Partida Rol por web

Despiertas. Hay una pared blanca delante de tus ojos de párpados de plomo. Y otra pared blanca en tu memoria.

Lenta y dolorosamente recuerdas quien eres. Tu pasado... Tu vida oficial... Tu vida clandestina... Todo...

... Menos donde estás y cómo has llegado aquí.

Estás en una cama de hospital en una habitación de hospital. Por la ventana se ve el sol poniéndose y las luces de alguna ciudad.

“ Agggghhh…”.

  El dolor de cabeza es muy intenso. Es como si no dejara espacio a nada más, haciendo difícil traer de vuelta los recuerdos, especialmente los más recientes. Aunque poco a poco van emergiendo los más antiguos, los grabados a fuego, los que determinan quién es Mutti ahora y porqué hace lo que hace, es incapaz de recordar cómo ha llegado hasta aquí y que es lo que le ha pasado. 

  Trata de reconocer cómo está su cuerpo. Poco a poco toma conciencia de que puede mover piernas y brazos, de que no está escayolado. Eso le tranquiliza un poco. Quizá haya sufrido una conmoción cerebral, o quizá simplemente el dolor de cabeza sea consecuencia de una fuerte sedación. Vuelve la vista a su alrededor, examinando la habitación. Pero apenas encuentra nada distintivo, nada que le de una pista de donde se encuentra. 

 Se resigna. Un tipo disciplinado como él sabe que debe tener ahora un poco de paciencia, y esperar. Esperar a que vuelvan los recuerdos, o al menos a que vuelva la enfermera y le pueda responder a alguna de sus preguntas…

Tienes una herida en el hombro que te han vendado y llevas un goteo. Hay un botón para llamar a la enfermera.  Te sientes mareado. Quizá te han sedado.

No sabes identificar la ciudad aunque estás en algún punto de Europa del Este, por la arquitectura. En el armario hay ropa que debe ser tuya (por lo menos es de tu talla). Por las botas y el tipo de chaqueta parece que te ibas a la montaña. La camiseta está desgarrada como si te hubiera atacado algún animal (esto lo sabes con Advertir)... AUnque alguien te la ha remendado. 

Hay también una pequeña mochila con un teléfono desechable. Es nuevo. Recuerdas el código. Dentro no hay nada de interés salvo una nota de texto con la dirección de una iglesia en Hungría... ¿Estás en Hungría?

 Durante unos minutos Mutti se esforzó al máximo por tratar de sacar algo de esos nombres húngaros, pero fue incapaz. Lo único que consiguió fue que el dolor de cabeza se acrecentara aún más, sin que el nombre de esa iglesia y de ese lugar desenterrara otros recuerdos de sus últimas acciones. Ansioso por empezar a recordar, se decidió a llamar a la enfermera. 

 No obstante antes de ello volvió a registrar todas sus pertenencias. Era posible que tuviera por ahí un arma y las llaves de un vehículo. De hecho más que posible sería necesario: si la memoria tardaba en regresar tendría que acercarse a aquella iglesia para intentar recrear sus pasos. 

Una enfermera llega unos cinco minutos después. Una chica joven que habla un poco de inglés y de alemán. Y con alguna ayuda de su smartphone te explica que estás en el hospital público de 

Explica que estás en un hospital público en Esztergrom (a unos 50 km de Budapest). Te encontró un policía local en una carretera cerca de un bosque, inconsciente, y te trajo aquí. Sabe tu nombre por el pasaporte.*

 A Mutti le llevó un tiempo entenderse con la enfermera. A las dificultades de esta para expresarse en inglés se sumaba el hecho de que el propio Mutti no reconocía el nombre con el que se refería a él: Lorenzo. Pero cuando examinó el pasaporte reaccionó:

 Lorenzo Mateos Izagre, 48 años, natural de Logroño, España. Al parecer era la identidad falsa con la que había viajado hasta allí; tampoco recodaba ese dato, demasiado reciente. Junto al pasaporte unos documentos que acreditaban una reserva para participar en una cacería, así como una licencia de armas en vigor. Supuso que eso habría sido suficiente para llevar al menos encima su Beretta 9mm. Por un momento se preguntó si además se habría venido con un rifle o escopeta. Desde luego no estaba tan habituado a ellos, pero el desconocimiento acerca de la misión que traía entre manos le hizo dudar. 

 Esztergrom tampoco le decía nada. Sea como fuere, si quería respuestas rápidas tendría que volver a esa iglesia. Pero si le habían traído tal y como le habían encontrado no dispondría de vehículo para llegar hasta allí. Tendría que ingeniárselas como fuera. 

 - ¿Cuándo me trajeron? ¿Cuánto tiempo llevo aquí? -le preguntó en inglés tratando de hablar despacio. - ¿Y cuándo podré irme? 

La enfermera se llama Ilona y te recomienda que vuelvas a la cama y descanses. 

Ni tu pistola, ni tu pasaporte ni tu dinero están en la bolsa. La enfermera dice que lo guarda el doctor Vertag. Es el médico. De hecho va a buscarle.

- Espera, Ilhona ¿no? ¿Se pronuncia así? -dijo Mutti antes de que ella saliera de la habitación. 

- Gracias. -ante la mirada sorprendida de le enfermera añadió: Gracias por cuidarme. Gracias por esto -dijo señalando el vendaje del hombro. -Has hecho un gran trabajo. 
 

- Dime una cosa, ¿es habitual que el doctor guarde alguno de los objetos personales de un paciente? ¿Has notado que quizá esté poniendo un cuidado excesivo en mí? -preguntó. Esperaba que le entendiese bien, y que las preguntas no le resultasen demasiado raras. Antes de que ella pudiera contestar añadió:

- En cualquier caso no le avises ahora, por favor. Tienes razón en lo de que debo descansar, me encuentro algo fatigado. El doctor podrá verme un poco más adelante. 

Ilona cree que es poco habitual, pero habiendo armas por medio... Precisamente por el pasillo viene el orondo y sonriente doctor Vertag. Habla un inglés correcto.

- ¿Como se encuentra, señor Mateos? Debería volver a la cama. ¿Quiere que llamemos a algún familiar?

“Mierda ya está aquí “ pensó Mutti poniéndose en guardia. Su aspecto aparentaba afabilidad, pero el ex espía no se confió. 

- Bueno doctor, lo cierto es que me encuentro bastante bien. Creo que podría salir en breve de aquí. -respondió Mutti. Luego añadió: - No, no necesito llamar a nadie. Como sabrá no están en el país y prefiero no asustarles. Ya habrá tiempo más adelante. 

 Procuraba no perder detalle de cada gesto y expresión del doctor.

- Por cierto ¿cómo está la herida? ¿Fue un corte profundo? 

- Hemos tenido que darle puntos, pero la herida ya estaba vendada cuando lo encontró la policía. Eso evitó pérdida de sangre... Oh, mire, por allí viene el agente que lo encontró...

El doctor mira por encima de tu hombro y saluda a alguiqn se acerca por detrás tuyo. Casi picas. Pero la mirada de alarma de Ilona te pone en alerta. A tiempo de evitar la inyección que iba a pincharte a traición el doctor Vertag.

 Mutti reaccionó por puro instinto, y con un rápido movimiento al mismo tiempo que se apartó para evitar el pinchazo pudo sujetar la mano del doctor que portaba la jeringuilla. Luego, en un gesto prácticamente automático, empujó esa mano con la jeringa hasta el cuello del propio Vertag, clavando en la carne la aguja. Después ya sólo quedó empujar el émbolo hasta el fondo, ante la mirada de estupefacción y de horror del doctor.

 Aguantó en esa posición unos momentos, tapando la boca del doctor para evitar cualquier grito por su parte. Al mismo tiempo se mantuvo tenso en su posición, sujetando con fuerza el voluminoso cuerpo de su víctima. Mantendría la posición hasta comprobar el efecto que la jeringuilla tuviera en Vertag, esperando que fuese algún tipo de sedante o anestésico. Dirigió entonces una mirada hacia Ilona, murmurando unas palabras por lo bajo al tiempo que asentía para tratar de calmarla:

 - Tranquila, tranquila.

El doctor forcejea un poco, pero en unos segundos cae como un saco de patatas. Mutti lo mete rápidamente en la habitación. Está dormido como un tronco. 

Ilona está claramente asustada. Pero no grita. Entra en la habitación. Le ha sorprendido tanto que el doctor fuera a atacar a traición a un paciente tranquilo como la reacción de éste. Comprueba el pulso del doctor por inercia. Respira bien.

En ese momento vibra el móvil que Vertag tiene en el bolsillo. Lo coges. Ha recibido un mensaje en húngaro: Jövünk. Tartsd őt magasan.

Ilona te lo traduce: Estamos llegando. Mantenlo drogado.

No había un segundo que perder. Asintió a Ilona en actitud agradecida y la pidió nuevamente tranquilidad con un gesto.

- Debo irme. Están locos, me quieren matar -se limitó a comentar señalando el mensaje, como si eso justificara su actuación. 

 Tenía que salir de allí antes de que llegaran los refuerzos. Cogió su ropa y se vistió rápidamente, sin importarle quedarse unos segundos desnudo delante de la enfermera. Ilona seguía sorprendida, desbordada por la situación. 

- Necesito mis cosas. ¿Donde están? ¿Están cerca? - la preguntó, sin detenerse en su tarea. Sería vital poder recuperar sus cosas, pero no querría arriesgarse demasiado para tener que hacerlo. Y desde luego tendría que hacerse rápido. 

 Ya vestido se echó sobre el doctor y trató de quitarle la bata. Fue una tarea ardua dado el peso del individuo, pero finalmente lo consiguió. 

- Tranquila, vas a estar bien, yo no soy el malo. -dijo dirigiéndose de nuevo a la enfermera. -Mis cosas, ¿crees que puedo cogerlas? Por favor -volvió a preguntar. 

 Ya con la bata puesta se asomó con precaución al pasillo. Había cogido la mochila y guardado los dos móviles, tanto el supuestamente suyo como el del doctor Vertag. 

Dejáis a Vertag roncando. Ilona dice que tus cosas estarán en la sala de médicos. Con la bata nadie se extraña de verte entrar allí. Aprovechas un momento que estás solo para abrir la cerradura de los cajones con un clip. Te sientes más seguro con tu pistola.Y con tu dinero. No es mucho, pero te sacará de apuros.

Por la ventana ves dos coches negros aparcando de un frenazo en la entrada principal. Media docena de matones salen corriendo. Tiene que haber una salida de servicio en el edificio...

En ese momento el último rayo de sol desaparece tras las colinas y cae la noche... Te asalta una ola de recuerdos fragmentados, afilados como cristales rotos. Se te nubla la vista...

 Mutti se paró en seco. Tendría que estar moviéndose, buscando la salida, pero no puede. Los recuerdos difuminados zarandean su mente durante unos instantes, en los que tiene que agarrarse al marco de una puerta para no caer al suelo. 

Recuerdas vagamente dolor y oscuridad. Correr hacia un bosque. Sangre en tu boca. Debías huir de algo. De alguien. No sabes muy bien de que...

Ilona te empuja dentro de la sala de médicos antes que te vea el matón por el pasillo. Pero el tipo va directo a tu antigua habitación, y al ver a Vertag dormido, sale corriendo y empieza a buscar por la planta mientras llama por teléfono.

En unos segundos recuperas la compostura. Hay que salir de aquí.

 “Mierda, han subido muy rápido”  - pensó Mutti cuando se recuperó del vahído. La cabeza le estaba jugando malas pasadas. Quizá después de todo no le vendría mal un poco de reposo. Pero no podría ser ahora. 

- Ilona, escaleras, ¿cuántas hay? ¿Por dónde puedo bajar? - le preguntó mientras sacaba su pistola de la mochila y colocaba el silenciador. 

 Tenía que buscar una salida para llegar hasta abajo y abandonar el hospital. Llevaría la pistola debajo de la bata. Tenía la esperanza de que los matones no le disparasen enseguida sí le veían, aunque sólo fuera por respeto a un sanitario. 

Llevas silenciador escondido en la mochila (es ilegal). Lo enroscas en tu pistola.

Ilona te dice por donde salir mejor.