Partida Rol por web

Kal rió levemente a las aclaraciones sobre Abud... Adubci... Adcucioneds.... Abducciones... - ¿Qué mierda son Abducciones? La respuesta está en los científicos, ellos nos pusieron a dormir, ya me ha pasado antes. - Cuando se hacía paso hacia la salida, optó por destruir el aviso de "salida" de la puerta, de pronto comenzó una música extraña que parecía provenir de ¿la nada? 

-New York, New York, ¡ha! Me gusta esto. - Dijo mientras comenzó a bajar las escaleras golpeando las paredes de vez en cuando sin importarle que permaneciera lejos de los demás, dio unos pasos hacia abajo y luego se devolvió para alcanzarlos.

- ¿Alguien conoce New York? - Dijo rompiendo un poco su ego, pero quizás encontraría respuestas en esta ciudad. Y estas personas parecían víctimas al igual que él.

 - ¡El mejor de la ciudad! - respondió a aquel que decía llamarse Culero - Somos una familia: los "jinetes nocturnos".

Ya tengo DJ, pero podrías venir una noche, y hablarnos de ti. Seguro que tienes una historia que contar.

Mientras tanto, el otro loco, el del bate, huía escaleras abajo, presa de una extraña euforia. Steve no perdió tiempo; aceleró el paso y fue tras él.

 - ¿Nueva York? ¡Tío, soy de Brooklyn! ¡Williamsburg! - respondió, como si fuera evidente - ¿Y tú?

Miró hacia arriba, para asegurarse de que la chica y los otros dos les seguían, a lo cual les alentó con un gesto enérgico de la mano. No le parecía buena idea que se separaran, por algún motivo.

- ¡Williamsburg! - Gritó nuevamente riendo mientras le daba un energético golpe a la pared. - Yo, del laboratorio. No me sé muy bien los estados, nunca fui bueno para eso, o no lo recuerdo. - Dijo dándose pequeños golpecitos en la cabeza con el bate.

Mientras esperaban a los demás, Kal sacó una caja de cigarros Marlboro y le ofreció uno al hombre frente de él. - Mi nombre es Kalivar, ¿tienes fuego? - 

La respuesta del tipo de la pistola la habría dejado petrificada si no hubiera sido por la ventana que saltó por los aires. Si el flaco había utilizado algún tipo de truco no había llegado a pillarlo, pero el resultado había sido de lo más espectacular. Agradeció estar a varios plantas de altura —habría sido el puto colmo hacer el numerito y que aquello se hubiera llenado de repente de zombies— y vio a lo lejos el muro con la alambrada. Y con todo lo más extraño de la estampa era aquella pulcra cabina de teléfonos. Aquella cabina y la música que empezó a sonar de pronto—. Pero qué coño…

La conversación en la biblioteca era de lo más delirante.

—OK, lo pillo —la chica miró a Steve con cara de mosqueo—. Piensas que somos una especie de freaks, ¿no? ¿Monstruitos de feria para tu show? y no te culpo, la verdad... —pensó echando una nueva ojeada a su alrededor. Agitó la cabeza como queriendo aclarar sus pensamientos—. Bueno, vale, admito que suena un poco rarito eso de la abducción pero a ver, ¿recuerdas dónde estabas hace cinco minutos? ¿Lo recordáis los demás? Porque yo estaba tratando de dormir algo en un cobertizo de un pueblo del norte de Escocia. Y ahora estamos aquí, en lo que coño quiera decir "Gran Manchester", que si simplemente es Manchester, pues eso, que ya les vale a los ingleses, con sus putos humos de siempre…

Al menos el lugar, aunque en no muy buen estado, parecía protegido de los zombies por el muro. Si es que éstos estaban al otro lado, claro...

Mientras hablaba no dejó de moverse tratando de no perder de vista a los demás.

—¿Qué? ¿os apetece llamar a la "azafata"?

 - No, amigo - respondió, negando con la cabeza - Yo no puedo fumar, por mi trabajo. Tengo que tener la garganta bien. Encantado de conocerte, Kaliver. Oye... eso del laboratorio me tiene intrigado; ¿que te parece si luego nos tomamos algo, y me cuentas más?

Hablaba en tono suave, mientras seguía a Kaliver a trompicones, y de vez en cuando miraba hacia atrás, procurando que nadie se perdiera.

 - ¿Monstruítos?  No - dijo con rotundidad - Escucha, Mackenzie: todas las personas tenemos una historia. Todos. A veces varias personas comparten la misma, o tienen historias similares, o se cruzan, o se pierden...  Yo creo que todas merecen ser contadas, y que haya alguien que las escuche. Y a mí me gustaría conocer la tuya.

Se quedó pensativo, y redujo el paso para hablar más cerca con Mackenzie.

 - Pues yo estaba... en el Metro, en Nueva York. Había dado la vuelta en Brooklyn, y acababa de pasar... Bergen, creo. No recuerdo que me hayan abducido. Pero nunca había estado en Manchester. Cuando era chaval, recorrí Europa en tren, estuve en Londres, pero no en Manchester...  A todo esto, ¿quién es "la azafata"?

Veo los cigarrillos y digo Eh, dadme uno también a mi. No hay nada mejor para salir de una abducción que café y cigarro Muñeco de barro ¿Qué? Nada... sabes, ¿nunca te has parado a pensar que cuando la gente te ve a habalndo solo pueden pensar que estas loco? ¡Yo no estoy loco! Yo no he dicho eso... Sí que lo has dicho pequeña... ¡Shhh! Ese que trabaja en la radio está diciendo algo interesannte.  Me sobresalto un momento y me doy cuenta que hay uno que dice estar trabajando en la radio ¡Oye tú! Dices que trabajas en la radio ¿no? Levanto una ceja y voy acercando a él ¿No serás uno de esos  comunistas, eh? Digo mientras cargo la pistola. Solo existía una amenaza superior a los reptilianos para la vida del planeta y eso era el comunismo.

Yo creo que todas merecen ser contadas, y que haya alguien que las escuche. Y a mí me gustaría conocer la tuya.

Vale, eso era de lejos lo más guay que había escuchado en mucho tiempo.

—Pues es una puta mierda —salió de su boca sin embargo—. Mi vida digo, ya ves— su mirada se movió haciendo un arco con que pretendía abarcar su alrededor al completo, para volver a posarse en los ojos del locutor—. Ya ves… —volvió a repetir perdiendo un poco su propio hilo.

Escuchó después la enumeración los últimos lugares en que Steve había estado. Tenía gracia aquel tipo. Hablaba de Nueva York como si todos tuvieran que saber dónde estaba cada estación de metro, como si fuera un poco el resumen del mundo entero. Aunque más curioso era el tal Kalivar hablando del "laboratorio" como si tuvieran que saber a qué coño se refería. Pinta de haberse criado en uno tenía, la verdad. Uno bien rarito. No le pasó desapercibido que había dicho que no era la primera vez que le pasaba aquello, achacando el tema a unos científicos. Pues igual tenía razón, oye. A lo mejor los alienígenas asalta anos del señor Boscemi eran también científicos. Miró después en qué andaba Culero —imposible que eso fuera un nombre de verdad, no hay padres tan hijoputas, ¿no? Igual simplemente aquello era un experimento, sí. Y los cabrones que lo desarrollaban a lo mejor querían ver si llamaban por teléfono o le pegaban un tiro a la cabina.

Cuando vio al gordo cargar la pistola fija su mirada en el neoyorkino, decidió intervenir:

—Señor Boscemi, recuerde: esto no es Nueva York donde ya los ha matado usted a todos —decidió que era mejor darle un poco de vaselina a un tipo zumbado con un arma de fuego—. Aquí puede que queden zombies todavía. Seguramente necesitemos toda su munición.

Y eso lo creía de verdad.

En el hall habían cajas registradoras abandonadas, pero ni un solo billete. Un gran cartel decía "Bibliofile" y luego, en letras más pequeñas "El mensaje del día" y junto a una foto en colores pastel de un presunto anciano con una sonrisa evidentemente falsa, casi llena de rencor "Estudios demuestran que la lectura frecuente previene la demencia senil".

Tenía toda la pinta de ser una de esas librerías enormes como grandes almacenes. Bajaron por unas escaleras mecánicas, que estaban paradas, se notaba que desde hacía mucho tiempo.

La música cambió de canción en la planta inferior —casi estaban seguros de que sería la segunda—, también cubierta de libros. Allí pudieron ubicarla: provenía del radiocasette de un vehículo que estaba allí arriba, junto a un ventanal hecho añicos. Un utilitario más bien pequeño con las ruedas arrancadas de sus ejes, semienterradas por los libros, las puertas cerradas y un zombi dentro que parecía distraído, leyendo un libro sobre el volante mientras movía su cabeza al son de la canción.

Cuando reparó en ellos soltó el libro de un respingo y se puso a cerrar la ventanilla del conductor a toda prisa.

 - Bueno, a veces una puta mierda de vida termina siendo una historia estupenda. Mira a Romeo y Julieta; o a Ícaro - sonrió débilmente - Y, a veces, consigues escribir tu historia de otra manera y hacer que tu vida mejore.

La irrupción de Boscemi le sobresaltó. No es que tuviera problemas con los locos (ser neoyorkino era en sí mismo un trastorno mental diagnosticable), pero tendía a ponerse nervioso cuando tenían armas.

 - ¿Comunista? Eh... bueno, trabajo en una radio pública, pero no creo que eso me convierta en...  ¿¡Un zombie!?

¿Un zombie leyendo?  Y un zombie leyendo que tenía miedo de ellos, al parecer.

Escucho a la señorita y digo ¡Genial, lo que me faltaban, putos zombies alienigenas! Me distraí fácilemnte y me olvidé del comunista de la radio por ahora...

Mientras explorabamos el lugar estaba tatareando una canción de Freddie Mercury, uno de los últimos héroes americanos. Entonces veo al zombie y le apunto y antes de disparar digo ¡Joder, putos Zombis!. Comienzo a disparar. 

Kal ni se inmutó al ver que Steve le rechazaba un cigarro y mucho menos le importó que dijera mal su nombre, en eso el hombre robusto pidió un cigarro y Kay se lo ofreció sin problema. - Se me han perdido mis cerillos, tenemos que encontrar fuego. - Parecía de mal humor el no poder encender aquel vicio.

La situación se veía cada vez más rara al poder observar una especie de individuo en descomposición, era imposible ¿y qué eran todas esas palabras extrañas que tanto pronunciaban? ¿Abducciones? ¿Zombies? ¿Qué mierda significaban esas cosas?

- Pues no se lo que un "Somvi" es pero pronto lo descubriré. - Kal preparó su bate y en ese momento aquella criatura se encontraba subiendo a toda velocidad su cristal. 

Kal tenía muchas ganas de romper aquel cristal y masacrar a la criatura, o tal vez era una excusa para su manía de destrozarlo todo.

Al contemplar al zombie, procuró agudizar los sentidos a efectos de captar el sonido de sus gruñidos. Culero creía poder imitar sonidos de manera sobresaliente, era algo que había descubierto al practicar la Grulla tras mirar cientos de películas de kung fu. Es un hecho conocido que algunos tipos de zombie se reconocen entre sí por sus peculiares gruñidos, por lo cual la posibilidad de imitarlos podía ser una ventaja.

Luego observó horrorizado como el sujeto gordo comenzaba a disparar a la decrépita criatura, ignorando por completo el sabio consejo de Mackenzie.

—¡Eh! ¡Zombies, viejo! Si haces ruido, este edifcio se llenará de ellos en un instante.

Le había parecido peculiar que el zombie se asustara ante la presencia de los humanos, no recordaba haber leído nada igual. De todas formas sacó su nunchako de la funda, y se mantuvo alerta.

No sólo fue culpa del volumen del radiocasette: el primer disparo de Steven agujereó la luna delantera y le reventó la cara al zombi así que Culero no tuvo oportunidad de quedarse con nada parecido al gruñido característico de un tipo de muerto viviente en particular.

El segundo tiro le voló el cráneo y los siguientes atravesaron el chasis hasta llegar al depósito de gasolina que estalló lanzando lo que quedaba de esa chatarra por los aires, por el hueco de la fachada que había tras él y en en el que alguna vez había habido un ventanal, cayendo en llamas al vacío, por el exterior del edificio y desapareciendo de la vista.

Escucharon el golpe en su caída en el suelo, dos pisos más abajo, sin dejar más rastro en el interior de la segunda planta de la librería que dos o tres tomos ardiendo tímidamente, que no llegarían a provocar nada parecido a un incendio.

La música había parado.

Bueno, a veces una puta mierda de vida termina siendo una historia estupenda. Mira a Romeo y Julieta; o a Ícaro. Y, a veces, consigues escribir tu historia de otra manera y hacer que tu vida mejore.

Romeo y Julieta. Al escuchar que Steve nombraba esa historia no pudo evitar sonrojarse. Vale, lo de nombrar también a Ícaro le quitaba un poco de encanto a la conversación pero Romeo y Julieta lo había dicho primero, eso tenía que contar, ¿no? Mackenzie tragó saliva mientras bajaba la vista a la punta de su bota. Se arrepentía ahora de no haber visto por lo menos la película: ¿llegaban o no llegaban a follar antes de palmarla como dos gilipollas?

—Su… pongo… —le respondió empezando a estar convencida de sus palabras. Joder, su programa de radio tenía que molar. Sin embargo algo se revolvió dentro de ella como si un animal rabioso le mordiera y en su cabeza sonaran un millón de alarmas.

—Tal vez en tu mundo de colores, colega. En el mío tienes que dar gracias de conservar los putos sesos en su sitio. Metafórica y literalmente.

Iba a seguir caminando cuando se paró en seco al ver el zombie en el coche.

Está… ¿Leyendo?

Bueno, tal vez lo estaba. En un instante muy loco se había convertido en batido de sesos flameado. Miró al señor Boscemi con los ojos como platos.

Pero, ¡¿qué acababa de pasar?!

—Brutal…

Al escuchar la advertencia de Culero recuperó el sentido de la alarma.

—Ok, es cierto, puede haber muchos más. No nos separamos y tratemos de salir ya de esta mierda de edificio.

Buscó por el suelo cualquier cosa que pudiera servir como arma.

Pegué varios disparos y no podía decir que no me sentía orgulloso por mi puntería. Los disparos fueron excelentes e hice un gran destrozo. Mientras acabada con el puto zombie Cornelia me volvió a sermonear  ¡Steven, po Dios! ¡Qué bruto! ¡Eres un bestia! a el zombie estaba leyendo, tenía pinta de que le quedara algo de sesos, ¡Dios! Tendrías que tomar ejemplo del de la radio hablando sobre mi... Dejé de escuhar cuando escuché <<el de la radio>> volví a sumar 1+1 y cuando dejé de disparar giré mi cabeza hacia Culero. Usé el cañón que estaba desprendiendo humo para ajustar mis gafas de sol. Ignoré por completo lo que me decía todo el mundo, no tenía suficiente atención para concentrarme en todas las chorradas que ocurrían a mi alrededor. Le miré y una vez ajustada mis gafas sople el humo que salía del cañón de mi pistola. ¿Qué decías sobre que eras comunista?

Culero levantó los brazos, como excusándose.

—¿Comunista, yo? Ni ahí, amigo. Pero me hubiera gustado saber qué era lo que estaba leyendo aquel zombie.

Sin embargo todo había saltado en pedazos. Aquel tipo tenia complejo de cowboy, o algo. No lo podía culpar; con el eran dos en el grupo.

La mera posibilidad de una cultura zombie fascinaba a Culero. ¿Sería Shakespeare tan bien valorado entre los de su especie como entre los humanos? ¿Qué opinarían de Resident Evil? ¿Seguirían alguna serie llamada The Walking Alive? Decidió no perder de vista al gordo armado. No iba a permitir que lo arruinara nuevamente.

 - Mierda... eso no era necesario - pensó Steve.

Al fin y al cabo, el pobre zombie parecía más asustado que ellos. Miró a Boscemi, y se dirigió a él con la voz más suave que pudo poner.

 - Hey, amigo... Te agradezco que elimines las amenazas, pero, la próxima vez, ¿podrías esperar a comprobar si realmente son una amenaza?  El pobre diablo parecía que nos tenía miedo. Y no parecía nada comunista. Simplemente... la próxima vez, cuenta hasta tres, ¿vale?  Te lo pido por favor: de americano patriota a americano patriota.

Miró a Culero Connor: tenía razón; a Steve también le hubiese gustado saber qué demonios estaba leyendo aquel fiambre. No parecía el "Manifiesto Comunista", pero cualquiera sabía: era el típico libro tan aburrido, que uno lo dejaba para el final.

Volvió de su mundo de colores, para seguir la conversación con Mackenzie.

 - Eso ya es una historia: "en el mundo de la joven Mackenzie, había que tener suerte para mantener los sesos en la mollera: y ella la tenía". La historia de una heroína podría empezar así.

Pero tienes razón: podría haber más como nuestro amigo el lector. Permanezcamos unidos, los cinco. Y salgamos de aquí juntos.

Miró a los demás, a Culero Connor, a Buscemi y a Kalivar.

 - ¿Vale?

- Se me han adelantado estos bastardos. - Murmuró Kal sin mucho esfuerzo para oídos de los demás. En seguida se puso a observar el cadáver picando con el bate sus extremidades para ver si seguía reaccionando.

- Así que esto es un Zombie, por lo que veo son hostiles... O al menos no le dieron la oportunidad de demostrarlo. - ​​​​​​​Concluyó Kay, revisando los interiores del coche en busca de un encendedor o algunos cerillos, o si el aparato para encender cigarrillos del coche estaba en funcionamiento.

Ummm... Menos mal, pero aun así, ¿no sabes que la radio es una forma de control mental ? Y allá vamos... Los repetí liamos la usan para transmitir ondas psicomagneticas a nuestro cerebro. Pocos programas hay que de verdad sirvan al y a la vez Cornelia dijo en la cabeza de Steven Al hombre libre Américano Al hombre libre americano.

interrumpo lo que hablaba cuando escucho la ingenuidad de Steven ¿qué no era una amenaza? ¿Qué no era comunista? El comunismo ya es un zombi de por si... Que no es una amenaza dice comienzo a reírme y mientras hablo a hacer gesticulos de broma ¿Sabes qué tampoco era una amenaza ? Pearlharbour o el terrorismo islamizo y mira el 11-S. ¡Por Dios! ¡Que alguien lo pare está delirando! Qué no era una amenaza... Que era un zombi bueno... Me acerco y agacho un poco la cabeza para que se bajara un poco mis gafas y le virara por encima de ella Sabes chico, el único zombi bueno es el zombi muerto. ¿Y ese zombi de Springfield, ese que hacía tortitas ? Dijo Cornelia Ah, bueno, ese zombi sí que era bueno. Que tortitas hacia.