Partida Rol por web

Cruzáis hacia el otro lado del extraño portal que ocultaban las piedras blancas. Pronto os veis rodeados por un paisaje totalmente blanco. La nieve os llega casi hasta las rodillas y el viento helado os golpea la cara. No habéis sentido nunca tanto frío, ni siquiera hace varios inviernos, cuando heló tanto que no había forma de cazar nada.

Aunque se os escapa el calor por cada poro de vuestra piel, sentís cierto calor proveniente de vuestro cuello. El collar tallado y bendecido por Hali Cuervonegro os mantiene la sangre en circulación, impidiendo que muráis de hipotermia.

En la gran capa de nieve pueden apreciarse algunas pisadas que salen del claro. Estáis cerca, podéis sentirlo. El viento trae una especie de cántico, entonado por varias voces. Estáis cerca.

Zalakk, sin pensárselo dos veces, comienza a seguir el rastro de la nieve. No hace falta ser un experto rastreador para ello, puesto que las pisadas se distinguen claramente. Carámbanos de hielo comienzan a formarse en su melena y barba y la poca parte de la cara que tiene al aire se ve anormalmente roja. Puede vérsele bastante exhausto, pero es resistente y no cesa en su búsqueda.

Cuando llega al final del claro, se asoma entre los árboles y os hace un movimiento con la mano para que le sigáis.

—Veo a Tansum —anuncia con todo el sigilo que puede, aunque tiene que alzar bastante la voz para que le oigáis por encima del aullido del viento—. Le tienen en un altar, están... —frunce el ceño—, haciendo una especie de ritual.

El mamut al otro lado del portal convalecía en medio del claro helado. Su respiración, lenta y pesada, indicaba que todavía estaba vivo, aunque aparte de eso no daba ninguna otra muestra de consciencia. Algunas heridas recientes en su pelaje indicaban que de alguna forma había sufrido por la explosión del altar de piedras blancas, como si de alguna manera hubiera estado en el centro de ella. Al notar al grupo de humanos aproximándose al claro abrió los ojos, de repente, asustado. Trató de alzar su enorme masa del suelo y levantó la trompa en señal de advertencia, cuando de repente algo cambió en su actitud, en su mirada, un brillo que parecía indicar que reconocía a los humanos que la rodeaban. Su lana roja y gruesa recordaba mucho al pelo cobrizo de la druida. Volvió a posar las patas delanteras del suelo y abandonando su actitud desafiante, empezó a seguir al grupo con sus pasos de elefante, por la llanura, ajeno al frío que les rodeaba gracias a su tupido pelaje.

Kal tarda e percatarse de que el malherido mamut no es sino Gwra, que se encontraba entre las piedras del ritual cuando se abrió el portal.

Aún en guardia y sin guardar sus cuchillos, el joven sigue de cerca a Zalakk, quien parece haber encontrado un rastro que seguir.

Cuando Talik pasa al otro lado, seguido de lomo Plateado, ve que el mamut le resulta familiar, y ve en sus ojos un reconocimiento, se trata de Gwra, que esta herida, pero que les acompañará. El frío es muy intenso, y se le mete en los huesos, es un frío como no ha sufrido con anterioridad, y que podría llegar a acabar con todos, como tengan que estar allí mucho tiempo. Así que no hay tiempo que perder, hay unas huellas claramente marcadas en el suelo de nieve, Zalakk se ha adelantado, pero Talik le alcanza y toma la delantera en el grupo, hay unos árboles y más allá Zalakk ha vito que tienen al jefe y que van a realizar con el un ritual. Me adelanto en el bosque y busco un lugar desde el que disparar sin hacer ruido, para que no puedan detectarme. Hago un gesto a mis compañeros para indicarles que avancen con cautela, el momento de la verdad parece que ya ha llegado. Desaparezco en el bosque y busco un buen lugar desde el que disparar, el jefe no puede morir, el ritual no puede ser completado, o todo estará perdido.

Más allá de los árboles donde se ha refugiado Talik, la vegetación termina de forma abrupta. Una cuesta abajo —fácilmente descendible— da lugar a una especie de prado yermo donde varias figuras danzan alrededor de algo. De entre la niebla generada por la baja temperatura pueden distinguirse figuras bajitas y robustas, de anchos hombros. Todo hombres.

Parecen enfervorecidos, totalmente absortos en su danza. En el centro, un hombre con las pintas de un desmejorado Kusim-Aha se revuelve muy lentamente. 

—¡Ithaqua! ¡Ithaqua! —entonan al unísono. Hay algo extraño en sus voces, todas se funden en una y a la vez suenan distintas, como de ultratumba.

Presidiendo el ritual, un hombre con unas pieles negras azuladas y una túnica de extrañas escamas doradas que reflejan la poca luz del lugar. De repente, levanta la mano solemnemente y los demás se paralizan, callando abruptamente. Ladea la cabeza, intrigado.

Entonces, un aullido de lobo suena detrás vuestro. Después otro, y otro más. Al girar la cabeza, unos lobos negros de tres ojos os enseñan los dientes amenazadoramente. Andan con cautela, acechando y acercándose a vosotros lentamente. Están en medio del claro y avanzan hacia vuestra posición.

Cuando veo a los lobos de tres ojos que se acercan a nosotros, no lo pienso mucho. Hay que tratar de matarlos cuanto antes, para tratar de liberar al jefe y parar el maldito ritual. En cuanto están dentro del alcance de mi arco, apunto a uno de ellos y disparo. Y le doy de lleno a uno de ellos, pero la flecha no penetra demasiado. Sin hacer ruido, cambio mi posición, y me oculto tras otro árbol cercano.

Desde el borde del claro el mamut oteaba hacia el horizonte con la trompa levantada y la mirada fijada en el extraño ritual que se estaba llevando a cabo al otro lado. Aquello hedía a corrupción contra natura. Dispuesto a interrumpir la ceremonia con toda su fuerza salvaje se levantó sobre sus piernas traseras preparándose para embestir de manera frontal y acabar de una vez por todas con aquello que estaba perturbando el equilibrio de la naturaleza. Sin embargo, antes de lanzarse contra el objeto de su furia, percibió por su trompa un extraño olor a sus espaldas. Un olor vagamente familiar, se parecía al olor de un depredador pero extraño. Había algo más en el aire. El mismo olor malsano que desprendía aquella bestia corrompida del invierno que habían dejado detrás del portal. Con toda la furia con la que pensaba atacar el ritual, continuando con el mismo  movimiento, el paquidermo se dio la vuelta y embistió contra la primera criatura que tuvo al alcance, embistiéndola con uno de sus colmillos.

Kal vio como el mamut que antes era Gwra se lanzaba contra los lobos que les acechaban, y observó también como una flecha salía volando desde el bosque e impactaba en uno de los animales. Sin perder  un instante, Kal agitó su honda y lanzo una piedrecilla que impactó en el costado del lobo al que Talikk acababa de alcanzar con una flecha.

El guerrero se abalanza contra el tercero de los lobos, tratando de ensartarle con su lanza. Consigue darle, pero el animal es ágil y consigue poner distancia saltando rápidamente hacia el lado.

Gwra, la niña bestia, golpea con su testa al lobo más adelantado, atravesándole el cuello con uno de sus largos colmillos. Se revuelve y, aún así, trata de morderle la cara, pero no lo consigue. Su posición y, por qué no decirlo, el colmillo que le atraviesa, le dificulta el movimiento. El lobo de la flecha 

El lobo al que disparan Talik y Kal encaja la flecha en un costado y la piedra en la cabeza. Emite un gemido lastimero prácticamente imperceptible. Se echa sobre el mamut con sus grandes fauces, pero no consigue cerrarlas sobre él.

Parece que Zalakk tiene bastante más mala suerte. Últimamente, no deja de recibir. Su objetivo resulta ser el más rápido de los tres y le devuelve el golpe, hincándole sus colmillos en el muslo. Zalakk emite un grave grito de dolor y, debido a este nuevo chute de adrenalina, atraviesa con fuerza el cráneo del animal, matándolo al instante.

Cogiendo un poco de aire y necesitando reponerse, entona con debilidad el canto tribal del Clan de las Tres Garras. Su voz se quiebra y comienza a toser, escupiendo sangre. La tos retumba en todo el claro y podéis distinguir otros dos lobos a lo lejos.

Parece que Zalakk se estaba llevando la peor parte, había caído un lobo, pero los otros dos seguían dando guerra. Indico a Lomo Nevado que ataque, y disparo al mismo lobo de antes. Lobo no, algo parecido y con tres ojos. Le doy un buen flechazo, y en esta ocasión le hago bastante daño. Con un poco de suerte, tan solo queda un lobo, pero hay que acabar rápido con el, para detener el ritual, y para que no acabe con Zalakk. Vuelvo con sigilo, a cambiar de árbol, para mantenerme oculto ante los enemigos.

El cántico ancestral del Zalakk que otrora inspiró a los guerreros de las Tres Garras a vencer en multitud de batallas resonó por el claro como un quejido roto por la tos y la sangre que salía por su boca. Ello lejos de aterrar al enemigo lo alentó a atacar con mayor fiereza, ahora que la manada se presentía débil. Más lobos aparecieron acudiendo al olor de la sangre y del lastimero quejido, así las cosas no pintaban demasiado bien para la manada. Lo sensato hubiera sido huir en este momento pero como guardiana de la naturaleza la druida no podía permitirse ese lujo. Había algo mucho más serio en juego que la supervivencia sola de la manada. Había que acabar con ese ritual de corrupción que podría poner en peligro toda la existencia. El guerrero, con el cadáver de un lobo muerto a sus pies que había podido terminar con su último aliento, se apoyaba con las manos en las rodillas tratando de recomponerse de la última sacudida. Entonces Gwra, inspirada por espíritu del mamut que tenía poseído en sus carnes, y que siempre se ha caracterizado por proteger con mucha fiereza su rebaño, particularmente a los miembros más débiles, se interpuso con su forma gargantuesca entre el guerrero y los lobos que venían, protegiéndole de los próximos ataques con su propio cuerpo. Un charco de sangre manaba por las lanas del mamut, fruto de la explosión del altar, mezclándose con la sangre del guerrero, los dos en medio del claro mientras estaban siendo acosados por las fieras.

La flecha de Talik atraviesa a uno de los lobos que acechan al mamut, tumbándolo hacia atrás. El animal se revuelve, pero se queda inmóvil, muerto. El otro lobo, atravesado por el mamut, sigue tratando de morderle, pero el gran paquidermo responde lanzándolo por los aires en un acto reflejo, dejándolo también tendido en el suelo. Al caer, emite un quejido. No parece poder levantarse de nuevo, puesto que está desangrándose.

Los otros dos lobos, al ver al gran animal, tratan de rodearle, lanzando dentelladas. Ambos consiguen morderle las patas, pero Gwra golpea a uno de ellos con un trompazo y le atraviesa con el colmillo, matándolo en el acto.

Sólo queda un lobo.

Zalakk, con sus pocas fuerzas restantes, se abalanza sobre el último lobo por la espalda, ensartándolo con su lanza y matándolo de un golpe. Está furioso. La sangre salpica sobre su rostro, que empieza a formar carámbanos de hielo en sus cejas y barba.

Kal se aproxima con cautela al cadáver del último lobo, con sus cuchillos en alto. Parecía que habían acabado con ellos, pero aún quedaba algo por hacer.

- Debemos detener el ritual y llevarnos al jefe. Quien sabe cuánto tiempo permanecerá esa extraña "puerta" abierta...

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Una vez muerto el último lobo, de nuevo se centra en el ritual que se esta celebrando en el claro. Se acerca a distancia de arco y dispara al que parecía el jefe o chaman, que había invocado a los lobos contra ellos. Y le da, pero tiene que gastar 2 flechas para hacerlo. Lomo Nevado ataca a ese hombre oso, jefe o chaman, y logran hacerle bastante daño. Si el resto le ayudan, tal vez puedan detener el ritual rápido.