Partida Rol por web

Ella mira el plato con cierta gula casi con un tono infantil.

- Te prestaría una de la docena, pero realmente... solo me queda una y la quiero conservar para mi - sonríe pensativa, llevandole a elucubrar porqué una abuela estaría ensenando protocolos a un crío en vez de regalarle bombones y caramelos, mientras le da una caricia en el cabello.

Toma un poco de salchicha, encantada por la pregunta.

- Lo meto en el rato de correr que tengo los domingos y la hora de pilates tres veces a la semana cuando tengo trabajo. Hay que alimentarse bien. Las mujeres que no comen por vergüenza, no saben lo que se pierden.

-Hum, pones la miel en los labios y luego me das con la puerta en las narices... Qué mujer más mala, ¿eso lo saben tus niños? ¿que niegas abuelas a otros?- bromea y mira con placer cómo comes.

Le debe parecer raro ver a una chica como tú comer así, algo notable cuando te pregunta dónde lo metes.

-Creo que solo he conocido mujeres que no comen, en general... De esas que piensan que es pecado porque no quieren pagar otra operación para quitárselo de encima- trata de bromear con ello, pero notas que hay verdad en lo que dice y quizás cierta amargura. -Me sorprendes, gratamente... Y tú comida sin duda huele deliciosa- acaba su expresso de un último trago.

- Y ¿por qué conoces a ese tipo de mujeres? No es agradable pasarse el día contando calorías por un ideal que no es ni estético ni nada. Es mejor vivir la vida tal y como viene, tratando de mantener equilibrio en todo lo que se hace. 

Le tendí mi plato por si le daba algo de vergüenza. 

- Podemos compartir, puedo sobrevivir con media ración de salchichas y de panqueques - me reí - Venga, insisto - mientras tomaba otro bocado de las tortitas - El mundo de los niños es más interesante. De ellos aprendes mucho. Si tienen ganas de comer, comen, sin preocuparse si luego tendrán o no michelines. Es una manera sencilla de ver la vida. Y feliz. ¿Tienes planes para hoy?

-Por qué conozco a esas mujeres... Es una buena pregunta- sonríe. -Creo que no hay otro tipo de mujer que se me acerque, o será que todas las de mis círculos sociales están cortadas con el mismo patrón para no salirse mucho del tiesto... Quizás por eso me aburren.

Alza una ceja sorprendido de que compartas tu comida con él, es un gesto que aunque le parece raro, le complace. Toma los otros cubiertos que ya tenía y picotea de tu plato ante la invitación. Saborea con la boca llena las salchichas y traga gustoso la comida.

-Delicioso...- dice mirándote fijamente. -Creo que mi infancia fue mucho más compleja que eso, debí tener una maestra como tú...- bromea. -Y no... Tengo un día libre después de ni se sabe cuánto tiempo, no pensé en nada concreto para hoy, ¿me sugieres algo?

- Es una pena que para un día libre que tienes, no hayas planeado nada para hacer - te dice con un gesto de verdadera contricción - Por suerte hoy no es un sabado cualquiera, sino que es un día especial. Se celebra la vigesimo sexta regata de la Universidad de Berkeley. Los chicos de la deltadeltabeta competiran con ipsilongammazeta... entre otros. Había pensado untarme un poco de crema protectora en la nariz, coger una botella de agua y acercarme a la orilla del rio Ángels para sentarme a animar a que vaya más retrasado - divertida

Toma un poco de salchicha poniendo los ojos en blanco con cara de "venga, te voy a reconocer algo, pero chitón"

- Vale... lo reconozco. Voy a ir porque ponen unas manzanas de caramelo en los puestos ambulantes y tras la entrega de premios el decano trae un grupo revelación. El anyo pasado fueron los Tokyo Hotel. A saber con quien sorprende este curso

Se reclina en la silla, cruzando las piernas, muy tranquila. Todos sus gestos son suaves, comedidos y en cierta medida, demostrando que no tiene prisa en absoluto, que el tiempo es infinito y eterno. O al menos que este instante lo es.

-Que suerte la mía sí, que estoy con una preciosa mujer que me sugiere un buen plan para pasar mi día libre... Y que con suerte me dejará acompañarla- sonríe, tratando de parecer encantador para ver si cuela. -Te invito a la manzana de caramelo más grande que haya... Y probaré yo otra, suena muy apetecible ese plan.

Acaba su café y sus ojos estudian tus movimientos tranquilos, con media sonrisa en sus labios. Parece gustarle todo lo que ve en ti, no solo el físico, sino los gestos también.

-No sé qué es Tokyo hotel...- confiesa algo confuso por el nombre del grupo. -Pero si te quedas al concierto de después, también me gustaría escucharlo... Quizás por ampliar horizontes.

- Los Tokyo Hotel fue un grupo que se puso de moda el año pasado. El decano quiso complacer a las del club de danza y acabó trayendolos. No se quien vendrá hoy pero bueno, cualquier cosa está bien para pasar un rato. Por desgracia mi amiga Anna me avisó a última hora que no podría venir, así que si me acompañas, te lo agradecería mucho.

Traga un poco más de tortita pasándose la lengua por los labios, quitando un poco de mermelada que había quedado en la comisura. 

- Si no te parece aburrido... claro - se apresura, mirándote fráncamente a los ojos - Si te apetece otra cosa, estoy abierta a otras posibilidades.

-Creo que estoy muy obsoleto como para saber de grupos de moda... Pero me gustará pasar el rato y trata de suplir la ausencia de tu amiga Anna- sonríe de nuevo, más relajado porque quieras pasar el día con él, de una forma u otra.

Sus ojos siguen el movimiento de tu lengua embobado. Cuando se da cuenta carraspea y mira a otro lado rápido, como si pensara que se ha propasado. No sabe donde posar su mirada y entrelaza sus manos, acabando por mirar las mismas.

-Eh... ¡No! No me parece aburrido, para nada, al contrario- te mira de nuevo a los ojos, volviendo a sonreír ante ese brillo de franqueza. -Me gustará acompañarte, de verdad.

- En tal caso, podemos ponernos en camino - digo llamando al camarero para me traiga la cuenta - A menos que te apetezca tomar algo más - digo mirando su taza de café vacía y los restos del desayuno copioso que hemos compartido. 

Nunca jamás me había pasado esto. ¿Quien eres y que has hecho con Amanda Thompson? Jamás me había sentado con un hombre que acababa de conocer, pero, no sabía por qué, mi yo me había indicado que este era Él. 

Cuando el camarero llega con la cuenta saco la cartera y pongo un billete de 20 dólares encima del platillo

- Cuéntame algo de ti - le dije.

-Ah, no- niega él y te devuelve el billete, dejando su tarjeta al camarero. -Yo invito, es lo justo porque hayas compartido tu tiempo conmigo- sonríe e indica al camarero que se marche y se cobre, con un sutil gesto.

-Cosas sobre mí... ¿qué tipo de cosas? Te advierto que algunas son alto secreto y después de contarlas deberé matarte, por mucho que me duela- bromea. -Pregunta y contesto, lo que quieras... Mi vida es demasiado simple me temo.

Pongo un gesto de fastidio. 

- No es justo, era mi desayuno, así que yo debía pagarlo - parece que se siente incómoda - Ahora me tendrás que dejar qeu te invite a una gran manzana de caramelo ¿vale? - recogiendo el billete con extrema vergüenza - Y no acepto un no por respuesta. 

Me levanto cuando el camarero le trae la cuenta, mirándole con curiosidad. 

- No se, podrías contarme como se llamaba tu mascota de niño o si te gustaba hacer cabañas en los árboles. Yo tenía un calcetín llamado Señor Tommy, porque en la punta de la nariz tenía un roto y mi madre les llamaba tomatitos - me río - Cuando era niña, muy pequeña, mi padre venía por las noches y me contaba un cuento con sr. Tommy de marioneta.

-Es imposible que pueda negarme a una manzana de caramelo- sonríe de forma galán, no parecía querer que te sintieras mal porque él pagara, sino que debe estar acostumbrado a ello.

Recoge su tarjeta de crédito y se levanta. -Me temo... Me temo que no tengo ningún recuerdo así. En casa no se nos permitía tener ningún tipo de animal, eran sucios- explica, con naturalidad, no parece sentirse molesto en absoluto de hablar de esas cosas. -Las cabañas en los árboles eran para los niños que podían salir al jardín a jugar y ensuciarse, eso tampoco pasó nunca... Si me ensuciaba recibía una reprimenda por no darle valor a las ropas que llevaba... Y no tardé en ir a internados, desde siempre... Así que no había opción a cuentos para dormir, ni siquiera la niñera se prestaba a ello.

Ella se para un momento deteniéndote con la mano, pero luego quitando el contacto físico, consciente de que ha sido atrevida. 

- ¿De veras? - parece como si estuviera arrepentida de mostrar cierta compasión y pena - ¿No salías a jugar? ¿Ni tenías una cabaña en un árbol? ¿Ni cuentos? - en su cabeza todo parece dar vueltas y hay algo que parece no casar - ¿Por qué fueron tan crueles? - ella te mira extrañada - Perdona, quizás me he sobrepasado, pero lo que más necesita un niño es cariño y que le quieran. Es en lo que se va a basar todo su yo futuro. 

¿Una niñera? ¿Y dónde estaba su madre? ¿No tenía hermanos que pasaran el tiempo con él? Me estaba entrando un cierto sentimiento de ternura y deseaba con toda mi fuerza abrazarle... ¿por qué me sucedía eso? Una persona que acababa de conocer, pero deseaba... deseaba ¿qué es lo que deseaba? 

Tras calmarme... 

- Bueno demos un paseo. Es buen día para estar al aire libre - respiré más tranquila, devolviendole una sonrisa reparadora.

Sonríe con cierta incomodidad ante tus preguntas.

-Bueno, no creo que fueran crueles o no lo pretendían, trataban de educarme como los educaron a ellos supongo. Además, así aprendí a leer antes que los demás niños y leí mis propios cuentos- trata de bromear, quitando peso al asunto. Esboza una sonrisa amable, más relajada, ante tus disculpas. -No hay nada que perdonar, supongo que es complicado de ver el punto de vista de mis padres, pero no me ha ido tan mal.

Comienza a caminar a tu lado, siguiendo tus pasos de cerca, pero respetando tu espacio vital. Robert parecía caballeroso y respetuoso para todo. -Claro, vamos a ver esa carrera y a que me invites a una manzana de caramelo.

- Mira - señala - Ya tenemos ahi los vendedores de manzanas.... y los de algodón de azúcar. Mi abuelo solía comprarme uno cuando me llevaba a ver los fuegos del cuatro de julio. 

Ella se queda un poco a tu lado, algo tímida porque nunca ha sido tan atrevida con un "extraño" pero parece sentirse muy cómoda. 

- ¿Tienes hermanos?

-Mmmm, sí, ya me llega el olor a caramelo...- sonríe. -A mí me las compraba mi abuela cuando iba a visitarla, cuando íbamos a ver los rodeos... Ella es de Texas- aclara y se aventura a tomar tu mano, debido a la distancia y quizás como un acercamiento para ver qué pasa.

-Eh... No, soy hijo único- niega. -¿Tú tienes hermanos?

Una chispa parece recorrer mi mano, Como puede ser que conociendole tan poco... me sienta tan.... tan...? No se expresarlo, pero al ver que toma mi mano, elevo los ojos sonriéndole. No recuerdo haber sido tan tímida (o atrevida según se quiera mirar) con un hombre desde que iba al instituto.

- Texana? - pregunta divertido - No te imagino con un sombrero de cowboy y una cuerda. Ni comiendo una manzana de caramelo. Pero seguro que estabas adorable.

El paseo se hace aún más interesante al tener su mano conmigo y sin saber por qué, esta desprende cierto calor que pasa a traves de nuestras palmas y me llega a ... algún punto.

- Tres. Tengo tres hermanos menores, a cada cual más travieso y revoltoso. Aunque, bueno, ahora ya son hombres hechos y derechos - sonríe de algún recuerdo mientras se acerca al puesto ambulante - Dos, por favor - sacando un billete de cinco dólares.

-Sí, texana... Y sí que tenía un sombrero de vaquero, me hacía daño en las orejas cuando mi abuela me lo metía a presión- ríe, acordándose de ello. -Aunque el lazo entonces no sabía usarlo... Y comiendo una manzana de caramelo puedes verme ahora, no tienes que imaginar nada- te guiña un ojo, de buen humor.

Al ver que no te molesta que te coja la mano, afianza el contacto entrelazando con algo más de fuerza sus dedos alrededor de los tuyos. Su pulgar acaricia con suavidad la palma de tu mano. El hombre del puesto os atiende y Robert coge su manzana. Va a darle un bocado, pero para y te mira.

-Vaya hermanos... ¿Debo temer que vengan a darme una paliza si me porto mal con su hermana mayor?- bromea y da un mordisco a la manzana.

Le tiendo la manzana que le pertenece a él mientras mordisqueo la mia con una sonrisa traviesa al escuchar lo de meterle el sombrero por las orejas a la fuerza. Menudo elemento gracioso tendría que ser. 

Volvemos a caminar y por instinto, mi mano busca la suya. 

- Mis hermanos son buenos chicos. Aunque jóvenes. Demasiado jóvenes e impulsivos. No te preocupes, no tienes nada que temer de ellos - me río - Eres un hombre hecho y derecho. Además, los dos mayores están en la universidad, en la costa Este y el pequeño aún no acabo el instituto. 

El da pequeños mordiscos a la manzana, masticando de forma educada. No abre la boca para hablar mientras come, seguramente para no romper la educación tan estricta a la que parece que le han sometido. Traga antes de hablar.

Acaricia tu mano cuando nota su contacto y entrelaza sus dedos con los tuyos. Lo hace con naturalidad, sin darle demasiada importancia como para crear un debate de ello, pero le ves sonreír cuando al fin os cogéis de la mano.

-Dos universitarios y uno en el instituto... ¿Vive contigo o... con tus padres?- pregunta con curiosidad y vuelve a sus pequeños bocados a la manzana.