Partida Rol por web

El director permanece sentado frente a todos sus papeles, inclinado sobre la mesa sin soltar su bolígrafo, como si vuestra presencia fuera tan sólo una breve pausa antes de regresar a la monótona tarea. Su gesto es serio, adusto, aunque quienes ya habéis tratado con él creéis reconocer en ello una cualidad de su personalidad más que de la situación. Su ojo sano sólo parece reaccionar al nombrarse a Cassandra, momento en que se entrecierra con suspicacia, atendiendo a la supuesta profecía con sumo interés. Al finalizar, se hace un tenso silencio, que se mantiene tras dejar suavemente García el bolígrafo sobre la mesa.

Profecías, lo que nos faltaba... -Masculla entre dientes, visiblemente molesto- Lo malo de las profecías es que todo el mundo tiene claro que lo que ya ha pasado concuerda con ellas, pero no hay manera de interpretar exactamente lo que va a pasar. -Afirma, y en su tono de voz parece bislumbrarse algún tipo de mala experiencia en asuntos similares- Habéis hecho bien en contármelo. Extremaremos las precauciones y consultaré el asunto con Rasputín. De todos modos, no dejéis que esas palabras os alarmen más de la cuenta. Las profecías siempre son advertencias demasiado vagas, esa "muerte afilada" podría ser cualquier cosa, incluso una forma de definir a un nuevo alumno. Es muy sencillo caer en el alarmismo...

Eclipse retrocedió mientras cogía su arma y la colocaba en su mano derecha.  Se puso en el lugar donde se suponía que debería estar para ese enfrentamiento y apretó los dientes. ¿Matarse? No, claro que no. Como mucho le haría una cicatriz para darle un aire interesante. Así las mujeres quizá se interesarían en él. 

Se quedó entonces mirando al profesor, un hombre fuerte y con aspecto de darle un buen combate. Se perdió en sus pensamientos y eso impidió que reaccionara con rapidez al inicio del combate. 

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al volver a escuchar cómo Rocío explicaba todo, viendo que la mayoría de aquellas palabras parecía haberse cumplido. Tiempo atrás no hubiera prestado demasiada atención a algo así, pero ahora tenía claro que la realidad abarcaba mucho más de lo que habitualmente nos dejan ver.

Mis ojos se fijaron en García cuando su ojo sano se entrecerró, preguntándome qué estaría pensando. Al pronunciarse dejó claro que aquel tipo de asuntos no eran de su agrado, agradeciendo que le informáramos y comentándonos que estudiarían el asunto; pero aun así, parecía tratar de quitarle importancia, diciéndonos que aquella “muerte afilada” podría ser cualquier cosa.

Muerte afilada…

Apreté los labios. Había sospechado antes sobre qué podía hablar aquello, pero no sabía si debía decir algo al respecto. No cuadraba exactamente con la profecía, pues había sucedido antes que lo comentado ya por Rocío, y no quería retrasarnos más en la búsqueda de Saúl, pero…

- No hay motivo para alarmarse… - dije mirando a Nicte y Rocío, antes de dirigirme al director García, clavando mi mirada en su ojo sano y aquel parche que parecía esconder algo más que una herida de guerra. - No es como si también hubiera pasado algo relacionado con muertes y objetos afilados, ¿No? - dije con cierto retintín, esperando que lo hubiera captado y temiendo que lo hubiera hecho.

Una vez termina de explicarse la compañera de Xandra, el hombre tuerto se muestra al principio algo contrariado, por lo que puede suponer algún inconveniente. Me fijo en el detenidamente, su rostro no refleja preocupación, pero sus palabras, indican lo contrario.

Qué difíciles son de entender a veces estos humanos, pienso algo confuso. Cabría esperar que sintiese miedo, pero no, no encuentro rastro de la emoción que me alimenta.

- Ninguno, contesto reafirmando las palabras de Xandra. He escuchado demasiadas palabras a lo largo de mi existencia, como para concederles mas crédito del que merecen.

Dirijo de nuevo mi mirada a la puerta.

Muchos años he vivido encerrado, casi había olvidado que nací al aire libre, y ahora que vuelvo a estar fuera, siento curiosidad por explorar este nuevo mundo, que se me antoja tan extraño.

- ¿Nos vamos?

 El director decide aumentar las precauciones después de oír lo que tengo que decirle, a pesar de que intenta calmar los humos sobre la profecía. No sé qué querrá decir exactamente 'muerte afilada', pero tanto si es un hecho como si es una persona, suena bastante mal, y creo que hasta ahora lo que ha ocurrido ha sido bastante fiel a la profecía como para subestimar lo que está por venir, o dejar espacio a mucha duda. Al menos ha servido para algo, aunque para Xandra no parece suficiente, y la verdad es que la entiendo. 

 - Yo sólo venía a avisar de lo de la profecía. - Contesto a Nicte, dando por terminados mis asuntos aquí. 

El director alza la mirada, una dura y fría mirada que se vuelve aún más siniestra al consistir en un sólo ojo, oculto su gemelo tras un parche. A saber lo que hay bajo ese parche. Mira directamente a Xandra al pronunciar esas palabras, visiblemente molesto. Queda claro que el tono en que lo ha dicho, o quizás lo que ha dicho precisamente, no le han gustado en absoluto.

Si eso es todo... -Dijo en un tono tajante- ...tengo más asuntos que atender. Y creo que vosotros también. -Añade señalando la puerta con el bolígrafo que toma en ese instante, dispuesto a continuar con sus labores administrativas en cuanto salgáis. Pues hasta entonces no os quita ojo de encima.

Salís del despacho del director, recorriendo de nuevo esos pasillos en busca de vuestro nuevo destino. Gema os dijo que dejaría el coche preparado en el garaje, pero ¿cómo se llega? Os encamináis a la entrada, donde se encuentra ese mapa en tres dimensiones de las instalaciones. Ahí no tardáis en encontrar un rótulo que indica que el garaje se encuentra bajo el edificio, al parecer en un subterráneo. Esa es la parte sencilla, lo complicado es encontrar cómo llegar. Dando varias vueltas alrededor de la reproducción del edificio, al final lográis encontrar cual es la escalera que desciende a esa parte de las instalaciones.

Os encamináis hacia allí, encontrándolas ya fácilmente al saber cómo manejaros por el lugar. Bajáis y os encontráis un aparcamiento subterráneo bastante amplio, curiosamente con un portón de salida a través de una rampa y otro portón completamente cerrado con una persiana metálica bastante robusta. En frente del acceso por el que llegáis está el coche que os prometió Gema, con la puerta del conductor abierta y el equipo de música sonando a todo volumen con el tema...

¿El porompompero? ¿En serio? ¿Manolo Escobar?

Junto al coche, apoyado en el capó con las piernas cruzadas, aguarda un tipo bastante gordo, vestido con unos vaqueros que le quedan horribles, un jersey marrón básico, y con un gorro de lana.

¡Ya era hora! -Exclama al veros, alzando las manos hacia el cielo. Bueno, hacia el techo del garaje- Venga, chavales, que no tengo todo el día... -Dice abriendo la puerta trasera del vehículo, momento en que se detiene y observa de arriba a abajo a Nicte, con el ceño fruncido- Joder, odio este trabajo...

Tras los golpes de la voluptuosa extraterrestre con aspecto de amazona en mi hombro y sus palabras, asiento con el mentón, de todo esto tenía que obtener una enseñanza. Desde luego no pasaba por mi cabeza lo de matar a nadie como decía el Maestro Caro, es más, incluso dudo que pudiera hacerlo.

Contemplé los movimientos de la mujer pelirroja, había visto en acción su… magia, me faltaba por ver su destreza con la lanza. La cogió del asta con su mano derecha, con suavidad a la par que firmeza, sin duda gestos aprendidos que se ejecutan con naturalidad.

Ahora era mi turno, respiré hondo mientras caminaba hacia el círculo de luz. El cosquilleo del entrenamiento frente al Maestro Caro me produjo cierta nostalgia, recuerdos de otros entrenamientos. Por un instante todo me resultó conocido y familiar, al siguiente momento me di cuenta que el primer día me había superado, había actuado de manera prepotente con mis compañeros. La desconocida, para mi, presencia de mujeres me había descentrado, provocando sensaciones que había reprimido de manera incorrecta y pagado con quienes no tenían culpa. Sin duda había cometido un error de juicio y de comportamiento, en otro tiempo esto me hubiera llevado a tener que pasar varias horas debajo de la catarata ensayando saltos y golpes con las piernas, o peor, limpiando el monasterio. En lo sucesivo debía intentar ir hacia la plenitud espiritual y física, que es lo que me habían enseñado. Sumar y no restar.

Sacudo ligeramente la cabeza para desterrar momentáneamente esos pensamientos, tenía que centrarme en el combate. Saludo chocando mi puño contra mi otra mano abierta y una leve inclinación de cabeza. Inhalo algo de aire mientras me coloco en postura defensiva, flexiono levemente las piernas avanzando una más que otra. A continuación extiendo los brazos y los pego hacia el cuerpo con las manos hacia arriba doblando los dedos índice y corazón. La mirada centrada en la muchacha, presto atención como aprieta los dientes. Después de todos estos movimientos exhalo el aire lentamente. Hago un par más de inspiraciones para relajarme para el combate.

Para esto he nacido. Sonrío ligeramente, tengo que pensar en debilidades. La mujer parece superarme en fuerza física y lo hace, desde luego, en tamaño así que debo ser rápido. Movimientos vertiginosos y certeros. Tengo que volver su fuerza contra ella. Buscarle la espalda, ser como una sombra… como ese ser Nicte de antes.

No... no logro centrarme en el combate, sus curvas en movimiento cuando se mueve me distraen, no estoy acostumbrado a esta clase de rivales.

Combatir era algo que cualquier persona de su tribu debía aprender si quería sobrevivir; por suerte ella siempre había sido lo suficientemente guerrillera como para interesarse por el arte de lucha, era algo que le venía en la sangre y que había aumentado con el paso de los años. No importaba si estaba en Terra o en la Tierra, si tenía una oportunidad de medir su fuerza con alguien no iba a negarse a ello. Además, ahora podía demostrar que las mujeres de Terra no debían ser tomadas a la ligera. Esto puede ser divertido. Tengo que aprovechar la experiencia. Quién sabe cuánto tiempo pasará hasta volver a casa. Debo mejorar y hacerme más fuerte, no sé cómo debe estar la situación allí. 

Le pareció que el otro chico, Neithan, no se movía con su misma agilidad, o quizá le estuviera dando una ventaja que necesitaba. Le hizo un gesto con la cabeza y se quedó extrañada, preguntándose qué demonios significaba que moviera el puño de ese modo. No tenía sentido preocuparse por esas cosas.  Si tengo a Niebla conmigo- pensó, en referencia a la lanza que su padre le había regalado- no hay combate que pueda perder. Te lo demostraré.  Quizá era una costumbre del lugar, pero ella no iba a seguirla: jugaba bajo sus propias reglas.

Eclipseno estaba dispuesta a desaprovechar una oportunidad para atacar a su rival, así que avanzó hacia él mientras empuñaba a Niebla con una de sus manos. Eclipse avanzaba con las rodillas ligeramente flexionadas, estudiando a su rival. Quería tantear el terreno y comprobar qué podía esperarse de la persona que tenía delante. Quizá lograra sorprenderla y todo. En un último momento optó por hacer un barrido hacia delante con su arma, algo que había hecho cientos de veces. 

La familiaridad con su arma, las tantas y tantas veces repetidas acciones de caza y de combate practicadas en su tierra, hacen que Eclipse ataque con gran convencimiento. Aferra su lanza y dirige un ataque contra las piernas de Neithan, con la esperanza de derribarle.

Sin embargo, este nuevo mundo le trae una desagradable sorpresa. El humano, lejos de la tosquedad que caracteriza a los hombres contra lis que ha combatido en Terra, es ágil, grácil, de movimientos fluidos. Las piernas de Neithan se mueven continuamente, y con ello evitan el contacto de la lanza, cuya punta de piedra golpea el suelo dejando un profundo arañazo en la madera del suelo.

No va a ser tan fácil...

Eclipse masculló algo por lo bajo cuando su lanza rozó el suelo sin haber tocado a Neithan. Suerte, eso ha sido suerte. No es más que un lagarto escurridizo. No fallaré otra vez. Ciertamente, la mujer estaba acostumbrada a otro tipo de adversarios, hombres musculosos, con mucha potencia física y escasa agilidad. Este es justo lo contrario. Tengo que concentrarme.  A pesar de que mantenía una expresión sería que dejaba claro que se estaba esforzando -y que le estaba costando-, en sus ojos brillaba una chispa de emoción por encontrarse con un adversario que la hiciera tomárselo en serio, pero no lo reconocería. No podía hacerlo. 

La mujer volvió a avanzar, decidida a darle una segunda oportunidad a su amiga.  Esta vez intentó hacer justo lo contrario, un barrido a la altura de sus brazos, pero el luchador volvió a retroceder con una facilidad que hizo que la terrana perdiera los nervios. Odiaba que alguien se le escabullera y que la dejase en ridículo, y en esta ocasión se estaba sintiendo justo como una aprendiz, algo que jamás había sentido en su hogar. 

-¡Maldita sea, deja de moverte y lucha como un verdadero guerrero!

En su voz se notaba la molestia que le producía su incapacidad. No sabía si sus movimientos se habían vuelto más torpes con niebla, o si el chico se había entrenado especialmente contra armas, pero desde luego no podía pelear contra él desde la distancia. Quizá las prendas de este lugar tengan algún tipo de magia que le hagan moverse así. A mí me parece una estupidez llevarlas, pero si me hacen más fuerte... 

Si quería hacerle daño -y estaba empezando a querer darle un buen puñetazo en el rostro- tenía que recortar terreno y mantenerlo cerca, sin darle oportunidad para huir.  Había peleado más tiempo sin su lanza que con ella, puesto que todo buen guerrero debía saber defenderse con las manos desnudas, y era hora de volver a sus comienzos.  Por lo general, pelear utilizando su físico siempre le había reportado buenos resultados, y más de una vez había sido justamente porque aprovechaba la escasez de prendas para distraer a su rival. ¿Tendría que intentarlo en esta ocasión? 

Apartó su larga cabellera del rostro con la mano izquierda mientras decidía con rapidez el siguiente movimiento. La extranjera volvió a abalanzarse contra el oriental, intrigada por si el chico también se zafaría con rápidos movimientos. Su padre siempre le había dicho que su fuerte carácter la ponía más de una vez en una situación desventajosa porque impedía que pensara con claridad, pero también se había salvado de innumerables peligros por su forma de ser.  Eclipse hizo entonces un amago moviendo su cadera hacia la izquierda, como si indicara que iba a ir en esa dirección, pero en el último momento echó el peso de su cuerpo sobre su pierna derecha a la misma vez que lanzaba un puñetazo contra su adversario. 

Pese a la gran altura de la guerrera pelirroja, sus movimientos eran bastante rápidos. En un visto y no visto lanza su arma hacia delante. No soy un gran aficionado a las armas blancas, pero conozco su manejo. La lanza te permite mantenerte lejos del enemigo pero es un tipo de golpe que el ojo entrenado puede prever.

Su primer golpe va dirigido a mis piernas, le cuesta más bajar la lanza desde la posición de reposo que a mi apartarlas, este es mi fuerte. Me siento a gusto haciéndolo. De nuevo lanza otro golpe, de nuevo lo veo venir y puedo esquivarlo pero soy capaz de escuchar el zumbido del aire que produce. Si el combate sigue así puedo dominarlo, aunque si me impacta… La amazona está molesta y se queja expresándolo en voz alta.

Me pilla un poco por sorpresa, frunzo el ceño Esto es luchar – me limito a responder mentalmente. Miro un momento al Maestro Caro tras escuchar las palabras de la muchacha mientras acompaño el movimiento con un encogimiento de hombros. Las personas que son ajenas al mundo de las artes marciales, consideran que se llevan a cabo peleas aleatorias e incontroladas, en donde ambos luchadores comienzan a huir y moverse al azar, hasta finalmente impactar al enemigo de algún modo. Nada más lejos de la realidad. Me siento un poco confundido.

De pronto ignorando a su arma hace un movimiento hacia mi y antes de lo que pueda pensar la tengo encima, es más alta que yo y a tan poca distancia se ve enorme, más musculada que yo y aparentemente ágil, no me esperaba que lo fuera, sin duda un error que no debo volver a cometer, subestimé su agilidad y ahora lo sufro. Ella ya está aquí, y pese a mi intento de finta su puñetazo impacta en mi pecho.

Auffff – el aire sale de mis pulmones, el golpe es doloroso, y por un instante me deja sin respiración, echo rodilla a tierra. Me las prometía muy felices en este combate pero ahora mismo estoy al borde de la derrota. Pero como dice el refrán, el que no quiera balazos, que no vaya a la guerra.

Se la ve contenta por haberme dado el golpe, así que decido contratacar. Recuerdo el entrenamiento, respiro hondo. Descarto concentrar el chi, puede ser un golpe demasiado poderoso para un entrenamiento y además, creo que el Maestro Caro quiere vernos actuar.

Ella y yo somos antagónicos en aspecto físico, pero por suerte, las artes marciales no desarrollan demasiada masa muscular, o mejor dicho, no genera volumen muscular. La masa más bien queda comprimida y la fibra se aloja en las partes exactas que se necesiten para practicar. Flexiono ligeramente las piernas, busco algún hueco donde atacar, veo desprotegida su defensa en varias localizaciones. Sin duda, su gran potencia física le da confianza y hace que no tenga que protegerse tanto como yo.

Para tantear el primer golpe lo voy a hacer desde posición estática, el estilo descontracturado y de golpes en movimiento requiere más esfuerzo, quizá pueda lanzar una combinación que acabe así. Apoyo fuerte el pie del puño para ganar fuerza, y después dar un giro para intentar golpear más abajo, dejo de actuar mecánicamente y simplemente dejo que fluya el combate, lo más importante es la voluntad. Pero no es mi día, fallo el primer golpe y la secuencia no me sale. Miro de reojo al Maestro Caro mientras intento no mostrar mi disgusto por el ridículo.

La indirecta que le había lanzado al director García parecía haber surtido efecto. Su mal humor dejó patente que había comprendido mis palabras, y por suerte no quiso demorar más nuestra marcha para preguntarme por el asunto. Eso sí, estaba convencida de que tarde o temprano aquello me explotaría en la cara.

Nos despachó de su oficina con su habitual delicadeza y nos dispusimos a dirigirnos al garaje.

Pero, ¿Dónde demonios está ese garaje?

Por suerte terminamos encontrando aquel mapa en tres dimensiones, que si bien no era muy fácil de interpretar, terminó siendo de utilidad. Al final encontramos el garaje, y en frente del acceso por el que habíamos entrado, se encontraba el prometido coche.

- Ma… ¿Manolo escobar? – dije en voz alta, incrédula, escuchando la música mientras nos acercábamos al vehículo.

Parece como si güelito fuera a aparecer en cualquier momento mordisqueando uno de esos palillos planos.

Un tipo que no cuidaba nada su figura, casi tan poco como su forma de vestir, nos esperaba apoyado sobre el capó; y en seguida comenzó a quejarse.

- Un poco de paciencia, teníamos cosas importantes de las que ocuparnos. – repliqué en tono neutro, aunque echándole una mirada de arriba abajo no demasiado amistosa. - ¿Te han dicho cual es nuestro cometido, no? – pregunté sin comprender cómo alguien podía ir así vestido.

Eclipse notó que el golpe que le dio a su adversario no fue demasiado potente, pero aun así Neithan soltó un pequeño quejido que le hizo preguntarse a la mujer si había golpeado con más fuerza de la necesaria.  No le dio tiempo a burlarse porque tuvo que defenderse de su atacante.

Los golpes que le lanzó la obligaron a retroceder y a moverse hacia los lados, esquivando los puños. Reconocía que eso sí que era divertido, medir su fuerza y comprobar que estaba a la altura –o por encima- de cualquiera que se le pusiera delante.

-¿Te estoy poniendo nervioso, Neithan?- la mujer sonrió y le guiñó un ojo, claramente contenta por el devenir de los acontecimientos. –Vamos, esperaba más de ti cuando dijiste que esto no sería justo para mí.  Si quieres te lo pongo más fácil.

En realidad, lo único que buscaba Eclipse era continuar con la diversión, aunque la situación comenzó a descontentarla cuando los siguientes golpes fueron esquivados por su rival con esos movimientos rápidos que hacía. Su padre le habría dicho que durante los combates uno debía guardar silencio y demostrar con sus actos su valía, pero ella no era él.

Contempló durante unos segundos al hombre que los estaba mirando y se cabreó más. No le gustaba que alguien la viera fracasar, y en este caso eran dos quienes la observaban. Céntrate en el combate, Eclipse. No hables más. 

Los gestos y las palabras aparentemente tajantes del hombre del parche no me incomodan, pues si el estima nuestra presencia allí innecesaria, yo estimo que se ha prolongado demasiado ya nuestra partida.

Tardamos unos minutos en localizar el garaje, durante los cuales camino en silencio, siempre por detrás de las dos mujeres, esquivando los rayos de luz, y pensando ya en recluirme en el interior del vehículo, creo que viajaré más cómodo en la parte de atrás, en el maletero, ya he visto en la televisión como se abaten los asientos, por lo que podría deslizarme fácilmente hacia los asientos llegado el caso.

Antes de llegar al garaje puedo escuchar una música en un volumen mas que elevado. Me detengo unos instantes, mas cuando veo que Xandra camina hacia adelante, continúo detrás de ella. Apenas nos adentramos en el garaje, dejo la seguridad de las sombras para mostrarme abiertamente. Miro a Xandra cuando pronuncia su nombre, ¿le conoce?

Observo al hombre gordo cuando nos increpa, mirándolo con curiosidad - ni nosotros Manolo, digo pronunciando su nombre para que se sienta mas cómodo ante mi presencia, mientras avanzando hacia el coche sin prestarle mayor atención. Me detengo frente al maletero e intento abrirlo con escaso éxito, - ¿cómo se abre?, pronuncio casi en un susurro, para mirar después a Xandra y a Rocio - creo que estaré más cómodo viajando aquí, si hace falta tumbaís el asiento y yo saldré por delante, miro de nuevo al vehículo antes de volver a centrarme en ellas - lo he visto en la televisión, concluyo aclarando.

Miro de nuevo a Manolo - ¿no han dejado ropa y unas gafas de sol?

Reconocí la estratagema de la poderosa guerrera, estaba tratando de ponerme nervioso... y en cierta manera lo estaba consiguiendo. Al oír las palabras de la pelirroja amazona en voz alta no pude más que enrojecerme un poco, con los movimientos y saltos que daba ella, su... su cuerpo se movía, sus pechos atrapados bajo la tela se mecían al son de los movimientos del combate, ¡Céntrate Neithan! - me recuerdo a mi mismo, desde luego la clase de entrenamiento bajo reclusión tiene algunas desventajas.

No tengo tiempo para más, debo demostrar tanto al Maestro Caro como a ella que soy digno, sus siguientes golpes son duros pero esta vez sí, consigo evitarlos. La velocidad es mi punto fuerte. El gesto de ella es inequívoco, no está contenta.

Pero no es momento de banagloriarse de nada, debo concentrarme en el combate. Me paso la mano izquierda por el labio superior, los pequeños movimientos que hacemos bajo el foco me hacen tener bastante calor y sudar. Trato de idear una nueva táctica.

Voy a tratar de golpearla desde distintas direcciones a ver si descubro alguna donde se cubra peor. Cierro los puños con fuerza crujiendo los nudillos. Será una patada, varias. El inicio es simple: Subo la rodilla frente al cuerpo. Luego, despliego la patada, que puede ser con el empeine desde el costado, con el talón de frente o lateral, con la planta del pie, con el metatarso descendente… Debo permanecer inalterable, de manera que no sepa qué le depara, restándose opciones y quitándose posibilidades de su arsenal. Ahí voy. Fallo, impacto, fallo. Me favorece el ser más bajo que ella y la patada hacia su espinilla impacta. No es mi mejor movimiento ni el más poderoso pero en estas circunstancias debo contentarme.

Miro de reojo al Maestro pero sin detenerme mucho. Debo seguir con la defensa fuerte e intentar presionarla.

Eclipse no sabía cómo interpretar la situación en la que se encontraba. Por un lado, golpear a Neithan era complejo: no dejaba de moverse y eso para alguien como ella era molesto y aparatoso, pero por el otro lado ella no se sentía bajo un peligro inminente ante su compañero, no le resultaba demasiado amenazante.  Eso es porque estamos en una prueba asquerosa, en un entorno cerrado. Si fuera en el bosque y pareciera real, quizá las cosas serían distintas, aunque yo seguiría ganando.

La pelirroja se vio sorprendida cuando el empeine de Neithan la golpeó a la altura del costado, aunque no fue más que un roce que más que dolerle la molestó porque pensaba que no llegaría a impactarle. Entrecerró un poco los ojos y se preguntó si realmente su adversario se la estaba tomando a broma, o si es que quizá él tenía un estilo de combate que no se basaba en la lucha física, aunque su cuerpo invitaba a pensar que era alguien acostumbrado al entrenamiento duro.

-¿Es esto todo lo que tienes, pequeño?   Durante un instante observó a su profesor, llegando a pensar que quizá estuviera tratando de enseñarle otra lección distinta que no le importaría–¡Vamos, joder! Si tú no te pones serio, yo sí que lo haré.  Voy a enseñarte cómo golpea una terrana- y esta vez sonrió con algo de malicia. 

Ciertamente Eclipse se alteraba con facilidad, y esta era una de tantas otras ocasiones. Entendía que su adversario no llegara a golpearla porque ya estaba acostumbrada a combatir, pero el daño que le había hecho resultaba casi irrisorio.  Seguidamente a sus palabras, llegaron sus golpes: puñetazos certeros dirigidos contra su torso, empleando siempre la fuerza que la caracterizaba. Los suyos no eran golpes estudiados o medidos, sino que nacían de la pasión que sentía por la batalla, aquella que le habían inculcado en su familia. 

Y nadie, ni todos los antiguos manuscritos, ni todos los maestros por cuyas manos ha pasado, han preparado a Neithan para esto. Para un mundo de dioses y monstruos, de héroes y villanos cuyos poderes y naturalezas rivalizan con los límites humanos que él lleva toda su vida adiestrándose para rozar... y en ciertas ocasiones, superar. Por eso, a pesar de todo su adiestramiento y conocimiento acerca de las artes del combate, o precisamente por ello, resulta tan demoledor para su mente y su espíritu como para su cuerpo recibir esa serie de impactos, puños como auténticos obuses que le arrojan al suelo varios metros por el aire con el que seguramente sea el dolor más intenso que haya sufrido en su vida.

Eclipse, enardecida por el fragor de la batalla, apenas alcanza a verle caer. Antes de que eso suceda, un brazo se interpone en su camino. No llega a tocarla, sólo se cruza ante ella como una barrera inexpugnable, a tanta velocidad que no alcanza ni a verlo. Apenas medio segundo después, su melena dorada se agita por una ligera brisa, el tiempo que tarda en oír la voz del maestro Caro, que la mira fijamente y con autoridad.

Suficiente. -La expresión del profesor se suaviza, llegando a sonreír incluso- ¿No crees?

El maestro se gira rápidamente, en cuanto se asegura de que la terrana ha captado el mensaje, y extrae una cápsula de su cinturón, una especie de vial de la longitud de un bolígrafo. Se inclina al lado de Neithan, quien apenas es capaz de respirar, y abre un tapón de uno de sus extremos, mostrando una pequeña aguja.

Tranquilo, chico, estás en buenas manos. -Afirma con complicidad, clavando el vial en el pecho del chico, que no tarda en cerrar los ojos mientras todo su cuerpo va entumeciéndose.