba en su nuevo sitio, y me ha parecido anormal ver en el estado en que está su dormitorio. Primero huele la habitación mal, a no estar aireada desde hace tiempo, como sabemos es extraño en Arthur sabiendo su grado de pulcritud. El armario está sin ropa, solo posee un abrigo viejo, y poco más. La mayoría de las perchas están vacías. El baño que conecta con su cuarto está demasiado limpio, como si no se usara cotidianamente. ¿Acaso alguien ha vivido en un dormitorio así?, ¿qué sucede aquí compañeros?, hay algo que no cuaja, es imposible que una persona viva en un dormitorio en las condiciones que he comentado, qué nos está ocultando Arthur, compañeros. Decía Callum mirando a todos los presentes con una connotación dramática en su voz.

No estará usted teniendo algún mal sueño. También mire esa habitación y no vi nada raro. Comento con calma mientras seguía ojeando uno de los libros de la biblioteca. Si pasara algo raro, el profesor nos lo hubiera contado. 

—Así que le viene de familia —comentó la mujer al escritor antes de darle un nuevo trago al reconfortante vino—. Y dígame, ¿en alguna ocasión su padre pudo ver algún fenómeno… extraño en alguna de las casas que visitó? Cuénteme por favor —terminó por decir.

Mientras tanto, fuera la lluvia arreciaba y los truenos acompañaban el mal tiempo con el que habían sido recibidos en la isla, lo que hacía que la agradable habitación en la que se encontraban pareciera un oasis en mitad de la tormenta, aunque eso aumentara la intranquilidad por Arthur. Intranquilidad que se vio reforzada con las palabras de Pietro.

—Sí, parece que tarda demasiado —musitó en voz baja, como si tuviera miedo que alzando la voz fuera a suceder alguna desgracia—. Sólo espero que no haya tenido ningún percance con el coche, tal y como está el tiempo tendrá que tener mucho cuid… —Mariam dejó la frase sin terminar al ver entrar al señor Jones, al cual devolvió el cabeceo a modo de saludo.

Prestó atención a la preocupación del hombre, enarcando una ceja extrañada por lo que acababa de escuchar. Si lo que Callum contaba era cierto, y ella no tenía por qué dudarlo, había que reconocer que era un comportamiento bastante asombroso y poco apropiado para alguien como Arthur, sobre todo el hecho de que no tuviera ropa colgada en los armarios, aunque sólo fuera otro traje y un par de camisas.

—Vaya, si que resulta extraño —dijo, irguiéndose en el asiento para mostrar toda la atención a aquella sorprendente revelación—. Quizás no sea esa la habitación que use a diario y, dada nuestra visita, haya decidido cambiarse —intentó excusar el comportamiento de Arthur, aunque ni siquiera ella estaba convencida de lo que había dicho—. Me disculpan un momento, voy a la cocina a comprobar una cosa.

De repente a Mariam le preocupó el hecho de que Arthur estuviera teniendo problemas económicos y que el gasto que habría supuesto esa casa hubiera impedido que llevara la vida medianamente acomodada que ella le conocía. Su intención era curiosear por la cocina para saber qué tipo de alimentos había decido comprar para agasajarlos a ellos.

La conversación tan amena que estaba manteniendo con la señorita Lacroix, se rompió de forma súbita, cuando Callum y Rogelio penetraron en la estancia con extrañas preocupaciones. Lo cierto es que cuando Callum les contó lo que acababa de descubrir, todo sonó un poco extraño, pero al fin y al cabo, el señor Hopkins era un individuo extraño. Irse a vivir a aquella isla en completa soledad no era de alguien que cumpliera con los cánones sociales establecidos.

- Un poco raro si que es... - Afirmó finalmente Pietro. - Aunque no creo que debamos preocuparnos. Puede ser lo que ha dicho Mariam. - Se encogió de hombros. - Yo desde luego no usaría una estancia tan grande para mi solo. - Guardó silencio unos momentos. - Lo que realmente me preocupa es que está tardando demasiado en regresar. 

Tal y como había dicho, Mariam se acercó a la cocina para fisgonear un poco por allí. Abrió armarios, la alacena, comprobó que todo estuviera en su sitio y, sobre todo, lo que quería saber era si se veía que los utensilios habían sido usados con cierta frecuencia.

La cocina esta impresionantemente limpia. Las alacenas  estan vácias, no hay víveres o comida. Si abres la nevera encontrarás  la misma casi vacía, hay dos botellas con agua, dos botellas de leche, y dos limones (uno de ellos esta medio partido y esta mohoso).

Tras decir eso Mariam entra a la cocina.

La lluvia comenzó a  bajar en intensidad, hasta casi desaparecer auditivamente por lo menos.

Pietro siguió a Mariam a la cocina. Suponía que quería ver que viandas tenía preparadas. Si es que tenía alguna. 

- Estoy seguro de que Hopkins ha preparado algo para nosotros. - Sonrió. - No creo que sea de esos que invita a gente a su casa y no les da de comer. No... no lo creo. - Dijo con una sonrisa aunque con cierta duda asomando en lo más profundo de su ser.

Rogelio siguió consultando libros en la biblioteca sin encontrar nada interesante. La idea conspiranoica de sus compañeros le parecía rara e insostenible. Una idea propia de chiquillos de mente despierta.

El siguió paseando un rato más por el salón con el libro en la mano, y después decidió pasar al comedor. Le apetecía un trago de algo, y con un trago de algo no se refería a agua. Puede que el profesor guarde alguna “buena medicina” en el mueble bar.

Aquello le parecía inconcebible, pero así era. Cuando echó un rápido vistazo a la cocina y más particularmente a la comida que podía haber, Mariam comprobó con sorpresa que no había nada. Justo en el momento en que iba a regresar a la sala para decírselo a sus compañeros, Pietro apareció junto a ella.

—O Arthur es muy mal anfitrión o estoy empezando a pensar que aquí sucede algo raro —le dijo al hombre mientras negaba con la cabeza—. ¿Puede usted creer que no hay ni rastro de comida en toda la cocina? Me parece algo increíble. Si usted sabe que va a tener invitados ¿no tendría su despensa llena?

Con la mano en el libro que tenias a mano, comienzas a ojear el mismo y notas  que a comienzo de un capítulo hay una pluma de algún ave, la puma no es muy grande, por eso no la notaste en primer momento, parece un improvisado separa páginas.

La misma esta en medio de un capítulo que habla de la muerte y los ritos funerarios de varias culturas. Algo que  claramente te sabes de memoria.  Desde los egipcios, griegos, celtas, culturas del medio oriente, como algunos apartados actuales de las culturas precolombinas americanas. No hay nada subrayado, lo cual es estupendo era indicio de que cuidaban los libros, la información no es algo fuera de lo común, hablan de los conceptos de la  finalización de la vida, el duelo, el alma, el cielo o el infierno acorde a las culturas.

Una vez Marian dice eso,  suena el  reloj  dando las 7:00 p.m,  en el lugar ya habia oscurecido. En ese momento notan todos que Arthur no ha regresado.  Ciertamente acaba de caer una tormenta electrica, y lo que iba a suponer una salida de 15 minutos,  ya va en una hora. No hay rastros de él. ¿Le habrá pasado algo?

Mientras ojea un libro, Rogelio se para en mitad de un capitulo y saca de entre dos páginas una pluma de ave. Curioso marca páginas. Susurra mientras contempla la pluma a contra luz.

Entonces comenzó a leer en voz alta el pasaje que marcaba la pluma. La religión de los antiguos celtas, particularmente la de los galos antes de la conquista romana, no es bien conocida, y los datos de que se disponen para reconstruirla son escasos y no muy precisos. El culto a la muerte estaba a cargo de los druidas, sacerdotes que a la vez eran los encargados de los ritos funebres…  Continúo leyendo un rato más del capítulo, el cual habla de la muerte y los ritos funerarios de varias culturas. Desde los egipcios, griegos, celtas, culturas del medio oriente, como algunos apartados actuales de las culturas precolombinas americanas. No se puede reprochar que cuando uno se acerca a la vejez, el concepto de la muerte se tiene cada vez más presente. Para Rogelio que el profesor, un hombre ya anciano, leyera ensayos sobre la muerte era algo totalmente normal.  

En ese momento llego Mariam de la cocina. No se alarme, puede que haya dejado la comida en el coche o nos quiera llevar a un restaurante. Comento con escepticismo. Pero me está empezando a preocupar el retraso del profesor. Podríamos llamar al puerto o a la policía, y preguntar si ha pasado algo. Dicho esto busco un teléfono y una guía para poner en práctica su sugerencia.

El teléfono al parecer se dañó con el  rayo que cayó recien, pues tiene el típico sonido de gorgoteo que se da cuando la linea se daña temporalmente. No hay tono, usualmente esos daños suelen arreglarse con el tiempo, pero ahora que lo necesitan pues no funciona.

Mariam empezaba a preocuparse de verdad, no sólo por lo extraño que resultaba el haber descubierto que, tanto en la habitación de Arthur como en la cocina, no parecía haber nada que indicara que alguien viviera allí de manera habitual, sino porque ya había pasado una hora y su amigo aún no había regresado.

—Mon dieu, sólo espero que no haya sufrido ningún accidente —exclamó mientras veía como Rogelio alzaba el auricular del teléfono dispuesto a ponerse en contacto con alguien que le pudiera decir dónde se encontraba Arthur.

Para su consternación, la tormenta que había caído había dañado la línea telefónica dejándolos aislados. No conocían la isla, no sabían donde se encontraba el viejo profesor y para colmo no tenían nada para comer. Aquella invitación que había comenzado como un agradable viaje que serviría de reencuentro con su amigo, se estaba convirtiendo en una preocupación por la ausencia de Arthur.

—¿Qué deberíamos hacer? —Preguntó con un tono que ya pasaba de la preocupación al temor—. Quizás su coche haya sufrido alguna avería, podríamos ir a buscarlo por el camino, o preguntar a alguno de sus vecinos ¿no creen? —Mariam miró por la ventana para observar cómo la oscuridad reinaba en el exterior, lo que haría más difícil llevar a cabo su propuesta—. Podemos ir a la casa más cercana, puede que la avería del teléfono no les haya afectado a ellos.

Pietro no quería parecer un paranoico, pero el escenario en el que se habían visto inmersos empezaba a parecerse cada vez más a una de sus novelas de terror. Lo cierto era que la falta de enseres personales del profesor, la ausencia de alimentos y su desaparición eran ya tres indicios que valía la pena sopesar.

- Me he mantenido de su lado hasta ahora, señor Almeida, pero debemos reconocer que parece que algo muy extraño está sucediendo en esta casa. - Hizo una breve pausa. - No digo que Hopkins nos haya tendido una trampa, pero empiezo a sospechar algo extraño. Igual si deberíamos ir a preguntar a los vecinos.

Dicho aquello, Pietro agarró su gabardina y se dispuso a salir a la calle. Miró al señor Almeida y al señor Jones. No le pediría a una dama que se mojara, pero esperaba que al menos uno de los dos hombres fuera con él.

Cuando abren la puerta de la casa para salir a investigar la noche es evidente. Todos salen de la casa  y comienzan a caminar habia la casa más cercana que queda  a unos tres o cuatro kilometros de ahí. No es mucho, pero como acaba de llover  todo esta humedo. El aire huele a mar, y se escucha el agua golpar  contra las rocas.

Callum siguió a sus compañeros no sin antes coger un paraguas, - el descubrimiento de Mariam de no haber comida en la despensa era la gota que colmó el vaso, y aunque Rogelio era escéptico a creer que pasaba algo raro, Callum sabía que todo aquello no era normal. Una vez fuera le habló a sus compañeros: - Compañeros, antes de llegar me di cuenta que a unos tres o cuatro kilómetros de aquí, asomándonos a la carretera hay una casa que da al acantilado, había alguien que estaba observando desde la ventana del segundo piso. Como sé que allí sí hay alguien... iré hacia esa casa en concreto, no quiero perder más tiempo. Si quieren acompañarme... dejó la oración sin terminar y sin esperar siguió el camino que les había indicado para dar con tal casa. Se le veía a Callum intranquilo, y con sumo interés por descubrir quién había en esa casa, había perdido su compostura de hombre tranquilo para coger la iniciativa y encaminarse hacia aquel lugar. Su gesto era de suma preocupación, y las pesquisas que se habían encontrado en la casa no habían hecho más que ponerle más nervioso. - Temía por su amigo Arthur, y tenía la certeza de que algo gordo le había pasado para que no tuviera la vida cotidiana de un hombre común.