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[DM05/21] El hambre que vendrá

Ambientación

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19/04/2021, 18:16
Director

¿Qué es Alurnia? Para empezar, una tierra de promesas incumplidas. Hace muchos años cientos de miles de personas emigraron hacia allí en busca de una mejor vida. Alurnia es un gigantesco continente en el que no escasean las tierras fértiles y los bosques abundantes. Pero, lamentablemente, tiene tantas tierras como nobles ambiciosos y aristócratas guerreros.

Vosotros vivís en Wickland, un pequeña pueblo en el centro del continente de Alurnia, dentro del Reino de Waidbruck. Nunca os habéis alejado de vuestro pequeño hogar. Cada tanto, sin embargo, aparece algún comerciante, viajero o explorador que aprovecha la hospitalidad de Wickland para refugiarse unos días. Y esa gente trae noticias y rumores. Vuestras propias familias también os han contado cosas acerca de la historia de Alurnia. Todo esto es lo que a lo largo de los años habéis aprendido acerca de aquel lejano mundo.

El año 0 del calendario alurniense se marca con la conquista de Alurnia. El Profeta, un hombre que decía recibir la palabra de Dios Fenre, guió un éxodo masivo desde unas tierras lejanas y decadentes. Pueblos enteros se asentaron en el nuevo mundo e hicieron de él su hogar. El Profeta fundó el Santo Dicasterio, la iglesia que dirige el culto a Fenre y que sigue viva hasta el día de hoy.

Estamos en la primavera del año 1714. Alurnia está dividida en seis dominios distintos. Al oeste se alza el poderoso Imperio Antoniano. La dinastía Antonov gobierna con mano de hierro desde hace cinco centurias. La capital del Imperio, Antongrado, es la ciudad más poblada del continente, con dos millones de habitantes. La ciudad más bella e ilustre de Alurnia, dicen algunos, un faro civilizador. Un nido de víboras, dicen otros, un centro de intrigas palaciegas, puñales por la espalda y venenos mortales. Actualmente el Imperio está gobernado por Katya Antonova, quien sucedió a su padre, el Emperador Sergei, hace dos años.

Al noroeste encontramos las tierras del Dicasterio y su capital, Fenregrado. En teoría estas tierras son dominio del Imperio, pero la teoría no se ajusta a la realidad: el Dicasterio gobierna sus propios dominios. La iglesia está en manos de los obispos, quienes a su vez eligen a un Patriarca para comandar el destino de los fieles. Los sacerdotes comunes están desperdigados por el continente predicando la palabra de Fenre. Y vaya si tienen éxito: hoy por hoy no hay ninguna otra religión aparte del culto a Fenre. Sin embargo, hace más de un siglo que el Dicasterio no tiene la influencia sobre los gobiernos que solía tener. 

Al suroeste nos toparemos con las islas Oceánides. Formalmente son parte del Imperio Antoniano, pero en la práctica el gobierno está en manos de las ambiciosas compañías comerciales marítimas. Es un territorio casi autónomo, al igual que las tierras del Dicasterio. En las Oceánides el único dios es el dinero: una buena bolsa de oro puede conseguirte todo lo que deseas y más. Pero ¡cuidado!, porque un descuido podría costarte la vida y esa bolsa de oro iría a parar a manos de alguno de los tantos piratas que pululan por los mares.

En el oriente están los tres grandes reinos feudales: Herenhout, Waidbruck y Brusgem, eternamente en guerra entre ellos. Cualquiera ajeno a estos dominios te diría que son guerras mezquinas y sin sentido, tan solo libradas para satisfacer la sed de sangre de una aristocracia tan opulenta como beligerante. 

¿Cuáles son las últimas noticias de Alurnia?

En primer lugar, algo que ocurrió hace veinte años: la Rebelión de los Cortacaras. Nadie sabe bien cuáles fueron sus causas. Fue una serie de levantamientos campesinos en contra de las noblezas de todo el continente. Hay quien dice que en un principio fueron lideradas por un tal Criziek, héroe del puebo llano. Pero cuando Criziek fue ajusticiado por sedicioso, la rebelión explotó con toda su fuerza. El objetivo era simple: matar a cuanto señor se pueda y torturarles rajándoles la cara con un cuchillo. La rebelión fue aplastada a los pocos meses, pero sus secuelas son visibles: en Alurnia no es extraño encontrarse a aristócratas con espantosas cicatrices en el rostro.

En segundo lugar, y más reciente, la Guerra de los Destronados. Comenzó en 1703. Es casi lo único de lo que hablan los viajeros últimamente. El Imperio exigió a los reyes orientales que depusieran sus coronas, abandonaran sus tronos y se declararan súbditos de los Antonov. El Rey de Herenhout, Sigmund el Justo, se negó. Forjó una alianza entre los tres reinos e inició la guerra. Nueve años más tarde, el Imperio ha triunfado. La guerra llegó a su fin cuando el principal lugarteniente del Rey Sigmund, el Marqués de Gheresburg, lo traicionó y lo entregó al Imperio. Inmediatamente Sigmund fue colgado. Claro que él no fue la única baja de la guerra. Unos meses luego falleció el Emperador Sergei (¿de causas naturales?, las malas lenguas lo dudan). También murieron decenas de miles de soldados. Tantos hombres murieron durante los primeros dos años de guerra que empezaron a reclutarse mujeres para empuñar espadas y lanzas. Muchos campos han quedado devastados y no son pocos los alcanzados por el hambre.

Dos años luego del fin de la guerra empieza vuestra aventura.

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19/04/2021, 18:20
Director

Wickland es una pequeña aldea en el Reino de Waidbruck. Es el dominio de la Vizcondesa Marlene von Wick, señora feudal de todos los habitantes del pueblo. En él viven unas cuarenta familias campesinas que desde hace añares se reconocen como vasallas de la dinastía Wick. ¿Qué implica el vasallaje? Los vasallos le deben a su señor fidelidad en tiempos de guerra y de paz. Y, por supuesto, deben pagar el tributo en especie: un porcentaje de la cosecha anual. (Ciertos rebeldes dirían que es un porcentaje abusivo, ¡traidores ellos!) El total del tributo se divide en partes iguales: a cada familia le corresponde pagar una suma fija independientemente de la riqueza con la que cuente. A cambio, el señor garantiza protección, seguridad y el disfrute de las tierras.

La Vizcondesa Marlene von Wick participó de la Guerra de los Destronados luchando contra el Imperio Antoniano. Muchos de sus aldeanos fueron reclutados para el frente de batalla y se nota: en Wickland la situación es mala. Falta gente. La última cosecha ha sido mediocre. El pantano cercano a la aldea ha sido invadido de la noche a la mañana por ogros. Nada de esto parece inmutar a la Vizcondesa. La noble señora demanda su tributo, como siempre lo ha hecho, sin derramar lágrimas por las penurias de sus súbditos.

¿Quiénes son más destacados miembros de la comunidad de Wickland? En primer lugar está Rambert, el vecino más rico de la aldea y a quien poco le importa el destino de sus compatriotas. En segundo lugar, «Lamebotas» Jarman, un campesino cuyo único mérito es seguir a Rambert a todos lados y haberle conseguido un séquito de siete u ocho matones que le sirven de guardias. En tercer lugar, «Camorra» Cara, una belicosa campesina veterana de la Guerra de los Destronados, tiene pocas pulgas y aún menos ganas de pagarle el tributo a la Vizcondesa.

Por su parte, el monarca de Waidbruck, el buen Rey Berthold (¡gloria a su nombre!) vive demasiado lejos de Wickland como para hacer algo. De hecho, probablemente tampoco esté al tanto de su existencia. O quizás sí lo está y no le importa. Después de todo, luego de la derrota que ha sufrido en la Guerra de los Destronados, tiene preocupaciones más urgentes que atender.