Partida Rol por web

No hay mucho más que yo pueda hacer por mis compañeros más allá de seguir dedicando mis esfuerzos a levantar nuestro refugio compartido. Cada uno de nosotros tenemos nuestras responsabilidades en la supervivencia grupal y debo confiar en que ellos serán capaces de llevar a cabo su parte mientras yo cumplo con la mía.

- ¡Atrás Freya y Enrielle! - Les ordenó Kyliana. 

Su idea era aumentar la zona brumosa, cuanto menos pudiera acercarse a ellos, más difícil sería que les dañara. Enrielle, a distrancia, podía ir socavando su duro armazón hasta lograr que las saetas penetraran en su cuerpo y acabara muriendo sin que pudiera llegar a tocarles. 

- ¡Voy a conovocar una nueva bruma! - Les suplicó. 

A la espera de que las dos valientes mujeres le hicieran caso, Kyliana empezó a hacer los pases mágicos que requería aquel sortilegio, portando el la mano el pañuelo anudado. En el momento en que tuviera el espacio suficiente, rogaría a su señor Chemosh, para que esa zona brumosa que les separaba de la criatura, aumentara la distancia que tenía que recorrer hasta ellos.

El caos desatado nuevamente, la intensa sensación de frío fue descartada momentáneamente por la adrenalina, que ahora recorría sus venas en grandes cantidades. El pícaro solámnico, resguardado tras el dedo pétreo, tensó su arco corto a la espera de encontrar un lugar apropiado donde alojarle una flecha al monstruo. Aquella cosa de mil patas había osado poner en peligro su confortabilidad al aparecer allí enmedio, algo que le iba a costar muy caro.

Wylas dispararía con toda la precisión de la que era capaz, sin esperar, eso sí, a ver el resultado, volviendo a resguardarse tras el dedo al que se había encaramado con la esperanza de no ser detectado por el miriápodo monstruoso.

Viendo cómo el enorme ciempiés se le viene encima, la Legionaria de Acero retrocede sin dejar de dispararle una flecha tras otra. A tan corta distancia, una tras otra impactan infaliblemente contra la monstruosa criatura, que se retuerce con cada nuevo proyectil que se hunde hasta las plumas en su carne.

Por su parte, la parpadeante Túnica Roja comienza a entonar las palabras de un nuevo sortilegio. Es entonces cuando el monstruoso insecto lanza hacia adelante su largo cuello y le propina una poderosa dentellada que a punto está de arrancarle el brazo izquierdo. El dolor es tan agudo, que Freya olvida por completo el conjuro que estaba lanzando.

Viendo a la maga qualinesti en apuros, Wylas no duda en echar mano a su propio arco para disparar furtivamente contra el sobrenatural gusano. Su disparo acierta en la diana y, aunque el proyectil rebota inofensivo contra su cuerpo, logra que la desconcertada criatura suelte a su presa.

Es entonces cuando los ojos insectoides de la descomunal bestia se fijan en aquella que más dolor le ha causado. Avanzando penosamente entre la niebla que aprisiona sus pequeñas y numerosas patas, lanza una dentellada contra Enrielle, pero sus fauces se estrellan contra el encantado camisote de mallas sin lograr perforarlo.

Mientras la atención de Kyliana permanece clavada en el combate que se libra ante ella, el suelo bajo sus pies comienza a temblar y un instante después salta por los aires para dar paso a un segundo miriápodo.

- Mierda... - Masculló Kyliana entre dientes mientras caía al suelo. 

Tratando de defenderse lo mejor posible de la criatura, comenzó a conjurar no de los dones de Chemsoh. Tumbada frente a aquella enorme criatura no duraría demasido tiempo en sen engullida y masticada por sus fauces gusanaces. Eso era algo que no le apetecía demasido. Por ello, trató de desaparecer de la vista del gusano de hielo. Sacando una pestaña pegajosa, imploró a su dios.

- ¡Chemosh, te lo ruego, que no me vea! - Le pidió.

Como si la situación no fuese ya suficientemente calamitosa, un segundo depredador se suma al primero con el firme propósito de convertirnos en su comida. A todos nos consta que no es fácil encontrar caza en el Límite del Glaciar y nosotros hemos acudido directamente a lo que en apariencia es su cubil. Algo que, a mi juicio, no ha sido fruto de la casualidad, sino el objetivo último de los túneles que con tanto esmero han excavado.

No por primera vez me siento tentado a abandonar la tarea de importancia capital que estoy llevando a cabo para intervenir en el desarrollo de la batalla. Y, nuevamente, me insto a mí mismo a darles a los demás un voto de confianza. Aunque me cueste reconocer mis propias limitaciones, no puedo hacerlo todo por ellos. 

Si dejo de hacer lo que hago para enfrentarme a los moradores de esta caverna, es probable que acabemos muriendo todos de hipotermia.

─Mierda, mierda, mierda, mierda ─exclamó para sí en rápida sucesión el intento de tirador mortífero venido a menos─ Otro más que se une a la fiesta. Como haya muchos más estamos bien arreglados...

El pícaro cambió de objetivo, claro, al fin y al cabo sus compañeras estaban haciendo un buen trabajo con el otro. Mucho mejor que lo que él estaba consiguiendo. Wylas aprestó una flecha más a su arco y disparó todo lo mejor que pudo. Sólo si esa cosa se estuviera un poco más quieta...

Y, nuevamente, Wylas buscó la cobertura que el enorme dedo pétreo podía ofrecerle, esta vez sobre todo del segundo monstruo, aunque su deslizarse por la roca era suave como los livianos y acolchados pasitos de un gato. Con un poco de suerte los cienpiés estarían distraidos con todo el ruido y vibraciones que generaban los demás.

Freya maldijo cuando el ataque de aquella bestia la cogió desprevenida, casi seccionándole un brazo y haciendo que su magia se perdiese en inútiles volutas en medio del aire. Tendría que ser más cauta si quería sobrevivir a aquel monstruo gigantesco que intentaba devorarla. Lo cierto es que se sentía muy débil. El frío y la magia habían consumido buena parte de sus fuerzas, y ahora sostener el estoque o atacar con él parecían tareas absolutamente titánicas. Y lo peor de todo es que, pese a sus esfuerzos, la criatura parecía capaz de atacar por encima de su cabeza, alcanzando a la que era la principal esperanza del grupo a la hora de abatir a aquellos monstruos, que ahora se contaban por dos.

- Maldita sea... - dijo entre dientes, sin fuerzas para impartir nuevas instrucciones. 

Tenía que volver a atraer sobre sí misma la atención de aquel monstruo enorme. Comenzó a conjurar con rápidos gestos, procurando esta vez no dejarse coger por la bestia, y lanzando al momento su mano izquierda contra su cuerpo, para descargar sobre él un choque eléctrico.

El golpe hizo que Enrielle soltara el aire con un fuerte jadeo, pero aparte del moratón que le saldría en el costado estaba indemne. Mucho tenía que agradecerle a Thorwyn, estuviera donde estuviera, por aquella armadura.

El temblor y el estallido del suelo hizo que se volviera un instante para comprobar horrorizada que aparecía otro de esos. Bufó con furia.

—¡Aguanta Freya!—  le dijo volviendo a retroceder otro paso.

De nuevo una sucesión de sonidos de cuerda tensándose y un silbido por cada proyectil, que uno tras otro se alojaron en la cabeza de aquella cosa.

La repentina muerte de la criatura hizo que Freya detuviese su ataque. Con gran esfuerzo, se dio la vuelta, y comenzó a caminar lentamente con la intención de interponerse entre la nueva criatura y el túnica blanca.

La criatura que ha aparecido en segundo lugar avanza hacia el promontorio rocoso y, alzándose sobre sus patas traseras, estira su cuerpo anillado para lanzar una dentellada a Wylas.

Sus fauces se cierran en torno a la pierna derecha del emboscado arquero humano y lo levantan en vilo, haciendo que el infeliz quede colgando cabeza abajo, inconsciente a causa de la pérdida de sangre y las violentas sacudidas de su captor.

Un nuevo vistazo a mis espaldas sin dejar de entonar las palabras del conjuro me demuestra que la situación va de mal en peor.

Es cierto que uno de los depredadores ha sido abatido, pero también lo ha hecho de forma significativa el número de mis supuestos defensores. A la goblin no se la ve por ninguna parte de modo que es razonable conjeturar que o bien ha huido o bien ha sido devorada, un destino similar al que Wylas está a punto de precipitarse de cabeza.

No me molesto en dar directrices a las dos mujeres que quedan puesto que es evidente lo que se espera de ellas y yo no me puedo permitir dejar de entonar las palabras del ritual que completarán la construcción del refugio.

Solo deseo que los demás lleven a cabo su labor con la misma diligencia con que yo cumplo con la mía.

Aquellos insectos monstruosos estaban demostrando estar fuertemente acorazados... ¿o tal vez le estaba fallando el pulso al pícaro? Por fortuna al menos estaban siendo atraídos por los golpes más certeros de las compañeras del grupo y sus propios disparos pasaban desapercibidos... o al menos eso pensaba.

Cuando las enormes mandíbulas del miriápodo se cernieron sobre él, un sorprendido Wylas intentó apartarse a toda prisa, pero no fue capaz, sus entumecidos músculos, ateridos por el frío, le fallaron. Sintió el picotazo en su pierna derecha y cómo el mundo se desvanecía ante sus ojos. Los dioses se apiadaran de él, vaya forma de morir...

Freya contempló horrorizada cómo aquel monstruo cogía a Wylas por banda, destrozándolo con sus temibles fauces. Quiso correr en su auxilio, pero las fuerzas le fallaron una vez más, y apenas alcanzó a cojear débilmente.

- Mierda... maldita sea... - dijo entre dientes.

Estaba extenuada, y este era el precio que había de pagar. No podría socorrer a su compañero, y, probablemente, no tardaría en seguir sus pasos. Todo dependía de la mortífera puntería de Enrielle, y de su capacidad para protegerla. Tendría que interponerse, confiando en que la magia la protegiese, porque sus reflejos estaban tan mermados como sus energías.

—¡Ja JÁ! — exclamó Enrielle triunfal al ver desplomarse el maldito monstruo.

Pero la breve victoria se volvió amarga cuando se giró y vio a Wylas colgando cabeza abajo de las mandíbulas del ciempiés sobrealimentado, inerte como un pelele.

—¡No , estúpido barón Wylas, estás muy equivocado! ¡Ni se te ocurra ponerte a criar malvas tan pronto! ¡Ya he visto demasiados amigos morir, y tú no te vas a sumar a ellos!—le increpaba al tiempo que tensaba y disparaba, tensaba y disparaba... con la esperanza de que las tenazas abriesen y soltasen a su amigo.

La agente de la Legión de Acero no tiene tiempo de celebrar su triunfo sobre el primero de los gusanos porque el segundo tiene entre sus fauces a Wylas. Sin pensarlo un momento, Enrielle dispara una nueva andanada de proyectiles encantados contra la bestia con la esperanza de que, de este modo, su víctima se vea obligada a soltar a su presa. Dos de los proyectiles impactan contra la criatura y el último de ellos rebota inofensivo contra su dura carne.

Por su parte, Kyliana repta por el suelo helado tratando desesperadamente de alejarse mientras le reza desesperadamente a su dios para que evite que el gusano pueda moverse tras ella. Sin embargo, su plegaria parece no ser escuchada habida cuenta de que no surge un nuevo banco de densa niebla que trate de apresar a la criatura.

Cada paso es un suplicio para Freya, que deja tras de sí un reguero con la sangre que brota de su herido brazo izquierdo. Pero ella se obliga a relegar el dolor al fondo de su mente y se las ingenia para recuperar una de sus perlas de poder de su saquillo de componentes de conjuro y crear un puñado de réplicas suyas confiando en que eso logre despistar al monstruoso gusano.

Si lo consigue o no, todavía es pronto para afirmarlo. Lo que sí sucede ante vuestra mirada horrorizada es que la bestia engulle de un bocado al inerte Wylas y, a continuación, avanza decidida hacia la arquera que acaba de herirle.

Encogida en el suelo, la sacerdotisa goblin ve pasar sobre ella dos docenas de patas pero se las ingenia para esquivarlas todas, evitando así morir aplastada por alguna de ellas. El cuerpo de la criatura emite tal calor, que deja un reguero de hielo fundido a su paso.

Enrielle abrió los ojos como platos al ver tragarse al desafortunado Wylas, el dicharachero pícaro alegre y con ganas de comerse el mundo. Enrielle había empezado a sonreír más gracias a sus ingeniosas chanzas. Ahora otro trocito de su corazón se había muerto con él. Otro más.

—¡Me cago en la leche! — exclamó furiosa mientras se echaba para atrás al ver la mole echársele encima.— ¡Te lo has comido, pero eso es lo último que vas a hacer, bastardo!

Sabiéndose peligrosamente cerca del monstruo, Enrielle no cesó en su ataque. Disparó las flechas 

Comprendiendo cuán desesperada era su situación, Freya dio un paso al frente, conjurando el hechizo que había reservado momentos antes, con la esperanza de atraer sobre sí misma la ira de aquel monstruo, y poder apartar su atención de Enrielle. La arquera era su única esperanza de salir con vida de aquel horrible enfrentamiento, ahora que Wylas había muerto y que la goblin parecía haber desaparecido por completo.

- Muere... ¡maldito! - gruñó con gran dolor.