Partida Rol por web

El clérigo realmente se veía en un estado deplorable. Prefirió no mirar demasiado, y dejarle en las manos de Lluvia que hasta ahora habían demostrado ser capaces. Asintió a su petición, y continuó avanzando, con cautela. Buscó colocarse a unos metros del borde de la puerta al templo, intentando observar si podía y sino escuchar qué clase de movimiento podía haber del otro lado.

Lo más natural era, si habían ido a buscar refugio allí, debía ser un lugar seguro para ellos. Quizás con más refuerzos. O alguna clase de trampa, si es que poseían la inteligencia como para montarla.

- Cuando estés lista, vamos. - Le indicó a la mística, plantándose firme con su ronca. Una vez concluyese sus primeros auxilios, o magias curativas, lo mejor sería ingresar los cuatro. Debían aprovechar cualquier ventaja estratégica que pudieran, ya que su oponente era muy sucio.

Cuando cruzamos la esquina descubrimos el cuerpo casi sin vida de Kylian siendo apalizado por dos goblins. Pero estos huyeron al interior del templo en cuanto nos vieron.

—Cobardes... —maldigo con rabia. Pero el impulso de perseguirlos se vio detenido por Lluvia, que fue la primera en acudir al auxilio de nuestro malherido amigo.

Siguiendo su ejemplo me acerco al cuerpo de clérigo, quizás pudiese ser de ayuda.

Kylian, ¿qué te han hecho? ─fue lo primero que pensó el elfo al ver el deplorable estado en el que se encontraba el cronista, pero pronto cambió de parecer ─No, ¿qué te has hecho? ¿cómo se te ocurre irte solo a un combate cuando contabas con la ayuda de amigos? ¿tantas ganas tenías de morir? Si es lo que querías, bien te lo merecerías... No, tampoco es eso, seguro que este atolondrado humano pretendía lo mejor y calculó mal. Pueden salir tantas cosas mal en un combate...

Así, un tanto desconcentrado, el elfo casi la guardia durante un instante. Hasta que se dio cuenta que los goblins se estarían reagrupando, sin duda, en el interior del templo. Ojalá les maldijera el dios del edificio bajo el que se amparaban. Bien merecido se lo tendrían.

─Yo os cubro, pero no os entretengáis... ─dijo para Lluvia y Lowen.

Sólo los dioses sabían lo que aquellos inmundos goblins estarían preparando ahí dentro. Fuera lo que fuera, seguro que no era para darles una bienvenida con flores a los del grupo.

Lowen acude presuroso en auxilio del apaleado Kylian y, con la ayuda de Lluvia, consigue recolocar los huesos dislocados. Todos os alegráis de que el clérigo estuviera inconsciente al escuchar cada crujido de su cuerpo contusionado y amoratado. Sin ayuda de magia curativa, probablemente tardará varios días en despertar pero no hay mucho más que podáis hacer por él por ahora y el peligro todavía no ha terminado.

Los huidizos goblins han dejado la puerta del templo entornada tras de sí y, al otro lado, podéis escuchar el revuelo que su irrupción está causando. Ninguno de vosotros entiende su idioma, pero Glin y Lluvia Estelar creen distinguir entre la confusión algunas protestas somnolientas e instrucciones impartidas apresuradamente. Incluso el sonido de botas que se alejan y de la puerta de servicio abriéndose de un portazo.

Con el extremo de su ronca, Briand empuja la hoja de la puerta principal y esta se abre hacia el interior, revelando a tres goblins que se apresuran a echar mano de sus jabalinas para repeler vuestra intrusión. Lowen y Lluvia están demasiado ocupados atendiendo al clérigo como para reparar en su presencia, pero Glinthalas y la noble de Kalaman los descubren rápidamente, parapetados tras los bancos del templo.

Entre Lluvia y yo conseguimos estabilizar al clérigo, aunque seguiría inconsciente lo que queda del día. Y el peligro no había terminado pues dentro del templo aún podíamos oír el alborotado ruido de los goblins. Incluso parecía que algunos emprendían la huida por otra salida distinta a la que teníamos al lado.

—Venga, vamos a ver qué están haciendo estos goblins ahí dentro —digo levantándome—. Voy primero, con el escudo en alto, así que protegeos detrás de mí.

Cuando vio que las heridas desangradas del sacerdote habían sido cerradas y sus espasmos calmados, ya tanto Lowen como Lluvia nuevamente de pie y listos, la dama asintió con firmeza y con paso firme, avanzó un paso para tomar la fuerza necesaria y terminar de abrir la puerta de una patada.

La misma bota fue la que dio el siguiente paso hacia delante, plantándose firme en el vano. Su objetivo era claro, con jabalina en mano, no era un arma de temer. Por lo que no dudo en sujetar fuertemente su asta y con una embestida empalar al primer trasgo a su alcance, sin mediar palabra alguna. Éstas ya sobraban. Así como su paciencia para con esos engendros.

La ensartada fue brutal, atravesando el cráneo del goblin de par en par, su punta principal destrozando su nariz mientras las secundarias penetrando en cada uno de sus globos oculares. El espectáculo de sangre seguro era más que morboso, mas gracias al alcance de su arma la noble ya no debía sufrir tanto de ensuciarse sus manos y ropas. Regresó la lanza hacia sí, para quitar con su suela los restos de engendro verde enganchados en su filo.

- ¿Quién seguirá? - Les sentenció, con frialdad.

Aquellas inmundas y desagradables criaturas habían convertido el santuario del pueblo en su cubil. Imperdonable. Y peligroso. Si se parapetaban en su interior podían defenderlo de ataques como el del grupo con relativa facilidad, vendiendo caras sus despreciables vidas.

Había que solventar la toma del santuario antes de que los goblins tuvieran verdadera posibilidad de poner en práctica una táctica defensiva eficiente.

El arquero elfo comenzó una vez más su entrenada rutina de coger flecha, cargarla y dispararla hacia el enemigo más cercano no trabado en combate cuerpo a cuerpo.

Mientras Lluvia se queda atendiendo al inconsciente Kylian, Lowenherz embraza su pesado escudo de madera y se planta frente a la puerta, decidido a resistir cualquier andanada que le pueda venir encima.

Una pareja de goblins parapetados tras la segunda hilera de bancos a ambos lados del pasillo central arrojan sus pequeñas jabalinas contra Lowen. Uno de los proyectiles se estrella inofensivo contra la pared, a pocos centímetros de su blanco, mientras que el segundo se clava en el escudo sin causar daño alguno.

Es en ese momento cuando Briand irrumpe en el templo, pateando la puerta de entrada. La hoja de pareda se estrella ruidosamente contra el banco situado detrás y la noble de Kalaman arremete con su arma astada contra el goblin más cercano. La acometida sorprende a todos por su brutalidad y eficacia y la víctima del ataque cae al suelo, muerta incluso antes de que su cuerpo se desmorone sobre el enlosado del santuario.

Lanzando gritos de horror y rabia, otros dos goblins arrojan sus jabalinas contra la rubia asesina, deseosos de vengar la muerte de su camarada. El primero consigue alcanzar su objetivo, pero el ataque resulta tan débil que no logra atravesar el camisote de mallas de Briand. El segundo tirador se dispone también a arrojar su jabalina cuando Glinthalas se sitúa frente a la puerta para cubrir a sus compañeros desde la retaguardia. El certero disparo del joven silvanesti hace diana, acabando por el goblin antes de que éste tenga ocasión de lanzar su arma arrojadiza.

Al final del pasillo, frente al altar, un encapuchado ballestero aprieta el gatillo de su arma y el virote impacta certeramente en lady Le Besco, aunque no le causa más que una herida superficial allí donde logra atravesar su armadura.

Con gráciles movimientos de cuerpo y movimientos giratorios con su lanza, Le Besco logró desviar las débilmente arrojadas jabalinas hacia su persona. Más un virote la recibió en el hombro, sacudiéndolo un poco y quedando ensartada en sus ropas. Era una herida dolorosa, se notaba en su apretar de dientes. Aunque ya podía decir que había sufrido peores.

Supongo que tú eres quien se esconde detrás de toda esta escoria... Suspiró para sus adentros, viendo impotente lo peligrosa y poca estratégica que sería una carga directa contra su presunto líder. Tendría que hacer a un lado primero sus esbirros.

Avanzando a paso lento y firme, la dama de ropas enjoyadas se acercó lo suficiente y con un descendiente movimiento buscó hacer a un lado al primer trasgo, inútil en su intento e impactando no más que la banca. Exhaló con fuerza, y se preparó para recibir la represalia de sus oponentes.

El combate progresaba, al fin, de manera positiva para el grupo de aventureros, o al menos eso parecía, cuando de repente Glinthalas advirtió un virote de ballesta impactando contra Briand. Aunque el vuelo del proyectil sólo había durado un parpadeo, el experto elfo sabía que aquello no había sido un titubeante flechazo de un goblin o una de sus débiles jabalinas. Había un ballestero. Era poco probable que un goblin se hubiera hecho con una de aquellas armas y hubiera aprendido a usarla con efectividad, así que la alternativa estaba clara: había un ballestero dentro del santuario. Eso era una muy mala noticia, tan mala como para los goblins contar con un arquero como Glinthalas como enemigo.

Dado que apenas si podía verlo más allá de la tercera bancada, en el pasillo, buscó un mejor ángulo antes de volver a disparar. Una vez más se veía forzado a sincronizar su disparo con el movimiento de sus compañeros, impidiéndole disparar de forma más precisa o efectiva, pero la pericia del silvanesti con el arco era notable y aquel ballestero, una vez descubierto y avisado, haría bien de retirarse a algún lugar menos peligroso.

Rompo la flecha que se clavó en el escudo con ayuda de mi espada y observo el interior del templo. Aún quedaban varios goblins, además de un hombre como los que habíamos enfrentado el día anterior. Era de esperar que siguieran por la zona, pienso.

Pero tampoco tengo mucho tiempo para analizar la situación, así que decido cargar directamente contra el ballestero. Los goblins seguirán siendo un problema, pero si terminamos con el líder acabarán perdiendo la poca moral que tienen esas molestas criaturas.

Lowenherz se lanza a la carga pasillo adelante y arremete contra el ballestero. Su nueva espada de acero bien templado atraviesa con facilidad la armadura de cuero y se hunde profundamente en sus entrañas. El infeliz humano cae al suelo, sujetándose las tripas.

Un segundo ballestero aparece desde la esquina exterior del templo con su arma preparada y dispara sobre Lluvia, que se encuentra inclinada sobre Kylian sin prestar atención a la refriega. Afortunadamente el disparo no es bueno y se clava en el suelo a escasos centímetros de la mística que-shu.

Situados a ambos lados del pasillo, los goblins hacen llover sobre la espalda de Lowen una andanada de jabalinas. Varias de ellas logran atravesar sus defensas y clavarse profundamente en su carne. Otro que no fuera el corpulento guerrero seguramente hubiera sucumbido ante el ataque, pero él consigue mantenerse en pie heroicamente; al límite de sus fuerzas.

Briand acude en su auxilio blandiendo su mortífera ronca, pero la hoja de acero se estrella inofensiva contra el banco de piedra cuando el goblin situado tras él esquiva la acometida.

Dos goblins más se suman a la emboscada, doblando la esquina y escoltando al segundo tirador. Pero antes de que tengan ocasión de llegar hasta él, Glinthalas dispara su arco de nuevo, haciendo diana en el ballestero. Desgraciadamente, el disparo no es mortal y solo arranca un gruñido de protesta al humano.

Es entonces cuando Lluvia se incorpora del suelo para escudar con su cuerpo al arquero silvanesti, empuñando su lanza. Sin embargo, la acometida no consigue acanzar a ninguno de los dos goblins que se le echan encima.

Una estocada tras otra, la joven de cabellos claros continuó emitiendo ataques perforantes con perseverancia hasta que uno de ellos finalmente logró penetrar el pecho de su horrendo rival con fuerza. No podía negar que era una buena manera de desquitarse, mientras no dejaba de descuidar los movimientos continuos de su lanza en pos de seguir bloqueando los ataques cercanos.

Sus ojos lo notaron por encima de su hombro. Había un trasgo más escondido tras la puerta, y más disparos se oían provenir desde las afueras. Su cabeza rápidamente sacó cuenta de los números.

- Cúbranse dentro, esta zona está casi asegurada. - Fue su rápida orden hacia los que habían quedado fuera. Si más venían, podían trabar las puertas y usar el templo como su refugio ahora. Ya que escapatoria aparente, en el peor de los casos, no tenían.

Ella por su parte buscó reposicionarse detrás del portón, midiendo al trasgo con su ronca, buscando no dejarle demasiada escapatoria, ni permitirle continuar arrojando jabalinas tranquilo. Cualquier apertura ella aprovecharía para desarmarlo.

Conseguí eliminar al ballestero, pero exponer mi espalda terminó siendo una mala decisión. Varias jabalinas goblins consiguen ensartarse certeramente en varias zonas de mi cuerpo, causándome numerosas heridas. Mis piernas comienzan a fallar, pero consigo mantenerme en pie casi exclusivamente por mi orgullo.

Pero tampoco tengo tiempo para lamentaciones o recuperar el aliento. Sigue habiendo goblins en el interior del templo y por lo sonidos que vienen de fuera parece que han llegado más goblins. Quizás fueron los que salieron por la otra puerta, no estaba huyendo. Era un trampa.

—Maldición... —mascullo entre dientes, aún tratando de aguantar el dolor.

Llevado por la adrenalina y la rabia descargo mi espada sobre el goblin que estaba a mi lado. Debo de pillarle desprevenido, o será cosa de mi nueva arma, pero la hoja consigue atravesarlo con suma facilidad, partiendo el goblin por la mitad de un corte limpio. Acto seguido corro hasta otro de los goblins que me atacó, trabándolo en combate mientras forcejeamos.

Una herida leve, un rasguño. El ballestero había encajado el flechazo con bastante dignidad y el silvanesti maldijo por lo bajo en su musical lenguaje, deformándolo para hacerlo malsonante como sólo un hablante natal de un idioma puede hacer.

Glinthalas no perdió tiempo y, mientras los goblins tomaban posiciones cerca de Lluvia él apuntó con cuidado, reteniendo la flecha hasta encontrar el momento justo, ignorando las distracciones mientras no fuera necesario.

Un segundo después la flecha voló recta como flecha de ballesta, sin apenas arco, directa al ballestero. Esta vez sí era un disparo limpio. Y necesario. De todos los enemigos visibles en el exterior del templo aquel era el más peligroso. Pero Glinthalas estaba a punto de convertirse en el más mortífero de los arqueros en aquel lugar.

No obstante, los goblins seguían siendo peligrosos, en especial teniendo en cuenta en el estado en el que estaba el elfo. Una vez realizada la tarea, retrocedió por donde habían venido con la esperanza de separarse lo suficiente de los culo-verdes como para evitar ser herido y tener la oportunidad de volver a disparar una vez más antes de ser alcanzado.

Furioso y dolorido, Lowenherz describe un arco mortal con su espada que parte por la mitad a su adversario más cercano antes de darse media vuelta para encarar al goblin que tiene a su espalda. Éste, horrorizado por lo que acaba de ver, intenta escapar de la furia asesina del corpulento guerrero humano pero la hoja de acero de Lowen le atraviesa la espalda deteniendo su enloquecido intento de huida. Vomitando sangre, el goblin cae de bruces sobre el banco de piedra que tiene delante.

Armada con su lanza, Lluvia intenta emular las proezas de su compañero, pero su destreza con la lanza no es comparable con la de Lowen blandiendo su nueva espada. El ágil goblin desvía con facilidad su lanzada interponiendo su pequeño escudo.

Herido, el segundo ballestero amartilla nuevamente su arma e intenta disparar a Glin, pero la que-shu tiene su escudo preparado para defenderle y el virote atraviesa totalmente la recia superficie de madera, emergiendo por el otro lado y quedándose clavado a escasos centímetros de la cara de Lluvia Estelar.

Entretanto, Briand continúa tratando de alcanzar a su esquivo enemigo. Éste se cuela por debajo de la temible ronca y echa mano a su maza para enfrentarse cuerpo a cuerpo con la aristócrata, pero el camisote de mallas absorbe la mayor parte del impacto.

Briand reacciona desplazándose hacia su derecha para conseguir algo de distancia con su atacante y le ensarta con su arma de asta, poniendo fin a sus esfuerzos por acabar con ella. Pero el último de los goblins situados en el interior del templo intenta saltar por encima del banco situado tras ella para atacarla por la espalda; con tan buena fortuna para lady Le Besco que el infeliz tropieza con el asiento de piedra y se cae de bruces al suelo.

Mientras, en el exterior, la pareja de goblins restantes se lanzan a por Lluvia. Ella logra esquivar hábilmente al primer atacante, que falla su golpe estrellando su maza contra la cabeza de su compañero. Éste aturdido y sangrando por la boca, lanza un grito y da media vuelta para escapar de la refriega.

Por su parte, Glin pivota sobre sí mismo en busca el mejor ángulo y dispara nuevamente al ballestero herido, acabando finalmente con su enemigo.

Lo estaban logrando. Pese a la descoordinación inicial, el grupo de aventureros estaba logrando superar a los enemigos. De hecho, había logrado superar una clara superioridad táctica y numérica y girar las tornas de manera que ahora eran los goblins los que eran menos y en posición más delicada, debiendo luchar no sólo contra el grupo de aventureros sino contra la desmoralización.

─Estás solo, vas a morir, culoverde ─espetó Glinthalas al goblin que asediaba a Lluvia.

Y era verdad, sólo era cuestión de tiempo que fuera alcanzado por un lanzazo de la habitante de las praderas o por un flechazo del silvanesti.

No obstante, Glinthalas estaba herido y cuando fue a disparar una nueva flecha un mal movimiento activó un putno de dolor y durante unos segundos el elfo tuvo la vista cegada mientras apretaba los dientes para no proferir un grito. Sí emitió un gruñido y se encogió buscando una postura en la que no sintiera un nuevo latigazo. El arco quedó destensado e inocuo. Lluvia tendría que valerse por sí sola contra el goblin.

Estaba luchando dentro de su templo, y evidentemente, la diosa de la fortuna le sonreía. El trasgo había tropezado torpemente delante suyo, y no tenía que reservarse ninguna muestra de honor ante tan repugnante criatura. Por lo que, sin dudarlo, retrocedió con un par de elegantes pasos antes de preparar su arma, medir a su oponente tendido en el suelo y ensartarlo sin ni un poco de piedad.

Era lo justo. Era lo que se merecía.

Lluvia trata de acabar con el último de los goblins del exterior y esta vez, finalmente, logra asestarle una feroz lanzada. La criatura aúlla de dolor pero todavía se mantiene en pie a duras penas. Ensangrentado y vencido, el hombrecillo da media vuelta para tratar de escapar y echa a correr tan deprisa como sus cortas piernas se lo permiten.

Glinthalas trata de detener su huida con una flecha mortal pero un mal movimiento le hace encogerse de dolor y la flecha cae al suelo a sus pies mientras él aprieta los dientes en un gruñido muy poco elegante. Para cuando consigue enjugarse las lágrimas que arrasan sus ojos, el goblin está ya demasiado lejos.

Por su parte, Briand no tiene problemas en rematar al goblin que queda en el templo, tendido a sus pies. Sin darle tiempo a incorporarse, hunde su ronca en la espalda de la indefensa criatura poniendo fin a la batalla y a su vida.

La noble de inmediato se volteó alerta para buscar a su siguiente objetivo... Tras avanzar y voltear con celeridad de un lado al otro, parecía que finalmente la refriega había acabo. Soltó un fuerte respiro, pudiendo relajar sus hombros y apoyando la base de su lanza contra el piso del santuario.

- Lowen, Lluvia... Atiendan a los hombres y preparémonos para cargarlos junto con Kylian. Regresaremos al Castillo para tratarlos, y juzgarlos. Glinthalas... Fíjate si ha quedado algo que podamos rescatar antes que vuelva a ser saqueado. - Le ordenó al grupo con decisión mientras el eco de sus pasos resonaba en todo el desolado templo. Claramente no estaban en condiciones de continuar, además, aquellos hombres podían contener la información que necesitasen para seguir su paradero. Asistiría en la medida de lo posible.