Partida Rol por web

Tan pronto como los primeros rayos del sol comienzan a elevarse desde detrás de las montañas, os ponéis nuevamente en camino. El bosque no tarda en quedar atrás y os internáis entonces en el escarpado terreno de las Astivar, donde los árboles dan paso a densos y altos matorrales, a fuertes pendientes y a riscos escarpados.

Seguir huellas aquí se hace verdaderamente difícil pero el terreno es tan escarpado que, teniendo en cuenta que vuestras presas lo han recorrido con carros, no hay muchas rutas por las que tal cosa sea factible.

Durante las siguientes horas avanzáis por el escabroso terreno sintiéndoos expuestos y vulnerables a cualquier observador desde las alturas, aunque nadie os sale al paso más allá de alguna que otra asustada cabra montesa. Mientras camináis, Kylian os instruye sobre lo poco que conoce sobre esta cordillera montañosa. La cumbre más alta es el Pico de las Nubes, que se alza 4.200 metros por encima del nivel del mar, y el segundo es el Monte Bergo, de 3.600 metros de altura.

Tenéis la sensación de que jamás alcanzaréis la cima de ninguno de ellos a juzgar por la verticalidad de sus paredes. Por fortuna, tampoco tenéis necesidad de hacerlo pues, a media tarde, al mirar hacia abajo Lluvia Estelar descubre el campamento enemigo oculto en una depresión natural situada en el fondo de un barranco bien disimulado.

Avanzáis hacia las inmediaciones en busca de una perspectiva mejor del asentamiento, ocultándoos de peñasco en peñasco y de matorral en matorral. Desde allí podéis haceros una idea más clara de la composición del campamento enemigo.

Lo primero que os llama la atención son las dos torres de vigilancia, una en la entrada de la depresión y otra encima de la meseta. Estas torres tienen 20 pies de altura y están hechas con troncos de madera entrelazados entre sí con cuerda. Son lo suficientemente grandes para albergar a unos cuantos observadores pero ninguno de ellos ha dado la alarma así que no deben haber reparado en vosotros todavía.

Los asaltantes viven en tiendas de campaña y pequeñas chozas hechas de madera y cubiertas de cuero, barro y césped; aunque descubrís que hay una construcción de mayor tamaño que todas las demás en la esquina más oriental del campamento. Y, un poco más abajo, la entrada de una cueva que ha sido apuntalada con maderos y que seguramente sea el acceso a la mina.

Os quedáis contemplando el campamento un buen rato, tratando de evaluar las fuerzas acampadas en él. Los goblins y los humanos abundan, aunque procuran mezclarse lo menos posible. En el corazón del asentamiento hay una fuerte presencia de los segundos y también de algunos draconianos, mientras que los trasgoides están instalados en la entrada, al norte y oeste. No sabéis el número exacto de las fuerzas enemigas pero está claro que hay varias decenas de ellos.

Nadie en el grupo quiere arriesgarse más de lo necesario, cosa de la que se alegra el elfo. Al fin iban entrando en razón estos humanos. Glinthalas no dijo, claro, que podría haberles guiado bajo la luz de la luna gracias a la visión en la penumbra que le regalaba su herencia élfica. Prefiere alargar el tiempo hasta el próximo encuentro. Porque éste será pronto y no será amistoso. Y si la mitad de las cosas que han escuchado son ciertas, tendrán problemas. Era mucho mejor enfrentar los problemas a pleno rendimiento que cansados. Él mismo todavía se sentía débil por la acción del veneno de las arañas.

En el intercambio curativo el pícaro quedó al margen. Tampoco hizo nada para que repararan en él y sus... magulladuras. Se sentía avergonzado por ellas. De hecho, Lluvia ya le había curado y pedir una nueva curación era como lloriquear por unos rasguños superficiales. Pronto desaparecerían. El único problema sería que les atacasen durante la noche, entonces esos rasguños sí podían suponer un problema añadido... Por fortuna no hubo incidentes.

Salvo por el dragón, claro está. Cuando Glin contempló su silueta recortada contra Lunitari se le heló la sangre por un momento. No sólo se quedó quieto como una estatua, incluso se olvidó durante unos instantes de respirar. Al parecer había pasado de largo o bien jamás había estado buscándoles. Fuera cual fuera el caso, el grupo estaba a salvo. Por ahora. El elfo agradeció la tenue visión de los humanos, tanto por no haberse dado cuenta de lo que acechaba en los cielos como por el color papel que se le había quedado en la piel, lívido como estaba. Ya les contaría lo que había visto a la mañana siguiente. Y así fue, a la mañana siguiente, preparando el desayuno, el elfo comentó como si tal cosa:

─Ah, sí, durante mi guardia vi un dragón recortado contra Lunitari. Me pareció muy lejano o a lo mejor era un dragón pequeño, no sé. Puede que fuera la cría de dragón azul que atacó Belleria, que había salido de caza...

Aquella misión era de reconocimiento, para tratar de recuperar las pertenencias robadas a Belleria. No era una misión de ataque y exterminio. Ni de venganza. Ni siquiera una de acoso mediante tácticas de guerrilla. No. Les habían mandado a reconocer el terreno y, si era posible, recuperar los bienes de Belleria. Harían bien en recordar eso. En especial teniendo en cuenta que en el ejército atacante, del que sólo habían encontrado una fracción, había un dragón. Por pequeño que fuera sería un enemigo mucho más poderoso de lo que podían enfrentar con alguna posibilidad no ya de éxito sino de supervivencia.

─Sí, un dragón. Tienen un dragón. Seamos discretos, ¿de acuerdo?

Glinthalas no se echaba atrás, en efecto, pero tampoco quería tentar la suerte.

Luego seguiría una buena caminata tratando de recuperar el tiempo perdido siguiendo a los carros del ejército atacante... sin éxito. Descubrieron, eso sí, el lugar donde se escondían.

─Lo lamento, chicos, pero hemos llegado a un callejón sin salida. No vamos a poder con todos esos. Sólo se me ocurre que podríamos colarnos en el campamento haciéndonos pasar por soldados rezagados, los que abatimos, de hecho. Pero si vamos a hacerlo, antes quiero que aclaremos con objeto de qué. Es decir, tal vez lo lográramos, sin duda conseguiríamos buena información para el ejército que vaya a oponérseles, pero no vamos a acabar con ese ejército nosotros solos. Y si elegimos un enemigo concreto, tal vez su general o algo así, lo pasaremos muy mal para salir con vida, si es que lo logramos. Así que, antes de hacer nada, por favor, consensuemos lo que hay que hacer. ¿De acuerdo?

La noticia de que hay un dragón entre los asaltantes de Belleria no es nueva para mí, aunque confieso que había albergado la secreta esperanza durante toda la persecución de que esa bestia se hubiera marchado a otra parte. Si además de los saqueadores humanos y goblins tenemos que enfrentarnos a una criatura que vuela y vomita rayos... No sé cómo vamos a sobrevivir a eso.

Tampoco me planteé en ningún momento la utilidad de traer el carro y el botín recuperado con nosotros, pero ahora empiezo a lamentar no haberlo hecho porque eso nos hubiera permitido entrar triunfalmente por la puerta principal sin que nadie se hiciera muchas preguntas. E incluso, si se las hicieran, el pequeño tesoro suavizaría muchas susceptibilidades y disiparía muchas dudas sobre la legitimidad de nuestra presencia allí.

Ahora, en cambio, debemos echar mano del subterfugio y no soy una pésima mentirosa. Me alegro al menos de haber tenido la previsión de traer las ropas de uno de los sacerdotes oscuros y su máscara para ocultar mis facciones extranjeras.

—Estoy totalmente de acuerdo contigo, Glin —coincido con el criterio de nuestro sagaz amigo elfo—. Si de verdad vamos a entrar ahí, nuestra prioridad deben ser los prisioneros y obtener cuanta información podamos. Desde luego, si podemos conseguir algo del botín robado u obstaculizar de algún modo sus planes de atacar otras comunidades, debemos intentarlo si eso no pone en riesgo nuestra supervivencia. Pero tenemos que conseguir regresar a Belleria con lo que sepamos. Conseguir matar a cinco o diez goblins será un logro estéril si nos capturan o nos matan aquí, no habrá servido para nada.

Miro con preocupación la pequeña ciudad de tiendas de campaña que se alza a nuestros pies.

—Propongo que esperemos a la noche y tratemos de descolgarnos desde las colinas lo más lejos posible de sus torretas de vigía. Una vez que hayamos entrado, con la oscuridad de nuestro lado, podremos tratar de hacernos pasar por miembros del campamento y averiguar cuanto sea posible.

Y de pronto, nuestra misión se había complicado exponencialmente. Si bien sabíamos que nos estábamos dirigiendo al campamento del enemigo en ningún momento esperábamos tal nivel de organización o concentración de tropas, o al menos yo no me lo esperaba. El campamento tenía un aspecto imponente desde nuestro privilegiado punto de visión.

Glinthalas no tardó en mostrar su preocupación sobre sus siguientes pasos, algo que seguramente estaba en mente de todos. Así lo mostró también Lluvia, aunque también propuso un plan bastante seguro sobre como acceder al campamento.

—Exactamente, de nada habrán servidos nuestros esfuerzos si morimos estúpidamente aquí —digo, coincidiendo con Lluvia y Glinthalas—. Pero ya que hemos llegado hasta el campamento del enemigo, creo que podemos aprovecharlo. En Belleria sir Brannthor se mostró especialmente preocupado por el número de fuerzas del enemigo, la identidad de su líder y donde planean sus siguientes ataques. Con esa información en manos de los caballeros de Solamnia estos asaltos podrán ser parados definitivamente. Y creo que todos coincidiréis en que el sitio más probable donde encontrar esa información es en ese edificio de allí —añado señalando la construcción de mayor tamaño—. Pero antes de bajar al campamento creo que deberíamos encontrar un sitio claro desde el que vigilar el campamento, creo que aquella zona boscosa puede ser de ayuda.

Vuelvo a señalar, pero esta vez hacia la zona boscosa por encima de la entrada de la mina. Desde ahí teníamos una visión más o menos clara del campamento y lo más importante, no había cerca ninguna torre de vigilancia. Además, el que parecía ser el cuartel general se encontraba relativamente cerca, lo que sin duda facilitaría nuestra misión.

Y al final llegaron allí, sin duda eran parte del ejército de los caballeros de Neraka. Al final debían haberse reorganizado tras la guerra de los espíritus, y con su nueva matrona impía habían empezado a moverse de nuevo. Pronto los tambores de guerra volverían a resonar en Ansalón. Y el destino había decidido otorgarle un sitio en primera fila. Muy pronto los dragones volverían a surcar los cielos aterrorizando a todo Kryn.

- No tiene sentido tratar de atacar, pero la infiltración y el engaño pueden ser nuestras mejores armas. Los caballeros nunca han tenido distinción de género, por lo que el porte autoritario de Briand puede cumplir con el papel de caballero. Trataré de recordar todo cuanto estudié en las bibliotecas sobre sus rangos y su terminología, y tengo ropas oscuras y una máscara junto a su medallón de Zeboím como disfraz. Además de contar con los uniformes de los soldados muertos por los salvajes.

Por otro lado dejaría que Glinthalas se infiltrara usando la oscuridad y las sombras para rebuscar entre las tiendas y tratar de robar documentos o liberar a los esclavos. Se me ocurren varias opciones.. pero son arriesgadas. Una es volver con heridas y las armaduras manchadas de sangre, como si fuéramos los supervivientes de un ataque de los salvajes.

También podríamos incluir a Lluvia estelar como falso reo para dar credibilidad al asunto, devolviendo el resto de esclavos fugados justificando a los salvajes como el motivo de la pérdida del carromato. Por último la opción más conservadora es apostarnos en la ladera, ocultos por los bosques y realizar espionaje para ver las idas y venidas. 

Todas las opciones eran peligrosas, arriesgadas y suponían poder acabar apresados y trabajando en las minas. Un triste final para los héroes de Bellería, pero esas eran las cartas que había sobre la mesa. Y toda información que consiguieran de los caballeros serviría para equilibrar la balanza contra los caballeros de Solamnia. La guerra era inevitable, y su deber era aprender todo cuanto pudiera de ella.

- Recuerdo la presencia del dragón azul en la primer invasión. Sinceramente, ha sido la primera vez que me he encontrado ante uno. Kylian, quizás usted pueda ilustrarnos mejor al respecto... ¿Realmente son matables, esos seres? - Le consultó de manera calma y escueta al más sabio, era sabido que las condiciones nunca habían estado a su favor desde el inicio, mas era fundamental saber si realmente poseían una oportunidad para empezar.

- El ejército de Belleria no parecía lo suficientemente extenso u organizado como para lidiar con éste. Puede que su única esperanza sea manipular a los salvajes locales para que tomen la guerra por ellos. Con suerte eso los debilitará lo suficiente. - Pensó en voz alta de manera fría, observado el campamento. Los animales eran más desorganizados por naturaleza, pero también solían venir en más números. Sería cuestión de hallar los intereses o creencias triviales de aquellos indígenas para usarlos a su favor, ya que no demostraron distinguir entre un bando o el otro.

- Una infiltración es peligrosa. Sólo se podría llevar a cabo siempre y cuando no se sea demasiado osado dentro de los límites del campamento. Si este escudero es tan valioso y posee la información que se le ha solicitado, puede que nuestra mejor opción sea simplemente reclamarlo. El tesoro que rescatamos de la villa poseía un valor de más de 500 piezas de acero, estimo. Eso debería valer más que cualquier esclavo. - Propuso con mente analítica Briand, antes de proceder a explicarse mejor. - Clamaremos que un puñado de soldados rezagados de Belleria han interceptado el carro con dichos tesoros, y desean un intercambio. Todas las riquezas por este valioso noble. Nuestra intención, sin embargo, será sólo llevar al rehén temporalmente para que enseñen su fortuna, asesinarlos y regresar con el botín y nuestro esclavo de vuelta. Es un negocio demasiado tentador como para despreciarlo. - Concluyendo en explayar el relato que efectuarían, como falsos secuaces. Todos los datos que poseían eran en parte ciertos, lo que hacía muy fácil de sostener el engaño. Sólo dependían de la avaricia enemiga. Si lograban irse con el escudero y su información, no tenían por qué regresar.

─El plan de Briand me parece osado pero bien hilado. No obstante, creo que no todos somos adecuados para esa estratagema. Tal vez deberían ir sólo los que puedan pasar por parte de ese ejército, imagino que con la ayuda de sus vestiduras y máscaras. Acabamos con ellos, así que las ropas están manchadas de sangre, pueden confirmar el estar rezagados por una buena razón. Y luego "presionar" para confirmar la presencia del escudero y poder volver con los Bellerianos y el prisionero para aumentar el botín. Seguramente tendríais que hablar con los que estén al mando, lo cual es tan bueno (por la parte de información) como malo (por el peligro implícito de tratar con gente más experimentada y peligrosa).

No era mal plan, pero tenía muchas posibilidades de salir mal: que alguien no les reconociera como parte de los soldados atacantes, que les reconocieran como infiltrados, que detectaran sus mentiras, o su acento... Pero el grupo ya había hecho cosas que parecían imposibles y habían sobrevivido para contarlo. Casi todos. Glinthalas guardó silencio respecto de esos pensamientos sombríos.

─Yo, siendo elfo, no es creíble que forme parte de las fuerzas atacantes y si me lleváis como prisionero corro el riesgo de que me azoten, me torturen o ejecuten allí mismo, así que preferiría no acercarme tanto al campamento. Al menos abiertamente. Podría hacer, como dice Lluvia, de explorador por la parte de más difícil acceso. Sin duda no temerán un ataque masivo por ese lado, pero un hombre solo bien podría colarse a mirar...

Kylian escuchó atentamente los planes tanto de briand como del resto. Había algunos pros, y muchos contras. Y sin embargo no podían cambiar las condiciones que enfrentaban.

- No tenemos ninguna posibilidad contra los dragones. Solo hay tres cosas en kryn que puedan dar muerte a uno de esos seres milenarios. Las dragonlances imbuidas por el poder de Paladine, la alta magia que creó los famosos orbes de los dragones y es capaz de obrar milagros, y otro dragón. Por desgracia no disponemos de ninguna de esas tres cosas a nuestro favor. 

Volviendo sus pensamientos a su situación, podían simplemente hacerse pasar por patrullas, pero se perderían en el ejercito y acabarían por ser descubiertos. Si seguían el plan del rescate, corrían el riesgo de que asignaran a otro equipo. Lo que los pondría en jaque. 

- Podemos realizar dos aproximaciones, mientras el grupo nos hacemos pasar por miembros del ejército, Glinthalas puede infiltrarse para encontrar el resto de presos y, si puede, robar documentos importantes donde puedan estar relatados los planes de avance. Diarios, mapas o incluso misivas del ejército central. Saber quien se ha puesto al frente de los caballeros sería de mucha utilidad.

Observó a la salvaje y frunció el ceño. Iba a ser muy complicado hacer pasar a Lluvia por un sacerdote, el silencio sería su mejor arma.. a no ser. No, si se hiciera pasar por alguien inconsciente o incluso demasiado herido no los dejarían volver con el reo en cuestión. Y cada hora que pasaran en el campamento corrían el riesgo de ser descubiertos.

- Volvería atrás a recoger la armadura del caballero negro, aunque perdamos varias jornadas. Necesitamos un mejor disfraz que unas cuantas armas sueltas y una túnica rajada. Necesitaremos de toda la autoridad posible, para poder llevarnos al reo e incluiría las cabezas de los salvajes.

Observó el campamento pensativo, debían haber entre veinte y treinta soldados. Pero había varios planes que podían usar aún.

- Engañarlos para hacerles creer que son una amenaza y conseguir que envíen a patrullas en su contra diezmará ambos bandos. Mermará las defensas del campamento y nos podría ser de utilidad hasta para sacar a los prisioneros de aquí en mitad de la noche tras encargarnos de los vigías. Un conjunto de tácticas para acabar con ellos a mordiscos. Llevar algunos con nosotros y acabar con ellos en el trayecto del supuesto intercambio, engañarlos para lanzar sus fuerzas contra los salvajes bajo amenaza de un próximo ataque y asaltar por la noche liberando a los prisioneros, después de que Glinthalas desde dentro saque toda la información que pueda reunir. 

Realizó los cálculos mentales, y aunque requeriría de una personalidad embriagadora capaz de dirigir los principales pufos, no era descabellado.

—Cierto, enfrentarnos abiertamente contra el dragón es una llamada a la muerte. Evitemos mejor cualquier enfrentamiento directo por sencillo que parezca, si aparece el dragón... —y hago un gesto imitando el corte de un cuchillo por el gaznate.

Continúo escuchando a Kylian con atención, que plantea la idea de enfrentar a los asaltantes de Belleria con los salvajes que nos encontramos de camino. Y no parecía un mal plan, distraeríamos su atención en otro lugar mientras que nos ocupamos de nuestro auténtico objetivo.

—Puede funcionar si encontramos a alguien a quien poder engañar, un goblin o algún guardia con pocas luces. Necesitaríamos los cuerpos que encontramos en el claro, pero si los recogemos y los traemos en las mulas, no hará falta mucho más para convencerlos del inminente ataque —añado, aportando mis propias ideas a su plan. Con los cuerpos y las potentes palabras de Briand podríamos convencerlos con facilidad.

Escucho ojiplática las sugerencias de Kylian, seriamente preocupada por su salud. Si me escandalizó su propuesta de entregarme como prisionera a nuestros enemigos, la ocurrencia de regresar por donde hemos venido con lo que nos ha costado llegar hasta aquí me hace temer que sea víctima de algunas fiebres contraídas durante el viaje, quizá a causa de los venenos proyectiles de los salvajes.

—Siéntate, descansa, bebe algo —le sugiero, ofreciéndole mi propio odre de cuero con agua fresca conjurada esta misma mañana, mientras le pongo una mano en la frente para tomarle la temperatura y le pregunto con genuina preocupación—: ¿Te encuentras bien?

Es entonces cuando escucho que Lowenherz secunda la propuesta de volver a por los cuerpos de los bandidos asesinados por los salvajes y miro a los demás a la espera de sus opiniones, aunque todos han dado ya muy buenas ideas.

—Dado que luchar contra este ejército no es una opción, creo que en este caso deberíamos probar varios de los diferentes enfoques que aquí se han planteado para no fiar el éxito de nuestra misión a una sola apuesta. Glinthalas puede colarse en el campamento furtivamente mientras que el resto tratamos de crear distracciones. El botín que recuperamos se lo dimos al sacerdote de Shinare para que lo devolviera a Belleria, así que no tenemos con qué negociar realmente la liberación de ese escudero que habéis mencionado Lowen. Pero si Briand cree que puede convencerlos de que ella pertenece a este lugar, creo que deberíamos intentarlo. Incluso me ofrezco a hacerme pasar por la reina de los salvajes si pensáis que eso puede ayudar a dar credibilidad a vuestro relato de que fuisteis asaltados de camino aquí. Puedo dar voces desde los riscos, lanzar piedras... con suerte conseguir que unos cuantos salgan a darme caza por estas colinas y, desde luego, causar cierto alboroto ahí abajo. El suficiente como para que nadie quiera prestar atención a un grupo de bandidos recién llegados liderados por Lowen, Briand o incluso Kylian bajo el disfraz de un clérigo de los suyos.

─El caballero negro parecía una figura notable entre los asaltantes, seguro que lo conocían. Si ven su armadura preguntarán por él. Y si Lowen trata de hacerse pasar por él seguro que le descubren enseguida.

El elfo negaba con la cabeza mientras decía esto. Su parecer era más bien sombrío respecto a los planes comentados.

─Agradezco la confianza que depositáis en mi, maese Kylian, pero no la comparto. Dudo de mi capacidad para infiltrarme dentro del campamento y superar a sus soldados sin ser descubierto. Tanto para entrar como para deambular por el campamento, como para salir de él sin ser detectado. Hay demasiada gente y los goblins son nocturnos y ven bien en la oscuridad, mejor que los elfos incluso.

Glinthalas siguió escuchando lo que los demás tenían que opinar sobre la situación que tenían entre manos. No sonreía nada. No era para menos.

─Recordad que no había cadáveres de salvajes en el lugar en que les encontramos. Sin embargo había habido una escaramuza. ¿Creéis que no hubo ningún muerto por parte de los salvajes? Retiraron los cadáveres...

Nuevamente el elfo negaba con la cabeza. Una mala idea, más allá del hecho que tendrían que volver sobre sus pasos, con el riesgo de ser atacados, una vez más, por los salvajes, algo que no se podían permitir.

─Haced caso a Lluvia, la infiltración liderada por Briand y secundada por un aguerrido Lowen y un Kylian clérigo impío con máscara creo que puede tener alguna posibilidad de salir bien. Mientras tanto yo observaría desde algún escondrijo que me sitúe por encima de la fortaleza y que me permita ver lo que pase en el campamento. A las malas Lluvia y yo crearíamos una distracción y trataríamos de conducir a nuestros perseguidores hacia las tierras de los salvajes. ¿Qué os parece? ─ofreció el silvanesti.

Era una propuesta que aunaba lo que él y Lluvia parecían considerar las mejores opciones y aportaciones hecho por todos los miembros del grupo. Bien podrían intentar algo así. Y que los dioses bendijeran sus actos...

- Es demasiado pronto para comenzar a coordinar un ataque o iniciar un enfrentamiento, incluso aunque logremos no formar parte del mismo. No podemos permitirnos barajar dicha opción, no hasta no contar con la información que buscaba Sir Branthor y posiblemente obtuvo su escudero. Las guerras no se resuelven en una sola noche. - Sugirió apelando a la frialdad y la paciencia la noble. Debían ir de a poco. Primero, obtener la mayor información posible. Sin ella, sus posibilidades de manipulación eran muy débiles.

- Es menester conocer en profundidad a nuestros dos enemigos, antes de que podamos aspirar a mover cualquier pieza. De lo contrario todo será muy fácil de derrumbar. Comenzaremos primero con este campamento. Recopilar inteligencia. No más que eso, de momento. - Apeló con un tono más firme, esperando convencerlos sólo para poder apelar a un rendimiento más motivado. Al fin y al cabo, la portavoz de la mentira y el plan sería ella, así que tenía todo el poder al respecto. - ¿Poseemos suficientes prendas para encubrirnos los tres? Como medida de contingencia, Estelar y Wyrmslayer podrían elaborar una trampa o distracción para cubrir nuestra coartada, en caso de ser necesaria. - Consultó a ver si los conteos daban. Si no contaban con vestimenta suficiente para los tres, tendrían que emboscar a alguno de sus batidores o improvisar una medida diferente.

Kylian escuchó atentamente a sus compañeros. Preferían llevar una aproximación más prudente, y al parecer el explorador silvanesti no confiaba del todo en sus capacidades. Tener en cuenta la visión nocturna de los goblins también era un punto a tener en cuenta. Asintió en silencio, preparó otra de sus hojas dispuesto a tratar de anotar y recordar cualquier dato que pudiera ser de importancia para los caballeros. Y poder recoger todos los acontecimientos de la forma más veraz e imparcial posible.

- Estoy de acuerdo con el plan entonces.

Dispuso de las túnicas y se preparó para llevar a cabo el plan. Tratando de recordar cuanto sabía de sus enemigos y de la malvada Zeboim.

—Así sea —añado, dando también mi aprobación al plan planteado por mis compañeros.

Nos dividiríamos en dos grupos, unos entraríamos por la entrada principal y, haciendo uso de la labia de Kylian y Briand, tratar de entrar al campamento y desde ahí buscar la información que necesitábamos. El otro actuaría con algo más de libertad desde las colinas.

Es en este momento en el que pienso en mi familia y de lo sorprendidos que estarían si en algún momento se enterasen de la locura que estábamos a punto de cometer. Una buena historia que contar junto a una buena comida, pienso tratando de relajarme y quitarme los nervios de encima.

Parece que estamos alcanzando cierto consenso sobre cómo actuar en esta difícil situación. Glinthalas ha sintetizado muy bien las propuestas planteadas y ha logrado ganarse con ello el beneplácito de Briand, quien plantea el plan como propio. Ahora queda saber si Lowen y Kylian secundarán este plan o propondrán sus propias enmiendas.

—Dado que yo no entraré en el campamento, puedo ofreceros la túnica que cogí cuando liberamos a los prisioneros. Está un poco sudada y manchada de sangre, pero hará más creíble vuestro relato de que fuisteis atacados por el camino. Glin y yo os cubriremos desde arriba cuando entréis. Si vemos que tenéis problemas, dispararemos y trataremos de crear el mayor revuelo posible para que os dejen tranquilos y vayan a por nosotros. Pero si podéis pasar sin dificultades, nos moveremos hacia el sureste para tener mejor visibilidad de su cuartel general. Quién sabe, quizá incluso podemos hacernos discretamente con el control de la torre vigía oriental y espiar el campamento desde allí.

Miro a los tres sin saber qué más decirles. Puede que esta vez sea la última que les pueda dirigir la palabra.

—Buena suerte y que los espíritus de vuestros antepasados os acompañen.

Kylian asintió ante sus compañeros. Tomó las ropas de manos de Lluvia y se las puso, junto a su máscara blanca, la ballesta ligera aprestada y el símbolo sagrado de Zeboím sobre el pecho, con el de Gilean oculto tras las pesadas ropas junto a su corazón.

- Bien, entonces podemos avanzar. Los caballeros de Neraka son como los caballeros de solamnia, llevan los signos de su rango grabados en la armadura. Si no vamos a usar la armadura del caballero caído, tened cuidado. No seremos más que mercenarios contratados para ellos. 

La opción de pasearse como caballeros de alto rango quedaba descartada. Tendrían que bajar el discurso aunque el era incapaz de tales proezas. Si tenía que defender su papel se limitaría a dar un discurso académico sobre la diosa oscura. Solo esperaba pasar desapercibido y estar atento a los detalles.

- Que Gilean guíe vuestros pasos por sendas seguras.- Respondió a su vez Kylian antes de que el grupo se separase.

- Temo que no tengo mucha opción. - Le reafirmó con solemnidad al clérigo, mientras desenvainaba la espada bastarda con una sola mano. - Aún con su armadura, insignia y espada... Es claro que no poseemos el mismo dominio marcial sobre las mismas. Un caballero real en el campamento sería todo lo que hiciera falta para derrumbar dicho disfraz. - Habló mientras intentaba, sin ayuda de su mano izquierda, maniobrar y jugar con la hoja de dicha arma, la cuál era demasiado prolongada y desbalanceada para ella. Se notaba que no estaba acostumbrada a manejar algo así, y lo mismo sucedería con la cota de malla sobre su persona.

- Seremos meros secuaces... Mas así mismo deberíamos pasar más desapercibidos, y ser más fáciles de confundir. - Concluyó tomando la máscara restante... No serían las prendas más honorables que portaría, pero en esta ocasión resultaba menester llevarlas.

Durante un trecho, todos camináis juntos hacia la entrada del campamento enemigo, descendiendo por peñas escarpadas y procurando no mataros ahora que estáis tan cerca de vuestro objetivo. Tan pronto como tenéis a la vista la torreta de los guardias, Glinthalas y Lluvia Estelar se quedan un poco rezagados y ocultos tras las peñas para evitar ser vistos. Los demás, os disfrazáis lo mejor que podéis y os preparáis para salir al descubierto.

A última hora de la tarde, cuando el sol comienza a ocultarse en el horizonte, el trío formado por Brian, Lowen y Kylian avanzáis hacia la entrada del campamento y casi os sentís decepcionados al descubrir la seguridad del lugar. Contáis más de una veintena de goblins y los descubrís atareados con sus propios quehaceres: peleando entre sí por nimiedades, hurgándose la nariz o los dientes, blandiendo armas desproporcionadamente grandes para su tamaño contra los árboles de la zona... Los pocos que alzan la mirada por curiosidad, no tardan en apartarla con aburrimiento. Ni siquiera la pareja de vigías de la torreta os da el alto, como si estuvieran acostumbrados a ver entrar y salir humanos del campamento a todas horas.

Pasáis entre ellos en tensión, con las manos descansando sobre las empuñaduras de vuestras armas por si tuviérais que usarlas. No os atrevéis a mirar hacia lo alto por si acaso delatáis la presencia de vuestros compañeros, que apuntan sus armas a distancia en todas direcciones, conscientes de que cualquiera de los hombrecillos verdes es una potencial amenaza para vosotros.

Nadie os da el alto mientras avanzáis los primeros diez metros. Veinte. Cincuenta. Cien... Cada chillido de los goblins os sobresalta pero ninguno va dirigido hacia vosotros.

El terro describe una suave pendiente que deja el campamento de los humanos y draconianos por encima del de los ruidosos y caóticos hombrecillos. Subís el terraplén sin mirar atrás, con los ojos clavados en las docenas de tiendas de campaña y casetas de madera que tenéis frente a vosotros.

Aquí, mercenarios ociosos de juegan su paga a los dados, blasfeman, maldicen o se apresuran a ultimar los preparativos de la cena. Lluvia y Glin intentan seguiros tan deprisa y discretamente como pueden desde su elevada posición para no perderos de vista, pero está claro que moverse entre los peñascos es más complicado.

La mayoría de los individuos que veis, parecen bandidos o mercenarios como los que habéis enfrentado hasta la fecha, con pobres equipos de batalla.

Contáis también algunos caballeros oscuros moviéndose por el campamento en parejas, los reconocéis por sus negras corazas y sus pesados escudos de acero, aunque todos tienen pinta de ser muy jóvenes, postulantes a escuderos quizá. Definitivamente son más disciplinados que el resto de la chusma y se limitan a hacer una silenciosa inclinación de cabeza al enmarado Kylian en señal de respeto cada vez que alguno pasa por vuestro lado, sin miraros a los demás.

Si hay clérigos de Zeboim por el campamento, no están a la vista. Desde que entrasteis, no os habéis topado con ninguno por el momento.

─La suerte está echada ─pensó para sí el elfo cuando el grupo se separó.

Glinthalas confiaba en que la fortaleza de carácter de la noble Briand podría soportar el peso de un breve interrogatorio, pero, al parecer, no iba a hacer falta. Tendría que haberse dado cuenta, aquel campamento contaba con demasiada gente para que la llegada de un trío de personas ataviadas de la manera adecuada fuera a suponer ninguna diferencia con a lo que estaban acostumbrados. Humanos, goblins y draconianos se dedicaban a sus asuntos, que no tenían nada que ver con asegurarse de que hasta el último mequetrefe fuera "procesado" adecuadamente para evitar infiltrados, espías o asesinos. Seguramente no estaban esperando encontrarse con ese tipo de resistencia.

Tras observar el tránsito pacífico del trío a través del campamento, el pícaro silvanesti hizo una seña a Lluvia para que avanzaran a la siguiente posición. Debían hacerlo con toda la discreción de la que fueran capaces, cualquier sonido podía atraer atenciones indeseadas, lo que incluía muy especialmente conversaciones que tenían lugar donde no se esperaban. En conjunto parecía poco probable que les fueran a descubrir, pero no podían arriesgarse. Al fin y al cabo, Glinthalas y Lluvia representaban la última posibilidad de rescate que tenía el trío infiltrado si las cosas se torcían... siempre y cuando la pareja que quedaba en el exterior no era cazada a su vez.

Toda una vida de discrección hacía desarrollar instintos sobre dónde y cómo colocar los pies al avanzar, para elegir lugares por donde hacerlo sin que pudieran avistarlo a uno y comportamientos para evitar ruidos innecesarios. Glin iba marcando el camino, ligeramente adelantado, para que la originaria de las praderas le siguiera a través del bosque, lo que no dejaba de ser irónico, pues el elfo se había criado en un entorno urbano. Los principios, no obstante, eran los mismos: evitar ser visto interponiendo obstáculos a la visibilidad, pisar con cuidado evitando aquello que pudiera generar ruidos, mantenerse alerta ante obstáculos imprevistos...