Partida Rol por web

A vuestro alrededor, el pintoresco paisaje de Belleria ha quedado reducido a ruinas humeantes que la tormenta ha apagado antes de que se convirtieran en cenizas. Donde ayer había risas y carpas multicolores, hoy hay charcos de barro ensangrentado y cadáveres de madres abrazadas a sus hijos muertos.

Pero también hay supervivientes, figuras temblorosas que asoman la cabeza entre los escombros de su hogar al veros pasar. Y goblins rezagados que huyen a toda prisa en cuanto escuchan el tintineo de vuestras nuevas armaduras.

Si no os hubierais apresurado por alcanzar al impaciente Kylian de camino al santuario de Shinare, es muy probable que os lo hubierais encontrado sin vida, víctima de uno de estos grupos de desalmados carroñeros. Sin embargo, ningún goblin solitario se atreve a haceros frente a plena luz del día, considerándoos una amenaza demasiado formidable como para que merezca la pena plantaros cara.

Con Glin y Yonyo guiándoos en cabeza, mientras el resto les seguís el paso lo mejor que podéis bajo el peso de vuestras nuevas armaduras, no tardáis en alcanzar lo que queda de la pisoteada valla que rodeaba el templo. Os parece increíble que ayer mismo este lugar fuera un alegre merendero en el que las familias disfrutaban del buen tiempo y los mercaderes hacían cola para ofrecer sus donativos al culto de Shinare. Ahora, en su lugar, reina el silencio.

Era triste ver cómo el santuario de la diosa de la prosperidad había sido reducido a ese estado penoso. Glinthalas recordaba aquel templo desde siempre, uno de los edificios mejor mantenidos de la comunidad, sino el que más, siempre por los laboriosos sacerdotes de la diosa o sus empleados, dependiendo de la época. Sin duda era uno de los edificios más antiguos y emblemáticos del lugar, aunque la gente no le prestara demasiada atención. Los bellerianos solían fijarse más en la riqueza de las casas o negocios de sus habitantes antes que en los edificios que siempre habían estado allí y que ahí permanecían, prácticamente a sus ojos. Y, sin embargo, la caída de ese edificio y de sus clérigos podía tener hondas repercusiones en la comunidad. Cualquiera que hubiera vivido lo suficiente se daría cuenta con facilidad. Glinthalas era una de esas personas.

Cuando el elfo miró el santuario de Shinare hubo pesar en su mirada, mas pronto trocó en resolución, ató las riendas de su mulo Yonyo a un edificio cercano, echó mano a su nuevo y flamante arco largo compuesto y cargó una flecha.

─Con cuidado, podría haber algún rezagado ─advirtió su guía en susurros al resto del grupo.

Y acto seguido se dispuso a rodear el edificio con cuidado, buscando siempre cobertura y haciendo la menor cantidad posible de ruido.

Ni siquiera el templo se había librado de la devastación que el ejército invasor había afligido sobre el tranquilo pueblo de Belleria. Aunque pensándolo bien, quizás el templo fuese uno de sus principales objetivos, pues en su interior se guardaban una cantidad de riquezas casi abrumadora.

A su llegada la templo Glinthanas se adelantó y una vez más haciendo uso de sus sigilosos pies comenzó a rodear el edificio en busca de posibles enemigos. Aprovecho su iniciativa para echar un vistazo a nuestra espalda por si alguno de los goblins que habíamos visto por el camino nos había seguido.

—Avisa si ves algo —le respondo a la vez que preparo mis armas. Mientras esperaba su regreso ato a Luna en uno de los pocos árboles cercanos que quedaba en pie.

El aire olía a sangre y a ceniza. El suelo encharcado, lleno de lodo y muerte, se extendía a su alrededor como un sudario sucio y ajado. Podía oír los cuervos acercándose, su aleteo y los crueles graznidos los delataban mientras se cernían sobre los despojos de la guerra. La creación y la destrucción, la supervivencia o el abandono del pueblo se encontraba ahora en el filo de la navaja. Y quizás su papel haría decantar ese juicio hacia uno u otro lado de la balanza.

Pudo ver las blancas vallas del templo pisoteadas. El mal se alzaba de nuevo, y eso significaba de nuevo la pérdida, el horror y el sufrimiento. Aunque un mundo sin sufrimiento era tan irreal como los cuentos infantiles, como las promesas vacías de los amantes pasajeros. Kylian no podía evitar preguntarse cual sería el juicio del tiempo sobre los habitantes de Bellería.

Sus compañeros estaban con el, impertérritos ante la funesta visión del campo de batalla, o mejor dicho, de los despojos del saqueo. Los goblins seguían campando como hienas hambrientas en busca de un pedazo de carroña que llevarse a la boca ¿Cuántos más morirían hasta que la guardia los expulsara de sus tierras?

- Parece que el templo sigue en pie. El cuerpo permanece, ahora veamos si su corazón a sucumbido al ataque.

Sin más palabras se acercó dispuesto a abrir las puertas. O llamar a voces si seguían tapiadas tras el ataque.

El rostro de la Noble iba solemne, dejando que la sombra de su sombrero cubriese la grisácea expresión de sus ojos. No era una mujer extremadamente devota a la religión, pero Shinare era una deidad a la que su familia siempre se había encomendado, y ésta siempre le había brindado prosperidad. Aquello, todo esto... Era injusto, deshonroso, inadmisible. No hacía sino crecer más su asco hacia la raza de los goblin, sentimiento que aún no lograba determinar si resultaría de utilidad o debería sepultar junto con tantos otros por el bien de su status.

Pero por ahora, tendría una ligera oportunidad de desquitarse. Su mano derecha ya se encontraba sobre el extenso cayado de su espalda que sostenía la punta de su hasta, justo detrás de su triangular y pesado escudo.

- Muy bien... - Suspiró con decisión, terminando de blandir la ronca tras dar un par de giros con ella y terminar de plantarla con firmeza. Había practicado un poco en la armería, y ya lograba acostumbrarse a su balance. Aunque no lo pareciera, había recibido una vasta educación marcial. Cuestiones de cultura. Nunca hubiese pensado que de verdad tuviese que blandir un arma de guerra en un combate real...

Duna acompañaba los pasos de la joven mística mientras avanzaban por el devastador campo de batalla en el que se habían convertido las calles de Belleria, la joven caminaba erguida y no podía evitar sentir su corazón encogido ante las desgarradoras escenas que se encontraba paso a paso. 

Finalmente la imagen del templo de Shinrae se levantaba frente a ellos, no era ni la sombra de lo que era el día anterior, pero como decían sus compañeros, al menos aún se mantenía sobre sus cimientos. Caminar con el camisote de mallas y el pesado escudo era realmente incómodo para ella, pero se sentía menos vulnerable al recordar como había logrado defenderse en varias ocasiones con su anterior escudo. En cierta forma el entrenamiento básico de los guerreros de su tribu le había ayudado, los espíritus ancestrales estaban de su lado y se esforzaría al máximo para impedir que la oscuridad consuma este lugar.

-Esperame aquí un momento- Le decía a Duna mientras la aseguraba junto a un árbol. Y se acercaba hasta ubicarse junto a Lowen y Briand. -​​​​​​-Contamos contigo- Susurró al elfo dedicándole una sonrisa antes que se alejara para investigar.

Mientras Lowen y Lluvia se ocupan de atar a sus bestias de carga a un árbol cercano y Briand permanece junto a ellos, Kylian y Glinthalas avanzan en direcciones opuestas.

El primero, derecho hacia las puertas principales sin importarle hacerlo en solitario; desde que ha amanecido, el clérigo de Gilean parece obsesionado con entrar en el santuario despreciando cualquier peligro.

El segundo, rodeando el edificio, avanzando cautamente pegado a la pared para no llamar la atención de los salteadores que puedan quedar por la zona. Sin embargo, al doblar la esquina para tratar de alcanzar la puerta trasera del templo, se topa de bruces con una pareja de goblins que están montando guardia allí. Durante un instante, los tres se miran, paralizados por la sorpresa, antes de que uno de los hombrecillos se ponga a dar voces en su incomprensible lengua natal.

Frente a las puertas principales del templo Kylian descubre otros dos goblins custodiando la entrada. O más bien, ellos descubren al clérigo por el tintineante sonido de su nueva coraza. Los dos aprestan sus jabalinas, dispuestas a arrojárselas al intruso mientras patean la puerta y dan voces alertando a los del interior.

El trío que permanecéis junto al árbol escucháis los gritos aunque desde donde estáis no sabéis quiénes los están profiriendo.

Esos malditos goblins habían desecrado todo a su paso. Habían utilizado los jardines del templo de orinal y se habían alimentado de las gentes de bellería como langostas hambrientas. Destrozando todo a su paso y dejando tras ellos solo la desolación y la podredumbre.

Tomó el bastón que usaba para caminar con las dos manos, iniciando un molinete mortal a su alrededor. Una vuelta tras otra, convirtiendo la madera en un borrón a su alrededor, corriendo hacia sus enemigos. El templo a Shinare, su humilde sacerdote y las gentes de bellería que lo habían acogido serían vengados.

- ¡Por Gileaaan!

Hoy el elfo se había despertado con mal pie. Más allá de "saquear" la armería, las cosas no pintaban del todo bien. Incluso mientras escogía sus nuevas armas y armadura se mostró torpón, lo que era mucho más propio de un humano que de un elfo con su natural gracia tan desarrollada. Y sin embargo casi se le caen un par de cosas.

Ahora el topar con unos goblins le había dejado anonadado y en vez de activarse sus reflejos de gato, se quedó allí plantado, sin acertar a poner un pie detrás del otro y empezar una rápida carrera que le alejase del peligro. Aquel combate podía acabar antes de comenzar.

Su baile de piernas para tratar de zafarse de aquellos culos-verdes fue casi un nuevo tropiezo y sólo podía confiar en la mala coordinación de los goblins para sobrevivir y llegar hasta sus amigos. Sin duda Lowen y Lluvia podrían ofrecerle la protección que necesitaba. Y si lograba separarse aunque fuera unos metros las dotadas piernas¹ de Glinthalas le alejarían del peligro a toda velocidad.

En cuanto ve a la pareja de goblins apostados a las puertas del templo, Kylian se lanza temerariamente contra ellos, bastón en mano. El más cercano se lleva un buen mamporro y a punto está de caer de espaldas sobre su compañero. Se lleva una mano a la cabeza allí donde está comenzando a formársele un abultado chichón.

Sin embargo, no tarda en recobrarse del sobresalto inicial y coordinar el contraataque con su compañero tan pronto como éste se sitúa a espaldas del clérigo de Gilean. En cuanto Kylian se gira para hacer frente al traicionero goblin que le ataca por la espalda, bloqueando el golpe, el de la contusión lo derriba con un mazazo en la rodilla y ambos comienzan a apalearlo en el suelo, despiadadamente.

Mejor fortuna tiene el joven elfo. Cuando sus dos enemigos se le vienen encima, él esquiva ágilmente los golpes y echa a correr a toda velocidad sin mirar atrás. Uno de ellos le golpea por la espalda pero eso no solo no detiene a Glin sino que parece darle alas. Así consigue llegar junto a sus desconcertados compañeros, dolorido y casi sin resuello.

Ni Lowen, ni Brilian saben qué está ocurriendo, ni de qué huye Glinthalas. Lluvia Estelar sí ve a los goblins de la puerta secundaria saliendo tras una esquina del templo y persiguiendo al guía silvanesti.

Qué está pasando con Kylian es un misterio para todos.

¡Por Gileaaan!

Oigo el grito de batalla de Kylian, pero cuando me quiero dar cuenta ya ha desaparecido de mi campo de visión. Al que sí consigo ver es a Glinthanas, que llega sofocado y casi sin aliento hasta donde estábamos atando las mulas.

—Maldición, ¿qué ocurre? —pregunto, desconcertado— ¿Nos atacan otra vez?

Afortunadamente ya tenía mi equipo preparado, pero desconocía completamente de qué criaturas se trataba ahora o de cuántos eran. Mejor actuar con cautela.

Las cosas parecieron alertarse rápido. Quien había ido a explorar, se lo veía correr desesperadamente de regreso. Dedujo que no debía acarrear muy buenas noticias, aunque su ceja se alzó levemente cuando escuchó lo que parecía ser un grito de batalla por parte del sabio clérigo mientras corría con su bastón en mano. Que, al igual que la mayoría de éstos, parecía comenzar a parecer más fanático que sabio.

- Tal parece ser que en esta ocasión, hemos sido nosotros los atacantes. - Soltó con un tono educado y elegante que rogaba estar equivocado, su previa experiencia les había demostrado que no podían darse el lujo de ir igual de desorganizados que los horrendos trasgos que debían expulsar.

Con su arma de asta extendida hacia atrás, la noble se echó a la carrera junto al guerrero, sin bajar la guardia. Su paso no era tan ligero como antes, pero tampoco lo eran sus armas.

Le había venido bien justo al guía del grupo, por bien poco no se convierte en el ejemplo de qué no hacer en un combate. Sus piernas, por fortuna, no le habían fallado y había podido refugiarse entre sus nuevos amigos, mucho más duchos y aptos para el combate cuerpo a cuerpo que él.

Sólo al rebasar a Lowen se atrevió a mirar hacia atrás: los goblins le habían seguido, sí, pero con reservas. Sólo uno asomaba su fea cara más allá del edificio.

─Me siguen dos goblins, en el templo podría haber más ─sentenció el elfo en tono seco.

Glinthalas apenas se lo pensó, llevó su mano al carcaj, extrajo de él una flecha y cargó y disparó su flamante arco largo compuesto nuevo con mortífera precisión.

Ahora que ya sabía que había al menos dos goblins, no esperaría a que le volvieran a herir, prefería hacerlo él primero. Todos los que no llegaran hasta él eran enemigos menos de los que preocuparse.

Los gritos de Kylian le alertaron justo en el momento en que vio como el joven elfo regresaba a toda prisa de su fugaz expedición. Levantó el escudo mientras invocaba la guía de sus ancestros^*.

-Parece que Kylian vio algo, iré a ver- Indicó a los demás mientras avanzaba empuñando su lanza.

Espada en mano, Lowen se sitúa en una esquina del templo sin saber muy bien lo que está ocurriendo. Está a punto de asomar la cabeza para ver qué es lo que ha puesto en fuga a su amigo elfo cuando un pequeño goblin pasa corriendo a toda velocidad frente a él. Más como un acto reflejo que como otra cosa, el guerrero le asesta una estocada mortal y la infeliz criatura queda tendida en el suelo a sus pies.

Glin, sabiendo que contaba con la presencia encubierta de Lowen, se había situado provocadoramente frente a la pareja de perseguidores para atraer sobre sí la atención de ambos. Cuando el segundo goblin se frena, horrorizado al ver caer a su compañero y descubrir la emboscada, es ya demasiado tarde para él. Glinthalas le dispara una flecha a bocajarro en el pecho y la criatura cae de espaldas por la fuerza del disparo.

Lluvia, por su parte, se encomienda a la guía de sus ancestros y avanza con decisión hacia el lugar donde ha visto desaparecer a Kylian. Briand la adelanta por la derecha, echando a correr hacia la entrada del templo tan deprisa como su nuevo equipo de batalla se lo permite; no del todo segura de que el clérigo esté en apuros.

Pero lo cierto es que así es. Sus atacantes se están ensañando con él y ahora lo patean despiadadamente entre risitas sádicas.

Maldición, más goblins. Los habíamos visto durante el camino, aunque no al estar todos juntos no habían tenido las agallas para atacarnos. Pero en el primer instante en el que nos separamos un poco habían reunido las agallas para atacarnos.

Y es en ese momento en el que pienso en lo peor. Kylian seguía sin aparecer y después de su grito de guerra no habíamos oído nada más.

—¿Y Kylian? —pregunto, aunque sin esperar respuesta salgo corriendo hacia el lugar en el que desapareció.

Un rápido vistazo atrás le permitió confirmar lo que sus oídos habían sentido. Habían más goblins, de hecho tras ellos, aunque ya habían sido derribados. Regresó su vista hacia el frente con prontitud, y con paso más cauteloso, se dirigió a la esquina mientras era rebasada por la feroz carrera de Lowen. Sus pasos se detuvieron justo en la esquina, y a un lado del guerrero, para percatarse de la escena.

- Hmph... - Refunfuña por lo bajo, mientras se plantaba firme con su lanza. Hacer esto no era lo suyo, mas si pretendía conservar a un potencial y útil seguidor, debería tragarse por un segundo sus modales. - Vengan aquí, engendros horrendos. - Les gritó escupiendo su mejor intento de provocación, mientras los aguardaba con su ronca. Realmente no quería que vengan aquí, por lo que esperaba su asta fuese suficiente para impedírselos.

Glinthalas suspiró aliviado al ver caer a los goblins que le amenazaban, pero sólo durante un instante. El grupo se había dividido y Kylian había dio por libre. ¿En qué estaba pensando?

Cuando Lowen, sin esperar ni un segundo para darle un respiro al elfo, arrancó a correr hacia la entrada del templo, el arquero lanzó otro suspiro, pero esta vez de resignación.

Humanos, siempre corriendo hacia la muerte... ─pensó para sí el "joven" elfo.

Debía reconocer que el fornido guerrero era más rápido de lo que cabía esperar. No obstante, él era mucho más veloz. Armado de sentido de la responsabilidad y con la resolución de acabar con más culosverdes, Glinthalas corrió tras Lowen hasta llegar con él en paralelo a la altura de la esquina del edificio.

Mientras el guerrero, ahora acompañado de la joven noble, quedaba encarado hacia los goblins, Glinthalas se colocó más adelante, hacia las paredes del recinto pero también algo más atrás, buscando buen ángulo de tiro a la vez que estar posicionado por detrás de la pared defensiva Lowen-Briand¹.

Lowenherz se lanza a la carrera hacia la entrada del templo, prácticamente arrollando a su paso a Briand, quien debe pegarse al muro del edificio para no ser derribada por su impetuoso compañero. Este solo detiene su frenética galopada al dejar atrás, a su derecha, a la pareja de goblins que apalean a Kylian.

Mucho más comedidas que su compañero, Lluvia y lady Le Besco siguen sus pasos al ver que se ha detenido, alarmado por lo que está presenciando. Ambas se sitúan junto a él e increpan a la pareja de goblins pero estos, al verlas, echan a correr y se refugian en el interior del templo, viéndose superados en número y equipamiento.

Glinthalas llega un instante después, corriendo tan deprisa que únicamente el árbol que tiene delante logra frenarle.

Aquellos endemoniados Goblin habían dado de baja a Kylian, Lluvia corrió hasta arrodillarse junto al clérigo, dejando la lanza y escudo en el suelo mientras intentaba estabilizarlo valiéndose de toda su habilidad, parece que le habían fracturado algunas costillas.

-Yo cuidaré de el, está muy mal- Exclamó la joven Mística sintiéndose afligida por el deprolable estado en que había quedado Kylian. Sacó de entre sus ropas el pequeño kit de sanación y aplicó varias pomadas en los hematomas, despojando ligeramente de las ropas del herido.