Partida Rol por web

Por fin aquel amasijo ardiente cayó tras los tajos que Dawma le había propinado. Pero la situación no estaba resuelta todavía. En el piso de arriba un demonio de fuego estaba poniendo en jaque a Delcojón, después de haber dejado al cocinero al borde de la muerte y amenazar también ahora al conde. La enana tenía que intervenir, pero necesitaba espacio para enarbolar su hacha contra aquel otro enemigo

- Tú Gendrew!!! quitate de ahí si  quieres vivir!! aquí abajo estarás a salvo!!  

Gritó la enana mientras tomaba algo de aliento a la espera de que el cocinero le hiciera caso, para así ocupar su lugar y poder enfrentarse al pequeño monstruo ardiente. La piel de Dwama estaba abrasada y aquel ser seguro que la quemaría también, pero  la enana era dura como una roca y no por eso se iba a amedrentar, de modo que  preparó de nuevo su hacha para continuar luchando de inmediato 

Gendrew, la escuchar la sugerencia de la enana, no puedo estar más de acuerdo. Puso los pies en polvorosa desapareciendo en el sótano y poniéndose a resguardo.

El cocinero no tardó en bajar al sótano y Dwama, a pesar de su lamentable estado, con quemaduras en el rostro y dejando un reguero de sangre por donde pisaba, subió las escaleras rápidamente y alzó su hacha para cortar por la mitad a la hoguera viviente que les amenazaba -  A ver cómo te sienta el metal enanil desgraciado!!! 

- ¡Daaaauch! - Gimió el mefit mirando a Dwama con rencor. 

Pues parecía que no iba a caer, de momento. Tanto mi señor como Dwama vinieron a mi rescate, infundiéndome nuevos ánimos. Ahora que ya estábamos en superioridad numérica, pensé en bajar al sótano junto a Gendrew... ya sabéis, para protegerle. Pero no tenía espacio por el que pasar y además, seguro que Godofredo me colgaría de los cataplines a un árbol... Me lo pensé mejor y ataqué a aquel ser, a ver si tenía suerte y por una vez en toda la partida el combate, la hería de gravedad. Notaba cómo me miraba Godofredo, para ver qué hacía...

-"¡Toma, maldita bestia! Prueba mi acero."

-¡Prueba de mi maza, engendro diabólico!

Gritó el conde alzando la maza por encima de su cabeza, dispuesto a dejarla caer con toda su fuerza sobre el diablillo cojonero

Las cuchilladas de DelCojon, pese a golpear a aquel ser, estaban siendo del todo ineficaces. No lograba dañarle de forma alguna. Aquel enemigo era poderoso y solo la enana parecía estar haciendo mella en él. 

Por otro lado el Conde, al tratar de golpearle con su maza, simplemente falló. Si seguían así no iban a deshacerse de aquel enemigo fácilmente. 

Fue entonces cuando el mefit lanzó una bocanada de aire caliente en dirección a al conde y su séquito. Si no se apartaban iban a recibir unas buenas quemaduras. 

Casi sin poder reaccionar al aliento del mefit, este propinó un fuerte golpetazo al pobre Bribón, que se estaba llevando una buena paliza. Otro golpe fue en dirección a Dwama, pero si armadura absorbió la mayor parte del daño.

Por si fuera poco, aparte de la sartá de ostias que me estaba llevando, el demonio me achicharró toda la cara de nuevo con su ardiente aliento. Estaba a punto de caer rendido, quemado, dolorido, cabreado por las tiradas de dados mi incompetencia con las armas... Con mi último y fétido aliento, intenté de nuevo trinchar a este malnacido.

-"¡Apágate maldito! Conde, Dwama, tírenle agua a este gusano. Yo me marcho al cielo, con mis antepasados..."

La pequeña figura ardiente recibió a Dwama con un bocanada de fuego que llenó toda la habitación, afectando también al conde y a su criado, que se debatía entre la vida y la muerte. La enana también estaba a punto de encontrase con su amado y añorado abuelo, pero todavía tenía fuerzas para propinarle una andanada de hachazos a aquella mortal figura de fuego.

Primero la hoja y luego el pico del urgrossh consiguieron atravesar la ardiente piel de aquella antorcha viviente y pequeñas ascuas cayeron al suelo humeando mientras la enana gemía de rabia y dolor

- Muere Maldito engendro!! Con el metal de mi hacha apagaré tu fuego!!

Gendrew, una ve en el sótano, observó cómo allí había un cuchillo de cocina e inmediatamente se hizo con éste, dispuesto a regresar arriba y ayudar a sus salvadores. Pero antes, rebuscó en una de las estarías de la bodega y halló aquello que buscaba, un frasco que se bebió de forma inmediata.

Tras recibir aquella ardiente bocanada de fuego, la cual recibió por completo apretando los dientes, Godofredo comprobó su alñrededor.

-¡Calma, mi fiel!- profirió el conde, quien no había pasado por alto el lamentable ( más de lo habitual ) estado de su escudero debido a la refriega con la criatura demoníaca.

-¡Per Orus, et per Rah! ¡Et per solemne invictus..! ¡DUCHERE

Elevando ambas manos al cielo invocó un conjuro de curación para sanar a su denostado bribón

Aprovechando que Godofredo estaba pidiendo a su dios por la sanación de su lacayo, el mefit trató de golpearle, pero quiso Dios que su armadura absorbiera el daño. 

No fue así cuando momentos después le golpeó en el rostro y chamuscó los pelillos de su barba. Igual suerte corrió la dama enana cuando fue goleada por aquel iracundo elemental de fuego. 

- ¡Dejadme sitio! - Gritó Gendrew armado con un cuchillo. - ¡Qué me lo cargo! - Amenazó. - ¡Qué decepción Ifrinn! ¡Yo que te di un empleo! - Se quejó amargamente. 

Mi señor Godofredo, viendo mi deplorable estado, me ayudó con sus palabras. Una energía recorrió mi cuerpo, infundiéndome renovadas fuerzas. No estaba en mis mejores momentos, pero podía dar un poco de guerra más. Me estiré y me puse en posición de ataque, dispuesto a darle cera a la antorcha andante.

¡Y ahora era la enana la que estaba hecha un cuadro!

Godofredo cada vez estaba convencido de que todo dependía de sus curaciones, puesto que de no ser por ello, su grupo estaría poblado por cadaveres y poco más.

Refunfuñando dió un paso para alejarse de la criatura, para luego alzar ambas manos y implorar una nueva curación, esta vez para la enana.

-¡Más debo decir que he emprado en demasía mi poder mágico, por lo que os recomiendo dejar de recibir heridas!

Pocas veces la guadaña de la muerte se había acercado tanto Dwama Pillin. La enana estaba exhausta y mal herida. Sus golpes aunque certeros, parecían no dañar apenas a aquella criatura salido del mismo infierno que estaba poniendo en serio peligro la vida de todos los que la amenazaban. 

La pequeña guerrera tenía el rostro totalmente ennegrecido por el fuego y chorreaba sangre como un gorrino. Estaba a punto de desfallecer cuando un poder divino procedente de su señor conde le dio algo de aliento para continuar luchando. la aguerrida enana  apretó con fuerza su urgrossh y volvió a asestar duros hachazos contra aquel mortal enemigo mientras gritaba de nuevo

- Muere maldito, muere!!! ni todo el fuego del mundo puede doblegar a un Pillin!!!  

Con renovadas fuerzas, ataqué al bicho con saña, para ver si de una vez por todad podía hacerle algo de daño. Era el momento perfecto, ya que Dwama se había echado encima de él también, con mucha furia enana.

- ¡Mefit traidor toma! - Vociferó el cocinero y entonces lanzó un cuchillazo contra el fogoso empelado de horno. 

Gendrew logró dañar al elemental, aunque el corte que le provocó no fue más que un mero rasguño para él. Aunque como solía decir el propio cocinero: "todo suma".

El vivo color del mefit empezaba a oscurecerse. Parecía que por fin los ataques estaban haciendo mella en él. ¿Iban a vencerle sin una sola baja? ¡Esa sin duda, era su intención!5

Cuando parecía que ya no podía más, aquel ser sacó fuerzas de dónde no las tenía,para golpear con fuerza. Gendrew se llevó un buen golpetazo y Dwama otro. Dolió y quemó, pero sabían que si no sucedía nada extraño, estaban a punto de vencer a aquel ser ígneo y devolver la calma a casa de Gendrew. 

- ¡Malditos! ¡Os maldigo! - Les amenazó agotando sus últimas fuerzas.

Godofredo se abrió paso tirando del cuello de la camisa de Gendrew hacia atrás para ocupar su puesto.

-¡He acabado mi paciencia!-declaró en grito que retumbó en la pequeña estancia.

-¡Recibe el justo castigo, vil criatura!

El conde alzó la maza por encima de su cabeza y la descargó con fuerza sobre el diablillo