Partida Rol por web

Sintiéndose un poco raro, Lowen emuló a Lluvia y susurró al aire, confiando en que Thorwyn pudiese oirle.

- ¿Sabéis quién es su enlace aquí en Robann? - y añadió - ¿Estará en la ciudad mucho tiempo? Debemos asegurarnos de esto para no perderles el rastro por completo tras la emboscada.

Enrielle no terminaba de entenderlo pero, por lo que decían, se estaban comunicando de algún modo con alguien con esa información, y debían ser los otros. Arrugó la nariz. Apestaba a magia, y a Enrielle no le gustaba ese tipo de magia.

Soltó el pomo de la espada, más tranquila, y se cruzó de brazos escuchando a Lowenherz.

— Hmm... así que este sitio sirve de tapadera. No me sorprende. — frunció el ceño — Esa emboscada no me gusta nada. ¿Esos dos amigos vuestros son realmente de fiar? — hizo una pausa pensativa— Aunque... si siguen leales a vosotros podríamos tener la oportunidad de capturar vivo a alguno de los emboscadores y obtener más información... En cualquier caso, creo que no tenemos muchas más opciones. Os seguiré de cerca.

Hizo una mueca cuando escuchó que partirían mañana, eso reducía el margen de maniobra considerablemente. No obstante guardó silencio, esperando que el interlocutor misterioso que podía hablar en las cabezas de aquellos dos respondiera a las preguntas del caballero, y éste le transmitiera sus respuestas.

El enano suspiró, sabiendo que lo que seguía era una larga explicación que no le apetecía mucho tener que susurrar, aunque fuera importante compartir la información.

─Uno es un superior, Guiler Abrena, suboficial de los caballeros de Neraka, que nos pretendía reclutar a Kylian y a mi. El otro es el posadero, Goggar, agente encubierto de los nerakanos que hace "desaparecer" los botines de contrabando que los caballeros han estado trayendo hasta aquí procedente de sus saqueos. Los mercaderes auténticos entran y salen de la posada con sus pertenencias intactas para que nadie desconfíe, pero los nerakanos se ve que siempre se marchan con las cajas y los cofres vacíos. Un pasadizo secreto les permite sacar el botín del almacén a través de túneles subterráneos y de ahí llevarlos hasta una fortaleza secreta en los Grandes Páramos de Nordmaar, pero no hemos averiguado ni dónde está exactamente la fortaleza ni lo que hacen ahí con el tesoro.

Pero toda aquella información no serviría de nada si no sobrevivían, así que harían bien de centrarse en la emboscada.

─No tengo ni idea de si el suboficial estará mucho tiempo en la ciudad o no, pero el posadero está claro que se queda... En todo caso, conviene que descanséis, mañana hay que sobrevivir a un intento de asesinato. Luego ya pensaremos en el siguiente paso.

Cuanto más nos cuenta Thorwyn, más convencida estoy de que ir tras ellos a la mañana siguiente es una idea horrible. Horrible porque uno de los dos grupos no va a regresar, horrible porque no vamos a obtener nada matándolos y horrible porque muy probablemente el botín que hemos estado siguiendo se nos escapará mientras andamos por ahí danzando, fingiendo que somos la presa cuando realmente somos el cazador.

Pero escojo creer que Kylian y Thorwyn comprenden la situación mejor que yo y que tienen información que a mí me falta. Lo escojo deliberadamente porque quiero confiar en ellos y porque la sangre de Briand me grita desde la tierra que vengue su asesinato. Me lo ha estado gritando en sueños toda la noche, si es que al inquieto duermevela en el que me he sumido de forma intermitente puede llamársele "sueño".

En algún momento próximo al amanecer el agotamiento debe vencerme porque para cuando vuelvo a abrir los ojos ni Enrielle, ni Lowen están en la habitación. Solo estamos Jiłhazhí y yo. Le doy las gracias por haberse portado tan bien anoche y le ofrezco algo de desayuno de las menguantes raciones que nos quedan. Más que suficientes para los tres si de verdad es un viaje de ida y vuelta, aunque posiblemente escasas si la situación se alarga de modo que antes de partir le compro al aborrecible semiogro algunas provisiones adicionales.

Tal y como nos adelantó Thorwyn anoche, los cultistas de Takhisis se disponen a reemprender el viaje con los tres carros aparentemente llenos. Ojalá lo estuvieran y esos desgraciados penaran tanto como peno yo a lo largo de todo el día para desatascar mi carro de cada maldito barrizal de la ciénaga.

Cada vez está más claro que nos dirigimos a una emboscada y nuestros enemigos deben ser o creernos rematadamente estúpidos para haber venido hasta aquí. Sin caminos, sin rutas comerciales... Es evidente que no vamos a ninguna parte y que nuestra fachada de comerciantes se ha desmoronado por completo, la nuestra y la suya. Y a ninguno parece importarnos lo más mínimo. Vamos a matarnos unos a otros y preferiría no tener que hacerlo en su terreno. Pero está claro que no puedo elegir y la noche cae sobre nosotros en este cenagal en el que flota el aroma dulzón de la muerte. 

Antes de que termine de ponerse el sol, monto mi pequeña tienda de campaña para que al menos uno de los dos pueda refugiarse de la persistente llovizna. Las dimensiones del tipi son demasiado reducidas para que quepamos Lowen y yo, pero el otro puede buscar refugio en la carreta, a salvo tras los gruesos barrotes de acero.

A pesar de estar empapada, no me planteo siquiera la posibilidad de encender una hoguera. Prefiero enfermar a ponerles las cosas fáciles a esos asesinos. Y quién sabe qué otras cosas que viven en el pantano podrían acudir atraídos por la luz y el calor.

Ahora toca esperar. Esperar a que ellos den el primer paso y Thorwyn nos avise de lo que se nos viene encima. Eso, o aprovechar la luz de la tarde moribunda para acabar con todos ellos ahora mismo mientras terminan de montar su campamento y se ponen a cenar.

Kylian si durmió a pierna suelta. Tenía tan claro el éxito de la misión que no se planteaba el fracaso. No obstante, se despertó pronto, pues tenía cosas que hacer antes de salir de la infesta villa de Robban camino de los todavía más infestos pantanos. Lo primero que hizo fue comprarle provisiones al feo semiogro que regentaba aquel cuchitrill. Le pidió diez raciones de viaje, pues no quería que volviera a sucederle lo de salir de viaje sin estar preparado. Suerte había tenido de que los amables nerakianos le alimentaran como es debido durante todo el trayecto. Además, trató de encontrar material para inscribir pergaminos, pues se había quedado sin desde la última vez que se dedicara a fabricarlos y nunca estaba de más tener algunos conjuros extra listos para lanzar en un momento dado.

Para cuando hubo hecho sus compras regresó junto con sus compañeros de viaje y una vez estuvo todo listo, se pusieron en marcha. Nada más iniciar la marcha comprobó complacido como un carruaje les seguía de lejos y aunque no podía estar seguro de si se trataba del de Lowen y Lluvia debido a la distancia que guardaban entre si, estaba convencido de que eran ellos, pues nadie viajaría en esa dirección de no estar siguiéndoles a ellos la pista.

El viaje a través de esos páramos desolados, fue como cabía esperar, penoso. No obstante y pese a los muchos baches del camino, inclemencias del tiempo y el barro que se pagaba a sus botas y a las ruedas de las carretas, el ánimo de Kylian no decayó. No sabía muy bien porqué, pero estaba como ansioso por que llegara el momento de la emboscada y no sentía miedo. ¿Era a caso Gilean quien le llenaba el alma de esperanza por que todo aquellos se resolviera de una manera positiva? No lo sabía, pero fuera como fuera, ese día sería un punto de inflexión, un antes y un después.

Finalmente llegaron hasta una zona no tan húmeda, una pequeña península en medio del barrizal. Allí decidieron acampar y aparentar cierta normalidad. No obstante, el momento del ataque se acercaba y aunque estaba convencido de que los nerakianos preferirían esperar a que entrara más la noche para llevar a cabo la incursión, él decidió que no hacía falta esperar más.

- Creo que es el momento. - Les dijo a sus compañeros tras cenar una de las raciones de viaje que había adquirido en la posada. - No tiene sentido esperar. Sin duda son espías. Nadie en su sano juicio nos seguiría hasta aquí y de hacerlo es porque traen malas intenciones. - Golpeó su puño contra la palma de la mano. - ¡Debemos aplastarlos ahora! No creo que les vayamos a pillar desprevenidos. Dormirán con un ojo abierto toda la noche. Eso si duermen... puede que ellos estén esperando a que nos durmamos para venir a asesinarnos. - Negó con la cabeza. - Tenemos que ir ya. - Sonrió de forma maliciosa. - ¿Estáis conmigo? - Miró a Valev, a Tres Ombligos y por último a maese Runavieja. Esperaba que tener al menos el beneplácito de ellos.

Thorwyn aprovechó bien el resto de la noche para dormir a pierna suelta. No es que no le preocupara lo que pasaría al día siguiente, sino más bien todo lo contrario. Para poder estar en plenas condiciones físicas y mentales debía descansar. Y despertarse antes del amanecer para memorizar concienzudamente sus hechizos, aquellos que emplearía para la emboscada. Tenía que elegir bien, la vida de sus compañeros dependía de ello.

Tras ello desayunó bien, compró raciones de viaje al posadero, también forraje y se permitió el atender adecuadamente a sus animales. Estaba, tal vez, algo más callado que de costumbre. Un tanto más hosco.

Avanzar por el pantano resultó ser incluso más penoso de lo que había supuestos. El enano "comerciante" había supuesto que el terreno sería poco menos que un barrizal sin camino, campo a través, con todo lo que ello implica, pero incluso con el carro libre del peso de los tesoros saqueados a Belleria, avanzar por aquel lugar era una tortura para carros, bestias y hombres. Él tenía mucha paciencia, pero incluso la paciencia de un enano tiene sus límites.

Se hubiera alegrado mucho de acampar ese día si no hubiera sido por el pequeño detalle de a qué iban a dedicar esa noche. Matar o morir. La perspectiva no era halagüeña, pero con un poco de suerte y buena cabeza podían ingeniárselas bien... Empezó, por supuesto, por lanzarse a sí mismo un Armadura de Mago, que duraría horas. Eso para empezar. Pronto le seguirían otros hechizos menos duraderos.

Entonces, sin venir al caso, Kylian comenzó una suerte de arenga. ¿Qué pretendía, enaltecer a esa bazofia humana para acabar con sus verdaderos compañeros? Si lo que pretendía era hacerles creer que seguía de su lado, lo estaba logrando, casi tenía convencido hasta al enano...

─¡Mierda, joder, un apretón! ¡Joder, joder, joder! ¡Esperadme, ni se os ocurra empezar sin mi! ─dijo el enano, pertrechado hasta con su ballesta y todo, saliendo al trote hacia el límite oriental de la iluminación de la hoguera. No pensaba dejar que aquellos palurdos vieran su blanco culo theiwar, o al menos esa era la excusa. Y veía en la oscuridad, a diferencia de ellos, por lo que tampoco necesitaba ninguna fuente de iluminación. Y se iba hacia la parte oriental de la península, no hacia el sur, no era un peligro ni intento de deserción ni nada... nada bueno. No para aquellos malvados sicarios nerakanos. El mundo estaría mejor sin ellos.

Una vez suficientemente lejos, a unos 20 ó 30 metros¹, Thorwyn asomó su cabeza de entre la vegetación y buscó con la vista a sus compañeros del campamento meridional. No era difícil verlos, llevaba un buen rato "controlándolos". Buscó también con la vista a Kylian, les señaló a los tres y les unió a todos con el hechizo de Cuchichear mensaje (los dioses tuvieran en su gloria a quien creó un hechizo tan útil).

─La fiesta va a comenzar ya, ojalá tuviera un hechizo de bola de fuego, pero sólo tengo uno de Telaraña, tendrá que servir. Preparaos que en cuanto acabe de lanzar hechizos previos empezamos... ─cuchicheó.

A continuación lanzó todo lo discretamente que pudo sus hechizos de Escudo y Gracia Felina, que durarían unos minutos. Finalmente, como colofón, lanzaría el hechizo de Telaraña.

Las doradas hebras mágicas con las que el arcanista enano trabajaba tomarían forma rápidamente adoptando la forma de una red intrincadamente formada que recordaba muy claramente a la de una araña. Una araña realmente grande. Las resistentes pero inflamables² fibras se extenderían como una red repentinamente sobre el campamento nerakano, tomando como asideros árboles y carros. Tenía la esperanza de que aguantaría, aunque no fuera demasiado tiempo.

— Como se haga de noche no voy a ver una mierda, ¿sabes? — gruñó Enrielle a su halcón, que estaba agarrado con las garras a su puño enguantado en cuero. El animal ladeó la cabeza y le dedicó una mirada larga con sus ojillos negros — No me mires así. Déjame en paz un rato, ¿eh?

La exploradora sacudió la mano y el halcón voló a las ramas del cedro tras el que se escondía, seguramente a arrebujarse calentito entre las plumas mientras ella se partía los cuernos con su capa empapada por la condenada llovizna que no paraba nunca. Resignada, se asomó de nuevo para observar los bultos lejanos.

El viaje hasta allí había sido farragoso, aunque no tanto para ella como para los que tenían que bregar con sus carretas.

Esa mañana había salido en silencio de la habitación de Lowenherz y Lluvia Estelar. Compró algunas raciones de viaje sin ocultar demasiado su cara de desagrado al ver al semiogro que se las vendió. Luego había hecho un hato con ellas y algunas pertenencias más ¹, en previsión a dejarlas en alguna parte antes de la emboscada. Necesitaba moverse con total libertad.

Y puede que empezara a moverse pronto. Respiró hondo, dejó el hato junto al cedro y se descolgó el arco de la espalda. Aprovechando la protección de su escondite se acercaría agazapada al campamento de los nerakianos, lo más sigilosa que pudo en aquel terreno traicionero, a una distancia prudencial en la que pudiera distinguir quiénes eran amigos y quiénes enemigos ². En cualquier momento los asesinos podrían caer sobre su presa, aunque según tenía entendido podían esperar a la medianoche. Enrielle sonrió. Lo que no sabían era que serían ellos esa presa.

La sonrisa pasó a ser una mueca. Así sería solamente si los supuestos aliados seguían siéndolo. Si la cosa no iba como estaba previsto no le quedaría más remedio que permanecer oculta y huir, ella que podía. Más muertes mientras observaba entre las sombras, y después largas noches de convencerse a sí misma de que nada podía haber hecho para cambiarlo, como con la dama de Kalaman.

Tras una larga jornada a través de un pestilente pantano, habían llegado al fin a su destino. Lowen escuchó una vez más la voz de Thorwyn en su mente, advirtiéndole de que la fiesta iba a comenzar. El enano se perdía en diatribas arcanas que resultaban incomprensibles para el solámnico, pero entendió que pensaba valerse de algún tipo de sortilegio para molestar a sus oponentes. Tanto mejor así. Escuchar su voz, en todo caso, le dio cierta tranquilidad. Si el plan fuese actuar contra ellos, no les habrían avisado.

Preparándose para lo que se les venía encima, Lowen cogió el pavés que había comprado en Robann y buscó un punto elevado y embarrado, lo más cerca posible del carro, para clavarlo allí en el suelo. El terreno blando permitiría que el pavés se sostuviese solo, dándole ocasión de cubrirse detrás, a él o a la propia Lluvia*. Después cogió el monigote de paja y lo sentó, malamente, en el frontal del carro, cubriéndolo con una manta. Quizá, con la oscuridad, los nerakanos pensaran que era realmente un conductor, y malgastasen algunas saetas con él. Después de realizar aquellos preparativos, se pintó el rostro con barro del suelo, y miró a Lluvia, señalando la improvisada cobertura.

- Ese escudo puede darnos algo de protección. Cubrámonos con él, y permanezcamos juntos. Kylian y Thorwyn pueden usar el factor sorpresa a su favor, pero las saetas nos caerán a nosotros.

Se arrodilló junto al escudo, preparando su arco largo. Sacó también la espada larga, que dejó clavada en el suelo, muy cerca de su posición, para poder echar mano de ella con rapidez si la necesitaba.

- Que Kiri-Jolith nos proteja. - dijo, tomando aire.

El aviso de Thorwyn llega cuando la noche se ha cernido ya completamente sobre nosotros. En medio de la oscuridad puedo oír su voz transportada hasta nosotros a través de los caminos de la magia. Nos urge a prepararnos y yo lamento no haber tenido más anticipación para hacerlo, puesto que invocar la ayuda de los espíritus no es algo que convenga hacer de forma apresurada.

A mi lado, intuyo más que veo a Lowenherz afanarse y hablarme. Me gustaría decirle que todo saldrá bien, tanto a él como a Jiłhazhí, pero los espíritus son celosos y me exigen toda su atención.

Me arrodillo en la tierra húmeda y hundo mis dedos en ella. Como en todos los pantanos, la conexión entre la vida y la muerte es muy fuerte. Lo que se corrompe se convierte en fuente de sustento de nueva vida y los espíritus de la naturaleza y de aquellos que han muerto claman a mí desde el suelo. Y por encima de todas las voces creo escuchar la de la tiránica Briand, exigiéndome que lleve a cabo su venganza en su nombre.

Espadas cortas, dagas, mazas, ballestas... Los cultistas de Takhisis se ayudan unos a otros a vestirse sus armaduras y aprestan sus armas cuando Kylian les da la señal de atacar el campamento cercano en el que Lowenherz y Lluvia Estelar aguardian; y bromean alborozados creyendo que es el temor a la cercana batalla el que afloja las tripas al arcanista enano.

En el cielo, la roja Lunitari es invisible y la blanca Solinari, apenas una cuchillada en forma de alfanje. La oscuridad es total más allá de la luz que proyecta la hoguera en torno a la que están sentados los fanáticos pero ellos se arman con teas encendidas para iluminarse en su camino.

Creyendo recibir las bendiciones de Kylian para su matanza, esperan pacientemente mientras el clérigo de Gilean implora para sí mismo el favor de su dios.

Entretanto, Lowen prepara sus señuelos y se parapeta tras el enorme escudo que compró en Robann antes de partir. En tanto que Lluvia Estelar, arrodillada en el barro, implora para ambos el auxilio de sus ancestros.

Por su parte, Enrielle, viendo movimiento en el campamento de los cultistas, se pone en movimiento hacia allí con su arco preparado y tan silenciosamente como puede casi a tientas, recorriendo el perímetro del islote hacia el norte para sorprender a sus enemigos por la retaguardia.

Entonces Thorwyn lanza su red mágica atrapando en su interior carros, bestias y hombres por igual. Un fogonazo ilumina brevemente el campamento de los nerakanos cuando la hoguera y las antorchas hacen arder las pegajosas hebras en cuestión de segundos, abrasando a quienes se encuentran cautivos en su interior.

No se lo esperaba. Enrielle abrió mucho los ojos cuando de pronto aquellos tipejos de un momento a otro se habían visto envueltos en llamas. Al final podía ser que el enano y el clérigo estuvieran de su lado. Se quedó unos segundos perpleja por lo que había visto hasta que reaccionó.

Tenía que aprovechar el momento. Tensó su arco dispuesta a descargar una furiosa lluvia de flechas sobre los asesinos. Le hubiera gustado en ese momento ver los rostros de aquellos para ver cuáles habían sido los participantes del asesinato de Briand, pero con la oscuridad que había tendría que aguantarse y disparar al bulto más cercano.

- ¡Aaaahh! - Gritó dolorido el clérigo. - ¡Quema, quema!

Tenía que reconocer que aquello le tomó totalmente desprevenido. No esperaba que las hostilidades empezaran tan pronto y menos pensaba que fuera el fuego amigo en forma de telaraña ígnea el que golpeara primero.

Fuera como fuera, aquello había llamado la atención de los nerakianos, como no podía ser de otra forma. Por desgracia, él todavía no estaba preparado para el combate y no iba a precipitarse por las ansias de la resto por empezar a masacrar al enemigo. 

- ¡Gilean, bendíceme para el combate! - Imploró a su dios patrón y acto seguido su musculatura aumentó repetidamente de volumen. 

Ahora empezaba lo bueno.

Kylian, lo siento, pero esto te salvaguardará, al menos un instante...

Desde los escasos 20 metros que separan ambos campamentos, puedo oír el sonido de la actividad de nuestros enemigos por encima del ruido del pantano y de las voces que susurran en mi cabeza (casi siempre demasiado bajo como para que pueda comprenderlas del todo).

También intuyo sus movimientos, aunque en la oscuridad son poco más que sombras borrosas. Espectros no muy diferentes de los que me visitan en mis sueños.

Siento la fuerza del Gran Bisonte Ayání corriendo por mis venas y que mis antepasados me contemplan, esperando que les demuestre lo que valgo. Casi puedo ver también a Briand, chasqueando su látigo con impaciencia.

Y entonces llegan los gritos. No estoy tan preparada como me gustaría pero gracias a Thorwyn no nos han cogido desprevenidos ni a Lowen, ni a mí y siempre le estaré agradecida por eso.

Empuño mi lanza y avanzo hacia la luz. Dispararles sin tener un blanco claro es despilfarrar munición cuando no se tiene la puntería de Glinthalas y está claro que yo no la tengo. Mejor atacarles en el cuerpo a cuerpo bajo la luz de su hoguera que esconderme en la oscuridad mientras Kylian y Thorwyn se juegan la vida.

Lowen estaba relativamente satisfecho de la cobertura que había preparado, y confiaba en mantener la posición, protegido por la relativa oscuridad y el escudo de los proyectiles de sus enemigos. Fue entonces cuando se produjo una deflagración momentánea en el campamento, que lo iluminó todo de color naranja y arrancó algunos gruñidos de dolor. ¿Era acaso un truco de Thorwyn? No podía estar seguro.

Entonces, para su sorpresa, Lluvia abandonó de inmediato la protección de la cobertura y se dirigió en línea recta hacia sus enemigos. Sabiendo poco menos que nada sobre su posición, aquello era bastante osado.

- ¡Aguanta Lluvia, no te expongas aún!

Dividido por las circunstancias, el guerrero tensó su arco con rapidez, buscando un blanco al que disparar. Localizó a uno de los tipejos subido a su carro, sosteniendo una antorcha, y allí soltó su flecha, la cual vio volar muy cerca de su objetivo.

La noche se llena de alaridos y relinchos mientras los cuerpos de los cultistas y de los caballos se ven envueltos en llamas. La piel se desprende de los cuerpos, la carreta principal de los cultistas vuelca, las bestias tratan de huir en desbandada hacia las aguas cenagosas... Todo es caos en cuestión de segundos.

Tres nerakanos, entre los que se encuentra Valev, se tiran al suelo y se rebozan por el barro para apagar el fuego pero sus quemaduras son tan graves que quedan allí tendidos, inertes y humeando. Otros dos, con el cuerpo cubierto de ampollas, consiguen apagar las llamas y reincorporarse. Tres Ombligos y otro de sus compañeros, los más afortunados, logran evitar ser apresados por la telaraña.

—¡El puto enano nos ha traicionado! —aúlla el líder de los cultistas, fuera de sí, dándose cuenta demasiado tarde—. Encontradle, cortadle los párpados y quemadle las plantas de los pies. Lo quiero vivo. ¡Vivo! Para poder arrastrarlo de vuelta maniatado a mi carro como el sucio gusano que es. Lamentará el día en que le salvé la vida, lo juro por la Reina Oscura...

Mientras sus camaradas arden, Tres Ombligos se abre paso penosamente entre las telarañas en llamas y también lo hace el compañero que estaba encaramado al carro y que ha conseguido saltar de él antes de que volcara. Enrielle trata de abatirlos con sus flechas pero ninguno de sus disparos consigue dar en el blanco. Quien sí consigue acertar con su tiro es Lowenherz, hiriendo a uno de los cultistas abrasados.

Entretanto, Lluvia Estelar ha dejado atrás su propia carreta atraída por el caos desatado por Thorwyn y llega a las inmediaciones del campamento enemigo. El resplandor de la hoguera le muestra la carreta volcada, los cofres vacíos desperdigados, los animales atrapados tratando de liberarse del vehículo... y, más allá, los cuerpos inmóviles de la mitad de los nerakanos.

A pesar de sufrir algunas quemaduras superficiales, Kylian invoca la fuerza de su dios para libererse de las ardientes redes en las que ha quedado atrapado. Y Thorwyn aprovecha los escasos instantes que le quedan para asegurarse de que su próximo ataque resulte infalible.

Para entonces la telaraña mágica ha sido ya consumida por el fuego y, siguiendo las indicaciones de su líder, los cultistas supervivientes echan a correr hacia el lugar donde vieron desaparecer a Thorwyn por última vez, pertrechados con antorchas para darle caza. Los cultistas no tardan en localizar al arcanista theiwar y acosarle como rabiosos perros de presa, pero dudando quién de ellos será el primero en atacarle.

Con las prisas, Enrielle había calculado mal al liberar la cuerda de su arco y las dos flechas habían pasado muy por encima de las cabezas de los cultistas, perdiéndose en la ciénaga negra. Cuando se pudo dar cuenta tres de aquellos miserables se habían acercado con antorchas a su posición, acatando las órdenes ladradas por el líder. Estuvo a punto de tirar su arco y sacar la espada, pero vio que no iban hacia ella, sino a por el enano, que vio muy cerca cuando le iluminaron con las antorchas que llevaban.

Por los gritos que había escuchado, parecía que la llamarada había sido obra suya y ahora querían su pellejo, así que tenía que echarle una mano. Enrielle dio un paso para posicionarse mejor sacando otra flecha del carcaj. La colocó y apuntó cerrando su ojo no dominante a una zona vital del enemigo más cercano. Pero concentrada como estaba, y tan tensa como la cuerda que estaba a punto de soltar, no sospechaba que la mano negra de algún dios oscuro estaba a punto de interceder.

Lowen observó cómo la batalla tomaba un rumbo que no era para nada el que él había esperado. Quizá debería haber compartido con sus compañeros su plan, pensó, pero sus dudas sobre su lealtad le habían impedido hacerlo. Por otro lado, Lluvia solía ser impredecible, y aquella situación lo mostraba.

Dejó caer el arco, sopesando el cáriz que tomaba la batalla. Vio varias antorchas corriendo hacia la espesura, y supuso que se dirigían a por Enrielle, o tal vez a por Thorwyn, que debía haber conjurado aquella llamarada desde un lugar seguro. Por otro lado, Lluvia avanzaba hacia el frente, y de allí venía también la voz de Tres Ombligos. Lowen tenía una deuda personal con ese tipejo y pensaba cobrársela de un mangualazo. Echó a correr hacia delante, al tiempo que descolgaba la pesada arma de su espalda.

El truco de la telaraña había salido bastante bien, dadas las circunstancias. Con la presencia de tantas antorchas los nerakanos se habían inmolado sin poder evitarlo y fruto de ello la mitad del grupo ya no estaba en condiciones de hacer nada contra su grupo, el grupo de los héroes que iban a destapar toda una trama de contrabando de alto nivel y una organización criminal y militar que estaba dedicándose a saquear una enorme zona. Aquello acabaría pronto. Como la vida de esos pobres sicarios.

─No deberíais atacarme, estoy protegido mágicamente y vosotros, ¿qué podéis contra las llamas, eh?

Aunque le sabía mal desperdiciar las energías mágicas que había destinado a un hechizo previo, la formación de ejecutores descerebrados avanzando hacia él le hacía irresistible la tentación de hacerlo...

Thorwyn ajustó los tiempos, dejando que los nerakanos se le echaran encima, convergiendo hacia él como lobos al acecho. En el último momento, las energías ya concentradas en las palmas de sus manos, retrocedió. Un cono de llamas avanzó desde él hacia sus enemigos, tal amablemente colocados en línea.

─Os lo dije...