Partida Rol por web

Kylian respiró aliviado tras esquivar una nueva lanzada. Sin ápice de duda, conectó un nuevo ataque contra el no-muerto e hincó la daga de nuevo en su putrefacta carne. Aquel ser ni se inmutó, lo cual era cuanto menos inquietante, pero el sacerdote trató de no verse perturbado por la naturaleza de aquel siniestro combate. 

Te abalanzas sobre tu enemigo y le hundes tu cuchillo en el pecho, a la altura del corazón. El no-muerto cae de rodillas y allí queda, con la cabeza inclinada y la lanza todavía entre sus manos.

Detrás de él descubres un callejón sin salida y en su cuerpo no descubres nada de valor a parte de sus ojos. Dos piedras negras semipreciosas que no valdrán más que unas pocas piezas de acero.

Kylian metió aquellas piedras semipreciosas oscuras en la bolsa, recogió su bastón y avanzó por aquel estrecho túnel con toda la precaución que pudo. Quería que si aquel pasadizo ocultaba algo, o por el contrario era un extraño capricho del arquitecto. 

De no haber nada, regresaría tras sus pasos a enfrentarse contra otra de aquellas criaturas. Ahora ahora que sabía que podía acabar con ellas, prefería limpiar los pasadizos que ya había explorado, para que un capricho de la mala suerte no provocará que fueran hacia el todos en tropel. 

Te haces con los ojos del ahora-sí-muerto y recuperas tu bastón, con el que vas dando golpecitos a las paredes en un intento de descubrir algún pasadizo oculto. Sin embargo, todo apunta a que se trata de roca firme de modo que vuelves sobre tus pasos para enfrentarte a los hombres-lagarto que has dejado atrás.

Esta vez, tan pronto como doblas la esquina, el muerto viviente se da la vuelta atraído por el ruido de tu equipo de batalla pero tú caes sobre él daga en mano antes de que tenga tiempo de reaccionar. La criatura intenta defenderse de tus puñaladas blandiendo su lanza, pero el oxidado filo impacta contra tu coraza sin lograr atravesarla.

De nuevo y con la ayuda de Gilean, la daga de Valev se hundió en el pecho del no-muerto. Al recuperarlo, el joven sacerdote de la neutralidad, se salpico de hedionda sangre coagulada esgrimiendo una mueca de asco ante aquella nefasta experiencia. 

- Supongo que no queda otra que mancharse... - Murmuró.​​​​​

Continúas apuñalando y acuchillando a tu víctima con saña mientras ésta permanece acorralada contra la pared. Sus graves heridas probablemente hubieran supuesto su fin de haber sido un ser vivo pero, al no serlo, todavía continúa presentando resistencia.

Sin apenas capacidad para blandir su lanza en estas condiciones, la criatura opta por valerse de sus putrefactos colmillos para morderte en la mejilla.

- ¡Aaargh! - Se quejó Kylian de forma atenuada para no llamar la atención de más de aquellas criaturas. 

Acto seguido se lanzó de nuevo al ataque e incrustó la daga en el centro del cráneo del lagarto zombi. Éste dejó de moverse al fin y el sacerdote respiró tranquilo.

Una vez acabó con aquella amenaza, decidió pedirle a su dios patrón para que sanara sus heridas. Estas inmediatamente se cerraron como si nada kca hubieran estado. 

- ¡Oh Gilean, dame fuerzas para acabar con el mal que mora bajo estos muros! - Le imploró al dios de la neutralidad. 

Acto seguido avanzó hacia la zona donde había dejado a los otros dos muertos vivientes, no sin antes recoger las piedras preciosas que el que acababa de destruir tenía por ojos.

En cuanto llegase frente a esos caminantes entre dos mundos, seguiría con su plan, acuchillarlos a todos hasta devolverlos a la tumba. 

Una última cuchillada en la cabeza y tu adversario cae desplomado al suelo, inerte. Le arrancas los ojos de piedra e imploras la ayuda de Gilean para hacer frente a los otros dos no-muertos que has dejado atrás. Sin embargo estos, atraídos por el ruido de la refriega, han conseguido llegar hasta ti avanzando penosamente.

Sintiendo cómo tus fuerzas se acrecientan hasta el límite de la capacidad humana, te lanzas sobre ellos antes de que tengan ocasión de atacarte. Por desgracia, la daga resbala sobre las escamas de tu víctima sin conseguir atravesarlas.

Tu víctima contraataca, pero tú consigues esquivarla con agilidad. Lamentablemente el segundo te asesta una cruel lanzada en el muslo izquierdo del que comienza a brotar la sangre de manera abundante.

- ¡Aaah! - Gritó esta vez sin contenerse, pues el enemigo ya estaba allí y no tenía demasiado sentido lo contrario.

Reaccionó de inmediato lanzando una nueva puñalada a una de las criaturas que tenía delante, esta vez con la esperanza de que Gilean le guiase y hiciera blanco en su enemigo.

Esta vez sí consigues herir a uno de tus enemigos y zafarte de sus lanzadas. Tu cuchillada no es fatal pero tú continúas decidido a acabar con ellos por medio de la daga de Valev y limpiar este lugar de su impía presencia, aun sabiendo que tienes a tu disposición otras formas más rápidas de quitártelos de encima.

- ¡Muere! - Le gritó Kylian al zombie al volver a hincar la daga en el cuello de aquella bestia retornada y al recuperarla escuchó un sonoro "clack".

La cabeza de aquella criatura se descolgó hacia el lado quedando colgada únicamente por un torzo de carne y piel y la lanza le cayó de las manos justo antes de derrumbarse en el suelo. 

Le cortas la garganta al más cercano de tus oponentes y su cabeza queda le colgando de un jirón de carne. Y, aun así, ¡no deja de luchar!

Esto te resulta tan sorprendente, que a punto estás de recibir una nueva lanzada del otro difunto hombre-lagarto. Por fortuna, tu coraza vuelve a salvarte otra vez de su acometida.

- ¡Por Gilean! - Exclamó sorprendido ante la insistenciande aquella criatura por matarle.

De nuevo asestó un cuchillazo al descabezado no-muerto, con la esperanza de destruirlo de una vez por todas. Se le acumulaba el trabajo y no quería hacer esperar al resto de violentos sacos de huesos que deseaban devorarlo vivo.

Un último tajo y la cabeza de tu agresor rueda por el suelo mientras el resto de su cuerpo se desploma también. Sin embargo, la batalla todavía no ha terminado.

El segundo hombre-lagarto ocupa el lugar de su compañero caído y logra asestarte una nueva lanzada con mecánica eficiencia, sin dar muestra alguna de verse afectado por la pérdida, ni intimidado por la brutalidad con que empuñas tu daga.

- ¡Aauch! - Exclamó tras una nueva lanzada. - ¡Ya basta! - Le ordenó al no-muertos.

Sin más lanzó un tajo descendente contra su enemigo, al cual hirió arrancándole un trozo de carne putrefacta, aunque no sería suficiente como para destruirlo. No todavía. 

Si el no-muerto entiende lo que le estás diciendo, no da muestra alguna de ello ni de las heridas que le inflige tu daga. Vuelve a atacarte con su lanza pero esta vez estás preparado y consigues esquivarla sin demasiado esfuerzo.

Ya te queda menos, pero tus enemigos no dan muestran de cansarse jamás, ni de sufrir por tus cuchilladas. Tú, en cambio, acusas cada ataque que te alcanza como un pequeño martirio.

Kylian respiró tranquilo cuando logró esquivar de nuevo la lanzada. Cada vez que penetraba en su piel quemaba y dolía como mil demonios. Esperaba no volver a sufrir ese dolor, aunque se temía que había más de esas cosas en los alrededores.

De nuevo esgrimió su daga contra tu enemigo. El golpe fue certero, pero al menos de buenas a primeras, aquella criatura retornada no pareció ni inmutarse. 

Apuñalas en el bazo. El golpe debería ser fatal para cualquier ser vivo pero tu adversario no da muestras de inmutarse y te ataca de nuevo con su lanza.

Por el momento ambos estáis en tablas, los dos malheridos pero sin dar muestras de estar dispuestos a rendiros. Él porque tiene toda la etenidad por delante. Tú, por que no la tienes.

Y un nuevo cuchillazo se abrió paso entre la putrefacta piel del antiguo hombre lagarto, provocando que se desomronara frente a él. Kylian asintió con la cabeza. Ahora podría seguir explorando aquel lugar tenebroso, pero no sin antes curar sus heridas.

- ¡Oh Gilean, sana mis heridas para que pueda limpiar este lugar de la no-muerte! - Oró a su dios patrón. Recuperó otras cuatro piedras negras y siguió avanzando. 

Acuchillas una vez más a tu tenaz adversario y piensas que con este nuevo ataque exitoso conseguirás librarte de él, pero no es así. El hombre-lagarto todavía continúa presentándote batalla y su lanzada fatal solo es desviada por tu arañada coraza de acero. Posiblemente tu mejor adquisición hasta la fecha.