Partida Rol por web

Una capilla, la capilla del castillo -añadió Mikel, quien había sido el que os había visitado en la noche, y sabía exactamente el lugar-.

Me alegro que os haya gustado el desayuno. Yo no, señor Ramiro -respondió Alaiñe-, soy natural de dicha aldea, y siempre acude la misma mercancía. A no ser que don Paskal hubiera querido mandar recado, pues hubiera ido; mas me quedaré aquí, esperándole, no vaya a ser que se presente de pronto y el castillo carezca de siervos.

Si quieres yo puedo acompañaros, señor -respondió entonces Dunixi-. Al contrario, yo pienso que siempre es bueno visitar a los mismos "tunantes", pues acuden y alegran la aldea tan solo una vez al año... Hay uno que trae buen vino en barricas pequeñas y todo -dijo esto con cierta gracia, mientras se limpiaba con la manga la boca y se disponía a levantarse-. ¿Qué decís? -te planteó-.

La idea de ir a una feria no me desagradaba y además hacíamos tiempo hasta que volviera el señor del castillo. Viendo al pobre Mateu, que había sufrido ese percance tan desafortunado, pensé que tal vez no le vendría mal al muchacho distraerse un poco.

-"Bien, no me parece mala idea ir a ese pueblo a ver qué se cuece. Podemos pasar el día allí y ver la feria, que solo es una vez al año y seguro que hay algo interesante. Alaiñe, querida, si no te importa podías venir con nosotros. Ya que eres de allí, podrás enseñarnos la aldea y presentarnos a sus gentes. Dunixi y Mikel pueden quedarse por si viene vuestro señor."

Si la chica venía, de seguro que entre la feria y ella, a Mateu se le pasaban todos los sustos de un plumazo. No me gustaba hacer de Celestina, pero el chico necesitaba olvidar lo que le había ocurrido anoche. Después de planear esto, pensé en lo que Mikel había dicho.

-"Si eres tan amable Mikel, podrías llevarme a dicha capilla. Quiero rezar un poco antes de partir y congratularme con los santos, los ángeles y con el Todopoderoso."

Antes de partir, quería echar un vistazo a esa sala...

Intenté ser convincente para que la joven accediera a acompañarnos, pero no era mi fuerte. La oratoria la había trabajado pero distaba de ser un Aristóteles.

Lo siento señor Ramiro, no sé... creo que no, le agradezco la invitación -la muchacha comenzó a recoger los aperos de cocina, la mesa donde desayunásteis incluido-. Además, mucho hay que hacer siempre en este castillo.

Tras ello, Mikel os guió hasta la capilla. Subísteis de nuevo los escalones, y una vez enfrente de la puerta, el criado la empujó. Allí dentro se guarecía una habitación sencilla, con un crucifijo grande colgado en la pared circular, y un gran candelabro de pie, tan alto como una persona, para poner velas. Tenía algunas, todas apagadas.

Helo aquí, señor, esta es -dijo Mikel-. Seguro que es usted un buen devoto. Por mi parte iré a ver a la suya Melinda, y le prepararé el cubículo de la cuadra. Después desapareció.

Por tu parte, tras revisar aquí y allá (pues no había nada más de lo narrado), no encontraste nada más interesante en aquel lugar: muros, candelabro y cruz.

* * *

Una media hora después, tras revisar un poco las heridas de Mateu y cambiarle alguna de las gasas, tomaste tu zurrón y pertenencias (armas incluidas), y te encaminaste hacia Birañe, que era una aldea que se veía desde lo alto del castillo (la tarde anterior, en vuestra llegada, no os habíais dado cuenta de ella). El caso es que una vez allí, comprobaste que la aldea era un conjunto de casas arremolinadas en torno a una iglesia pequeña, y en las afueras, sobre un campo liso y libre de peñascos y retamas, había carretas tantas como una docena (tal vez más), con mulas y yeguas de tiro aquí y allá, y un ambiente festivo y de comercio.

Viajeros, curiosos de la aldea y comerciantes, todos confluían entre las tiendas. Había telones montados con gran habilidad, otros sobre los propios carros, y algunos comerciantes aprovechaban la sombra para vender sus productos. Principalmente el ganador era el objeto de aquella feria, y se podían apreciar ovejas, cabras y vacas. También algún que otro cerdo y sus lechones.

La gente paseaba entre los puestos, y alrededor del mercado había también grupos al son de laúdes, alguna que otra flauta y tambor, e incluso un volatinero (un artista de las acrobacias y los saltos, muy poco común en los reinos).

Después de rebuscar y mirar por todos los lados, me di por vencido. Pensaba que algo había atraído a la débil mente de Mateu hasta la pared de esta capilla. Al no encontrar nada, decidí dar por finalizada la investigación y volví a salir al pasillo. Fui de nuevo a la cocina para preguntar si alguno nos iba a acompañar. Supongo que Dunixi, ya que la muchacha había declinado la invitación. En la aldea nos relajaríamos un rato, pero esta noche estaría atento de no dormirme por si le volvía a suceder lo mismo al pobrecillo de mi criado. Quizás algún buhonero tuviera alguna planta que me sirviera para hacer una infusión para no dormir, quién sabe...

Al final fue el criado que nos abrió las puertas del castillo el que fue con nosotros. Yo iba montado en Melinda, claro, no quería agotarme por el viaje, además, que para eso tenía yegua. Una vez que llegamos, vimos el bullicio de la feria. Puestos de ganado por doquier más alguno interesante que vendía hierbas. Ahí es donde metería mi nariz un buen rato, mientras el muchacho y Dunixi se explayaban un poco en el baile.

La yegua Melinda paseaba tirada por Mateu, pues él era el encargado ahora del animal mientras tu curioseabas la feria. Parecía ahora disfrutar del espectáculo mañanero. Dunixi también miraba aquí y allá, interesado en toda aquella novedad con una sonrisa en su rostro (quizá buscaba esperanzado al de las barricas de vino). El caso es que llegaste a un puesto que tenía una lona, y bajo ella había un cajón con varios apartados. Allí había varios tipos de hortalizas frescas, plantas y en una esquinita un conjunto de botellines. Le preguntaste a la señora que regía aquel tenderete y entonces ella buscó algún tipo de brebaje entre tales botellitas. No tenían marca ninguna, y entre ellas extrajo uno de los mismos. Te dijo que aquello era lo mejor para mantenerse despierto. Unas gotas con leche o agua antes de dormir... y resuelto. Tampoco te comentó sus ingredientes o propiedades pero... ¿acaso importaba? En total eran siete maravedíes.

Entonces, en el ir y venir de gente, comenzaste a escuchar a voz limpia la conversación de tres tipos. Dos eran campesinos y otro debía ser algún tipo de pastor, que había llevado por allí a su rebaño, tal vez para vender.

¿Y cuando piensa soltar a esos dos? A saber dónde los tiene encerrados... -recitaba uno-; dicen que hay unas celdas en las que apenas cabe nadie de pie... seguro que están ahí -añadía otro-. Estos nobles son ariscos y muy crueles... La tendera, entonces, te preguntó si querías comprar algo, esperando tu respuesta para con el brebaje.

Estando yo con la mujer regateando por el precio del mejunje, escuché a tres tipos al lado que hablaban sobre algo peculiar. No era mi intención inmiscuirme, pero como hablaban a gritos, como suelen hacer todos los campesinos, imitando a sus animales, no tuve ocasión de no oírles. No sé a ciencia cierta sobre qué hablaban, pero la palabra noble había salido a colación. Volví a dirigir mi atención a la mujer.

-"¿Siete marevedíes? Creo que es algo caro para este elixir, y más sin saber siquiera si funciona de verdad." Le dije algo distraído.

Al final, la conversación de esos tres había atraído totalmente mi atención y no estaba prestando mucho caso a la negociación con la mujer. Después de un par de tira y afloja, decidí pagarla lo que me pedía, ya que no había logrado convencerla de que me rebajara el precio. Una vez con la redoma en mi poder, me acerqué a los campesinos sin ninguna discreción.

-"Perdonar, buenas gentes, pero no he podido quitar mi atención sobre la conversación que estaban teniendo. ¿He escuchado que hablaban sobre alguien desaparecido, tal vez? Me podrían informar sobre lo sucedido, por favor. Me encanta escuchar los sucesos que pasan en la zona, ya que soy escritor y siempre ando ávido de noticias e historias interesantes."

Los dos campesinos te miraron de abajo a arriba, interesado tu por lo que decían, pero luego bajaron la vista y se marcharon aprisa de allí, perdiéndose entre la gente de la feria. El pastor tenía consigo, cerca de si, algunos terneros, por lo que no pudo escabullirse. También te miró, pero al verse allí acorralado por tus palabras hubo de contestar, no sin demasiada reticencia, claro.

Hace poco mataron a un perro, el perro del señor noble de esta tierra -declaró-; dos campesinos de este pueblo. Ellos negaban el hecho, y los apresaron. Nada sabemos de ellos... ¡Vamos, Rubita, Coneja! -llamaba a sus animales para alejarse de allí cuanto antes y perderse también entre la gente, pues también el hablar le pesaba-.

Dunixi y Mateo estaban un poco alejados de ti, pues ambos estaban en el puesto del buhonero de vino y barricas, al que finalmente habían encontrado.

Estaba claro que se referían a don Paskal, dado que era el noble que regía sobre esta pedanía y sus alrededores. No recordaba que fuera tan vengativo el anciano noble. Y más aún, que castigara a dos pobres campesinos por la muerte de su perro. Curioso todo ello, la verdad. Tendría que preguntarle a Dunixi por esos dos tipos, ya que en las pocas horas en el castillo no había visto ni oído a nadie más, a parte de los tres criados. Tampoco había visto celdas o cosas parecidas.

Me acerqué a mis dos acompañantes, que estaban en el puesto de las barricas de vino, y arrugué la nariz ante el intenso olor a vinagre y vino que desprendía el puesto. Les invité a una pequeña botella para que saciaran su sed y dimos una vuelta por los alrededores. También comimos alguna vianda de algún puesto ambulante y cuando ya creí que habíamos estado el tiempo suficiente para que al chico se le pasara el disgusto de la noche anterior, dije de retirarnos al castillo.

Durante el camino de vuelta, sentado yo sobre Melinda, le pregunté al criado:

-"Dunixi, he escuchado sin querer una conversación entre varios aldeanos y comentaban que tu señor había arrestado y encerrado a dos compañeros suyos por haber matado a su perro. ¿Es eso verdad? Además comentaban que aún seguían encerrados en el castillo, dado que no habían vuelto a sus casa. Es curioso que no haya visto ni oído nada en mi corta estancia en el castillo." Dije en tono serio.

Desde la altura que me condecía mi yegua, miraba inquisitivo la cara de Dunixi, para ver su reacción.

Dunixi y Mateu se mostraron muy agradecidos ante la botella de vino que le regalaste. Ésta fue consumida de camino al castillo, sin que siquiera al preciado líquido le diera tiempo entrar en las estancias del mismo. Mateu había bebido dos vinos previamente, y Dunixi otros dos. Ante tu pregunta, el criado respondió.

Sí, así es, señor, ocurrió al poco de entrar yo a servir, hace meses -te respondió-. Por lo visto esos dos que referís, fueron llevados por los últimos soldados de don Paskal al castillo, pues se decía que mataron al suyo perro, el de la cacería. Pero don Paskal los inquirió con tesón y acabaron siendo liberados. Dos noches durmieron encadenados en la misma habitación que ambos dormís, por cierto, por orden del señor.

El criado me respondió rápidamente y sin titubear, por lo que debía de ser verdad lo que decía o tenía muy bien prpeparada la respuesta. Era muy raro que no hubieran velto los dos campesinos a sus respectivos hogares. De sobra se sabía que muchos nobles se pasaban con la vara de castigar y puede que con esos dos, hubiera pasado así.

-"¿Hace dos meses dices? Esta gente hablaba de que aún seguían encarcelados, por lo que no han debido de volver a sus casas. ¿No piensas que es muy raro? ¿Y dices que encima estuvieron presos en nuestra alcoba? Espero que se les tratara bien..."

Al final llegamos al castillo y en vez de venir calmado por la feria, venía más intranquilo por lo que había oído. Tendría que hablar con los otros dos, a ver qué me decían. Comparando lo de uno y lo de otro, podía sacar mucho en claro.

-"Mateu, ayuda a Dunixi con Melisa. Yo voy un momento a la cocina a ver a Alaiñe, que la tengo que dar unas hierbas aromáticas que me pidió para el guiso. Ahora nos vemos." Dije saliendo disparado y dejando a los dos allí plantados. Debía de cogerlos de uno en uno y solos.

No señor, esto fue después de que yo entrara a servir a don Paskal -aclaró Dunixi-. Sí, estuvieron presos ahí, por orden suya, con unos grilletes que antes adornaban la pared.

Mateu asintió y ambos llevaron a Melisa, aunque aquello era tarea de Mikel. Una vez dentro, viste que Alaiñe estaba allí, en la cocina. Era por la tarde, y la mujer estaba cortando uno pollo en la mesa de la cocina, para prepararlo al día siguiente. Tenía un cuchillo en su mano, y en la otra, sujetando el cuello del animal, el cual se disponía a cortar. En ese momento entraste.

A las buenas. ¿Qué tal por la feria? -te preguntó-. Don Paskal aún no ha regresado.