Partida Rol por web

Al amanecer no hay fanfarrias para despediros, ni palabras de aliento, ni advertencias de última hora. Solo la tranquila indiferencia de los lugareños viéndoos partir sin saber si volverán a veros y sin que eso parezca importarles lo más mínimo. Ni siquiera Esmani se presenta ante vosotros para tratar de disuadiros o para animaros a hacer lo que ella y su pueblo no se atreven a hacer.

Casi os sentís como fantasmas cuando abandonáis repartidos en dos balsas el poblado en dirección noreste, guiados por el trío de bakali que os acompaña, dejando atrás la Fuente de la Renovación, a la Voz del Gran Señor, al chamán Threltheax y a todos los demás hombres-lagarto de Mohrlexctlan.

Braokoo e Iklicae inician el viaje con las manos atadas a la espalda, pero pronto queda claro que os resultan más útiles para manejar los remos estando desatados. Aun así, los mantenéis estrechamente vigilados y con las armas listas para intervenir si se les ocurre actuar de forma imprudente de nuevo. Por suerte para ellos, no es así.

Las siguientes jornadas transcurren sin grandes sobresaltos. No es que sean idílicas, ni mucho menos, con la temperatura aumentando de día en día en este pegajoso humedal infestado de insectos y de goblins que pululan de acá para allá y cuyo número crece a medida que os acercáis a sus dominios. Sin embargo, hasta el momento los habéis ido eliminando rápida y eficazmente, sin dejar supervivientes que puedan delatar vuestra aproximación.

Eso cambia la cuarta noche, cuando alguien se acerca a vuestro improvisado campamento mientras estáis "disfrutando" de la cena. Es una criatura serpentina a la que en un primer momento confundís con la Voz del Gran Señor, pero no tardáis en desengañaros. No es Esmani y, aunque tiene cierto parecido con ella, sus rasgos son más masculinos y fieros, casi diríais que de aspecto leonino.

Por la calma con la que se acerca a vosotros y los intencionados sonidos que emite al aproximarse, está claro que no pretende tomaros por sorpresa. Si bien la mano amputada que cuelga de su cuello a modo de adorno no habla de que sea una criatura especialmente pacífica y comprensiva.

—Oléisss a magia, a azzzero y a muerte... —os dice, en un Comun que os recuerda mucho a la forma de hablar de los hombres-lagarto—. No sssoisss como la mayoría de missss presssassss. Decidme por qué habéissss invadido missss dominiossss y tal vezzzz no osss convierta en mi cena esssta noche.

Iblirack hecha mano a su hacha y os mira, esperando a lo que hagáis vosotros antes de atacar al recién llegado. Los dos bakali restantes de vuestro grupo, desarmados, prefieren retroceder lentamente y buscar refugio detrás de unos matorrales cercanos por si la situación se vuelve sangrienta.

Enrielle se encontraba masticando un... Ack, prefería no pensarlo demasiado. No es que fuera una sibarita; había comido cosas repugnantes en más de un tugurio, pero lo cierto era que nunca nada que tuviera tantas patas. Al menos les estaban dando fuerzas para continuar el viaje, y con eso se tendría que conformar.

Dejó de masticar cuando el otro Esmani que no era Esmani se sumó a la cena, aunque los insectos no eran precisamente lo que le interesaba. Enrielle echó mano de su arco y miró a los demás cómo echaron mano de sus respectivas con mayor o menor sutileza.

Los vellos de la nuca se le erizaron al verlo con claridad al monstruo y su macabro collar, que se movía de un lado a otro conforme hablaba. Tragó saliva y alzó la barbilla.

— ¿Son estos tus dominios? Tenía entendido que quien domina todo este lugar es el gran Mohrlex y sus sirvientes. — respondió en un intento por averiguar si tenía algo que ver con el dragón, con los nerakanos o la madre que los parió antes de contestar con ningún dato sensible. — Si no es así, sentimos haber invadido tu... ciénaga. Estamos de paso. Sólo somos unos simples viajeros. Algo correosos, a decir verdad. Nada recomendables para una cena, ehm, ligera. — dijo con la vista clavada en la mano muerta. No le resultaba difícil imaginarse dónde había acabado el resto del cuerpo.

Desde que abandonamos el poblado de los hombres lagarto no he podido dejar de darle vueltas a lo que nos han contado sobre el nuevo campamento de los caballeros de Neraka. A diferencia del que tenían en las Astivar, ahora no viven en tiendas de campaña en el fondo de una hondonada, sino en una fortaleza. Supuestamente infiltrarnos allí sería más complicado, pero ahora tenemos la magia de Thorwyn con nosotros y también a nuestros tres guías bakali.

Por supuesto, preferiría no tener que entrar por la puerta principal rodeada de guerreros hobgoblins y la posibilidad de infiltrarnos por los sótanos me parece mucho más prudente y efectiva. Entrar, matar al rey de los goblins y salir. Parece rápido y sencillo. Lamentablemente, no se me ocurre ninguna manera de poder aguantar la respiración el tiempo necesario como para entrar por allí, a menos que Kylian o Thorwyn conozcan algún sortilegio que nos permita hacerlo.¹

A medida que los días pasan y nos acercamos a nuestro destino, me voy volviendo más irritable. Estoy acostumbrada a las temperaturas elevadas, pero no a esta humedad asfixiante que se me pega por todas partes y tampoco a los chupópteros que me acosan día y noche sin que tenga ni siquiera mi tipi para protegerme de ellos cuando duermo. Los ocasionales encuentros con partidas de goblins y caminar bajo la lluvia intermitente por un perpetuo barrizal tampoco ayudan a que mi humor mejore.

Quizá por todo esto, cuando la descomunal pitón con cabeza antropomorfa se nos acerca mientras cenamos, echo mano rápidamente a mi lanza y me interpongo protectoramente entre esta criatura y Jiłhazhí.

Últimamente no he comido más que frutas demasiado maduras y algunas raíces que he ido encontrando, negándome a probar la carne de ranas y artrópodos. Pero quizá esta noche podamos cenar un sabroso filete de serpiente poco hecho si esta criatura insiste en poner a prueba nuestra paciencia.

- Como buen dice mi compañera, estamos sólo de paso y nuestros motivos son solamente nuestros. - Intervino Kylian. - Así que mejor será para todos que dejes que nos marchemos. Como bien dices, no somos como tus presas habituales y mejor para todos será que hagas como que no nos has visto. Un enfrentamiento no sería bueno para nosotros, pero para ti tampoco y te doy mi palabra en nombre de Gilean, de que nada haremos contra ti o tus dominios, si no te interpones en nuestro camino.

La diplomacia no era el fuerte de Kylian, pero creía haber sonado bastante convincente. Ciertamente lo que decía, al menos para él tenía sentido. Si se producía una batalla en medio de aquella charca, la serpiente podía resultar muerta, al menos eso era para Kylian lo más probable. Sin embargo, dudaba que ellos salieran ilesos del enfrentamiento, por lo que seguir cada uno por su lado como si ese encuentro no hubiera sucedido, parecía al menos a ojos de Kylian, lo más provechoso para todos. 

─A decir verdad, no sabemos si somos correosos o no, nada ni nadie ha podido acabar con nosotros hasta el momento. Ni siquiera un wyvern hace unos días. Tengo un vial con su veneno que así lo demuestra...

Aquella criatura reptiliana estaba midiéndoles. No les había atacado todavía seguramente por la misma razón por la que Thorwyn no había decidido todavía empezar a lanzar sus hechizos ofensivos. Tal vez, de alguna manera retorcida, podrían ayudarse mutuamente, como habían hecho con Esmani. Aunque ese colgante...

Había una "receta" de objeto mágico que usaba nada menos que la mano de un elfo para usar el hechizo de Mano de mago con usos ilimitados. Una fruslería que el propio arcanista del grupo se había visto tentado de crear (substituyendo la mano por un colgante menos mácabro, por supuesto), pero la falta de tiempo y de recursos se lo había impedido. Aquella extraña naga llevaba una cosa parecida al cuello. Sería algo muy útil para una criatura sin manos.

En cualquier caso, mientras el resto del grupo intervenía o se seguían midiendo las fuerzas, el enano, discretamente, lanzó su hechizo de Escudo, una defensa mágica que se añadiría a la proporcionada por el hechizo de Armadura de mago que siempre convocaba cuando pensaba que pudieran tener problemas o no faltaban demasiadas horas antes de acampar.

Lowen observó con sumo desagrado a la criatura serpentina que había aflorado de entre la espesura. Estaba de un humor de perros por culpa de aquella maldita ciénaga, su humedad incesante, sus mosquitos asesinos, y las innumerables criaturas infectas que la habitaban, y que no parecían dejar de emerger de uno y otro sitio. Otra mujer serpiente, esta mucho más agresiva y macabra, les interrogaba sobre su orígen, y sus compañeros le daban respuestas vagas confiando en que se daría por satisfecha. Indiferente a las bravatas de sus compañeros, el solámnico posó la vista en la mano amputada que colgaba del cuello de la criatura. Un ser como aquel difícilmente podía ser una amenaza para la civilización, más por su lejanía con esta que por su naturaleza (indudablemente maliciosa). Y sin embargo, parecía portar una mano humana como amuleto.

- ¿Qué es ese objeto que cuelga de tu cuello? - preguntó Lowen, poniéndose en pie.

A decir verdad, el solámnico estaba de bastante mal humor. Y un monstruo maligno como aquel parecía un lugar tan bueno como cualquier otro para descargarlo.

La criatura serpentil no da muestras de sentirse intimidada cuando os ve a echar mano de vuestras armas, más bien divertida.

—Ah, el viejo Pitch... essstá demasssiado entretenido con ssssussss nuevosss tesssorossss brillantesss —contesta a Enrielle—. Y sssusss ssssúbditossss, demasssiado acobardadosss como para preocuparssse realmente por lossss Grandesss Páramossss. Como esssosss tresss holgazzzzzanesss que viajan con vosssssotrossss —señala despectivamente a los bakali—. La zzzziénaga esss para quien sssse preocupa por ella.

Arrastrando su cuerpo monstruoso, se aproxima a Kylian y lo olfatea, arrugando la nariz con desagrado mientras da vueltas a su alrededor, pero la intervención de Thorwyn le hace esbozar una sonrisa y apartarse del clérigo para acercarse al arcanista enano.

─Ah, un mago de la razzzza de lossss enanossss ─comenta, estudiando con genuino interés a Thorwyn, desde una distancia inquietantemente reducida─. Ssssiento no haberte reconozzzido antesss, theiwar. Ssssi lo hubiera hecho osss habría tratado con la deferenzzzia que me merezzzen losss de tu essspecie.

Se aparta unos metros, dándoos la espalda y dejando espacio a su interlocutor para lanzar su conjuro defensivo.

─Puedessss ussssar tantosss hechizzzzos como nezzzesitesss para creer que essstásss a salvo de mí ─comenta la criatura con una nota de humor en su voz, antes de cambiar de tema─. ¿Te gussstaría quedarte con mi colgante, no esss zzzierto? Claro que ssssí ─mira a Lowen y añade─: Essss una mano de elfo, por ssssupuessssto, aunque tu amigo theiwar esssso ya lo sssabe. Y sssabe también que podemosss sernosss de utilidad mutuamente. Sssssi ssssoisss tan buenosss cazzzando criaturasss del pantano como pressssumíssss, quizzzzá essstéisss disssspuesstos a cazzzar algo para mí a cambio de algo que vosssotrosss nezzzessssitéisss.

Me horroriza la manera en que la descomunal serpiente con cabeza de león se acerca a mis amigos. Siento el impulso de atacarlo antes de que los asfixie entre sus anillos pero ellos aguantan el tipo con mucha más entereza que yo y la criatura termina retrocediendo al ver que no responden a sus provocaciones.

No puedo evitar que la rabia me arda por dentro al escuchar la manera despreocupada en la que confiesa que la mano amputada que cuelga de su cuello perteneció a un elfo. El recuerdo de Glinthalas hace que eso me parezca algo aberrante y monstruoso. Aunque solo fuera por eso creo que deberíamos quitarle la vida para evitar que pueda hacer daño a alguien más. Nosotros podemos defendernos pero quién sabe si otros viajeros tendrán la misma suerte.

—No necesitamos nada de ti —le respondo con desprecio y cólera—. Ni de ti, ni de nadie que anteponga sus propios intereses a los de la región y mire para otro lado mientras los enemigos de todo Ansalon operan libremente en esta ciénaga construyendo una fortaleza en la que atrincherarse.

Que no debían fiarse de una víbora como aquella, era algo evidente. Sin embargo, Kylian no era tan reticente a escuchar lo que aquella criatura tenía que decirles o más bien proponerles. Quizá incluso les pudiera interesar si iba en la misma dirección que el camino por el que Gilean les estaba guiando, pues aunque aún no todos lo reconocieran a esas alturas, estaban andando el camino de la neutralidad.

- Espera... - El sacerdote se interpuso entre Lluvia y la serpiente. - Escuchemos lo que nos tiene que ofertar. - Propuso. - Puede que podamos llegar a algún tipo de acuerdo. - Expuso el clérigo. - Dime, ¿qué es lo que quieres que hagamos? - Le pidió a la naga.

Enrielle se adelantó, posicionándose junto a Kylian. Por esta vez estaba de acuerdo con él.

— Eso es... ¿Qué es lo que quieres que cacemos por tí, y qué puedes hacer por nosotros? — se cruzó de brazos y ladeó la cabeza — ​​​​​​Si te preocupa la ciénaga, entiendo que no debe gustarte que esté llenándose de invasores, ¿me equivoco? — añadió, alzando una ceja.

Ese monstruo en realidad le daba escalofríos, con esa forma de moverse olfateando de un lado a otro y la mano colgando inerte. No hagas tratos con serpientes, decía una vieja en su interior. Sin embargo, ya se había quedado a dormir en casa de una y ahora esperaba a escuchar el trato que les ofrecía otra. A la vieja le daría un patatús, si la pudiera ver.

Lowen se estremeció al escuchar de la boca de aquel ser la confirmación de que su grotesco amuleto era, en verdad, una mano amputada. A un elfo, para ser más precisos. Fue lo que el solámnico necesitó para tener claro que no tendría nada que ver con la criatura.

- No, Kylian. - respondió cuando el clérigo trató de atraerles de nuevo a un asunto turbio - No tenemos nada que tratar con la criatura. No yo, al menos.

Miró de refilón el amuleto, y luego a los ojos de la criatura.

- El mero hecho de portar ese objeto ya es una ofensa para mi. Pero estas son tus tierras, así que por respeto a tus costumbres, lo podemos pasar por alto. No trabajaremos para ti, ni hay nada que puedas ofrecernos y que nos interese. Y si interfieres con nuestro cometido, conocerás el poder de solamnia.

Lowen no tenía tiempo ni energías para los manejos de sus compañeros. Kylian se había perdido, no había duda de ello. Pero él no sería el peón de una guerra que nada tenía que ver con la suya. Estaba allí para localizar la ciudadela perdida y volver con noticias para el Consejo solámnico. Nada más.

Kylian escuchó la intervención de Lowen con resignación. Sin duda alguna se le había subido a la cabeza el hecho de haber sido nombrado caballero. Ahora actuaba en nombre de la única verdad, la suya y despreciaba la opinión del resto. Sólo hablaba de la misión que le había sido encomendada, descartando cualquier otra posibilidad. 

A Kylian no le gustaba en lo que se había convertido, pues ahora su viejo compañero de armas no era más que un fanático peligroso que no reconocía a un amigo o un enemigo por sus actos, sino únicamente por su apariencia o el grupo al que pertenecía. 

En resumidas cuentas, Lowenherz había aprendido el camino del odio. Odiaba todo lo que era diferente y odiaba todo aquello que fuera en contra de sus valores morales y éticos. No podía comprender las costumbres de otros pueblos o otras criaturas que también poblaban Ansalon y por supuesto, no atendería a sus motivaciones o razones para ser o actuar como lo hacían. 

- Lowenherz Bremer, portador de la única y absoluta verdad... - Pensó con gesto serio y muy entristecido. - Veamos que propone la serpiente y espero que ignore al Caballero de la Verdad y sus malas formas...

—Algunossss intrusssosss me gusssstáissss mássss que otrossss —responde irónicamente la criatura a la suposición de Enrielle—. Ssssobretodo aquellosss que essstáisss disssspuessstosss a essscuchar a un extraño.

Enrosca su cuerpo escamoso alrededor de un ciprés cercano y trepa por él con hipnótica facilidad para contemplaros desde las alturas, o quizá para alejarse de la amenazadora figura de Lowen.

—Permitidme que ossss hable de la difunta Sssseñora Ssssuprema Onyssssablet y de lassss abominacionesss monssstruossssassss que creó con ssssu magia perverssssa. Criaturassss a lassss que corrompió mezzzzclando ssssu propia esssencia de dragón para atrapar en ellasss lassss almassss torturadassss de draconianossss cautivosss. A essstossss engendrossss diabólicosss lossss envió por todo el continente como sssussss ssssúbditossss mássss lealessss. Ahora que ha sssido dessstruida, la mayoría de essstosss temiblesss sssseguidoresss han sssido cazzzzadosss y aniquiladosss, pero uno sssse esssconde por aquí y hasssta el momento ha conssssseguido burlarme. Un ssser que una vezzzz fue un poderossso y pérfido minotauro y que ahora no esss másss que un monssstruo deforme y desssesssperado pero no por ello menosss peligrossso. Ssssi lográissss rasssstrearlo y atraparlo, nezzzzessssitaré que me traigáissss ssssu cadáver antesss de que passsen dossss nochesss.

La criatura había reconocido su raza, su nombre, su fama. Aquello no era bueno. Los que respetaban a los theiwar no eran buenas personas. A los theiwar se les podía temer u odiar, pero el respeto exigía que al menos parte de su forma de vida te agradase y poco había de agradable en las formas, maneras y costumbres de los theiwar. Thorwyn, personalmente, odiaba su opresiva sociedad. Había llegado al extremo de condenarse a vivir en la superficie, expuesto a los dañinos rayos solares, a vivir entre "los suyos".

─Ella ─dijo en referencia a Lluvia─ tiene razón, no necesitamos nada de ti. También él ─señaló ahora con un gesto a Lowen─ Pero no has contestado a la señorita ─señaló ahora a Enrielle─ ni al clérigo. Los acuerdos constan de dos partes y sólo nos has hablado de lo que quieres. Cazar un monstruo no está fuera de lo que podemos hacer... pero bien sabrás que todo tiene un precio. ¿Qué puedes ofrecernos que pueda merecernos la pena arriesgar la vida?

Thorwyn, que se había adelantado al grupo para dirigirse a la naga, se giró parcialmente y pidió calma con las manos a sus compañeros.

Un poco de paciencia, sólo un poco. Debemos saber qué es lo que tanto interesa a este monstruo como para arriesgarse a exponerse ante el grupo y poder llegar a un acuerdo con nosotros ─pensó para sí el enano.

Lo que fuera que ofreciera lo consideraría valioso, algo muy interesante de saber para conocer a tu enemigo. O amigo. O aliado circunstancial. Y saber lo que estaba dispuesta a ofrecer también podía resultar muy interesante. Cómo había llegado a poseerlo tal vez no agradaría a todos los miembros del grupo, claro, pero fuera lo que fuera, estaría mejor en manos del grupo que en... bueno, en posesión de la naga.

─Ssssi essss cierto que no nezzzzessssitáissss nada de mí, entonzzzessss no puedo ofrezzzerosssss nada ─comenta la criatura con fingida resignación, antes de esbozar una sonrisa y añadir─: Pero, por fortuna, ssssé bien que los theiwar sssoissss todossss unosssss mentirossssossss. Por ssssupuessssto que queréissss algo de mí o esssta conversssación habría terminado ya hazzzze rato. Decidme qué essss y ossss lo conzzzzederé ssssi essstá en mi mano. No me faltan recursssosss de todo tipo. ¿Informazzzzión, dinero, objetossss mágicossss...? No ossss oculto que lo que ossss pido tiene un gran valor para mí y essstoy disssspuessssto a pagar por ello ssssi me lo conssseguíssss antesss de que passsen dosss nochesss.

Tomo aire profundamente y me obligo a serenarme. Tengo la inquietante sensación de estar frente a un enemigo, pero Kylian, Thorwyn y Enrielle seguramente sean mucho más perceptivos que yo misma y ellos están dispuestos al menos a escuchar lo que este ser tenga que decir.

No es una bestia irracional, ni nos ha atacado nada más vernos, pero eso no significa que sea mejor que otros seres a los que nos hemos enfrentado. O tal vez sean solo prejuicios míos por esa mano de elfo que lleva al cuello. A fin de cuentas, este ser no es tan diferente de Esmani y con ella nos mostramos sumisamente respetuosos. ¿Quién puede saber a estas alturas quién es de fiar y quién no? Desde luego, yo no.

Solo sé que confío en mis amigos y que si ellos creen que es conveniente forjar una alianza con esta criatura, yo estoy dispuesta a respaldarles hasta el final, como siempre. E igualmente los secundaré si deciden que debemos acabar con ella.

—Estoy con vosotros —les digo a mis compañeros para que sepan que, decidan lo que decidan no les abandonaré.

─Algo que nos permita respirar bajo el agua ─sentenció el enano─ Supongo que no tendrás nada, así que, bueno, hasta la vista... ─dijo torciendo el gesto, ligeramente burlesco.

Si tuvieran algo que les permitiera respirar bajo el agua podrían llegar hasta el rey hobgoblin y acabar con él. Valdría la pena. El ejército goblin se sumiría en el caos y los nerakanos padecerían para intentar controlar la situación. Aquello sería algo digno de ser recordado. Aunque para conseguirlo tuvieran que trabajar para una traicionera naga.

Thorwyn se cruzó de brazos, firme, como una roca. Era algo que se les daba muy bien a los suyos. Su expresión, resguardada tras su tupida barba, permaneció inalterable. No pensaba ceder. O al menos aquella era la actitud que irradiaba.

Sólo quedaba que sus compañeros comprendieran la importancia del cometido a lograr y que algunos pasos que se dieran en esa dirección al final no importaría si habían sido por caminos un poco más oscuros y menos abiertos de lo que pretendían. No estaban haciendo nada malo, per se. Y era por un bien mayor. E incluso podía ser simplemente por causarles un mal mayor a los odiados nerakanos, dependía uno cómo enfocase las cosas.

Enrielle lanzó una mirada a Thorwyn. No lo había pensado hasta ese momento, pero le encajaba el aspecto pálido de su enanil compañero y su trato en ocasiones espinoso. Había escuchado cosas acerca de los theiwar, y ninguna buena. En cualquier caso, había demostrado ser de fiar y eso a ella le bastaba.

Volvió a mirar a la serpiente. Para disgusto de Lowen, tal vez sí hubiera algo que ese monstruo pudiera ofrecer.

Se cruzó de brazos imitando al enano.

— ¿Por qué antes de dos noches? — preguntó.

Thorwyn se mostraba astuto como un zorro. Aquella petición era realmente interesante y si la naga les ofrecía lo que el enano demandaba, fuera cierto o no que poseía aquella fórmula de respiración acuática, no les quedaría más remedio que aceptar la misión de la serpiente. 

Parecía que Lluvia había entendido lo importante que era no prejuzgar a los seres y criaturas que se iban cruzando en su camino, de los cuales podían obtener mucho más de lo que uno podía llegar a creer, ya fuera en información o en cosas materiales, que les sirvieran en el camino que habían decidido recorrer. 

Enrielle por su parte, también parecía interesada en aquel asunto que Lowen había descartado únicamente por la apariencia de la dueña de aquel inmenso lodazal. Parecía que el solámnico se quedaba solo y quedaba por ver qué haría si todos aceptaban el trato con la saga, si bien seguía su palabra y seguía su camino en solitario o bien cedía y accedía a colaborar con la criatura a la que consideraba un ser maligno, impuro y que de él sólo podía obtener la muerte.

- Veamos que dice... - Pensó confiando en que la saga pudiera darles lo que el theiwar demandaba. 

Lowen observó la conversación con el ceño fruncido. Ya había visto aquello otras veces. La maliciosa criatura les iba embrollando con sus palabras retorcidas, y sus compañeros iban cayendo en sus redes. Igual que les pasó, solo a algunos de ellos, cuando capturaron viva a una sacerdotisa de Zeboim, y al final la dejaron marcharse con su tridente y un huevo de dragón. En aquella ocasión habían obtenido a cambio la ayuda para salvar a Gilyasí. Pero ahora buscaban ayuda para llevar a cabo actos que eran impropios de quienes se decían a sí mismos heraldos del Consejo Solámnico.

Claro que el propio Lowen se daba cuenta de que esto no era así. Enrielle pertenecía a la Legión de Acero, así que en cierto modo encarnaba valores similares. El resto estaban allí por unas u otras razones, y no seguían el mismo camino. Kylian solo había vuelto a cruzarse en el suyo por un capricho de los dioses, y era cuestión de tiempo que se volviese a alejar. Los demás, en cambio, compartían supuestamente su misión. Lowen miró a Thorwyn cuando este mencionó como de pasada una petición para aquella criatura. Sabía que el Theiwar planeaba perpetrar el asesinato de los cabecillas enemigos, y parecía que Enrielle le apoyaba en ese propósito. Aquello no era lo que Lowen había ido a buscar allí, ni lo que les había pedido el Consejo. Y no lo era porque el asesinato, incluso si se trataba de los líderes de una organización maligna, no encajaba con unos valores de honor y justicia.

Negó con la cabeza, pero no dijo nada más. No podía esperar que los demás se identificasen con los altos y difíciles ideales que él pretendía seguir. Pero no participaría una vez más de una traición a los mismos.