Partida Rol por web

El pavo recibió la curación del conde y los ataques de If Hassim con indiferencia pese a que causaron estragos en su cuerpo enorme y putrefacto. Mientras tanto, seguía arañando con sus garras a Dwama y apretándole con su pico sin ningún tipo de remordimiento por su parte. Quería simplemente acabar con ella y así poder devorarla, cosa que estaba a punto de lograr.

- ¡Padre nuestro que estás en los cielos! - Volvió a alzar la voz Godofredo. - ¡Evita que la dama enana muera hoy a manos de ser tan deleznable!

Y de nuevo, una luz divina cerró parte de las heridas del cuerpo de la enana.

- ¡Maldita seas, bestia inmunda! - Gritó Dwama asqueada de estar en el pico putrefacto de aquella cosa. 

Se revolvió y gracias a la grasa que impregnaba el pico del pavo zombie, logró zafarse de su presa y ponerse a salvo.

Al darse cuenta de que su escudero se dedicaba a disparar desde la seguridad de la distancia, el Conde enfureció como de costumbre.

-¡Borrico! ¡Cuantas veces lo he dicho! ¡Las criaturas impías no muertas son resistentes a virotes y flechas! ¡Recojones, si es que hablo con una pared!-Se lamentó.

-¡Tus cuchillos! ¡No harán mucho, más serán mejor que nada!-recomendó en tono de orden

Habíamos conseguido algo de tiempo, pero no tanto como para disfrutar de ello. Por el momento, Dwama estaba a salvo, pero teniendo en cuenta el reducido espacio en el que nos encontrábamos, no podíamos confiarnos. Aquella criatura tenía que morir allí mismo.

Intenté lanzarle un rayo abrasador, pero quizás fuese por la inmundicia del lugar o simplemente porque estaba distraída por el pavo, ni siquiera logré concentrarme para ello.

-Deprisa, retirémonos a donde tengamos más espacio. La otra cámara es más grande y allí podríamos atacarle desde varios puntos a la vez -dije, frustrada, pero mirando hacia atrás para calcular la distancia a la que estaba de la entrada.

Lo primero que vi al llegar a la sala, fue a la semiorca, trazando signos arcanos en el aire. Pero no debieron de funcionar, ya que salió de sus manos un llamita de unos centímetros que se apagó al avanzar una cuarta. Parecía que había sacado un mechero para darle fuego al pavo y que se fumara un cigarro. Más adelante, el terrorífico pavo zombi estaba tratando de engullir a la enana, que estaba casi moribunda. Mi señor y el infiel estaban justo enfrente intentando rescatarla de sus fauces.

Ante las órdenes gritadas de mi señor, fui a hacerle caso, pero al no haber espacio no pude abalanzarme sobre la criatura. La idea de Urma era interesante... huir de aquí y salir a la sala aledaña, que era más grande... y había salidas para salir de las catacumbas. Para cubrir la retirada, si era eso lo que al final decidían, me eché a un lado y me metí en uno de los nichos laterales, donde tendría cobertura. Desde ahí, apunté con mi ballesta y disparé, ya que era lo único que podía hacer.

En cuanto DelCojón pasó por la espalda de Godofredo para introducirse en uno de los nichos y desde allí ganar una buena posición para disparar su ballesta, un zarpazo del pavo le alcanzó la espalda dejando marcadas sus garras en la misma y rasgando sus vestiduras. Pero lo peor no fue eso, sino que arrancó parte de sus gayumbos dejando sus posaderas a la vista de todos.

En el pico del pavo había parte de mis gayumbos, y no solo eso... ¡Se había llevado la mejor parte! La que contenía manteca de la buena, capas y capas de tropezones de multitud de comidas. Capas duras como el mejor acero, capaces de parar el aliento de fuego de un dragón rojo. Añadido a esto, multitud de pelánganos caían por los laterales de sus mofletes putrefactos. ¡Me había hecho una depilación completa en las nalgas y en el ojo trasero. Ahora, con mis posaderas al aire y libres de la pelambrera que la cubría, el aire me hacía cosquillas en ellas. Una sensación de frescura, limpieza y bienestar que nunca habían conocido aquellas partes. Pareciera que sonrieran a los presentes de detrás mía. Dejé a un lado la ballesta y saqué mis afiladas armas, ya que ahora esta criatura iba a saber quién era DelCojón el Bribón.

- ¡Mi buen señor San Cuthbertho, que eres mi custodio, pues la bondad divina me ha encomendado a ti, ilumíname, dirígeme, guárdame! - Pronunció Godofredo, justo antes de volver a tocar con las palmas descubiertas de sus manos, el putrefacto cuerpo de aquella criatura retornada de la muerte.

Las heridas de aquella criatura comenzaron a cerrar de forma rápida recobrando un color más sano, mientras que sus pústulas iban retrocediendo por el poder de la fe y la curación divina.

Afortunadamente, los dioses y profetas de oriente quisieron proteger a If de las aberrantes nalgas del escudero colocando a Godofredo en medio. Nalgas que si de normal ya eran grotescas, con el brutal depilado de vello y pellejo se habían convertido en una imagen digna de las más persistentes y desagradables pesadillas, y el buen paladín permaneció por el momento ajenas a ellas. Eso le permitió concentrarse en lanzar un nuevo ataque, esta vez tratando de golpear con toda la contundencia que fuera capaz, al menos en el primer golpe.

El enorme y pustuloso pavo se lanzó contra el conde Godofredo. Aquel ser que invocaba el poder divino de su dios para dañarle era sin duda su enemigo predilecto en ese combate. 

Las terribles garras del pavo atravesaron su armadura como si fuera mantequilla, desgarrando su piel de forma terrible y dolorosa. El conde sin embargo, y pese al dolor que sentía, se mantuvo firme en contra del mal que tenía frente a él. 

Pero no acabó allí el temible ataque del pavo. Abrió su pico y un terrible glugluteo empezó a resonar por toda la estancia a la vez que su podrido moco vibraba de forma ostensible. Aquel sonido se incrustó en sus cerebros provocando que los timpanos de todos los presentes prácticamente estallaran y de sus oídos comenzó a mandar sangre.

Dwama por fortuna no estaba el foco de aquel terrible ataque sónico y sin embargo, aquel sonido debió de trastornarle igualmente, pues aunque atacó con ganas sobre el pavo zombie, sus dos ataques fueron del todo infructuosos no pudiendo asestar golpe alguno contra aquel ser infernal.

La lucha proseguía, pero a cada minuto que pasaba, se volvía mucho más difícil, hasta que el pavo no solo atacó al conde, sino que emitió aquel terrible sonido que resonó por todas partes, obligándome a llevarme las manos a los oídos. 

Sentía que mi sangre hervía, acorde al intenso dolor que sentía, y que me hizo doblar las rodillas y caer al suelo entre gritos. No podía soportar aquel sonido y si nadie más conseguía hacerlo, no tardaríamos en caer y ser historia.

Y todo por una maldita vieja a la que debía haber matado cuando tuve ocasión.

DelCojón quedó completamente paralizado debido a aquellos terribles glugluteos. Algo que casi le venía bien, pues le servía como excusa para no moverse de su sitio y rezar por que el conde y los otros acabasen con la amenaza. Pese a todo, lo que no le quedó paralizado fueron sus intestinos y teniendo en cuenta lo libres que se sentían sus posaderas, el sonido y el tufo que emitieron sus ventosidades, fueron realmente memorables.

- ¡Dame fuerzas, os señor, para devolver a este ser descarriado a la tumba! - Imploró a San Cuthberto.

Entonces, su maza golpeó fuerte contra aquella criatura no-muerta y aunque impactó dos veces contra aquella criatura retornada, no pareció haberle causado demasiado daño.

- ¡No te quedes ahí parado, recojones! - Le ordenó a su lacayo.