Partida Rol por web

Su última estocada había echo caer a aquella bestia y cuando se encaró hacia la segunda pudo ver como una flecha le atravesaba la cabeza. Por esta vez había librado de caer muerto en las nieves. Fue a apuntar hacia la bestia que estaba acosando a Helga pero antes de que pudiera apuntar vio como un rayo destrozaba a aquella bestia. Con el enemigo más cercano abatido y haciendo caso a las palabras de Oronel, se movió hacia él 

- ¡Debemos llegar a las puertas y defender las murallas! les gritó a Helga y Oskar aún algo alejados. Las criaturas estaban sembrando el caos en las murallas, la mejor posición defensiva. Pero lo primero era llegar vivos a las puertas. Junto a Oronel esperó a que Helga y Oskar llegaran hasta ellos disparando con su ballesta a la primera criatura que se les pusiera por delante.

-¡Casi estamos!- gritó Beorne mientras otro carromato atravesaba las puertas. Los defensores de la villa, alertados por los gritos y los ruidos de lucha, corrían a lo largo de los muros para unirse al combate. Mientras tanto, más yetis trepaban por los muros y atravesaban las puertas, arrollando a los guardias. Otro de los Yetis que cargaba hacia ellos cayó fulminado por un virote de Daelios levantando una polvareda de nieve.

-Lo tendremos difícil para mantener las puertas teniendo esas bestias por encima de nosotros-gruñó Golpeacero cuando vio al grupo acercarse corriendo-. ¡Rápido, a los muros!

Cerca de los muros podían ver varios Yetis trepando por ellos y luchando con los guardias que estaban tratando de defenderlos. Uno de los Yetis había subido a lo alto de la torre donde antes estaba la guardia que había dado la bienvenida a la caravana. De ella no había rastro. La bestia desde su posición acababa de coger una piedra de la propia torre y la había lanzado hacia el interior de la ciudad donde se escuchaban gritos de terror.

La tormenta seguía azotando contra las murallas de Bryn Shander. Los Yetis intentaban trepar los muros y la bárbara no podía dejar que lo consiguieran.

- ¡A las murallas! ¡No dejéis que lleguen a lo alto! ¡Están lanzando rocas!

Con dificultad logró alcanzar al resto de defensores, para así, en grupo ejercer una fuerza para repeler la invasión.

Helga trató de clavar el hacha en una de las piernas de los yetis trepadores, pero fue demasiado lenta y el acero rebotó contra la piedra mientras la criatura seguía ascendiendo...

-¡JAJAJAJAJA! - rió Oskar con un pue sobre el yeti que acbaba de caer, claramente embriagado por el momento de la batalla.
Se apremió a reunirse con sus compañeros al oír sus gritos. Lo mejor era avanzar unidos.
A la cabeza del grupo para protegerlos de los yetis que se lanzaran contra ellos, alzó su martillo para invocar la Llama Sagrada sobre el yeti que veía en lo alto de la muralla.

Oronel observó la muralla y cómo el conjuro de Oskar hacía estallar en llamas al yeti de arriba del todo. El brujo lo eligió como objetivo y disparó una nueva descarga purpúrea que incendió el aire y lo llenó con el olor del ozono. Era mucha distancia y el rayo apenas lo rozó pero el semielfo esperó que fuera suficiente junto al primer ataque de Oskar para tumbarlo.

Por fin se habían reunido y actuaban como un martillo pilón en conjunto, se aproximaron hacia la muralla para ver como esta estaba siendo ocupada por los Yetis. Helga se adelanto para evitar que uno de los yetis pudiera subir junto al resto mientras que Oskar y Oronel atacaban a los de arriba.

Daelios apuntó al mismo Yeti que estaba intentando subir, los de arriba ya los irían conteniendo pero si subían más era la perdición de Bryn Sahnder. Pero estaba demasiado alejado aún y la ventisca no favorecia en nada. El virote salió a tomar vientos y se estrelló contra la muralla cerca de otro Yeti al que no había apuntado. Maldijo su fallo pues cada virote que fallaba suponía una catastrofe para los defensores.

El yeti aguantó la llama que le había lanzado oskar pues no lograron prender el helado pelaje de la bestia. La criatura le miró con furia y saltó hacia él cayendo los dos por los suelos entre la nieve. Helga por su parte se vio sorprendida por un yeti mientras atacaba a otro. La criatura logró golpearla con sus garras tratando de atraparla por los brazos para matarla. 

Un poco mas lejos Oronel se apartaba de la trayectoria de una gran roca que le había lanzado el yeti de la torre. Mientras, en la muralla caían soldados y yetis, muertos en el combate, pero si no se daban prisa estaba claro que las bestias acabarían arrasándolo todo.

¡¿Pero que demonios?! - gritó Helga al verse asaltada por otro yeti, mientras el primero se le escapaba trepando muralla arriba.

Este no solo le había clavado sus zarpas, sino que intentaba apretarla en un abrazo mortal. Pero la bárbara, llena de rabia dió un cabezazo el morro haciéndole perder el equilibrio y soltandola en el último momento.

Estaba empezando a agotarse, a sentirse algo mareada. Notaba como la sangre caliente le corría por un costado.

¡Vamos criatura! ¡Inténtalo de nuevo! - exclamó sin miedo, golpeando el hacha contra el escudo.

El yeti continuaba golpeando a Helga, golpe tras golpe, arañazos, mordiscos. Estaba lleno de rabia y furia y la descargaba con todas sus fuerzas contra la guerrera. Otro de ellos, el que se había lanzado sobre Oskar trató de aplastarlo con sus puños pero el enano rodó por la nieve esquivando los golpes. Cerca de Daelios una de las criaturas atrapó a uno de los guardias de la caravana, golpeando su cabeza contra el último de los carros que ya estaba entrando en la ciudad y matándolo al instante. Mientras, desde la torre, el otro yeti seguía lanzando cascotes sin acertar, por suerte, a nadie.

En el último giro de Oskar el yeti tuvo la suerte de lograr acertarle en sus enloquecidos golpes, con tal fuerza que la cara del enanon quedó destrozada. La sangre lo empapaba y teñía la nieve a su alrededor. Sólo la suerte decidiría si viviría un día más o si moriría defendiendo aquellas murallas.

Oronel echó a correr hacia Oskar mientras sacaba su arma y sorprendió al yeti que la atacaba por la espalda, tratando de pillarlo desprevenido. Lamentablemente, la nieve hacia el suelo resbaladizo y su ataque no fue todo lo bueno que le hubiera gustado

La llegada a la muralla fue más dura de lo que había sido la defensa del carro. En estos momentos eran los yetis los defensores de la muralla y desbancarlos mientras tenían la posición elevada iba a ser hartamente complicado y el primero en pagar las consecuencias fue Oskar que recibió un golpe desde los cielos. Oronel fue rápidamente a ayudarle, fue a disparar tambien ha ese mismo objetivo para que Oskar quedara libre pero giró brevemente los ojos para ver como Helga estaba siendo malherida por otro Yeti. Aquello se ponía mal. Confiando en el ataque de Oronel Daelios apuntó al Yeti que atacaba a Helga para que esta quedara libre y pudiera unirse a la ayuda del enano.

Aquel cambio de posición y la batalla que libraban ambos cuerpo a cuerpo le hizo dudar y un instante y aquello era fatal con una ballesta, pues el virote volvió a estrellarse contra la muralla. Maldijo en voz baja mientras se arrimaba hacia Oronel para cubrirle pero a distancia suficiente para evitar los ataques del Yeti que había tumbado a Oskar.

Las bestias no precisan retroceder ante la ferocidad de los defensores de la ciudad. Helga seguía peleando con todas su fuerza y su rabia desatada, pero nada parecía suficiente para detener la invasión.

Aún así, ella hacía alarde de su resistencia al dolor. Tenía heridas por todo el cuerpo que hubieran hecho desfallecer a cualquier guerrero, pero ella parecía ignorarlas.

Su brazo izquierdo apenas podía sostener el escudo por encima del pecho. Sus piernas temblaban de vez en cuando. Estaba exhausta y aún y así seguiría peleando...

- No lograreis entrar... - maldijo entre dientes, saboreando la roja sangre de sus propios labios antes de limpiarse.

Oskar había caído, derribado por los golpes de una de las bestias que asediaban Bryn Shander. Cuando el yeti lo iba a rematar fue atacado por Oronel que no logró matar al yeti pero si desviar su atención salvando asi la vida de su compañero. Al menos por un tiempo. Mientras tanto junto al muro Helga defendía el último carro atacando, con sus últimas fuerzas a una de las criaturas. 

El último carromato pasaba a su lado cruzando la puerta, con Brima Silverriver a su lado. Su hacha y escudo estában salpicados de sangre. Mientras retrocedía, gritaba ordenes desesperadas:

-¡Ese era el último de los carromatos!¡Vamos, entrad! ¡Cerrad las Puertas!- No había terminado de hablar cuando una imponente figura sale de entre la tormenta; un yeti anciano con garras como cuchillos de obsidiana y ojos crueles que prometen una fría muerte. Le criatura lanza un aullido aterrorizador y carga hacia la enana lanzandola por los aires con un golpe y plantandose en mitad de la puerta, mientras más yetis vienen a la carrera detrás suya. Si no se cierran las puertas pronto, los aldeanos sufrirán las consecuencias. 

Los hilos de sangre de Oskar que bañaban la nieve a su alrededor parecían ir menguando… pero en una situación como aquella, nada estaba escrito en piedra…

El semielfo, concentrado en salvar a oskar, ignoró la llegada del anciano yeti y su ataque sobre la enana. Tenía otros asunto acuciantes entre las manos, como no morir a manos de su propio yeti. El brujo lo señaló y lo maldijo en éfico para hacerlo más vulnerable a sus ataques y, a continuación, se lanzó en un frenesí de golpes que trataban de romper las defensas del monstruo.

Finalmente, su esfuerzo dió resultado y encontró una abertura. El brujo, gracias a la maldición, pudo hundir la espada en su cuerpo. No tanto como le hubiera gustado, pero bastante. El semielfo la retiró rápidamente y observó cómo reaccionaba el monstruo a la dolorosa herida.

Tras la posición de Oronel seguía con interés el combate de Helga contra el yeti, había fallado su tiro y no se podía permitir otro fallo y más aún cuando un gran yeti apareció y mandó a Brima disparada hacia el interior de las puertas. Las carretas estaban dentro, debían de cerrar las puertas antes de que llegaran más pero no se podían permitir el lujo de fallar, más tiros. Debía liberar a Helga mientras Oronel hacía lo propio para acabar con el que amenazaba la vida de Oskar.

Volvió a apuntar al Yeti pero justo en el momento de apuntar se puso Helga en medio por el fregor del combate y tuvo que desviar la ballesta que envió el virote a los cielos. Volvió a maldecir todo lo que pudo y empezó a gritar para que todo el que pudiera corriera a cerrar la puerta.

Helga seguía luchando con ferocidad, cuando vio de reojo como una criatura todavía más temible se cernía sobre la puerta principal. - Estamos acabados... - pensó con rabia. Pero pese a todo tomó aire e intentó seguir peleando hasta el último aliento. 

- ¡Muérete monstruo apestoso! - rugió dándole un nuevo tajo que dejaba al yeti a punto de caer sobre la nieve. 

En ese momento la gran criatura se lanzó contra Brima, dejándola hecha un trapo. - ¡Van a entrar! - avisó a sus compañeros de caravana. - ¡Contenedle en la puerta!

Pero salvo por sus gritos no podía hacer mucho más que seguir en pie y luchar...

Nunca quedó claro que pasó en ese instante en mitad de aquella ventisca en el valle helado. Dicen que en la hora más oscura, cuando todo parece perdido, la luz brilla con más fuerza para combatir a las sombras que moran las tierras de Faerun.

Lo que sí sabemos es lo que contaría más tarde Oskar en las tabernas entre jarra y jarra de cerveza…

El enanon jura y reta a quien le lleve la contraria a dar valor a sus palabras que las nubes se abrieron y de entre ellas un rayo de luz roja, de luz proveniente de la misma fragua de Gond cruzó el viento helado cargado de nieve, impactó al enanon que yacía en la nieve regándola con su sangre… Transportado por la propia voluntad del dios se elevó dos palmos en el aire poniéndose en pie con su escudo y el martillo de guerra en la otra, sus heridas sanadas y revitalizado hasta el punto de que saltó para darse mayor impulso e impactar contra la cabeza del yeti que lo había derribado reventándola como una sandía que salpicó las ropas de Oronel y del propio Oskar.

- ¡¡¡Por GOOOOOOOOONNNDDDDDDD!!! – gritó alzando su martillo refulgiente.

El semielfo clavó su espada con furia contra el yeti. Pero la criatura no parecía ni enterarse. Bramando levanto su garra para golpear a Oronel pero el rugido se convirtió en un gorgoteo. La bestia cayo de rodillas al suelo y se desplomó sin vida. Helga clavó su hacha en el pecho del otro Yeti incrustandola en él con tanta fuerza que tuvo que apoyar su pierna y hacer fuerza para separarla del cadaver de la peluda criatura.

Brima, con ayuda de uno de los mercaderes se ponía en pie con dificultad. Varios guardias trataron de impedir que los yetis siguieran entrando formando un muro de escudos pero el gran yeti desbarató la formación golpeandolos con furia y lanzandolos por los aires. Dos de aquellos guardias no volvieron a levantarse.

Fue entonces, como si los dioses mismos hubieran intervenido  que Oskar se puso en pie de un salto y con su grito de batalla se lanzó a la carga. El yeti que lo había golpeado ya estaba muerto a manos de Oronel  pero muchos otros se acercaban. Sin ser consciente de hacia donde se lanzaba Oskar golpeó al yeti mas cercano en la cabeza hundiendosela y tumbandolo al instante. Con ansias de guerra renovadas Oskar había vuelto a la batalla.