Partida Rol por web

Por un momento tengo la esperanza de que Jiłhazhí haya conseguido conmover al espíritu y éste decida dejar tranquilo a nuestro amigo enano. Pero, por desgracia no sucede así.

—Thorwyn, parece que está obsesionado contigo. ¿No puedes esconderte de él de alguna manera? —pregunto, recordando las ocasiones en que se ha vuelto invisible o el disfraz que fabricó para ocultar la identidad de nuestro dragoncito bajo la forma de un adorable cachorro de león—. Atacándole solo vamos a conseguir enfadarle más.

Enrielle sostenía la daga cuando vio un destello con el rabillo del ojo. Un reflejo que había arrancado la cadena mágica que llevaba en el arco. Miró la hoja de la daga de plata. ¿Qué demonios estaba haciendo? Había cogido primeramente la daga porque recordó que, cuando la compró, aquel comerciante charlatán de Kalaman juró y perjuró máxima eficacia contra entes sobrenaturales, vampiros y "otros monstruos". Enrielle no tenía ni idea de qué clase de monstruos entrarían en esa categoría. Jamás había visto nada de eso hasta ahora y podía ser perfectamente que la engañara.

Las voces y gruñidos que escuchaba fuera la hicieron apresurarse. No arriesgaría la vida de sus amigos con inventos de charlatanes, así que la soltó sobre el montón de ropa y alargó el brazo para agarrar su infalible arco, que descansaba apoyado en el cabecero junto a los carcajs. Había creído ver que el fuego de Klunurig había pasado atravesando al espectro, pero sus flechas no tenían por qué hacerlo. Si apuntaba donde debía tener los ojos seguro que funcionaría.

Mientras Enrielle todavía está recogiendo su arco y sus flechas del dormitorio; mientras Klunurig se dispone a lanzar una nueva bola de fuego; y mientras Thorwyn retrocede cautelosamente, Kylian se interpone entre el mago theiwar y el fantasma blandiendo en su mano el símbolo de su fe.

—¡Oh Gilean, en tu inmenso equilibrio, haz que este ser regrese al plano del que no debería haber salido nunca! —Alzó la voz a la vez que mostraba sus brazos extendidos horizontalmente, como si de una balanza se tratase—. ¡Yo te expulso, espectro entre dos mundos! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Abandona este lugar! ¡Te lo ordeno!

Obligado a confrontar el amuleto de plata pura en forma de libro abierto, el ser incorporal lanza un escalofriante aullido y escapa aterrorizado del torreón atravesando la pared de la habitación principal.

Esperáis unos minutos temiendo que regrese en cualquier momento, pero no ocurre tal cosa. Parece que una vez más, habéis logrado defender esta torre de vuestros enemigos.

Klunurig despidió con un gruñido a aquel ser oscuro. Estaba cansado, pero de repente recordó que había encontrado unas bayas oscuras en un arbusto que sobresalía de entre las grietas de la roca. Canturreando gravemente y en voz baja, movió sus dedos sobre ellas, haciendo que tomasen un color rojizo y extremadamente apetitoso. Al menos para él.

- Humph. - gruñó - Aquí tenemos el desayuno. Para después.

Dicho aquello, se volvió al jergón y se echó a dormir.

Cuando Enrielle llegó al pasillo con su arco en la mano y el carcaj colgando de un hombro, el espectro ya se había marchado. Había escuchado a Kylian clamar a Gilean para la expulsión del fantasma, y viendo que pasaban los minutos y no regresaba, lo había logrado.

Suspiró aliviada, apoyándose en una de las paredes de piedra. Un gesto que repetía muy a menudo...

—Gracias Kylian, bien hecho. Y gracias también a tí, Jilhazhí. ¡Buen trabajo! — felicitó al simpático y valiente dragoncito —Si no llega a ser por tí, jamás hubiera pensado que lo que querían era el tridente de la bruja para poder descansar... ¿Cómo entendías lo que decían? Nunca dejas de sorprenderme.  — sonrió.

Lo cierto era que en las pocas semanas que llevaban juntos había visto mucho progreso en el pequeño dragón. El vuelo y el aliento de fuego que ahora escupía eran todo un avance. Había cogido cariño a la criatura.

—¿Quiénes podrían ser? Cuando la mujer se acercó fue muy extraño. Por un momento noté que estaba muy lejos de aquí. Bajo el agua. Vi una increíble ciudad sumergida, e innumerables elfos de piel azul que nadaban por todas partes con delfines. Luego regresé y ya se habían marchado. Excepto el que Thorwyn había enfadado. — lanzó una mirada gélida al theiwar — Fue muy extraño...

Entonces fue que Klunurig les ofreció una enorme y jugosa baya en una de sus manos recias, musgosas, embarradas y peludas. Enrielle la cogió con cierta duda. Le parecían extremadamente venenosa, pero el enano-bakali decía que se comía, y no veía a Klunurig con intención de envenenarlos. La admiración por el Vendaval-de-muerte parecía sincera...

—Gracias Klunurig.— dijo cogiendo una, con cierta duda, y limpiándola disimuladamente en el calzón que llevaba. Luego le dio un pequeño mordisco, sin saber bien qué esperar.

Después de este sobresalto nocturno temo que no seré capaz de conciliar el sueño de nuevo. Sin embargo, estoy tan cansada, que solo tardo unos pocos minutos en quedarme dormida otra vez y solo el rugido de mi propio estómago me despierta muchas horas después.

Para entonces mis amigos ya se han despertado y los que ayer sufrían las heridas más graves hoy tienen mucho mejor aspecto. Aun así, no dudo en recurrir al inconmensurable poder de Sahanahráy-iiná para aliviar por completo sus dolores.

Klunurig nos ofrece unas pocas bayas que recogió ayer de los alrededores, pero como no hay suficientes para todos, bajo a la cocina a preparar algo de desayuno para mí misma y los que se queden con hambre. No soy una gran cocinera pero sé que las provisiones que hemos encontrado no nos durarán más que cinco o seis días, aunque con la bolsa mágica de Enrielle podemos mantenernos de forma casi indefinida. No obstante, me gustaría salir de aquí antes de que el prometido ejército goblin se nos eche encima, o la naga nos encuentre o quién sabe si no lo hará algo todavía peor.

Por eso, durante el almuerzo, invito a mis compañeros a acabar de explorar la fortaleza y ponernos en marcha cuanto antes. Bien sea por el aire o a pie como llegamos. En este punto, si Thorwyn no se anima a poner en marcha la ciudadela, estoy dispuesta a intentarlo yo misma si fuera necesario.

- Es la segunda vez que combato con esos espectros... - Dijo entonces el sacerdote, bastante agotado ya de no poder hacer uso de su cuerpo y por ende, de la mayor parte de sus habilidades y dotes concedidas por Gilean. - Suerte que puedo mantener conmigo el amuleto y canalizar a través de él la fuerza de mi fe. - Y hubiera resoplado apesadumbrado de haber podido. - Ni eso... 

EL bibliotecario se mantuvo en silencio unos instantes. No había acabado de contar lo que le había sucedido durante el tiempo que habían permanecido separados, pero parecía que se tomaba su tiempo para proseguir la historia, pese a lo impacientes que pudieran resultar sus compañeros. Al fin y al cabo, tenía mucho tiempo... Una eternidad en aquella cárcel inmaterial, para ser más exactos.

- Cuando me metí en el herrumbroso torreón, mientras vosotros dabais buena cuenta del mago gris, esos seres espectrales me atacaron. - Desveló. - Me pidieron el cetro, o lo que me s lo mismo, el tridente, pero no entendí la referencia y tras expulsarlos como he hecho ahora, pude escapar y reencontrarme con vosotros. - Miró a sus compañeros con su inquebrantable mueca de asfixia. 6 Estoy agotado de esta nueva existencia. ¡Daría lo que fuera por volver a la vida! - Y sí llorar hubiera podido, lo habría hecho. 

La expresión de Enrielle se avinagró. Si había albergado alguna simpatía hacia difunto Kylian, ésta se esfumó en un instante. Seguía siendo el mismo que cuando estaba vivo. Una de cal y otra de arena.

Si ella no estuviera tan cansada y él no fuera tan etéreo le daría un buen puñetazo en esa cara de fantasma angustiado que tenía.

—Ya nos podías haber avisado que habían otros espíritus en este castillo. — le dijo, escupendo las palabras — Condenado clérigo... Será posible... Encima que le estoy llevando su dedo apestoso... — gruñó por lo bajo, ya camino a su alcoba para seguir durmiendo. Se detuvo en el umbral. — ¿Al menos sabes algo de ellos o tampoco nos lo piensas decir? ¿Te dice algo la visión que he tenido?

Un recién despertado Klunurig se paseaba por las estancias con aire distraído, escuchando la conversación sin demasiado interés. Aquel espectro vengativo no paraba de lamentarse sobre su condición de espíritu, y sus deseos de retornar a la vida. ¿Porqué enviaría el pantano un ser tan quejumbroso para acabar con sus enemigos? El bakali no tenía ni idea. Tal vez el pantano intentaba decirle algo.

Trae de vuelta a este ser. - creía escuchar Klunurig en su cabeza - Él completará el vendaval-de-muerte y destruirá a los enemigos del pueblo bakali.

Rascándose el musgo que crecía en torno a su sien, lo que hizo que unos cascarones de barro seco cayesen al suelo, el druanti tuvo un instante de revelación, y miró dentro de su saco. Ah, sí, aquel extraño aceite. Tzuga Chanti había usado el extracto de unas raras plantas del pantano, cuyo nombre no había querido revelarle, para traer al gran guerrero de su pueblo de vuelta. ¿Era eso lo que deseaba pájaro-de-llamas-azules que vivía en el corazón del pantano?

- Humph, extraño es el camino, sí. - murmuraba.

Se acercó al espectro, mirándolo con ojos fijos.

- Tú, espectro-de-venganza que ha sido enviado por el pantano. Klunurig ha pensado que quizá puede traerte de vuelta entre los vivos. ¡Humph! Pero el favor del pájaro-de-llamas-azules no debe pedirse sin un buen motivo, o sus plumas ardientes saldrán de la tierra y secarán el barro bajo nuestros pies y quemará el musgo de nuestra entrepierna. ¡Humph! - entrecerró los ojos, mirándole muy fijamente - ¿Eres tú en verdad el que completará el vendaval-de-muerte y ayudará al pueblo bakali a librarse del gusano-negro que infecta nuestro pantano sagrado? Si es así, el pájaro-de-llamas-azules se complacerá de tu retorno.

Sacó el frasco de aceites rojizos, abriéndolo y oliendo su contenido.

- Sí, Klunurig puede pedirle su favor, pero él decidirá tu nuevo rostro, espectro-vengativo. ¡Humph! ¡Humph! ¿Aceptarás su voluntad? ¿Completarás el vendaval-de-muerte y lo guiarás a la batalla conbtra el gusano?

La pesadilla terminó casi tan repentinamente como comenzó. Y con alaridos de fondo, igualmente. Invocar a los dioses no era música del agrado del enano (el verdadero enano) del grupo, con lo que escuchar salmodiar a Kylian sólo se había visto compensado con la expulsión del espectro.

─Maravilloso, hemos perdido el tridente, el único arma que podía acabar con esos espectros sin realizar ninguna magia extra. Si lo tenía la clérigo, seguro que era poderoso. En fin, al menos se han ido... ─refunfuñó Thorwyn, aunque era cierto que se alegraba de que los espectros hubieran desaparecido.

Todos a excepción de uno, claro. Pero el que quedaba era su amigo. O al menos su aliado. La mayor parte del tiempo. Cuando estaba en sus cabales. La vida del arcanista enano se había vuelto muy extraña en estos últimos tiempos, la verdad.

─Bueno, dejad que descanse unas horas e intentaré poner en orden el inventario mágico (lo que queda de él) y luego, por fin, intentaré elevar la fortaleza...

Y así fue. De regreso a la mullida cama que tan a disgusto había abandonado por la aparición de los espectros, el enano durmió a pierna suelta lo que quedaba de noche, hecho perfectamente constatable por sus poderosos ronquidos.

Al día siguiente el arcanista se tomó cierto tiempo en escoger y memorizar nuevos conjuros de su inseparable grimorio y por fin inició los rituales de identificación para tres de los objetos mágicos que portaban: la esfera negra, los guantes de cuero negros y el colgante del líder del culto al Único en Mem. Sacrificaba en el proceso 3 de la decena de perlas de 100 monedas de acero de valor a la que habían echado el guante en la biblioteca de Mem y del tesoro del Túnica Gris.

Una vez identificadas las propiedades de los objetos Thorwyn, con cierta parsimonia, informó a sus compañeros de andanzas que, cuando estuvieran preparados, trataría de iniciar el vuelo de la fortaleza. Rumbo a Kalaman, si todo iba bien. Y procedió a posicionarse en la sala, revisándolo todo una vez más, reuniendo toda la fuerza de voluntad de la que era capaz antes de colocarse en el puesto del piloto.

─Reorx se apiade de mi si me equivoco en este loco intento de hacer volar cientos de toneladas de rocas y manpostería. Y que los dioses o ancestros de cada cual se apiaden de mis compañeros. Pero esto hay que hacerlo de una condenada vez...

13 Argon 433 AC

Ninguno de los presentes sabéis nada de la visión que ha tenido Enrielle, ni os viene a la memoria ningún recuerdo de haber oído o leído nada parecido a unos elfos de piel azul que viven bajo el agua.

Mientras Klunurig y Kylian acuerdan los términos de la resurrección de este último, Thorwyn se dedica a tratar de identificar una pequeña parte de los objetos mágicos que obran en vuestro poder. Y, dado que en ocasiones el clérigo de Gilean es tan reservado con la información que conoce, el arcanista enano comienza con la identificación de los objetos de su compañero antes de pasar a identificar el medallón del cultista.¹

Por su parte, Lluvia Estelar, Enrielle y Jilhazhí se dedican a recorrer el torreón suroeste una vez que la mística que-shu sana por completo las heridas de la pareja.² Y a la exploración inicial os acabáis sumando todos los demás cuando ellas regresan con las noticias de cofres y puertas cerradas con llave que no han sido capaces de abrir.

En efecto, la puerta occidental del comedor conduce hasta el torreón situado en el extremo suroeste de la fortaleza. Lo primero que veis al llegar allí es una sala llena de sacos de dormir tirados por el suelo y lo mismo en la estancia contigua, cuya puerta se encuentra entornada pero no cerrada con llave.

En esta segunda estancia, una estrecha escalera de caracol asciende hasta los niveles superiores del torreón y debería descender también hasta los sótanos si no fuera porque ha sido cegada con grandes piedras, posiblemente como consecuencia tras vuestra infiltración subacuática para asesinar al rey hobgoblin y la carnicería que Lowenherz perpetró allí abajo.

En esta planta solo hay una habitación más, un dormitorio comunal con media docena de camas dispuestas alrededor de una chimenea apagada y con un pequeño baúl en la cabecera de cada lecho. Ninguno de ellos está cerrado y, tras registrarlos, llegáis a la conclusión de que ninguno contiene más que unas pocas prendas, algunas bolsas con algo de calderilla y los efectos personales de algunos cultistas; muy poco que pueda ser considerado de valor en el mercado.

Subís hasta la primera planta del torreón y llegáis hasta un espacioso hall con sendas puertas situadas al norte y al este y ninguna de las dos está cerrada con llave. Las escaleras continúan hasta el siguiente nivel pero os detenéis aquí para registrar este antes de continuar ascendiendo.

La puerta septentrional lleva hasta un segundo dormitorio comunal con media decena de camas, no muy diferente del que encontrasteis en la planta de abajo. Aquí los arcones junto a los lechos sí están cerrados, pero sus cerraduras no son rival para las herramientas y la destreza de Thorwyn y no tardáis en descubrir su contenido. Uno mucho más abundante en plata y cobre que en acero.

La puerta oriental conduce a un salón decorado con una larga alfombra bastante deteriorada y cráneos de animales en las paredes. Frente a la chimenea podéis ver varios cogines dispuestos en el suelo y un poco más allá, una mesa pequeña con algunas apuestas y una baraja de cartas dispuesta a modo de partida inconclusa. A parte de esta mesa, no hay más muebles un aparador con botellas casi vacías de bebidas espirituosas y un elegante mueble de salón de nogal que no guarda más que unos cuantos vasos no demasiado limpios.

Las escaleras que llevan a la última planta del torreón desembocan en un espacioso recibidor con una gran alfombra de pelo largo sobre la que descansa una mesa incrustada con un tablero tricolor para jugar al khas con sus piezas cuidadosamente dispuestas. Completan el mobiliario un par de mesas de caballete desocupadas y una percha para armadura actualmente desnuda.

La puerta norte, entornada pero no cerrada con llave, conduce a unos baños elegantes provistos de una bañera grande y un orinal oculto bajo una silla gestatoria para mayor comodidad de su usuario. Un poco más allá, descubrís un mueble bien surtido de albornoces y toallas y un segundo armario de fina talla contiene prendas de buena calidad. En la esquina noreste hay una zona apartada que hace las veces de vestidor, con un espejo de plata de cuerpo entero y otro algo menor montado sobre un tocador con un surtido de peines, tijeras, navajas de afeitar, jabones y toda suerte de útiles para el aseo.

Mientras examináis este cuarto de baño, Thorwyn trabaja con sus ganzúas en la puerta situada al este del hall. Ésta sí está cerrada con llave y su cerradura es mejor de lo habitual, pero el arcanista enano se las ingenia para forzarla como ha forzado todas las anteriores: con paciencia y pericia.

Al otro lado os esperan un lujoso dormitorio privado decorado con buen gusto. Un lecho grande, la descalzadora situada a sus pies, el gran tapiz de su derecha y la propia ropa de cama parecen todos bastante caros; tal vez rivalizando incluso con los aposentos que algunos disfrutasteis en la mansión Le Besco, en Kalaman. Pero lo que más os sobrecoge es la gran alfombra ovalada que representa con tal fidelidad a la Reina Oscura Takhisis que todos sentís escalofríos al verla, pues en ella se alternan mágicamente su forma humana y su forma de dragón de cinco cabezas.

Sobre las mesitas de noche, situadas a ambos lados de la cama, pueden verse velas aromáticas y en sus respectivos cajones, sendas campanillas para que su ocupante pueda llamar a la servidumbre sin tener que alzar la voz.

Una chimenea esculpida y actualmente apagada está dispuesta para los meses más fríos y húmedos del año. Junto a ella, podéis ver, una mesa circular de roble macizo con grabados de oro. Y, en el extremo sudoccidental de la estancia, un cofre cerrado con una cerradura tan compleja, que incluso Thorwyn se aburre de intentar abrirla pasada unos cuantos minutos.

Registráis el dormitorio a conciencia en busca de la llave, sin éxito. Y tampoco ninguna de las que recuperasteis del despacho del Túnica Gris abre este arcón. Parece que sus secretos, por el momento, seguirán siendo un misterio.

A Kylian se le hubiera iluminado la mirada de no estar muerto. Escuchar que aquel enano demente, hediondo u embarrado podía regresarle a la vida le llenó de esperanza. Cierto era que para ello debía de realizar un ritual pagano y que era posible que su rostro cambiara. No acababa de entender ese punto, pero podía llegar a entender que los dioses del pantano iban a devolverle a la vida con un cuerpo diferente. 

¿Sería eso lo que Gilean deseaba? ¿Perdería el favor de su dios patrón si se sometía a tal experiencia? La respuesta era obvia para un ser tan narcisista cono Kylian. Si existía la posibilidad de regresar en otra forma a la vida, era ni más ni menos, porque el propio Gilean así lo había dispuesto. 

- ¿El vendaval de muerte? ¿La liberación del pueblo bakali? - De nuevo Kylian habría sonreido de haber podido borrar de su rostro la mueca de asfixia. - Soy el campeón del Zigurat. El chamán me desveló mi destino, liberar a tu pueblo. - Posó sus ectoplasmáticas manos sobre los hombros del enano-bakali. No pareció importarle que éstos se quedaran pringados de moco. Le miró entonces a los ojos tratando de evocar confianza, aunque sólo encontró bueno Klunurig Tzé, una expresión de angustia y pánico. - ¡Tú y yo, amigo mío... - Señaló entonces al resto de agentes de la neutralidad. - ...con su ayuda, devolveremos el equilibrio! - Soltó una risotada de alegría inmensa. - ¡El pantano volverá a ser libre! ¡Tu pueblo quedará libre del yugo del opresor! ¡El equilibrio será restaurado! - Trató de calmarse. - Ese es mi destino, el tuyo y el de ellos... - Dijo entonces refiriéndose a los restantes componentes de aquel extraño grupo experto en sembrar el caos y superar sus propias expectativas. - Ya antes de conocerte estaba determinado a liberar a tu pueblo. Que te cruzaras en mi camino, no hace más que reforzar mi determinación. - Guardó silencio unos segundos. - Hágamoslo amigo. Es lo que quieren tus dioses y también el mío. 

Enrielle bufó sonoramente ante el comentario de Thorwyn. Todos los enanos eran iguales. Avariciosos como nadie. Estuvo a punto de empezar una acalorada discusión con el theiwar acerca de que el tridente por supuesto que había de ser entregado, con algunos improperios intercalados y dedos acusadores dando toquecitos en el pecho de éste, aprovechando para señalar la velocidad para zanjar conversaciones con sus conjuros.

Sin embargo no lo hizo. Discutir con un enano era como discutir con una piedra. No serviría de nada, así que se marchó a descansar.

Al día siguiente, ya totalmente repuesta gracias a las sanaciones de su buena amiga, quien sabía más cerca de su forma de ver el mundo y lo que era correcto. De repente, durante la exploración del resto de la fortaleza, le dio un nervioso abrazo sorpresa a la que-shu como agradecimiento.

—Puede que sean mis flechas las que acaben con la vida de los que traen el mal y la injusticia, —le dijo en voz baja y la mirada esquiva — pero sin tí ya hace días que no estaríamos aquí para detener a nadie. Gracias.

No muy habituada a muestras de cariño, Enrielle se apartó bruscamente y se puso a seguir la exploración un poco nerviosa.

Más tarde, ya estaba limpiando el cuero de armadura con un trapo húmedo cuando escuchó que muy posiblemente Klunurig podía traer de vuelta a Kylian. Abrió mucho los ojos mirando a uno y a otro. ¿Pero eso era posible?

—​​​​​​¿De verdad puedes traerlo de vuelta? ¿Tú? —no se lo terminaba de creer, pero si funcionaba debían intentarlo también con Lowen, antes de que su cuerpo se pudiera. Ya empezaba a mostrar un amoratamiento preocupante, según había podido comprobar.

De modo que, continuando con la limpieza de su equipo, siguió muy atenta todo el proceso.

Klunurig asintió satisfecho cuando el espectro-vengativo confirmó que su finalidad era liberar a los bakali. Bien, pronto se vería si esto era realmente así. El pájaro-de-llamas-azules sometería la convicción de aquel espectro-vengativo a prueba, y, si quedaba satisfecho, lo traería de vuelta en un cuerpo.

- No yo. - dijo Klunurig a la pregunta de Enrielle - El pájaro-de-llamas-azules otorga ese don a los enemigos de la pústula que infecta el pantano. Pero solo si son dignos. ¡Humph!

Sin mayor dilación, Klunurig se enfrascó en los preparativos. Para que un cuerpo naciera del barro, debía disponer de mucho, y en lo alto de la pústula sólo había piedra y algún que otro matojo. Así que descendió a lo más bajo, buscando una salida de aquel lugar, pidiéndoles a los miembros del vendaval-de-muerte que llevasen consigo el cuerpo original del espectro-vengativo.* Cuando por fin se encontró en el pantano, se metió de lleno en sus aguas cenagosas, con un gruñido de placer. De ese modo pudo refrescar su cuerpo y humedecer el barro que lo cubría, que ya se secaba y cuarteaba por culpa de tanto tiempo alejado de su hogar. Después, reunió ingentes cantidades de lodo, que llevó a una isleta cubierta de hierbas, y allí los fue amontonando, cubriendo con ellos el cadáver del sacerdote. Cuando terminó de reunir el barro, sacó los aceites y los vertió por encima, haciendo que se repartieran, como recordaba haber visto hacer a Tzuga Chanti. Entonces comenzó un cántico rítmico, bailando acuclillado en torno al montículo de barro.

- ¡Humph, humph, humph! - cantaba - ¡Humph, humph, humph!

Así prosiguió durante un rato, bailando y cantando, dando vueltas en derredor de aquel túmulo improvisado. Cualquiera habría pensado que el bakali estaba loco, pero aquella montaña informe comenzó a latir lentamente, en tanto un oscuro nubarrón se formaba sobre la cabeza del bakali. Era una nube circular, con forma de espiral, negra como un día de tormenta, de la que comenzaron a brotar relámpagos azules. Al cabo de diez minutos, se oyó un chillido infernal, como de un ave gigantesca y torturada. Entonces Klunurig alzó sus manos al cielo y gritó en la lengua de los bakali:

- ¡Pájaro-de-llamas-azules, que habitas en el corazón de nuestro pantano, trae de vuelta a este guerrero del vendaval-de-muerte para que cumpla con tus designios!

Entonces una llamarada azul intenso descendió del cielo, alcanzando el promontorio, y todos los que contemplaban el ritual retrocedieron un paso. Un segundo después, la tormenta se había desvanecido, y Klunurig observaba el promontorio, exhausto. Había quedado inmóvil, ya no latía, y el barro estaba seco. Pero, de repente, comenzó a resquebrajarse, y una mano asomó por él. Klunurig sonrió satisfecho un instante, pero luego su rostro mudó en una extraña mueca. Aquella mano era verde. ¿Qué clase de castigo le había enviado el pájaro-de-llamas-azules?

Enrielle había terminado de acondicionar su armadura y ayudado a llevar el cuerpo. Le sentó bien salir de la fortaleza, a pesar de lo mucho que odiaba aquella ciénaga. Y era extraño, pero una parte de ella confiaba en los poderes del bakali falso. Era como si, tras verlo usar su magia, sintiera la misma extraña conexión que él había sentido con ella, aunque no lo sabía.

Otra parte de ella miraba incrédula cómo sepultaba el cuerpo de Kylian en el lodo. Si no funcionaba lo sentía mucho pero allí se iba a quedar enterrado... Sin embargo, en cuanto vio la asombrosa manifestación de los poderes del pantano supo que realmente estaba pasando algo.

Todo quedó inmóvil, y ella misma estaba conteniendo la respiración. De pronto, la mano verde, y luego el resto. Enrielle observó con estupefacción. No sabía lo que era el pájaro de llamas azules, pero fuera lo que fuera tenía  un extraño sentido del humor.

Viendo la cantidad de camas que hay también en la torre suroeste, me alegro de haber liberado la fortaleza de los caballeros de Neraka. Está claro que podrían mantener aquí una guarnición bastante impresionante y con ella controlar toda la región. Con seguridad los Páramos de Nordmaar y posiblemente las tierras de los alrededores. Y eso por no imaginar que fueran capaces de hacer volar la fortaleza, que los convertiría en una fuerza imparable.

Nosotros somos muy pocos para defenderla en condiciones y, aunque nos las hemos ingeniado bastante bien por el momento, dudo que pudiéramos resistir un asalto desde todos los frentes salvo atrincherándonos como hemos hecho hasta ahora.

Por eso pienso que lo mejor es movernos cuanto antes y salir de este cenagal. No somos amigos de los goblins que pululan por la zona; ni de los nerakanos, que no estarán contentos de haber perdido contacto con su fortaleza. Hay una naga que ha jurado vengarse de nosotros y tampoco puede decirse que tengamos precisamente aliados entre los bakali. A estos últimos los hemos exterminado por docenas en nuestro autoimpuesta misión de liberarlos cuando realmente ellos sirven a Esmani y al dragón Mohrlex y ninguno de los dos estará contento de que hayamos interrumpido el flujo continuo de tesoro que terminaba en sus arcas.

Estamos solos aquí, por mucho que tengamos a dos visionarios que afirman que su misión celestial es liberar a los bakali de una servidumbre de la que ellos no han pedido librarse. Lo único que Iblirack y los suyos querían era que los goblins abandonaran sus tierras y eso lo hemos conseguido al expulsarlos de la fortaleza. Me preocupa que si intentamos ir más allá y dar un golpe de estado contra sus amos, esos mismos bakali a los que queremos liberar contra sus deseos se alzarán contra nosotros.

Es con este propósito en mente con el que Klunurig decide traer de vuelta a la vida a Kylian, al encontrar en el fantasmal clérigo un seguidor de sus deseos revolucionarios. Por mi parte no tengo nada que objetar, principalmente porque siento una gran curiosidad al respecto y porque me pregunto si también será capaz de traer de regreso a Lowenherz.

Sin embargo, cualquier tentativa de pedirle al druida del pantano que lo reviva también a él se desvanece de mi mente en cuanto veo qué es lo que sale de entre el barro.

Aunque el auto-denominado "druanti" había demostrado algo más que simple valentía durante el corto espacio de tiempo que habían compartido, el arcanista enano nunca hubiera pensado que Klunurig fuera capaz de una proeza tal como la de traer a alguien de regreso del mundo de los muertos. Mientras el "bakali" se dedicaba a sus asilvestrados preparativos, Thorwyn se dedicaba a la sistemática y ordenada identificación de objetos mágicos que podían ayudarles "de verdad". Pero el desencadenamiento de fenómenos metereológicos anormales no pudo sino llamarle poderosamente la atención.

─¿¡Qué demonios...!? ─comenzó el enano, uniéndose a los espectadores.

Había subestimado a Klunurig. El pequeño túmulo de barro emitía un extraño pulso que a Thorwyn le costaba identificar. ¿De vida, tal vez? Pero el espectáculo de luces acabó tan abruptamente como había comenzado y de Kylian no había ni rastro, ni siquiera uno desnudo, como se había temido que pudiera pasar... Hasta que algo pareció moverse en el interior de la pila de fango. Una mano verdosa surgió al mundo de los vivos. ¿Un trasgo?

─¡Klunurig! ¿Qué ha salido mal? ¿¡Qué has traído con nosotros!?

Un trasgo... un trasgo podía ser una criatura despreciable, pero sólo peligrosa en gran número. ¿Había más movimiento por alrededor? ¿Acaso el druanti había abierto alguna suerte de portal en el barro del pantano? O acaso... ¿acaso aquel era el nuevo Kylian? Si ese era el caso (y todavía tenía serias dudas la respecto) resultaba irónico que el adalid de la neutralidad, el arrogante clérigo que jamás se equivocaba en la interpretación de los designios de su dios, hubiera sido condenado a encarnarse en una criatura que hacía sólo un par de jornadas no dudaba en exterminar. ¿Acaso eran los trasgos mejores representantes de la neutralidad que los humanos? ¿O tal vez era un simple castigo por errar en sus interpretaciones divinas? Quizás, sólo quizás, aquello no era más que el fruto del azar...

─¿Kylian?

Fue una sensación extraña. Ver cómo enterraban su cuerpo sin vida en una suerte de lodo aromático y como un demente enano bailaba canturreando sobre el túmulo, fue cuanto menos desconcertante. Si, Kylian, o su espectro, pensó en interrumpir aquel extraño ritual, pero confiaba en Klunurig por alguna razón y tenía fe en que Gilean contribuyera a traerle de vuelta para llegar al final de la senda que había iniciado. 

Notar como su forma etérea se diluía en el aire para momentos después sentir la más profunda nada, fue realmente aterrador. Despertar de nuevo enterrado en lodo, notando el peso del mismo y la asfixia de no poder respirar con normalidad, fue una tortura. 

Por suerte, pudo abrirse paso al exterior y lleno de barro escuchó como alguien había divisado una mano de goblin. Kylian de limpió los ojos para poder ver, estaban llenos de barro. Se sentía diferente, aunque de eso ya me habían advertido. Se sentía... Más pequeño. Se sentía más... ¿redondo? Y...

- ¡Por Gilean! - Pronunció en su mente exaltado. - ¿Dónde está mi...? - Se llevó las manos al pecho. - ¿Que demontres? - Se preguntó a si mismo con el corazón alterado. - ¿Y qué es este color? - Se preguntó al ver sus propias manos y sus prominentes senos verdosos. - ​​​​​¡El goblin soy yo! - Concluyó antes de desmayarse. Y aún no era del todo consciente de que había sido reencarnado como una hembra y no como un varón...

No sé si esto es justicia poética, algún truco de ilusionismo de los de Thorwyn o una broma pesada de Klunurig. Pero, en cualquier caso, no vamos a dejar aquí a... eso.

No se ve al fantasma de Kylian por ninguna parte y si hay alguna posibilidad, por remota que sea, de que esta goblin sea realmente nuestro amigo el bibliotecario no podemos dejarle aquí. Cualquier alimaña del pantano podría terminar comiéndoselo como a la pobre reina-niña, Ozjura.

—Enrielle, ¿podrías llevarlo dentro? —le pido, ella es mucho más fuerte que yo y mucho menos prejuiciosa que los enanos en cuanto a los trasgoides se refiere. Posiblemente incluso menos que yo misma, que presencié las atrocidades que cometieron en Belleria.

«Pobre Kylian —pienso, mirando su pequeño cuerpecito desmayado—, va a echar de menos ser un fantasma.»

Yo, al menos, me alegro de que Lowenherz siga tendido en una cama bajo su apuesta y atlética forma. Aunque el calor estival hace tiempo que comenzó a corromperlo y no resulta agradable acercarse a esa habitación.

—Deberíamos dar sepultura a Lowen, Lizbet y su pequeño dragón Azul aquí fuera —sugiero a mis compañeros—. Si vamos a intentar hacer volar la fortaleza no será agradable viajar con sus cuerpos en descomposición. Aquí, al menos, pueden alimentar al pantano. Yo no querría estar pudriéndome poco a poco en una cama a la vista de mis seres queridos.