Partida Rol por web

Basilius disparó su pistola láser contra unos frascos que había encima de una de las mesas. El rayo láser impactó de lleno en el brazo izquierdo haciéndola perder la concentración de su poder.

Marcio dispara su escopeta pero las postas se dispersan por la habitación sin dañar al servidor de combte que sigue de pie, a pesar de la ráfaga de balas que le propinó Xazhum.

El servidor de combate levanta uno de sus brazos en el cual aferra un hacha. Un súbito y característico ruido retumba en la sala, el arrancar de un arma sierra. El hacha echaba humo y sus dientes se movían para lacerar y arrancar la carne allí donde impactaran.

Esta vez se acercó al novicio del administratum blandiendo su hacha-sierra en un arco largo y lento. Crassus no tuvo problemas en esquivar el ataque que golpeó contra el suelo arrancando trozos de cemento con sus dientes sierra.

- ¡Cuidado Grunda! - Le advirtió a la chica.

El cultista acababa de atentar contra la vida de Grunda y eso no le gustó a Xazhum que a punto estuvo de volcar toda su ira contra Basilius, pero recordó las palabras del inquisidor y finalmente disparó una nueva rafahyde proyectiles contra el constructor.

Las balas salieron una tras otra impactando contra aquella maquina. Esperaba hacerle daño y destrozar sus engranajes. Xazhum reía enloquecido. Por fin su buena puntería de veía reflejada en sus acciones.

Crassus observó los dientes mecanizados del hacha del servidor pasar a su lado, enredándose momentáneamente con su túnica y desgarrándola con una facilidad tremebunda. Estaba muy cerca para disparar, asi que cambió sus armas de mano y se abalanzó sobre él, buscando golpearle con el arma que había robado al mutante. 

-¡Ahhhh!

Gritó en toda respuesta a la advertencia de Xaz. 

El láser había dejado su brazo fuera de combate, y a ella rugiendo de dolor por un lado, y de rabia por otro. Afortunadamente era el izquierdo, así que aún podía usar su hacha, o su pistola. Sería la pistola y contra la biomáquina, porque si arremetía con su hacha contra el líder, no estaba segura de que, si llegaba, pudiera contenerse y no rebanarle el cuello.

No lo pensó demasiado, tenía seis balas en el cargador, disparó dos veces contra esa cosa.

el servidor se había tirado directo a por Crassus, por lo que levanto mi escopeta y gasto el ultimo disparo sobre el servidor, "vete de aquí engendro" le grito.

El servidor es acribillado indiscriminadamente por vuestros disparos. Las balas y postas agujerean cada centímetro de su ser, desgarrando carne, músculo y metal con eficacia. Las chispas abundaban allí donde los proyectiles rebotaban en las placas metálicas que servían de armadura y la sangre se mezclaba con el aceite de los mecanismos implantados.
El servidor se quedó quieto, como una estatua rodeada del humo espeso de la pólvora. Durante unos instantes temísteis que arremetiera contra vosotros de nuevo haciendo rugir su temible hacha sierra.

Pero la atención se concentró en otro lugar, o tal vez debido a las corrientes de la disformidad, momento. Los tarros con vísceras y cuerpos se comenzaron a congelar. El frío atenazó el lugar y una fina capa de escarcha comenzó a cubrirlo todo. Vuestra respiración producía vaho y las prendas que llevábais no ofrecían ninguna protección frente al frío que os calaba los huesos y atenazaba los músculos.

Vuestro inquisidor mantenía una lucha psíquica con el líder mutante. Allí donde se encontraban comenzaban a crecer carámbanos de hielo. Podíais apreciar algunos arcos eléctricos que restallaban en el aire mientras un viento os azotaba la cara. Sin duda en sus mentes no sería una ligera brisa lo que soplaba, sino una tormenta. Finalmente el líder mutante con un aullido alargó una mano cerrando el puño y Kretchner comenzó a sangrar por los oídos. Una descarga eléctrica impactó en la cabeza de Basilius que se derrumbó al instante, siguiéndole vuestro inquisidor.

La barra de Crassus rebotó contra el chasis del servidor con un sonoro clonk que se perdió en el tronar que de repente dominaba la sala. No tuvo tiempo de comprobar si le había hecho algún daño: la salva de proyectiles que todos los demás vertieron sobre él le llevó a cubrirse con los brazos para protegerse de las balas, chispas y trozos de carne que empezaron a salpicarlo todo. Sin darse cuenta se encontró a sí mismo en el suelo, reptando de espaldas en la dirección contraria a su enemigo hasta que el rugido de su hacha-sierra se detuvo. Tras la nube de humo y el vapor de cordita, el servidor se había quedado tremendamente quieto. Solo quedaba Basilius.

Se incorporó, con el ceño fruncido, decidido a hacer lo que pudiera por terminar con el hereje de una vez por todas, pero antes miró al resto. Le habían acompañado hasta allí, y aunque todo había ocurrido a lo largo de un día, casi sentía que podía confiar en ellos. Grunda, parecía, había sido impactada, pero se mantenía en pie. El resto seguían a salvo. Un frío intenso le sobrevino entonces, y el adepto observó, a través del vaho que exhalaba, la estancia cubrirse de escarcha y los reactivos y muestras del improvisado laboratorio congelarse a una velocidad alarmante. No entendía lo que estaba pasando, pero el gesto concentrado de Kretchner solo podía significar una cosa: libraban una batalla en la que él poco podía hacer.

Levantó el revólver, pero con el frío le era imposible apuntar. Justo cuando pensaba apretar el gatillo, un relámpago derribó a Basilius. El inquisidor cayó al mismo tiempo. Crassus corrió hacia el hereje, apuntándole con el revólver. Contuvo las ganas de vaciar el tambor sobre su cuerpo. Le quería vivo, dijo, y trató de comprobar si respiraba, con sumo cuidado. Después miró hacia atrás, con ansiedad, y preguntó:

—¿Kretchner? ¿Vive?

- Mal... Muy mal... - Pensó Xazhum.

El inquisidor quería mantener con vida a Basilius, pero sacarlo de allí así como así no iba a ser fácil y bueno... Ahora que Kretchner como el líder mutante habían perdido la consciencia debían tomar una determinación.

- Mal, muy mal está todo... - Dijo entonces Xazhum. - Propongo cargarnos a Basilius, prenderle fuego al laboratorio y salir de aquí echando leches... - Propuso el granuja acercándose al líder mutante cuchillo en mano y colocándolo en su yugular.

En un segundo, antes de que pudiérais siquiera reaccionar, Basilius sujeta el cuchillo de Xazhum impulsandose sobre el. El profundo corte de su garganta deja salir la sangre a borbotones que empapan su tunica. Los labios curvados en una sonrisa no dejan de hacerlo a pesar de la inminente muerte.
Pero algo no cuadra. No deja de miraros con suficiencia, con sus manos cruzadas en el pecho. Entonces caeis en la cuenta, de que esta protegiendo algo. Tirais de sus manos para ver un bukto que sobresale de su pecho. Rasgais la tunica para comprobar que una ingente cantidad de explosivo esta conectado a un mecanismo, que mediante cirugia, esta conectado a su corazon.

- Mierda puta... - Dijo Xazhum en un susurro casi inaudible.

¿De verdad iba a hacer que todo estallase por los aires? ¿Cuál era el propósito de aquello? ¿Contentaria a los dioses del caos con la matanza del inquisidor y su grupo y de sus centenares de fieles? Xazhum alzó la cabeza y miró a Grunda.

- Hay que salir de aquí... - Dijo con una extraña calma, fruto probablemente del estado de shock en el que se hallaba. - ¡Vamos!- Gritó con más ganas mientras se ponía en pie.

Y de esa forma Xazhum agarró de la mano a la mujer de ojos azules, la salvaje como la había calificado alguno y salió a toda prisa y sin importarle lo más mínimo lo que dejaba atrás. Si Marcio y Crassus le seguían, mucho mejor, pero tampoco iba a quedarse a esperarlos y el inquisidor... Él ya había sellado su destino.

Un halo de muerte se abalanza sobre vosotros como si el mismísimo Khorne estuviera presente. Salís a la carrera entre las metálicas mesas, tubos de ensayo y cables. Algunos recipientes han sido destruídos en el combate y el líquido esparcido por el suelo, algo a tener en cuenta.

Crassus se resbala en uno de estos líquidos viscosos cayendo al suelo. Xazhum le sigue, cayendo también, al tropezarse con un cable. Marcio y Grunda, los más cercanos a la salida, no tuvieron problemas en salir al pasillo, aunque Grunda se volvió para ver, tal vez por última vez, al granuja que intentó colarse en su corazón.

Pero dos brazos levantan a los acólitos caídos apremiandolos a levantarse y correr. Dimus Kretchner no iba a dejar que nadie, si de él dependiera, muriera sin sentido. Ya pagó ese precio con Basilius... ¡BOOOM!

La explosión inunda la cámara destrozando los tarros y los cuerpos que había en la habitación. La llamarada ruge por el pasillo mientras se dirige al exterior con una fuerza desproporcionada que lanza a todos menos a Marcio por los aires, lejos del pasillo y aquella cámara de tortura y horror. 

La vuelta al suelo es más dolorosa y real. La tremenda caída os deja sin aliento y sin fuerzas. Pero la vida no es tan fácil y menos en la inquisición. Una piedrecita o cae en la cabeza, luego polvo mezclado con arena y veis como la estructura de la cueva comienza a ceder. Un gran pedazo de roca cae desde el techo a alguna parte del abismo y comienza el caos.
Las tuberías parten o revientan los remaches debido a la presión. Cables de luz chisporrotean colgando y electrocutando a los mutantes que se subían, desesperados, en busca de la salvación.

La salvación, como si de una sonrisa burlona de algún dios oscuro se tratase, solo volver por aquél túnel de locura podía llamarse salvación.
 

Basilius no solo seguía con vida, sino que jugó su as en la manga. La sangre manaba de su cuello a borbotones, empapándole a él y al dispositivo que tenía enchufado al corazón. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que, en el momento en el que este se detuviera, la bomba explotaría y los túneles se vendrían abajo. No podían dejarlo atrás, pero Xazhum ya había salido corriendo. Parece que ya han tomado la decisión por ti, Crassus, se dijo, mientras se arrodillaba junto al cuerpo de Kretchner. El adepto alargó la mano y le quitó su roseta inquisitorial, el sello de la sagrada orden a la que servía. Si no podía salvarle a él, pensó, al menos salvaría su memoria, y de paso su propio cuello. Salió corriendo tras el granuja. 

- Duele... - Dijo el granuja. - Duele mucho... - Añadió.

Iba a decir algo más, tratar de sorprenderse por la ayuda recibida de quién ya creía muerto y preguntarle a Grunda por su estado de salud, pero... No había tiempo para esas nimiedades, así que dolorido como de costumbres desde que se había unido a aquella locura llamada inquisición, se puso en pie y trató de seguir corriendo por tal de tratar de conservar su miserable vida...

el mutante nos la iba a jugar, pero el inquisidor ha sacrificado su vida para poder salvarnos, por lo que conseguimos salir, tras oír la explosión, giro mi cabeza por donde hemos salido, con los ojos un poco vidriosos, miro el ultimo lugar, donde un gran hombre, fiel servidor del emperador, había dado su vida para que una joven célula de acolitos pudiera salir con vida, por lo que solo les quedaba luchar por el bienestar del imperio y demostrar que su sacrificio no había sido en vano.

Crassus tosió sangre y polvo. El subnivel entero les iba a caer encima si no conseguían salir de allí cuanto antes. Había dado por muerto a Kretchner, y él los había salvado una vez más. Ahora, no obstante, no podía dar con él. Enfundó su revólver, y estiró los dedos, llevándolos después a su costado, sangrante, e hizo lo posible por levantarse y renquear hacia la salida, tras el resto. 

Y el caos de nuevo. Un espectáculo dantesco les acompañaba mientras intentaban salvar su vida. Corrían, lo hacían sin pensar, sólo sorteando, saltando, jadeando. Grunda estaba herida, pero no sentía el dolor, sólo la adrenalina arder en sus venas, y el calor de la mano de Xaz en su mano. Quizá eso fue lo que la salvó de una muerte segura cuando la explosión del pecho del maldito renegado hundió sus esperanzas junto con el lugar entero.

Se salvaron del abismo, todos ellos, mejor o peor, aunque el precio era enorme. Hasta Dimus, quien finalmente se había jugado la piel por ellos. 

Pero aún no habían salido...

La caverna se deshacía a vuestro alrrededor. Una tubería gigante cae aplastando a varios mtantes que acababan de salir de la grieta. Cruzáis por ella como si de un puente se tratase mientras una maraña de cables hace tropezar a Crassus y liarse entre ellos. Las rocas siguen cayendo y continuáis hacia adelante, sin mirar atrás, sin preguntar. Algún mutante corre a vustro lado pero no os importa, ni a vosotros ni a él hasta que se abre una grieta en el suelo y el desgraciado cae...agarrando de un pie a Xazhum que intenta desesperadamente aferrarse al suelo mientras el mutante lo arrastra hacia el abismo.

Marcio salta una de las hogueras seguido de Grunda. La salvaje coje impulso en el mismo momento en que un montón de arena cae justo encima de la hoguera, dejando a oscuras a la salvaje, que salta sin pensarlo atravesando la cortina de tierra pero aterriza mal, tropieza y cae. La tierra continúa cayendo atrapando primero sus piernas, luego su pecho hasta que solamente el brazo, en un intento desesperado de la vida sobresale de la tierra que sigue cayendo y engullendo.

Corres hasta el túnel. Como arbites has estado en situaciones difíciles. Has plantado cara al miedo y a los enemigos del emperador, pero no imaginabas que esto podría llegar a ser tan grande, ni tan estúpido. El acólto renegado había hecho volar su cuerpo en pedazos y toda su secta antes que dejarse coger. No lo entedías. La oscuridad vil deja paso a la luz. Sales al salón del apartamento 6, aquél donde está la piel y los huesos de aquella niña que os atrajo a aquella trampa cruel. Nadie ha sobrevivido salvo tú. Caes exhausto apoyándote en la pared mientras recuerdas los rostros de tus compañeros perdidos. Cuando llegues a los niveles más civilizados, les rendirás homenaje con una ofrenda al emperador.

Como si de una visión fantasma se tratara, Dimus Cornellius Kretchner sale del túnel sujetando a una confusa y cubierta de tierra Grunda, en cuyo brazo izquierdo sangrante Xazhum aplica un improvisado vendaje con el vigilante Crassus cerrando la comitiva.
Todos estáis cubiertos de polvo, sangre y toneladas de sudor. Habéis salvado vuestra vida gracias a vuestro inquisidor, que os fue recogiendo a la vez que os guiaba en la oscuridad para salir de aquella trampa. Kretchner es su nombre y si no fuera porque lo habéis vivido, jamás creeríais las leyendas y hazañas que dan fama a los inquisidores. 

Descansais un momento. No habláis, no hace falta. Solo veis en la figura de vuestro inquisidor a un padre, un soldado de la humanidad que vela por sus hijos. Con una sonrisa os ponéis en pie dispuestos a seguirle hasta donde haga falta y diga. El ojo biónico zumba al enfocaros.

-Vamonos. La primera ronda la pago yo.-