Partida Rol por web

Mientras Bugambilia muestra su solidaridad con el asustado lobo bajo el que se cobija, Kylian continúa prodigando con generosidad los dones impíos de su dios entre sus compañeras.

Entretanto, Enrielle pide a voces una cuerda y uno de los marineros corre a conseguirle una en el almacén de suministros, aunque para ello tenga que pasar junto al aterrador Bruma Gris. Por suerte para el infeliz, el lobo está bien amaestrado y lo suficientemente entretenido en estos momentos como para no lanzarle una dentella cuando pasa por su lado.

La tripulación está tan desconcertada, asustada y recibiendo tantas órdenes, que siempre parece haber alguien dispuesto a obedecer a la que hable en último lugar o lo haga con mayor fuerza. Incluso aunque ese alguien, como es el caso, no forme parte de la oficialidad de la nave.

Antes de que el galeote regrese con la cuerda solicitada, la transformada Freya desparece de vuestra vista, para asombro de todos. Empezando por el de Wylas, que es quien se encontraba más cerca de ella en el momento de su desaparición. Junto al timón puede escucharse a Hegara con su marcado acento diciéndole al suboficial más cercano:

—Ya te dije que tener elfos a bordo siempre trae mala suerte, pero nunca escuchas.

En el oscuro y tormentoso cielo, el invisible Ailaserenth puede ver una sombra moviéndose bajo el agua y embistiendo una vez más contra la Kaziganthi.

Aunque Wylas conocía bastante bien el efecto de la invisibilidad, no era lo mismo conseguirla para uno mismo que verla (o no verla, en este caso) en otros. El sobresalto, no obstante, no duró apenas un instante. La nave seguía agitándose violentamente y no era nada sencillo para un marinero de agua dulce como él el mantenerse en pie.

La mente del pícaro trabajaba a toda velocidad sobre qué hacer exactamente. No quería darse por vencido todavía, pero la verdad es que el panorama no era nada halagüeño. Podía transformarse él también en elfo marino, sí, pero eso supondría entrar en los dominios del dragón acuático, una sentencia de muerte. Podría huir volando, en forma de harpía, tal vez, pero eso supondría abandonar a los héroes, no acabar con el dragón y no obtener nada a cambio de los esfuerzos invertidos en infiltrarse en la Kaziganthi.

─¡Se llama soga! ─sí algo había aprendido en esos días era que las cuerdas en un barco cambiaban de nombre estúpidamente─ ¡Voy a subir arriba, a ver si veo algo!

No es que fueran a echarle en falta, dadas las circunstancias, pero si podía al menos anunciar dónde estaba la sombra del enorme monstruo bajo la embarcación, tal vez sí sirviera de algo. Y si el dragón llegaba a asomar su fea cabezota en algún momento, puede que pudiera acertarle en algún lugar vulnerable...

Bugambilia seguía aferrada a la pata peluda. La luz verdosa y fea que salía de la Dragonlance le recordó que Flechas de Muerte le había pedido luz.

Gateó bajo Bruma Gris y tocó el arco de su mentora, que empezó a brillar con una luz buena y esperanzadora, no con ese resplandor enfermizo de la señora goblin.

- ¡Oh Chemosh, haz que yo también me mueva sin impedimento alguno! - Imploró de nuevo a su dios. 

Kylian se tomaba con calma la preparación del combate. Sabía que era inútil en el combate sin la magia divina y bastante letal contando con ella. O eso esperaba...

—¡Tú sí que eres una soga! — espetó al contramaestre, que no dejaba pasar ninguna oportunidad para hablar.

Arrancó la "soga" de las mano de aquel balbuceante marinero, y con el ahora luminoso arco al hombro, palpó a tientas el cuerpo de Freya. Pasó la soga alrededor y la anudó, quedando bien firme.

—¡Ya estás lista para saltar!

Freya apenas escuchó a Enrielle cuando le dijo algo de una soga, y solo cuando la tuvo encima se dio cuenta de lo que intentaba.

- ¡No me ates al barco! - le dijo - ¡Átatela tú, para que estemos unidas! ¡Este pedazo de madera no va a durar mucho sobre el mar, no quiero que me arrastre al fondo!

Desde luego que no estaba por la labor. Se dispuso a lanzar un nuevo conjuro, para prepararse mejor para la batalla, pero justo en ese momento algo volvió a embestir el casco, interrumpiendo la delicada secuencia de gestos y palabras que habían de convertirla en una enorme elfa marina. El hechizo se desvaneció con un siseo, mientras Freya maldecía.

- ¡Tenemos poco tiempo! - gritó - ¿Podéis verlo?

Aunque sus palabras sonaban en la cabeza de sus compañeros, no podía evitar gritarlas en medio de aquella tempestad.

Enrielle parpadeó confusa y miró a Bruma Gris y a Bugambilia.

—¿Qué? — entonces reaccionó, y tiró de la soga para encontrar el otro extremo y atárselo a ella misma. —Sí, sí... ¡Tienes razón! — exclamó asintiendo. Se acercó a la borda y se asomó. —¡No lo veo! ¿Dónde?

Las sombras se entremezclaban con las marejadas aguas. ¿Eso no era la sombra del barco?

El aullido del viento no me permite escuchar lo que sucede en cubierta, bajo las alas de Shilara. Sin embargo, mi ventajosa posición aérea si me confiere una perspectiva de lo que hacen mis compañeras. O, para ser más preciso, de lo que no hacen.

Con la Dragonlance en su poder, esperaba que a estas alturas hubieran empezado a hacer los primeros esfuerzos por repeler el ataque, pero no parecen verdaderamente conscientes del peligro. Si el barco naufraga, es muy probable que ninguna de ellas consiga llegar con vida hasta la costa. Quizá ni siquiera por mediación de mi magia.

Al paso al que vamos, es probable que no me quede más remedio que sumergirme yo mismo y tratar de espantar al dragón. De haber sabido que tendría que llegar a semejante extremo, yo mismo hubiera blandido la lanza de Huma Dragonbane en lugar de cederla para admiración ajena.

Bugambilia gatea bajo las patas de Bruma Gris, tratando de llegar hasta Enrielle, pero la embestida del dragón la desestabiliza y hace que su cuerpecito termine resbalando hasta chocar contra la borda.

En el cielo tormentoso un relámpago ilumina la inquietante escena, mostrando el mar embravecido y la silueta de una gran concha como de tortuga bajo las olas. Sin embargo, la mayoría de vosotros estáis demasiado atareados con vuestros propios asuntos como para prestar atención a lo que ocurre bajo el casco del barco.

Kylian continúa rezando a su dios y Enrielle brega con la invisible Freya, atándose a ella, mientras Wylas trepa ágilmente por el palo mayor hacia la cofa del vigía en busca de una posición privilegiada desde la que tratar de avistar al monstruo marino. Por desgracia, con la criatura atacando el navío desde abajo, no resulta fácil fijar un blanco claro.

- ¡Oh Chemosh, en tu inmensa divinidad, haz que sea el azote de los dragones! - Imploró la pérfida sacerdotisa.

Todo seguía en su contra. Vencer en aquella misión era una probabilidad muy escasa, no obstante a cada instante que el dragón les dejaba mantenerse a flote, sus posibilidades aumentaban gracias a cada una de las plegarias que al señor de la Muerte No Muerta. 

- Aguanta un poco más... - Le pidió a aquel cascarón de nuez a punto de sumergirse para siempre en el fondo de aquel enardecido mar.

En vano, Bugambilia se intentó agarrar a algo pero los dioses no quisieron que cayese por la borda. A gatas se arrastró de nuevo bajo el cuerpo peludo del lobo para resguardarse y se agarró de la cola. No pensaba soltarse para nada del aullante y asustado lobo, no señor. 

El "contramaestre" había tardado muy poco en posicionarse en las alturas. Eso, por un momento, le satisfizo. Pero el momento pasó fugaz, puesto que la situación era cualquier cosa menos apropiada para la alegría. Los marineros corrían de un lado para otro como pollo sin cabeza, intentando seguir las órdenes de la capitana. Los ogros habían dejado de ser relevantes como fuerza propulsora del barco, puesto que los remos habían sido destruídos por el dragón marino. Y, si no fuera porque dependían de la capitana para sobrevivir, tal vez se debería contar con ellos para crear problemas. La capitana, presumiblemente, hacía todo lo que podía por mantener su nave a flote. Y el dragón hacía lo contrario, claro.

¿Era eso una concha de tortuga gigante? Lo parecía. Y de todas maneras había demasiada distancia hasta el agresor del barco como para hacer disparos efectivos.

─¡Allí! ¡Por la izq...babor! ─gritó Wyllas para disparar seguidamente hacia el mar con su arco.

Era un disparo imposible, pero debía intentarlo al menos. Qué no hubiera dado ahora por unas flechas exterminadoras de dragones. O electrizantes. Ígneas no, sería una tontería. Y congelantes probablemente serviría de poco, el mar es un entorno bastante frío...

El navío se sacudía con fuerza a cada nueva embestida, algo que sin duda hacía peligrar su integridad. Desde allí arriba sería imposible que hicieran nada contra el monstruo marino. La magia arcana trabajaba en su favor, y también las oscuras bendiciones de la chirriante goblin, que pedía tiempo a la par que invocaba a su oscuro señor. Aquello le daba escalofríos a Freya. En toda su vida, por más historias lejanas que hubiese podido escuchar sobre los dragones, jamás se habría podido imaginar que acabaría en un lugar como ese, empuñando una Dragonlance, y arrojándose al fondo de las oscuras aguas del océano con ella en mano.

Esto es una locura.

La voz de la conciencia contrastaba con la excitación sin límites que la invadía. Iban a morir todos, no podía evitar sentirlo así, pero sería un final épico, glorioso, una muerte que, con algo de suerte, liberaría al imperio de su infame enemigo, y haría que su amado Markham la hiciese recordar como una heroína, tal vez dedicándole unas palabras llenas de pasión ante sus caballeros.

No has podido probar la cama de Markham, ¿ya quieres mortirte, elfa estúpida?

No podía pensar más. Estaba atada a Enrielle, y el oscuro dios goblin les protegía con sus burlescos hechizos. Era una opción poco halagüeña, pero indudablemente mejor que quedarse a morir ahogados en aquel cascarón condenado al fondo del océano.

- ¡Voy a entrar! ¡Ya! - gritó y susurró arcanamente, al mismo tiempo.

Saltó, como lo había hecho muchas otras veces. Con ímpetu, sin mirar atrás, llevada por la euforia y el enfado, por el frenesí causado por el saberse perseguida, a punto de ser atrapada. Había aterrizado en setos, en suelos de piedra y en grupas de caballos. Se había golpeado, arañado y fracturado, tantas veces que no podía contarlas. Y, aún así, había seguido saltando. Una vez más, visitaba sus pasiones de la infancia, sus locuras, pero esta vez el peligro de muerte era real.

Invisible, se hundió en las negras aguas. La Dragonlance brillaba a través del velo de su magia, iluminando el fondo marino. Freya buscó con la mirada, al tiempo que ¿caminaba? en el interior de aquellas aguas. Su movimiento era sorprendentemente ágil. ¿Podría respirarlas, aguantar la respiración? Confiaba en que sus escasos recuerdos sobre sus lejanos primos fuesen suficiente...

—¡Te cubro! — gritó Enrielle al ver a Freya sortear con un ágil salto la borda y ocupó su lugar, preparando su arco de nuevo.

Se asomó y pudo ver a la elfa y la luz verdosa e inquietante que desprendía la Dragonlance ser tragadas por el agua. Los gritos del contramaestre llegaron amortiguados. ¿Allí era babor? Entonces, con la fuente de luz de Freya ahora en el agua pudo ver la negra sombra del caparazón de tortuga que sobresalía desde debajo de la galera.

Sin perder un instante más, asomó el torso y tensó el arco mágico con fuerza, confiando en que tal vez el caparazón no fuera tan duro o sus veloces ojos encontrasen una pata o algo así. Que estuviera bajo el agua no ayudaba demasiado, maldición.

Mientras Kylian continúa rezándole a su dios, en esta ocasión para pedirle que encante su maza sacrílega, Freya reactiva sus propias defensas arcanas.

Enrielle, atada por la cintura a la maga qualinesti, se asoma por la borda y escruta las negras aguas. Ella no consigue ver allí abajo más que una sombra todavía más oscura bajo el casco del barco, pero no duda en disparar contra ella con resultado incierto.

También Wylas pone a prueba su propia puntería, mientras advierte a los tripulantes del barco de la posición en la que se halla su atacante. Es entonces cuando se escucha bramar a Hegara:

—¡Todo a babor!

El barco se sacude violentamente y amenaza con haceros caer cuando la hembra de minotauro gira bruscamente el timón al tiempo que los remeros de estribor retoman su actividad, provocando así que la galera pivote sobre sí misma.

—¡Remos arriba! —grita entonces la capitana, comprendiendo que sin los remos de babor es imposible huir del dragón y que, de intentarlo, solo conseguirá perder los remos restantes—. ¡Sacadlos del agua!

La inesperada maniobra no sirve para alejaros significativamente de vuestro atacante, pero sí os concede unos segundos de ventaja en los que el igualmente sorprendido dragón pierde su presa. Burlado y enfurecido, emerge del tormentoso océano, preparándose para embestiros de nuevo mientras la tripulación apunta a toda prisa sus armas de asedio hacia él.

─¡Hurra por la capitana! ─exclamó el "contramaestre", maravillado por la astuta maniobra de Hegara.

El súbito viraje de la Kaziganthi no sólo había prolongado unos segundos más el que se mantuviera a flote, sino que, además, al provocar la sorpresa del dragón marino, le había hecho emerger para comprobar lo que había pasado. Tal vez no tuviera una gran vista y necesitaba asomar la cabeza para acertar al enorme objetivo que era la nave solámnica.

─¡A estribor! ¡Disparad! ¡Disparad ahora que ha asomado la cabeza! ─exclamó a continuación, tratando al menos de servir de guía (ya que sus flechas poco podían hacer desde aquella distancia) a los que tenían una visión del "campo de batalla" más limitada.

En el barco no sólo los héroes al servicio del emperador podían hacer algo. Los marineros se mantenían todavía sobre la cubierta y ésta tenía no una sino varias armas de considerable potencia. Era difícil que hicieran algo de provecho, tanto los unos como las otras, pero al menos había que intentarlo. Siempre cabía la posibilidad de un disparo afortunado.

─La suerte sonríe a los que lo intentan.

El barco vira repentinamente bajo las patas de Shilara y no tardo en comprender que el objetivo ha sido desconcertar al dragón, aunque nos haya desconcertado a todos en el proceso.

Ahora por fin podemos verle y yo me alegro de que él no pueda verme a mí, ni alcanzarme por la altura a la que me encuentro.

Siento la tentación de atacarle desde la seguridad que me proporciona esta ventajosa posición, pero sospecho que más temprano que tarde volverá a sumergirse. Por desgracia, mi magia ofensiva no es tan poderosa como para acabar con él de un solo golpe, de modo que opto por cambiar de estrategia de forma que pueda preservar mi invisibilidad un poco más.

—Vuelo rasante sobre cubierta —indico a mi montura, en lengua élfica.

No sé a qué esperan mis compañeras, pero está claro que necesitan algo de impulso para actuar y espero poder brindárselo yo.

- ¡Lo veo! - Gritó Kylian en el momento en que la criatura fue ilumunada por un relámago bajo el agua.

Acto seguido se concentró para pedir a su dios por un aliado capaz de al menos molestar a dragón lo suficiente como para que éste no centrara su atención sobre la temeraría Freya, la cual acababa de anunciar su intención de zambullirse en el agua portando a dragonlance consigo.

- ¡Oh Chemosh, que la fuerza de la naturaleza, combata a esta protentosa criatura mágica! - Imploró.

Acto seguido un enorme tiburon diabólico se materializó a unos cuantos metros de distancia del dragón y acto seguido inició una carga subterránea tratando de hincar sus colmillos en la dura piel del reptiloide.

Enrielle se tuvo que agarrar cuando el barco giró violentamente. Entre todo el griterío escuchó la voz del contramaestre Wyl, y después toda la atención entonces pasó al otro lado. Se giró ella también, pero el mástil le impedía ver a la criatura.

Se apartó de un empujón de la borda y avanzó un paso, abriendo mucho las piernas para tener más base y no caer con el vaivén de la galera. Entonces vio la enorme sombra emerger de las negras aguas. Era difícil para sus ojos humanos determinar su forma y su tamaño, pues la luz verdosa y malsana de la Dragonlance apenas llegaba. Con la oscuridad que reinaba tras el barco le pareció mucho más grande.

Tensó su arco y disparó a la descomunal sombra del dragón. Una sucesión de flechas imbuidas con magia cortaron la lluvia. En ese momento la legionaria reparó en que ésta caía más despacio con cierta sensación de familiaridad, obra sin duda del fiel mago elfo.

Bugambilia se aferraba a la pata sin intención de soltarse, y hubiera salido rodando otra vez si lo hubiera hecho. Cerró los ojos fuerte deseando que todo pasase pronto.