Partida Rol por web

La horca no dibujó nada en el suelo. Mateu te miraba, y pateaba el heno imitándote, pero no encontráteis nada más que la extraña mirada de Melisa (la cual debía estar preguntándose qué diantres estábais haciendo). El caso es que regresásteis a las dependencias de la fortaleza, al edificio en sí. Ninguno de los criados estaba levantado. Es más, tras esperar en la cocina hasta casi una hora, quien solo apareció fue el sol de la mañana inundando con sus rayos el interior de las salas del castillo. Sin embargo, cuando hubísteis de levantaros de los asientos para ser vosotros quien fuérais a buscar a los siervos, dos de ellos aparecieron en la cocina.

¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!

Sus pasos eran lentos, pausados;

¡Clap! ¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!

Delante de la puerta de la cocina apareció Alaiñe, y a su lado su mermado hermano Mikel. Ambos estaban cabizbajos, y el pelo de la mujer colgaba hacia abajo. Quedaron delante de la puerta, tapando el paso, aguantando así unos minutos. La escena era algo tétrica y desconcertante.

Mateu trató de llamar a la joven, pero titubeó algo en su voz. Estaba claro que tu joven criado había percibido algo en esos dos siervos, algo que tú también habías notado: sus ojos eran ahora blancos como la leche, y su piel estaba blanquecina, mucho más de lo normal. Entonces, como seres posesos, corrieron hacia vosotros mientras expulsaban espuma por su boca...

Algo extraño sucedía en el castillo, estaba claro. Ya fuera el personaje que habíamos seguido y había desaparecido en las cuadras, o que los criados ahora no aparecían, sumado a la extraña desaparición de los dos campesinos... Me estaba empezando a entrar mal cuerpo y ahora que tenía el libro que quería en mi poder, podía irme antes siquiera de que don Paskal regresara. Pero en el momento que nos íbamos a ir a buscar a Alaiñe para que nos preparara el almuerzo, ésta apareció en la entrada de la cocina junto a su jorobado hermano. Todo atisbo de cordura había desaparecido de sus rostros. Con los ojos en blanco y echando espumarajos por la boca, ambos cargaron hacia nosotros con viles intenciones. La chica vino a por mi.

-"¿Alaiñe, Mikel, qué sucede? ¿Qué os pasa?" Dije preocupado.

Al no tener respuesta y ver que se abalanzaba hacia mi la muchacha, subí la mano derecha hasta mi cuello y agarré mi amuleto.

-"Mateu, están bajo el influjo del maligno, ármate y lucha." Le grité.

Hablando bajo y entre dientes, alcé mi brazo izquierdo y pronuncié las palabras para activar el poder del amuleto. Intentaría dormirle la pierna derecha para que cayera al suelo y se despatarrara. Ya me daba igual que mi joven pupilo me viera haciendo magia, ya se lo explicaría.

-"Toris ossibus nervisque oboedite meæ.*"

Turno 1:

No obstuviste respuesta alguna. Aquellos dos criados no respondían ante nada, y tan sólo se os acercaron como posesos. Ya veías cómo Mateu trataba de empujar a Míkel, ambos pisando cacerolas y formando un escándalo, cuando Alaiñe vino hacia tí. Enseguida la mujer trató de golpearte con sus manos; venía con los dedos cuales zarpas de felino. Sin embargo, cuando trató de impactar en tu rostro no pudo acertar. Por contra, tú tomaste el talismán en alto, y con unas palabras en Latín, trataste de paralizar alguno de sus miembros del cuerpo... Sin embargo, la mujer seguía moviéndose... ¡El hechizo no hacía efecto!

Alaiñe ha superado la tirada de RR, por lo que no le ha afectado el hechizo en este turno. Puedes seguir intentándolo, claro.

La joven no parecía sentirse afectada por mi conjuro, cosa que no me extrañaba, ya que durante los días que llevaba en el castillo un halo de mala fortuna me acompañaba. Aún así, no me di por vencido y volví a intentar paralizarla para no tener que terminar a puñetazos, patadas, tirones de pelo y arañazos. Volví a extender mi brazo izquierdo y recité las palabras de activación del amuleto.

-"Toris ossibus nervisque oboedite meæ.*"

Turno 2:

Te adelantaste entonces a efectuar tu siguiente acción. Volviste a tomar el amuleto con fuerza, y a "bendecir" con palabras mágicas a aquella mujer. Sin embargo, no parecía que fuera del todo bien, pues ésta seguía en sus trece, y ¡seguía moviéndose! Ésta no tardó en tratar de propinarte otro "recado", pero trastabilló con la mesa de la cocina, grande y voluminosa, y notaste sus dedos delante de tu cara... A tu lado Mikel había logrado agarrar a Mateu por el cuello, y pronto lo abrazaría a su merced.

Viendo que a esta joven no le afectaba en lo más mínimo mi magia y viendo a Mateu estrangulado por el jorobado, decidí esta vez paralizar un miembro del hermano de la hermosa cocinera. Alargando nuevamente mi brazo izquierdo, esta vez apuntando a Mikel, volví a pronunciar por tercera vez seguida las palabras de activación del medallón. Solo esperaba que esta vez mi magia funcionase con el tullido.

-"¡Aguanta Mateu! Toris ossibus nervisque oboedite meæ."

Turno 3:

Viendo al pobre de Mateu, aún convaleciente, confrontar con el tipo de la joroba, tus siguientes palabras mágicas fueron dedicadas a su agresor. Sin embargo ningún efecto contrajo aquello (es más, Mikel ni siquiera se percató mientrs forcejeaba). El caso es que la joven aprovechó que prestabas atención a tu derecha para lanzarte una patada, la cual impactó en tu pierna:

Daño: 2 (sin protección) (/2 por pierna): 1 punto de daño.

Aquel golpe te causaría un buen moratón...

Fue entonces cuando escuchaste más allá de la puerta de la cocina un grito.

¡¡A - C - A - B - A ...!!* -oiste a alguien desde fuera, en alguna estancia del castillo-, ¡¡ACABA CON ELLOS!! ¡¡MÁTALOS... A TODOS!! -era la voz de Dunixi, que no debía estar lejos de la cocina, y su grito retumbaba hasta tus oídos-. Entonces escuchaste unos pasos converger hacia el lugar donde estaba vuestra pelea; y llevaba consigo el sonido conjunto de algún tipo de metal que arrastraba en la piedra del suelo...

En breves instantes, delante de la puerta apareció una figura.

Era alta, de aspecto casi anciano ya, pero aún de buen porte. Su pelo era corto y plateado, con pocas líneas oscuras fruto de su juventud. Sus ojos eran blanquecinos, como los de los criados, pero éstos irradiaban luz (como si estuvieran imbuidos por un hechizo maligno), y en su mano llevaba arrastrando una espada, que no era sino la causante del sonido arrastrante que acababas de escuchar. Entonces, en medio de vuestra pelea, sin mediar palabra, levantó su espada le propinó un mandoblazo a Alaiñe... La cabeza de la joven rodó por la mesa, donde horas antes había estado cortando la cabeza al pollo tras desplumarlo. Tú temblaste un instante, y tus piernas temblaron... El sujeto no era otro que don Paskal de Urretxu. No lo recordabas así... Estaba más viejo, sí, ¡pero jamás mostró esa demoníaca mirada sobre tí!

Acto seguido dio un paso hacia delante y levantó su espada contra tí.

Por si no fuera poco con lo que teníamos encima, apareció por fin el señor del castillo con su enorme espadón. De un tajo seccionó la cabeza de la pobre Alaiñe de su cuerpo, saliendo ésta volando por la cocina. Mateu lo tenía complicado con el jorobado y así seguiría, ya que mi conjuro no había funcionado nuevamente. ¿Habría utilizado algún producto caducado al hacer el amuleto? El caso es que mi magia no surtía efecto, pero al parecer el malnacido de Dunixi, al que no le tenía que haber invitado a la botella  de vino, sí tenía suficiente poder mágico como para haber atrapado en su locura a las gentes del castillo. Mucho me temía que el encapuchado que vimos desde la ventana era él o algún compinche suyo. Ahora, el problema era gordo. Por un lado Mikel y Paskal, experto guerrero, y por otro Dunixi, malandrín y brujo.

-"Sé fuerte muchacho, intentaré que entré en razón don Paskal, aunque mucho me temo que también está bajo el influjo del Maligno." Dije gritando a pleno pulmón.

Me concentré en mi adversario, muchísimo más peligroso que el anterior, aunque ya me había llevado una buena patada de la muchacha. Levanté el brazo izquierdo y volví a intentar usar el poder de mi estropeado talismán.

-"Toris ossibus nervisque oboedite meæ." Dije con todas mis ganas.

Como no consiguiera embrujarlo yo también, sería el final de mi viaje.

Turno 4:

Tras levantar la espada, el brazo de don Paskal se vino abajo, como un peso muerto, y su mano perdió fuerza, dejando caer la espada. Ésta resonó en el suelo de la cocina, y tú te sentiste aliviado... por momentos.

Vi cómo por fin surtía efecto mi magia en alguien, sino hubiera sido partido en dos por la fuerza de Paskal. Dejó caer la espada, pero la cogió con la otra e iba a ensartarme como un pincho moruno Miré de reojo a Mateu para ver qué tal le iba, pero se tendría que apañar él solo. Volví la mirada a mi adversario y nuevamente levanté el brazo izquierdo en su dirección. Las palabras resonaron por la estancia con más fuerza que antes.

-"Toris ossibus nervisque oboedite meæ."

Turno 5:

Antes de que tomara la espada, volviste a formular aquellas palabras contra don Paskal, esta vez dirigidas hacia su otro brazo. Entonces ambos quedaron como pesos adheridos a su cuerpo, tambaleantes, y el noble entrado en trance miró tales extremidades sin saber qué estaba pasando. Oiste un tremendo golpe, y eran Míkel y Mateu; el siervo de la joroba había logrado tirar al suelo a tu criado, quien gritaba, y ahora se encontraba a horcajadas sobre él, tratando de clavarle un trozo puntiagudo de jarra quebrada (que estaba allí en la cocina y se había partido durante el forcejeo). A don Paskal aún le quedaban las fuerzas de las piernas, por lo que trató de darte patadas.

Viendo que el no tan noble señor tenía los dos brazos paralizados, pensé en sacar mi daga y asestarle sendas puñaladas que acabaran con su vida. Pero yo no era un asesino ni un truhán, y además sabía que el noble estaba poseído por alguna magia infecta producida por el desgraciado de Dunixi. ¿Cómo ni me había dado cuenta antes de que era un brujo? Esas cosas se intuían entre gente como nosotros, teníamos un halo especial. El caso, es que decliné sacar mi daga e intenté ahora paralizarle una pierna para que se quedara en el suelo definitivamente inmovil. Como no reptara como las serpientes, poco podría hacerme. Después ayudaría a Mateu y si todo salía bien, habría que ajustar cuentas con el malévolo criado.

-"Paskal, deténgase, por Dios. No ve que está poseído por el mal. Luche contra él." Le grité antes de decir las palabras mágicas.

Tras pensar que el empuñar tu daga contra don Paskal era una villanía para tí, quizá reducirlo con tu magia sería una buena idea. Tras pronunciar una vez más las palabras mágicas, notaste que nada ocurría... Por ello, Paskal trato de patearte dos veces, y logró golpearte con sus botas en tu pecho...

Daño: 5 (-2 por peto): 3 puntos de daño.

Por su parte, Mateu gritó, cuando aún estaba bajo el peso de Mikel en el suelo. La razón era he el criado de la joroba le había golpeado el rostro con un plato... Parecía que Mateu está a la merced de Mikel.

Esta vez Paskal logró zafarse de mi magia e incluso me pegó una buena patada en el pecho. ¡Pero qué agilidad tenía este hombre para sus años! Mateu estaba en el suelo, a punto de ser escalabrado por un plato que había cogido Mikel. Las cosas se ponían muy mal para nosotros. Nuevamente me vino a la cabeza coger la daga, pero nuevamente decliné hacerlo, dado que mi moral no me lo permitía. Volví a recitar las palabras mágicas y apuntar con mi mano una de las piernas del noble, la que me había pateado. Si lograba derribarlo, iría a ayudar a Mateu.

Turno 7:

Ni tú lograste despertar ningún mal en tu rival, ni el logró patearte, por lo que se miró las manos y comenzó a sentir sus extremidades superiores.

¡Aaaaaahh! Oiste gritar a Mateu, y el rechinar de la carne apretada cuando un acero o algo puntiagudo se introduce entre las fibras... El siervo Mikel le había introducido otro trozo de barro en el pecho hasta hacerle sangrar...Luego escuchaste un estruendo seco ¡¡Pafff!!, y no era sino Mateu golpeando desde el suelo a Mikel, en respuesta. Éste cayó de bruces a un lado, pero Mateu quedó allí, ahora desmayado (tal vez por las heridas...)

No podía volver a afectarle al noble con mi magia y Mateu había quedado tendido en el suelo. El combate se había puesto muy complicado, por lo que ahora sí, al estar nuestras vidas en juego, saque mi daga y traté de pinchar a Paskal para alejarlo de mi. Quizá con una herida, volviera en sí. Si no funcionaba, tendría que pensar en mi siguiente acción.