Partida Rol por web

Había podido. Las manos le temblaban, casi no podía disparar del temor pero había podido, el dedo había acudido a su cita con el gatillo para que el conductor de la caravana se reuniera con su creador. Aquello desataría el infierno en aquel pueblo, y una vez empezado el rodeo solo había una manera de acabarlo, disparar lo más rápido posible y no dejar de hacerlo hasta que nadie se moviera.

Aquello era como montar a caballo, no había disparado en años, pero una vez hecho el primer disparo todo era mucho más fácil, rutina, reflejos condicionados. Aquellas ratas buscaban cobertura, pero no pensaba dejarles tiempo de esconderse, y si lo hacían encontraría el hueco. Buscó a uno de los escoltas de la diligencia para dispararle por razones obvias. Aquellos tipos estaban entrenados en salir pitando cuando las cosas se torcían, y al contrario los agentes de la ley intentaban despachar a los asaltantes. La diligencia debía estar allí, no moverse, sino el oro les diría adiós como Claudia se lo decía al desgraciado de Vásquez en cuanto acababa con él

La escena en la calle del Banco es prácticamente... una masacre. No esperaban un ataque de aquellas características en absoluto y caen como moscas. 

Primero el balazo en la frente al conductor de la diligencia, luego la lluvia de flechas y plomo sobre los agentes poco acostumbrados a que nadie tenga el valor de usarles como diana. Corren a cubrirse pero solo dos de ellos llegan a la cobertura con vida, aunque heridos*.

No obstante parece que el Sheriff (desde su oficina (3) - con cobertura +3) y los hermanos McLeod (desde el edificio de la esquina (16) - con cobertura +3) no están muy contentos con vuestros actos y toman represalias, aunque por suerte para vosotros parece que con muy poco acierto... de momento.

Las cosas podrían ponerse muy feas si no terminan rápido, pues los habitantes de Bannak podrían ir uniéndose... 

Cosecha Roja observó como el sheriff parecía enfadado, pero no le importó demasiado. Al fin y al cabo, la culpa era suya, por no explicar bien las cosas. Les había dicho que había que recibir a balazos a los que entrasen en el pueblo y ellos no tenían porque saber a quien. El shoshoni vio como el sheriff le apuntaba y disparaba, pero afortunadamente, parecía tener una puntería tan terrible como verbal. Y aunque hubiese querido que las cosas fuesen diferentes, Red no iba a dejar que lo matasen. Con una calma asombrosa, para alguien de su edad, tensó el arco y apuntó a la oficina. Era un tiro complicado, pero él era un buen arquero. El mejor. 

La flecha salió volando y, contra todo pronóstico, alcanzó su objetivo, no de refilón, sino directamente en el cuello. Desde su posición hizo un gesto amistoso a Goody, antes de agacharse y sacar otra flecha.

Horne se permitió esbozar una sonrisa al ver cómo sus "aliados" habían respondido con fuego contra su emboscada. Se suponía que tenían que disparar a los que llegasen, hubieran precisado... Sin embargo, por un momento se planteó que tal vez fuese buena idea aguardar y no rematar la faena pues lo mismo para cuando limpiaran el pastel, llegaban los que decían que tenían que llegar.

—Mal asunto —musitó para sus adentros disparando a otro bellaco, sin embargo, la diligencia le salvó.

El sheriff no tuvo muchas oportunidades para evitar aquel certero disparo... aunque lo aguantó con bastante entereza. Goody despachaba al penúltimo de los Agentes quizá exponiéndose demasiado mientras el Agente que quedaba con vida consiguió entrar en el Salon, en cuya azotea se había parapetado Horne. 

—Puto

Aquel taco era el único que Red conocía en inglés, y no pudo evitar exclamarlo cuando la bala del sheriff le alcanzó en el costado. Cogiendo aire para aguantar el dolor, el shoshoni volvió a abrir el arco. Era el único que podía acertarle, o al menos eso se decía a sí mismo. De refilón pudo ver como disparaban también a Goody, y aunque este iba ganando en la apuesta, trató de fijarse en la gravedad de las heridas, para ir a ayudarlo si lo necesitaba.

—¡Estás bien! —gritó al indio al ver cómo el sheriff se había revuelto. Por un momento pensó en ayudarle, sin embargo, el hombre al que había tratado de matar se había escurrido al interior del Saloon y si tuviera que adivinar apostaría porque iba a intentar matarle por la espalda.

Resolvió dejar al sheriff para después y se aproximó a la trampilla, pero guardándose de cualquier disparo a traición que pudiera venir, con el rifle presto y apuntando a la trampilla que servía de acceso. En cuanto se levantase, la iba a volar.

Tres muertos, tres, que el indio aprendiera. Una vez que había disparado todo había sido natural, un disparo, un muerto, un espíritu nuevo que le iba a atormentar por la noche. Todo iba bien, caían, como moscas y solo parecía estar recibiendo fuego de parte de los granjeros. Sonrió, desdeñoso, aquellos tipos serían incapaces de acertar a un caballo a tres metros. Siguió disparando cuando un fogonazo de dolor le recorrió el brazo, tirándolo al suelo.

Se miró, incrédulo, esperando ver una herida mortal, pero solo le habían dado en un brazo, aun así, la sangre empezaba a empapar su camisa. Se quitó el pañuelo del cuello y se tapó la herida como pudo. No era la primera vez que le herían, pero si hacía tiempo que no veía su sangre. Tembló, enfurecido, mientras se limpiaba la mano ensangrentada en la camisa y devolvió el fuego a esos desgraciados que creían que los arados y los rifles eran lo mismo

Apuntó al McLeod que empuñaba el rifle y disparó, con saña, sonriendo cuando le vio caer. No había sido un disparo perfecto en la frente, pero eso le haría pensárselo mucho más.

Los hermanos McLeod vuelven a acertarle a Goody... parece que le han cogido ojeriza. 

El último de los Agentes recibe un buen plomazo en pleno pecho en cuando aparece por la azotea del Salón, muriendo en el acto. 

El Sheriff trata de no asomarse demasiado para disparar, quizá sabe que le superáis en número y desde luego el destino sufrido por sus compañeros no le ha resultado demasiado inspirador.

Aquel negro parecía un espíritu maligno. Por muchas flechas que le lanzase y le diesen de lleno, el muy maldito se negaba a ir a las Tierras del Coyote. EL lado supersticioso de Red hizo que se le pusiesen los pelos de punta, pero no por ello dejó de disparar. En aquel momento la apuesta quedaba lejos ¡¡Tenía que matar a ese demonio!!

La alegría duro poco y el plomo que había sido entregado fue devuelto, como buenos cristianos. Una bala le rozó la cabeza e impactó en la campana del campanario produciendo un gran ruido. Goody se tapó los oídos incapaz de disparar, teniendo que conformarse con recargar el rifle mientras esperaba que el pitido y el mareo del disparo se disipase.

Horne por su parte, quería auxiliar a su compañero que estaba en el campanario. Sin embargo, si no acababa con el negro lo tenía difícil hacerlo sin recibir balazo en la espalda. Apuntó allí donde estaba y en cuanto creyó verle, disparó.

El Sheriff parecía un tipo duro de cojones, ni un muerto levantado de su tumba podría resistir tantos impactos sin apenas parecer afectado. Intentó disparar hacia el lugar del que provenían los nuevos disparos hacia él pero no parecía capaz de localizar de forma más exacta a Horne.

Uno de los hermanos McLeod pareció darse cuenta de la situación del Sheriff e intentó darle algo de fuego de cobertura disparando contra Horne. El otro seguía decidido a darle problemas a Goody.

–Joder, ahora el otro tonto... –replicó Horne aganchandose al oír el disparo–. Venga, de uno en uno. Primero el negro y luego el tonto.

Viendo los problemas de sus compañeros, Cosecha Roja decidió arriesgarse, pero era una situación complicada. Si quería llegar hasta Goody tenía que pasar por delante de la oficina del sheriff infernal y delante de los dos hermanos. Necesitaba librarse de alguno de ellos. En aquel momento un disparo le hizo mirar a Horne, que parecía haber sido alcanzado. Sin dudarlo demasiado, y a pesar de que ese malnacido era un asesino, se movió con rapidez para avanzar hacia Goody, no sin antes disparar al que había atacado a Horne.

Mientras se movía, lanzó un potente y extraño grito ritual para que centrasen su atención en él y así, dejar que sus compañeros acribillasen a aquellos malditos blancos... y a aquel demoniaco negro. Red volvió a mirar a los caballos: le servirían de cobertura.