Partida Rol por web

Una pesada mano se apoyó en los hombros de uno seminaristas. Señores, aquí comienza vuestro encargo. No intentéis huir de la iglesia, si huis no llegareis muy lejos y la horca se vuestro final. La mano pertenecía Tsibulia pero a su lado estaba otros cinco cosacos que aún no conocían de aspecto rudo y fuerte.

Los cosacos  abrieron las puertas y salieron de la iglesia, pero antes les desearon buenas noches y se fueron después de revisar que las puertas de la iglesia quedaran bien cerradas con los seminaristas dentro, tal como se les había ordenado esa noche debían velar el féretro de la difunta hija del centurión.

En el centro estaba el féretro, cubierto de paños negros; al lado había unos cirios que iluminaban tenuemente los iconos cercanos y dejaban al resto de la nave en la más completa oscuridad. Las ennegrecidas paredes demostraban claramente la vejez del templo. Los marcos de los altares y de las hornacinas de los iconos estaban rotos o agrietados, y ya no tenían el primitivo brillo. También las imágenes estaban desfiguradas, y parecía que miraban con tristeza la ruina que había a su alrededor.

Mykola no pudo más que santiguarse una vez sintió que los cosacos atrancaban las puertas.

No queda otra que pasar la noche con ella- dijo en voz baja y se dirigió a los misales que habían en una de las mesas laterales.

Cogiendo uno y abriéndolo, casi como un oficioso sacerdote que intenta acabar rápidamente una misa, empezó a leer que pasajes serían los indicados para recitar ante la difunta hija del centurión.
Fue doblando las hojas dónde encontraba los versos más utilizados.

¿Cerramos el ataúd hasta mañana por la mañana? La cara de esa bruja me inquieta enormemente y no creo que pueda concentrarme en rezar si veo su pálido rostro al fondo.- inquirió Ivanovich a sus compañeros.

Se palpó el cinturón y encontró la petaca llena de vodka, no debo de beber mucho o los cosacos notarán que no he mostrado el suficiente respeto, pero que diantre un poco de alcohol no hacía daño a nadie, el músico bebió un buen trago de vodka y se arremangó la camisa, dejando los brazos al aire.

Miró a los otros seminaristas, ¿Qué pensarían ellos al respecto? ¿de verdad iban a rezar por aquella bruja?

La indignación por parte de la joven seminarista era palpable ya que no pudo siquiera negarse por ello, así lo había pedido la supuesta hija del Centurión y ellos debían cumplir dentro de un escenario funesto, lúgubre y con una bruja en apariencia fallecida en el ataúd. Así que tras suspirar por la situación en si, miró a Mykola ya que estaba buscando algún pasaje para leer y ella se encargó de las velas, dispuesta a encenderlas todas si fuera necesario. 

—Yo me encargo de mantener iluminado esto, algo me dice que la oscuridad nos ofrecerá su peor cara—confesó un tanto pensativa—. Yo no sé si la bruja despertará, siento que lo hará y por ello nos quería aquí. No entiendo la relación que tenemos con ella, pero es algo muy perturbador. 

Y ya con las cerillas, ubicó cada vela en su lugar para encenderlas. Inha no era una fervorosa creyente, estaba en el seminario porque su padrastro quería enderezarla, así que ahora mismo y considerando la situación, prefirió ser fiel a sus prácticas para rezar un Padre nuestro por cada vela encendida. 

La situación era funesta. Habían quedado encerrados en aquella desvencijada iglesia con la bruja como ratones en una trampa. Ilya todavía no estaba seguro de si la joven era realmente una bruja o si había sido poseída y su oración de exorcismo la había liberado de los demonios internos, pero el hecho de que hubiera mencionado sus nombres hacía pensar no sólo que era una bruja, sino además que tenerlos allí encerrados era una estrategia de ella. Era evidente que el peligro acechaba, como Inha había expresado con claridad, a cuyas palabras Ilya asintió preocupado.

Ilya no estaba de ánimo como para seguir en el plan de seducción de la joven Inha que se había propuesto el día anterior, pero estaba en su naturaleza buscar la cercanía de jóvenes hermosas como aquella, por lo que, cuando Inha se acercó a preparar las velas, Ilya se aprestó a ayudarla.

—Déjeme, señorita Inha, que le ayude con las velas. Es buena cosa iluminar este lugar, pues me temo que muchos peligros nos acechan. —Miró a la joven, cuyo rostro en ese momento estaba siendo tenuemente iluminado por la luz de las candelas, creando un efecto de sombras y luces que suavizaba sus facciones, como si de una faz de seda dorada se tratara. Aquella visión volvió a encender los apagados rescoldos del espíritu seductor de Ilya, que no pudo resistir su impulso—. Aunque he de confesar que ver su rostro a la luz de estas velas, señorita Inha, borra de mi alma el miedo a perecer en este lugar, si es a la vista de tanta belleza.

Ante la ayuda de Ilya, la joven la aceptó de buena gana. Le agradaba la compañía de aquel hombre. 

—Gracias, es necesario—dijo en un tono suave, ella estaba orando en medio—. Es usted un caballero muy dulce, muchas veces dicen que el amor es el gran vencedor de la oscuridad porque emana una luz que ni siquiera una vela es capaz de ofrecer. Siga así Ilya, que el corazón entiende de calor, de emociones nobles que atenten contra la noche más oscura. 

​​​​​​Tras decir aquellas palabras, continúo con las velas, orando y encendiendo. Creando luz. 

Los cosacos nos encerraron la ruinosa iglesia con el cuerpo de la bruja.  Mientras mis compañeros encendían las velas, yo busqué algún crucifijo, para ponerlo sobre el cadáver. Quizá tenía la esperanza de que aquello evitara que se levantara... No, no sabía lo que estaba haciendo, no sabía que se hacía para detener a una bruja, pero tenía la necesidad de sentir que estaba haciendo algo.

Después,  saqué de entre mis ropajes el crucifijo que llevaba colgado al cuello y lo dejé descansar sobre mi pecho, bien a la vista.

- Bien Mykola, cerremos el ataúd, pero antes, pongamos este crucifijo sobre el cuerpo. Creo que todos deberíamos tener los nuestros a mano.

Después, me dirigí a la puerta a hacer una petición a los cosacos:

- Por favor, necesitaríamos un poco de agua para bendecir, para acompañar nuestras plegarias rociando el cuerpo con agua bendita,  que limpie su alma de cualquier resto de pecado.

Ilya interpretó las amables palabras de Inha como una invitación a continuar en su cortejo.

—Oh, no se crea que es de mi corazón realmente de donde emana esta luz y este calor. Mi alma es como el pábilo de estas velas que se enciende al contacto con la llama, siendo en este caso usted la llama, señorita Inha. Es de su corazón de donde procede la luz y el calor, no de mi fría alma. Es por eso que no puedo evitar acercarme a usted, pues siento que, en mitad de estos fríos presagios que nos rodean, usted aporta calidez a este momento gélido, y le ruego tenga a bien disculparme si mi presencia le es en algún momento molesta. Veo que ahora está rezando y no quisiera distraerla más, yo también debería hacerlo, seguramente, para evitar males mayores.

Mientras Mykola buscaba un pasaje adecuado para rezar, Inha comenzó a encender las pequeñas velas de sebo con ayuda del caballeroso Ilya. Fiódor busco agua en la iglesia, y Yure encontró un crucifijo ortodoxo de madera con incrustaciones de un palmo de grande, era el tamaño ideal para colocarlo encima de la difunta.

Yure se acercó con el crucifijo a la difunta. Una fuerza misteriosa le obligó a contemplar aquel rostro de sobrenatural belleza. Un nuevo estremecimiento, esta vez más profundo, volvió a recorrer su cuerpo. En aquel rostro no se veía nada que fuera propio de un cadáver: ni la más pequeña mancha, ni la más leve deformación. Y aunque tuviera los ojos cerrados, daba la impresión de que lo estaban mirando... Por un instante se imaginó ver que una lágrima brillando en el ojo izquierdo, detenida por las largas pestañas. Y, en efecto, era una lágrima, que después, al deslizársele por la mejilla, se transformó en una gota de sangre.

Y en ese mismo instante veis horrorizado cómo la muerta abre los ojos y clavando su mirada de odio sobre Yure, que esta tratando de sujetarle el crucifijo entre los brazos. Acto seguido, la muerta se incorporó del todo, arrojando el crucifijo, salto del ataúd y con rígida solemnidad se puso a caminar con los brazos abiertos, como si fuera a agarrar a alguna persona invisible. Un instante después comenzó a dirigirse hacia el atril donde Mykola comenzaba a leer las escrituras.

Inha sonrió con dulzura. 

—No, no me molesta. Al contrario, es inspirador tenerlo a mi lado porque usted es un caballero muy agradable. 

Y más no pudo decir entre los rezos, más la situación que cambió radicalmente cuando al girar se encontró con la difunta totalmente de pie y al parecer de muerta no tenía nada. Sin dudarlo, quizás desde lo más profundo de su ser sacó ese lado barriobajero y cogió uno de los candelabros que tenía una vela encendida. No quería que la bruja se acerque a ella, así que intentó resguardarse con lo primero que encontró. 

Claramente le daría batalla y por ello, desvío la mirada hacia Mykola. 

—¡No dejes de leer los escritos! ¡La palabra de Dios nos tiene que ayudar! 

No sabía si era cierto, pero de algo había que agarrarse y la joven de cabellos rubios pensó que era hora de amigarse con su Dios, el mismo que ella creía haberla abandonado. 

Ilya respondió a las palabras de Inha con una cálida sonrisa. Llevó su mano hacia la vela que sostenía la joven en aquel momento, con intención de hacer que sus manos se tocaran, pero antes de que pudiera hacerlo vio con el rabillo del ojo que la muerta se había incorporado en el ataúd, lo cual volvió a recordarle la razón por la que estaban encerrados en esa iglesia. Aquello había cambiado rápidamente de ser una novela de romance a un cuento de horror.

Antes de que Ilya pudiera reaccionar, vio que Inha, con una notable destreza, agarraba uno de los candelabros para usarlo como arma defensiva y pensó que sería buena idea quedarse junto a ella, pues parecía una mujer aguerrida que sabría darle un buen tarascón a ese demonio en caso de que fuera necesario, aunque seguramente aquello no sería suficiente para salir de aquel atolladero.

La bruja, sin embargo, se dirigía con paso firme hacia Mykola, quien leía pasajes de la escritura con más confusión que seguridad. Ilya recordó de nuevo la oración que había rezado la noche anterior para exorcizar a la vieja y decidió que era el único recurso que parecía haber funcionado hasta el momento. Por ello, empezó a gritar aquel rezo de nuevo:

—¡Kyrie eleison, oh Dios soberano de cielos, tierras e infiernos, omnipotente y victorioso, oh arcángel san Miguel que diriges las huestes angélicas, haz que toda potencia diabólica sea expulsada y desaparezca de tu hija penitente, Kyrie eleison, Christe eleison, por los siglos de los siglos! ¡Amén!

Encontré un crucifijo y me apresuré a ponerlo sobre el cuerpo. Al acercarme, no pude evitar quedarme mirando aquel bello rostro, que para nada haría pensar que hay sido tocado por la muerte. Fue entonces cuando me percaté de una lágrima que fue a convertirse en gota de sangre al llegar a su mejilla. Acto seguido, la bruja abrió los ojos y se deshizo del crucifijo que le había puesto entre las manos. 

Según se encaminaba hacia Mykola, me puse a buscar con Fiódor algo de agua, aunque fuese un charco, una filtración... que poder bendecir y salpicar con ella a aquel ser.

En cuanto las puertas de la iglesia nos aislaron del mundo con un contundente golpe me quedé observando a mis compañeros. No parecían satisfechos pero sí más tranquilos, mas no era yo capaz de compartir la sensación de calma general. Seguía crispado, y el silencio umbrío del lugar me erizaba todavía más, convirtiéndome en un bloque chispeante de tensión.

Me afané en buscar agua para mantener mi atención ocupada. No pude contener un sonoro bufido ante los escarceos amorosos de aquellos dos, ¿a qué imaginación insana podía presentársele un momento tal como la ocasión propicia para jugar a la conquista? ¿Hospedaría su cabeza algo que no fuese serrín y sangre inflamada?

El ruído del cuerpo alzándose tironeó las riendas de mis sentidos hiperestimulados y me giré, sujetando la desvencijada palangana que había hallado en un rincón. Corrí hacia aquel ser enfocando en su figura un haz de puro rencor, y mientras le arrojaba el líquido bendito grité enardecido:

-¡Engendro! ¡Vuelve al agujero!

Mykola se encontraba en el atril, concentrado en la lectura del misal en voz baja, había encontrado varias oraciones que se utilizaban en los funerales.

Cita:

- gritó de repente Fiódor, un escalofrío recorrió la espina dorsal del músico e hizo que levantara la mirada del libro lentamente, no pudiendo más que balbucear varias palabras inconexas mientras la hija del centurión avanzaba hacía él con los brazos abiertos, con la intención de cogerle.

¿Cómo era posible que estuviera viva? ¿por qué su mirada le helaba la sangre?- pensaba mientras miraba aquellos ojos tan inexpresivos, fríos como el hielo, que se habían cruzado con los de él.

Joder, joder..¿por qué a mi?...¡reacciona!- se decía a si mismo una y otra vez nervioso.

Las piernas no le respondían pero la voz sí, manteniéndose firme en el atril, la bruja se acercaba, sin perder tiempo, abrió el libro y empezó a rezar en voz alta.
Nunca había sido muy amigo de Dios, pero si salía de aquella situación, sería su servidor más sincero.

Empezó a rezar, no pudo elegir el pasaje, tan solo cogió el primero que había marcado, pero sí fue entendiendo mientras leía que era un rezo de protección contra el Mal.

Yo, Mykola pido tu auxilio y socorro, cúbreme con tus brazos altísimos y poderosos, purifica mi mente, corazón, cuerpo, alma y espíritu, y no permitas que nada perjudicial penetre en mí.

Señor Dios Uno y Trino, junto con María reinen sobre mí y los míos, hoy y por toda la eternidad y no permitas que nada ni nadie pueda causarme mal.

Cita:

- la voz de Inha resonó en la Iglesia y Mykola asintió con la cabeza continuando con el rezo.

No quitaba la vista del misal, sentía a la bruja cada vez más cerca, con firmeza continuó leyendo rápidamente y con más fuerza que antes.

Señor a ti clamo, creo en Ti, en tu poder y en tu gloria, creo en tu palabra, que es la única que puede alumbrarme; pido perdón por todos mis pecados y faltas, y en el nombre de Jesús y por el poder de su Sangre, te ruego seas magnánimo conmigo, te pido disipes todo lo que me atormenta y lastima, aleja de mi vida y hogar todas las sombras tenebrosas, sálvame de todo mal que venga contra mi y rompe en pedazos las cadenas que me aprisionan.
Amén.”

Volvió a levantar la mirada del libro en dirección a la bruja...¿habría servido de algo?

La mala suerte o puede que fuera el puro miedo que sentía hizo que Yure tropezara cuando la bruja salto de su ataúd, la mala suerte hizo que se golpeara la mano manca causándole un insoportable dolor. Inha agarro el candelabro con firmeza, entonces la cera caliente de las velas comenzó a gotear sobre su mano, produciéndole pequeñas quemaduras.

El agua empapo a la bruja, que se giró rápidamente desconcertada en dirección a Fiódor y empezó a caminar con paso lento pero firme. Sus ojos estaban llenos de pura ira y poco a poco se acercaba cada vez más a al escuchimizado seminarista mientras su camisón blanco chorreaba agua.

Cuando Fiódor vio avanzar a la bruja hacia él recordó una historia que había le había contado su tata hace mucho tiempo. Los espíritus malignos no pueden entrar dentro de los círculos Fiódor, si te ataca Baba Yaga o un Domovik no te deja dormir dibujar un círculo y meteros dentro.

El dolor que sintió en sus manos era inexplicable, pero más fuerte era la necesidad de terminar con aquello. Así que tras esperar el momento oportuno— específicamente cuando la bruja se dirigía hacia su compañero seminarista— para avanzar hacia la mujer con la intención de encender las telas de su vestido con el candelabro. Claramente el fuego podía consumirlo todo, incluso en otras épocas se consideraba como un arma de purificación. Tenía que intentarlo. 

Así que llena de determinación, se aprovecharía de la ventaja para dar ese paso necesario y así terminar con el martirio que delante de todos, incluso del mismo Dios al que no le confiaba nada. Ella tenía su pasado, tenía su vida y también tenía los ovarios necesarios para hacerle frente a lo peor que la vida le ponga en su camino. 

Ni el crucifijo ni el agua bendita parecía detener a ese ser. No se me ocurrió más que tomar otro candelabro, imitando a Inha y esperar que el fuego purificador acabara con la bruja.

Todas aquellas supersticiones que me echaban encima de pequeño me habían parecido tan inútiles como pulverizar perfume sobre una roca. Interesantes limitándose al área cultural o antropológica de nuestro tiempo, pero evidentemente nunca les había atribuído un valor práctico. Finalmente había tenido que rendirme y reverenciar lo irracional, lustrando las botas de la fe. Después de haber rezado al dios cristiano por mi salvación toda humillación parecía liviana, y la ira por ende había prevalecido sobre el desánimo. Aceptaría a un ente creador y omnipotente, pero no que fuese benévolo, simplemente respondía a las adulaciones y solo en ciertos casos. ¿Cuando su rebaño no le prestaba suficiente atención tal vez? ¿Dios era un niño malcriado? ¿Un pastor narcisista? Seguramente la resulta de cruzar una cabra y un pastor narcisista.

De cualquier modo no me destruiría una hechicera en una iglesia. Me podía derrotar algún germen, una epidemia, el hambre o el alcohol. Incluso algún agraviado con un arma tangible desgarrándome el cuerpo. Tal vez me matase yo mismo a no mucho tardar. Pero no esa ramera no-muerta agena a la lógica de la natura.

Siempre me acompañaban dos bolsitas al cinturón: tabaco a la derecha y sal a la izquierda, era un hábito saludable para un joven nervioso y despistado que a menudo se perdía estudiando la vegetación de los bosques y tenía que subsistir cocinando lo que malamente pudiese conseguir fuera de casa.

Aflojé el saquito y sazoné el suelo a mi alrededor con la habilidad de un prestidigitador trazando una amplia circunferencia:

-¡Corred, insensatos! ¡El círculo de sal es protector!   -Impelí a mis compañeros, que se estaban desenvolviendo igual de bien que gansos sorprendidos por la visita del zorro. Una raposa mas bien, en este caso.

Ilya miraba todo aquello con cierta expectación. Inha actuó con rapidez y llevó el candelabro hasta la bruja para prenderle fuego. «Aguerrida y valiente. Esta muchacha es toda una caja de sorpresas», pensó Ilya con admiración. Después, observó como Fiódor creaba un círculo de sal a su alrededor y los convocaba hacia allí para protegerlos. Aquello parecía una superstición ridícula, pero ¡qué diablos!, ya nada era ridículo en esa situación.

Ilya corrió hacia el círculo que había creado Fiódor, pero primero fue hacia Inha, la agarró del brazo y la llevó consigo.

—¡Buen trabajo, señorita Inha! Pero ahora hay que ponerse a resguardo. ¡Vamos!

Una vez que estuvieron dentro del círculo de sal, Ilya protegió a Inha rodeándola con sus brazos. Bien sabía el condenado donjuán que ella tenía más opciones de protegerla a él que viceversa, pero sus instintos fueron una vez más superiores a su razonamiento.