Partida Rol por web

¡Maldita sea! rugió al ver a los nuevos enemigos surgidos de la nada. Por suerte y mas bien puro reflejo, consiguió detener el golpe de uno de ellos. Sin embargo, falló su golpe. 

Vasile se enfrentó al monstruo llevando encima demasiada inercia, al parar su golpe este se deslizó por el escudo hasta impactarle de lleno en el bajo vientre, arrancándole todo el aire de los pulmones a medida que sentía el ceder del tejido de su carne y el calor de la sangre alcanzar sus piernas por debajo de los pantalones.

- Dioses... ¡Juaaarck! -la arcada por el dolor casi lo dobló por la mitad.

A- Si puedo Atacar:

El elfo, quedó atónito ante aquella reacción del shaman y su hechizo... Pudo contener su voluntad, solo pensaba en que esas mujeres morirían de una manera atroz, logrando con esto que su mente saliera de la neblina en la que estaba sumergida. 

Para su horror, aquella figura que se presentó en las espaldas del shaman, dejo al pobre elfo con un miedo sin igual, mas llevado por su valor y el deseo de evitar cualquier mal a las jóvenes doncellas... realizo un rápido movimiento con su arma, buscando clavar con premura cada golpe... sus instintos le decían que debía correr.

B- Si me vale madre todo:

 El elfo, quedó atónito ante aquella reacción del shaman y su hechizo... Pudo contener su voluntad, solo pensaba en que esas mujeres morirían de una manera atroz, logrando con esto que su mente saliera de la neblina en la que estaba sumergida, mas para su horror, no pudo reaccionar, por que aquella visión de horror, que sobrepasaba incluso los cuentos de fantasía que les contaba su madre mucho tiempo atrás.

Presa del pánico, casi se cae al retroceder poco a poco. Sus miembros temblaban y sus ojos llorosos, no dejaban ver mas que un grito ahogado.

No era el momento de fallar. Aunque estuviera más que mermado el hechicero volvió a utilizar su cuerpo como canalizador del inmenso poder que le rodeaba para volver a crear un proyectil que lanzó con virulencia hacia el chamán. 

La cabeza le daba vueltas y no era muy consciente de la grave situación en la que estaban, pero tenía entre ceja y ceja la idea de acabar con ese engendro, y moriría intentándolo si hacía falta. No podía permitir que llevaran el ritual a cabo. 

El corpachón de Vasile tropezó con el cuerpo semipodrido de uno de los portadores de plaga. El violento impacto por sorpresa lo dejó fuera de combate. Marius pudo esquivar con rapidez el ataque gracias a su escudo y Hans pudo esquivarlo a tiempo, evitando recibir un buen golpe. Luis intentó acuchillar a la criatura pero la inercia le desvió el ataque.

Eldillor alcanzó al chamán con su rápido ataque de lanza. Primero la hoja penetró un poco en las costillas y luego atravesó la mano izquierda del chamán. La sangre salía a borbotones rociando la tierra a su alrrededor hasta que un dardo de luz atravesó su estómago. El hechizo de Albert hizo que el chamán cayera al suelo, incapacitado y medio muerto.

El tambor cesó de repente, Los berridos y pisotones de la macabra danza detuvieron su ritmo y el campamento Gor quedó en silencio. Muchos Gor parecían confundidos. Otros miraban a un lado y a otro parpadeando sin saber qué pasaba. Los demonios de la plaga se deshicieron en el agua putrefacta del pantano, como mantequilla expuesta al tórrido sol de verano.

Tan solo el llanto y sollozo de las cautivas humanas, algunas desnudas y atadas, llenaba el aire.

Una vez muerto el chamán los monstruos del pantano desaparecieron y los gors quedaron desorientados al haberse interrumpido el ritual de golpe. Seguían siendo muchos, les doblaban en número o más bien les triplicaban. No había una victoria posible, no al menos sin muchas bajas. Por ello, la única opción viable era intentar huir con las damas antes de que los hombres bestia reaccionaran.

Marius se acercó a una de las mujeres, le miró a los ojos. Leyó en su asustada mirada verde el terror que había sentido y las ganas de salir de allí. El gladiador asintió. No hizo falta más para que aquella jovencita, que no superaba los veinte años por mucho, se pusiera en marcha.

Marius empezó a desandar el camino de regreso al campamento de la mano de ojos verdes. El resto de mujeres empezó a seguirles por inercia. Debían alejarse cuanto antes de aquel lugar maldito. Era necesario por el bien de todos. No sabían cuando iban a reaccionar los gors. Además, alguno de sus compañeros estaba malherido.

- Vamos amigos, ya habrá tiempo para regresar y acabar con esta amenaza. Lo importante ahora es poner a salvo a las señoritas... - Les dijo a sus compañeros en tono de voz muy bajo. No quería alertar a las bestias.

Vasile hizo hueco con su escudo para que las supervivientes pudiesen salir de allí, aprovechando sus cuerpos desnudos pasa buscar la marca del Caos cuyo efecto había podido ver demasiado de cerca. Pasándose el índice por el ojo para luego tamborilearse la frente como gesto a sus compañeros esperó estos comprendiesen lo que les indicaba pues no quería decirlo en alto y causar pánico.

- Volvamos a casa- dijo con voz ahogada el estirlandés-, necesito ver a un galeno.

Por el camino de vuelta recogió la pistola que puerca contribución había hecho durante aquella odisea y se la quedó mirando un momento con gesto apenado, seguía siendo el último vestigio que le quedaba de la persona que fue Hlüger de Nuln y su hija Wilda.

- Esta vez lo conseguimos, Hlüger -aquella realización se le atragantaba-; por Morr que esta vez sí.

El hechicero vio como las criaturas caían en un estado de aturdimiento. Miro al elfo y le hizo el gesto de rematar al chamán. 

- No veo marca, pero una vez muerto el perro se acabó la rabia. Vámonos, yo no puedo más. Crearé una distracción. Volvamos sobre nuestros pasos, rápido. 

Tras esto susurro a sus compañeros más cercanos.

- Si pasa algo raro con las mujeres ya sabéis que hacer. Estad atentos.

Dicho esto comenzaría a andar. No había nada más que hacer.

Tras ver caer al agonizante shaman, el elfo observo su alrededor y percato del consejo del hechicero. Sin pensarlo dos veces, este se aproximó a aquella vil criatura y con su lanza, atravesó su craneo.

-A ver si ahora invocas mas cosas raras en el otro mundo- refiriéndose a que su alma no pararía en buen sitio.

Luego de esto, deseo matar a cada uno de los seres que allí se encontraban, pero la prudencia llamaba a actuar en pos de las jóvenes mujeres que yacían allí.

Mientras ayudaba a que estas se incorporaran y corrieran en dirección a donde habíamos venido, buscaba por mas supervivientes. 

Hans se quedó en la retaguardia vigilando la reacción de los aturdidos gors y aunque, al final,  todo habia salido bien y los prisioneros habian sido rescatados, la sensación de que se dejaban algo por hacer invadía al flagelante. Quizás más tarde, cuando las mujeres estuvieran a salvo, podrian organizar una batida y darles caza. No debía quedar ninguno con vida. Había que hacerles pagar con sangre su atrevimiento. Eso era lo único que aquellos seres entendía. 

Entre ayudar y moverse en el entorno rápidamente, pudo notar algo de interés... observo el bastón del shaman y sus insignias parecieron interesantes. Algo había en este artefacto que causó intriga y conmoción, por lo que no se distrajo mucho, tomo su capa, cortó un buen trozo y envolvió el basto.

-Seguro que lo querrán devuelta estos malditos, veamos si se atreven a venir por esto- dijo para si con el en mano y tono de reto.

Deseaba romperlo, pero no sabia si esto traería consecuencias explosivas o algo muy macabro al entorno.