Partida Rol por web

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

El grito de guerra de Kara le genera más miedo a los habitantes de Wickland que a los propios ogros. La mujer lleva todo su armamento encima: el hacha de guerra y el mosquete en la espalda, las dagas y la pistola al cinto. Apunta con el mosquete al ogro y abre fuego, hiriéndolo en la boca del estómago [1]. Tras eso, agarra su hacha con ambas manos y se lanza contra la criatura que acecha la herrería de Hilda.

Mientras Derek camina por las calles y los senderos de tierra del pueblo alertando a la gente e instándola a resguardarse, se fija en los heridos. No parecen muchos. Ninguno de gravedad, por lo menos... excepto Jarman. Este campesinos es el ladero de Rambert, un chupaculos que fue de los primeros en señalar a Tatyana y Liselot como asesinas.

—¡Aoxilio! ¡Aoxilio! ¡Fechicero, sanador! ¡Mian herío los becharracos! ¡Me muoro, me muoro!

Jarman tiene el vientre desgarrado a causa del mordisco de un ogro. Sus tripas asoman hacia afuera y si Derek no lo ayuda rápido, estará muerto en cuestión de minutos.

Al acercarte a Jarman te das cuenta de que, además de tener el vientre desgarrado, tiene la ropa algo chamuscada y con manchas de hollín. Y huele a humo. Como si hubiera estado cerca de un fuego hace poco. Curioso, porque hace un par de horas no lo viste cerca del incendio de la casa de Liselot. O, por lo menos, no lo viste cuando la gente estaba intentado apagar las llamas...

Algo en el interior de Tatyana le decía que aquellos disparos los fallaría, era normal, los nervios se habían apoderado de ella y aquel corte también lo notó en aquellos tiros. El primer tiro de Liselot le dio al recaudador en plena espalda, pero no cayó del caballo Pero... ¿qué le pasó? Si la flecha le ha impactado... ¿por qué no ha caído de su caballo? Y Hedy, gracias a Liselot y a Hilda, estaba a salvo, por lo que Tatyana suspiró aliviada.

Miró a lo lejos al recaudador y corriendo, se dirigió al establo más cercano y cogió a uno de los caballos y galopó. Se empezó a acercar, con sus rodillas, se afianzó más al caballo. Cogía más velocidad e igualó la velocidad del caballo del recaudador. Con su primer tiro apuntó al recaudador y con el segundo, al caballo para intentar desbocarlo.

Con un nuevo martillazo terminó de desparramar los sesos del Ogro por el suelo y finalmente éste dejó de moverse. -¡Hedy! ¿Estas bien?- Indagó a la joven a la vez que se incorporaba. Miró de lado a lado, Cara se enfrentaba con el Ogro que iba a la herrería y los demás monstruos seguían con su sangriento festín.

-Necesito que me acompañes, tengo una idea- Le dijo a Hedy a la vez que se movía por detrás del combate de Cara y los elementales de Derek, aprovechando que el Ogro estaba entretenido. Una vez en la Herrería le instó a Hedy para que le ayudara a reavivar las llamas de la Fragua, mientras le indicaba que preparara un par de palas para recoger los carbones incandescentes.

Y allí estaba Liselot junto a Tupak con su arco, vio como Tatyana fue tras el recaudador que tras haberle disparadoa pelirroja no había caído al suelo. Lo cual se preocupó por ello, pero su amiga iba a solucionarlo. 

No obstante había tres orcos distraídos y uno que estaba con los elementales de Derek además de Kara. Así que decidió apuntar con su arma e intentar disparar sus flechas, pero no estaba muy centrada ya que no salían bien. 

Derek no podía pararse a pensar en lo que ocurría con el recaudador, poco podría hacer dada la distancia y se limitó a rezar para que la flecha no hubiese dado en el blanco o al menos que la herida fuese leve, quizá eso no acabaría en un castigo ejemplar para Wickland. Se centró en lo que si podía hacer y eso era ayudar a sus vecinos, aunque uno de ellos fuese Jarman.- No te voy a mentir, la herida pinta mal, muy mal. Me sorprende que sigas vivo pero haré todo lo posible por ayudarte.

Dicho esto acercó sus manos sin llegar a tocar la herida para evitar más dolor y utilizó su magia para sanarle. No dijo nada de lo que había visto en Jarman, ni compartió sus sospechas hasta que el caos no hubiera terminado, solo se limitó a decir.- No quiero perderte de vista Jarman, escóndete y luego ven a buscarme para comprobar como continuas. Espero que esto pueda ayudarte.

Hilda termina de destrozarle la cabeza al ogro. Una cosa gris y gelatinosa salpica a Hedy. La muchacha se la limpia con asco y entre arcadas.

—¡¿Le aciertas al panadero pero le erras a un ogro grande como una casa, Tat?! —le grita Hedy a su amiga, antes de seguir a la Niña Gigante hacia su herrería—. Ay, Hilda, espero que sepas lo que estás haciendo —la chica agarra un par de palas y sigue las instrucciones.

El petro y el ogro están forcejeando al lado de la herrería. El ogro se libra del agarre pateando al elemental de piedra en el pecho. Alza su garrote y lo descarga violentamente sobre la ondina, aplastándola y matándola al instante. El elemental se deshace y ahora no es más que un charco de agua en la tierra. El petro aprovecha la distracción para encajarle un terrible puñetazo al monstruo que le destroza la mandíbula y se la deja colgando de un jirón de piel.

El orco está aturdido. Kara entra en acción, corriendo hacia él con su enorme hacha entre ambas manos. Su grito de guerra es ensordecedor. El acero corta la pierna del ogro a la altura de la rodilla. La criatura tambalea y cae, aún viva, aullando. Kara levanta el hacha una vez más. Un segundo más tarde la cabeza del ogro sale rodando.

—¡KARA MATAOGROS! ¡KARA MATAOGROS! —grita Kara, profundamente emocionada y alterada por la adrenalina, antes de entrar a la herrería de Hilda—. ¡Hilda! ¡Dos ogros abajo, quedan tres! ¿Qué estás haciendo? ¡Vamos!

La magia de Derek es, a ojos de este campesino ignorante, un milagro. Sus tripas se reacomodan, la herida se cierra, y de su anterior estado de cuasi-muerte ya es solo un mal recuerdo.

—¡Gracia, gracia, fechicero! ¡Fenre te bendega, sanador! ¡Logo os visito! ¡Pero arra vuá a asconderme!

Mientras Liselot erra sus tiros, Tatyana espolea a su caballo hasta ponerse a la altura del recaudador. No está muerto. Tiene una flecha atravesándole la espalda, pero Walt sigue cabalgando. No ha pegado grito. Quizás porque le cuesta respirar. Ninguno de los diez hombres que lo acompañan, todos ellos subidos a carromatos que transportan el tributo de Wickland, se dio cuenta de que está gravemente herido.

Herr Walt gira la cabeza hacia Tatyana. Cruzan miradas brevemente. Tatyana no percibe emoción alguna en el rostro de Walt von Woller. La Muda le atraviesa la yugular de un flechazo y lo tumba del caballo. Está muerto antes de tocar el suelo. Los hombres de los carromatos, que viajaban más adelante, se dan la vuelta para ver qué ha pasado. Al ver la escena huyen a pie, despavoridos, algunos hacia una arboleda cercana, otros por el camino de tierra [1].

-Tengo una idea para deshacernos de esos Ogros... ¡Necesito que vayas por uno de los barriles vacíos junto a la taberna! Hedy, trae algo de Heno de las Mulas- La joven Herrera se esforzaba por avivar las llamas con el soplador.

Kara no entendía lo que quería Hilda, pero al verla esforzarse tan arduamente, decidió ayudarla. En tan solo unos pocos segundos ya había regresado con el barril, la Herrera le dió una de las palas a Camorra y empezó a palear los carbones incandescentes hasta que entre ambas llenaron el barril casi hasta la mitad. Entre las dos llevaron el barril hasta la calle para que Hedy terminara de llenar el barril con el heno tras una orden de la niña gigante.

-Bien... Esperemos que funcione- Volcó el barril en dirección a los Ogros y tras un empujón coordinado entre Kara e Hilda, el barril empezó a rodar en dirección a los Ogros mientras dejaba tras de si un rastro de espeso humo.

Al ver que Hilda y Kara desarrollaban un plan, Liselot junto a su lobo Tupak consideraron que era momento de ayudar a su manera. Así que dispuesta a darle uso a su buena puntería, simplemente eligió un objetivo y disparó. Le había dado, pero no se quedó con ello ya que otra flecha también cortó el aire para ir hacia el mismo objetivo.

Quizás con uno herido, era menos trabajo para las chicas y la pelirroja creía que correrlos ya era un imposible. Eran bestias duras de roer, peligrosas y no había forma de que esto acabe bien si seguían en este pueblo. 

Parecía que la situación con los heridos estaba bajo control, por el momento. Pero el combate seguía bullendo en el pueblo, terminó de curar a Jarman solo para darle tiempo a ver como su elemental de agua era aplastado sin piedad, aún quedaba el de piedra pero sería cuestión de tiempo que ocurriese lo mismo. Aunque no habría problema en ello si de esa manera no muriese algún inocente.

Tras una rápida evaluación llegó a la conclusión de que su habilidad en combate era nula, por lo que supondría un estorbo más que una ayuda. Así que hizo lo que podía hacer, apoyar al resto. Corrió hacia Hilda para ponerse a su lado.- No puedo luchar bien Hilda, no como vosotros, pero déjame apoyaros con mi magia.- Colocó sus manos en ella y tras como hiciera con otros anteriormente, la magia comenzó a fluir de ellas.- Con esto serás algo más resistente a sus ataques, no es mucho así que deberás tener el mismo cuidado que hasta ahora.

Desde el momento en que Tatyana vio que su flecha atravesaba al recaudador, lo daba por muerto Y ya van dos... Qué bien pensó irónica La Muda Asesina, estupendo... Se llevó su mano derecha a su frente y se la acarició de forma cansada. Se bajó del caballo y lo ató a uno de los carromatos de los tributos que sus vecinos habían pagado y se acercó al cadáver del recaudador y lo observó. Tan inexpresivo como cuando estaba vivo. Vio que la flecha de Liselot ya lo había dejado tocado y que la suya fue la guinda del pastel.

Como pudo, arrastró el cadáver hasta donde estaba su caballo y lo subió. Se colocó al lado de los bueyes y los azuzó para que avanzaran volviendo a la aldea. Mientras regresaba observaba el panorama. Al estar lejos, no veía muy bien lo que ocurría, pero parecía que estaba medianamente controlado.

Antes de llegar donde estaba todo el jaleo, decidió quedarse un poco más atrás para que los animales que llevaba no se asustaran. Los paró y ató y desde una esquina, medio escondida, lanzó un par de flechas hacia un mismo ogro.

Hilda y Kara lanzan el barril lleno de heno y carbones incandescentes. Rueda cuesta abajo, su contenido se agita y mezcla, una humareda negra y espesa sale y deja un rastro tras de sí. Ya pueden verse las llamaradas que desprende de la abertura del tonel. Uno de los ogros lo ve venir, pero es tan estúpido que en vez de hacerse a un lado baja la cabeza como para oler el barril que se acerca. La criatura no se da cuenta del fuego mortal sino hasta último momento, cuando el barril le impacta en la cara y se la incinera. El ogro grita mientras las llamas devoran su cabeza.

El segundo ogro suelta el cadáver que está masticando entre sus fauces y machaca el barril a golpes... quemándose las manos en el proceso y haciendo que salten los carbones al rojo vivo. Algunos le dan en la cara y al cuello. Las flechas de Liselot llegan al mismo tiempo, le dan en el rostro y terminan por matarlo. Entretanto, el fuego se expande por el suelo, llega a pies del tercer ogro, trepa por sus piernas y lo envuelve. Tatyana le dispara y le acierta en el estómago.

El último ogro no muere enseguida. Es el más resistente. Corre, ruge, da manotazos al aire, gira sobre sí mismo, avanza a ciegas, tropieza y cae sobre la casa de Derek. La estructura se viene abajo por el peso del ogro y queda totalmente destruida. Ahora todos los ogros están muertos.

Por un lado, hay algunos heridos leves, la taberna y una casa destruida. Por el otro, hay cinco ogros y siete soldados de la Vizcondesa muertos. En opinión de Kara, esto es un gran saldo a favor. Se la ve muy satisfecha. Los vecinos de Wickland ya están saliendo de sus escondites a evaluar los daños y dilucidar por qué cinco ogros salvajes atacaron al pueblo de la nada.

—¡Era lo que había que hacer, nenazas! —dice Kara en voz firme y alta—. ¿Os parece mucho? ¡Es un poco de escombros y sangre a cambio de salvar al pueblo! ¡Que esto le sirva de mensaje a la Vizcondesa! ¡Si ella o cualquiera de sus hombres vuelve a poner un pie aquí, se las verá contra otra manada de ogros! —palmea a Hilda en la espalda—. Gran trabajo, Niña Gigante.

Rambert sale de donde sea que se estaba escondiendo. Está rodeado por sus matones.

—¡¿Pero qué locura es esta, mujer?! ¡Vecinos, yo os dije, esta mujer no es mejor que un mono con rabia! ¡Destrucción, eso es todo lo que nos trajo! ¿Y vosotras qué, estabais complotadas con Kara? —señala a Hilda y a Liselot. No ha visto a Tatyana, o quizás todos ignoran a la Muda.

Una vez mataron a todos los ogros, Tatyana volvió a coger a los bueyes y los azuzó para el centro de donde estaban todos sus compañeros. Para ella, el camino se le hizo eterno, algunos la observaban confusos. Escuchaba lo que Kara y Rambert decían, veía como los vecinos iban saliendo de sus escondites y también como la casa de Derek quedaba destruida bajo uno de los ogros.

Una vez en el centro, miró tanto a Kara como a Rambert y sentía como una fuera le cruzaba el cuerpo. 

- Pero tú... tú... - decía mientras miraba a Kara - ¿PERO TE HAS VUELTO LOCA? ¿Cómo que "era lo que había que hacer, nenazas?" ¿Te estás oyendo? ¿Te estás dando cuenta que has causado un destrozo, peor que todo este año de malas cosechas? Sí, ha sido un gran trabajo, pero no gracias a ti... ¡NO GRACIAS A TI! - no sabía de dónde le estaba saliendo toda esa fuerza - Todo ha sido gracias a Hilda, Liselot, Derek y a mi. ¿Qué hubiese pasado si, por un casual, mata a más aldeanos? ¿A un ser querido? - sentía cómo le escocían los ojos, con unas lágrimas que estaban a punto de salir - Y tú... - se dirigió hacia Rambert - ¿por una vez en tu vida podrías dejar de pensar en ti y poner a todos y cada uno de nosotros en contra nuestra, que eso es lo único que sabes hacer? Y sí, he ido detrás del recaudador, ya estaba herido gravemente y... sí, por si os lo preguntáis, yo lo he terminado de matar. Todos los demás han salido huyendo, no sé qué planes tendrán, si les dirán a la Vizcondesa o no, pero ya me da igual eso. Así que, aquí volvéis a tener todas las cosechas de este año, porque falta nos va a hacer y ya se nos ocurrirá algo... Considero que es mejor salvar cuantas más vidas mejor y creo que gracias a las cosechas, nadie morirá de hambre... - cuando terminó de hablar, sentía como perdía las fuerzas y esas lágrimas que amenazaban por salir, terminaron saliendo. 

No quería que nadie la viera en ese estado, por lo que, se dio la vuelta y empezó a encaminarse hacia su casa ¿Qué hubiese pasado si aquellos ogros hubieran matado a la única persona de mi familia que queda? Primero mi padre... Luego mi abuelo... No podría soportarlo...

Todo había terminado de una forma incluso abrupta, dolorosa porque las consecuencias al fin de cuentas vendrían por si solas. Cada paso dado trajo algo más, una simple desacuerdo resultó en la perdida de su propia casa, en ensuciarse las manos para luchar por lo que es justo. Pero esa línea se había cruzado y no sabía cómo mirar siquiera a la gente de su propio pueblo, ni a sus padres. ¿Que decirles?

Por ello una vez el último ogro cayó al suelo, se sentó con su arco en la mano mientras Tupak intentaba animarla con su hocico. Sus manos temblaron por todo lo vivido, Liselot había dado de lleno con su realidad, más aún al ver todo derruido, al ver que hay menos personas de las que deberían y que había participado ella misma en el hecho de que el recaudador no esté con vida. 

Por ello, algunas lágrimas surcaron sobre sus mejillas debido a la impotencia de la situación misma. Había actuado con su corazón, siempre por un bien y descubrió que no en todas las ocasiones se camina por la misma senda. Así que un tanto devastada, pensó en toda lo recaudado que había quedado desparramado más adelante y buscó con la mirada una carretilla. Iría a juntar todo, al menos eso mientras Tatyana se desahogaba. 

En total silencio, se fue a buscar toda la mercancía, juntar todo en compañía de Tupak.