Partida Rol por web

Anduvísteis pendiente arriba, pues no encontrásteis camino alguno. Jadeábais a causa del esfuerzo y sudábais a chorros pese a que a medida que ascendíais el frío se iba haciendo más intenso. Por fortuna las laderas parecían estar despejadas de nieve, tan sólo yerba verde y reluciente había.

Os íbais parando para comprobar las cuevas con las que os íbais encontrando en el ascenso, estaba aterdeciendo y no fue casi hasta la noche cuando llegásteis arriba del todo. Habíais cruzado el bosque en mucho menos tiempo del que habíais supuesto. En la zona superior la encontrásteis por fin.

Había un par de árboles de extraños ramajes muy finos* que caían en capa hacia abajo y daban a la escena un aspecto lóbrego a más no poder,  junto a una diminuta charca hedionda que apestaba a algo** muy fuerte. Tras los árboles y la charca se veía la oscura entrada a una cueva de un tamaño aparente nada baladí.

Todos estábais convencidos de que habíais llegado a la cueva en cuestión.

Ya no hay vuelta atrás, sea lo que fuere que nos espera, se encuentra ahí dentro, protegido por la permanente tiniebla de la montaña.

Me santiguo un par de veces, mientras me acerco cautelosamente a los árboles y a la charca para examinarlos más de cerca.

Al fin acercábase el término del nuestro camino, Habíamos llegado a las cuevas, agora sólo faltaba dar fin et muerte a aquella criatura irracional que acechábanos tras cada árbol et piedra desde que entramos en el bosque.

Recobré el aliento, poco a poco, et tras dar un refrescante trago al odre de agua fablé; -Llegado hemos. Agora pondráse a prueba el nuestro temple, fe, et tesón. Quien non quiera entrar en la gruta a enfrentar a la criatura non lo haga. Obligación non est. ─examiné el rostro de mi compaña buscando señal de duda et temor ─Labor también fabrá aque fuera, pues alguien habra de cuidar las nuestras espaldas et asegurar que non quedemos atrapados en la caverna.

Arrodilléme entonces, et tras fazer la señal de la Santa Cruz sobre el mio pecho, inicié una oración a San Cipriano pidiendo protección frente a la magia, a los demonios et a sus sirvientes:

─Non frigida, ignis, aqua, non sitiet, neque aer calidum panem esurienti non sana me, Domine, ab omnibus malis, da mihi potestatem. Benedictus Dominus Jesus Christus non proiecit nec orationem meam...

Yo vos seguiré... -apostillé las palabras del caballero para con lo del entrar en la cueva-, que le seguiré con mi arco y mis flechas en la medida que pueda.

No habíale mirado aún las heridas a Jaume, et no porque non quisiera, sino porque no había habido oportunidad en ello, et ni tan siquiera tranquilidad en la cabeza para diagnosticar si veneno tendría o no, o si tan sólo fuera herida abierta la del caballero militar. Entonces miré con atención los dos árboles, y me acerqué unos pasos a la charca, mas ni tan siquiera a la orilla. ¿Habría allí otra perla como la que me encontré horas antes?

Miré el árbol y la charca con extrañeza, y arrimeme bien a mi señor para que su poderosa fe me guardase, mientras mi mano sudaba sobre el mango del cuchillo que había cogido en el pueblo. Trataba de recordar lo que podían ser aquellos árboles extraños, aunque temíame que el recuerdo no hiciese sino acrecentar mi temor, ya de por si grande ante la presencia de aquel lugar extraño, y la inminencia del encuentro con la bruja, que Alá me guardase de él...

el francés resollaba por el esfuerzo de tanta andanza por las colinas, todos detenidos frente a la entrada de la cueva. ¿Seguro que aquella era la que buscaban? Eso creía, habían seguido el buen camino, aunque sabía que varias había visto por la zona.

Aparató esos pensamientos de su cabeza un segundo y rebuscó en su morral por el candíl que encendió al momento, oscura comenzaba la noche y en el interior de las cuevas aún más oscuridad habría. Además, a la vera de la llama podía calentar las manos y manipular el aceite le ayudaba a camuflar el olor nauseabundo de aquella charca. ¿Qué era aquello, acaso las deposiciones de la bruja, que no quería que le apestasen su madriguera?

El pequeño y obeso granadino miró con temor la cueva y su terrible aspecto. No le apetecía para nada adentrarse en la gruta aunque la idea de quedarse fuera tampoco aliviaba su alma. Se quedó en silencio tras tragar saliva y esperar que se señor ordenase si debía quedarse fuera o acompañarles al interior.

El olor es inconfundible. Se trata de azufre. Sentís una energía que os estremece, sintóma de que en el interior de aquella cueva se esconde un tremendo poder.

A esos árboles se les llama sauces que lloran. Son de regiones muy y muy húmedas y que tú sepas, no son propios de estas tierras de alta montaña. El frío y las nevadas simplemente deberían matarlos, pero allí están.
 

El Señor cuida de los que le son fieles. Él, en su infinita misericordia, te da fuerzas e insufla valor a tu corazón. Percibes un mal tan intenso en aquel lugar, que hace que se re revuelvan las tripas. La existencia de un lugar como aquel, era una ofensa al mismísimo Dios. Una cosa tenías clara, harías todo cuanto estuviese en tu mano para acabar con la existencia de esas viles criaturas. Aunque te fuese la vida en ello. Tras rezar, te sentiste reconfortado, con fuerzas incluso de entrar en el mismísimo Infierno.

Alguien debe de guardar la entrada a la gruta et la mia montura ─dixe mirando a Ahmed et Cinque. Descarté pronto al segundo, pues aqueste en su mudez, incapaz era de dar voz alguna de alarma.

Habéis de ser vos* ─mi mano posóse en el hombro de quien había servido fielmente a mi familia como escriba ─Confío en vuestra sesera despierta para que guardéis la retaguardiia ─miré al resto ─si alguien place de dar compaña a Ahmed en la su tarea, dígalo agora. La gruta non parece amplia en exceso, et quizá si adentrámonos en ella todos, hagamos estorbo en demasía.

Miro hacia el interior de la cueva con desconfianza. - Mi señor, aunque no me hace ninguna gracia, creo que mis conocimientos pueden ser de utilidad ahí dentro, - un escalofrío me recorre la espalda, - si realmente se oculta una bruxa en la negrura.

Me acerco dubitativa a la entrada, intentando penetrar la oscuridad con mi vista, - mmm, pero si no os molesta caballero, preferiría ir a vuestra espalda, - sonrío mirando al caballero mientras me aparto y dejo el paso abierto al interior.

- je voy - dijo el francés con voz decidida. Había descargado la ballesta y sustituido por un cuchillo, pues no podía sujetarla con ambas manos si en una de ellas debía llevar la lumbre. De cualquier forma no pensaba llevar ese arma en el interior de la cueva, suerte tendrían si veían venir algo antes de que se abalanzase sobre ellos.

Para infundirse algo más de valor antes de entrar en la cueva dio un último trago de la bota de elixir que llevaba al cinto y algo molesto la agitó en su mano, aquellos últimos días había abusado un poco de ella, debía de quedar menos de la mitad de su contenido. A pesar de todo ofreció con un gesto tomar un trago a sus compañeros, en la noche refrescaría y aquello ayudaría a mantenerles calientes.

Al entrar en la cueva os dáis cuenta de que hace más calor de repente, ya en la misma entrada. Sin que haya ninguna explicación lógica para ello, aunque últimamente notáis las influencias de la magia sobre el clima constantemente.

La cueva parece pertenecer a una bestia inmunda carnívora en lugar de a un ser humano. Primero por el olor tan repugnante que puede olerse por todas partes, la cueva hiede de tal manera que os provoca naúseas y cada paso os cuesta trabajo. Además hay gran cantidad de estalactitas y estalagmitas, algunas de ellas cubiertas por huesos de animales y algunos de ellos incluso ¡humanos!

El suelo por que el que pisáis está cubierto por estiércol y más huesos , aunque aparantemente los del suelo son de animales. Al seguir caminando, os parece que la cueva tiene forma de T, un largo pasillo que se abre finalmente en una única estancia. Os da la sensación de que la cueva puede estar habitada por animales al margen de la bruja.

Al final del pasillo llegáis a la estancia, más huesos y una zona al fondo que Caritat ha estado usando como vivienda: en medio de un caos de charros rotos, sobre un jergón de paja podrida, se encuentra un cadáver muerto ya hace mucho.

Aquel olor nauseabundo transportóme a otro lugar; a uno de esos campos de batalla que, adornados por cuerpos mutilados, amputados por el filo de un sable o hundidos por un mazazo, fazían a uno preguntarse si hallábase ya en el mismísimo averno. Et que parescía aquesta cueva su mismísima entrada...

...testas rebentadas, bocas con encías hendidas, zumbidos de moscas, cuervos devorando ojos cuya mirada sin alma se clavaban en el infinito... tales imagenes atormentaban mi mente a cada paso que dábamos. Una oscura presencia oprimía mi alma. Continué con la oración, la misma que había iniciado en la entrada de la cueva, para que la luz del altísimo, agora reflejada en la antorcha que portaba Diègue, alumbrara nuestro destino.

Y finalmente allí estaba; el cuerpo de quien debiere haber sido antaño la bruxa. ─¡Diègue!, brindadme lumbre ─comandé al marino. Acerquéme con tiento al desvencijado cuerpo con la intención de descubrir si en él hallábase el escapulario mentado por el tabernero de Ribes.

-Precaución mi señor, no sabemos que clase de cosa puede ser.- Mantengo la distancia con el cuerpo en descomposición, escudriñando la oscuridad por si hubiere signos de magia negra en los alrededores.