Partida Rol por web

—Sí, me acuerdo—Astucia torció el gesto en una mueca similar a la de alguien que acaba de escuchar una receta culinaria a base de huevos de araña y ojos de tritón—. Pero no tiene sentido que...

Pareció cambiar de idea y se llevó las palmas a las sienes como si estuviera "haciendo memoria" aunque al parecer el pensamiento le había llegado a través de aquél lúcilo que se había formado en cuanto habías evocado el recuerdo.

—Volutas saltarinas. ¡No puedo creerme que pensara que el Caballero Comandante le estaba ignorando cuando le pidió permiso para salir!—resopló. Luego negó con la cabeza, te miró y pareció dudar antes de añadir:—. ¿Le... conocías mucho?

—Pues no —reconoció Gabby—. Era un chico un poco torpe y le ayudé en un par de ocasiones, pero eso es todo.

Gabrielle frunció el ceño.

—¿Qué ocurre con él? Te noto agitado.

—Agitado. Sí, eh... bueno. No sé si es "agitado" la palabra—Astucia sonrió con una mezcla de socarronería y resignación hacia si mismo—. Esos son los de la Justicia, yo soy el que da malas noticias y hace chistes ingeniosos...

Enseguida adoptó de nuevo una expresión más seria e intrigada totalmente impropia de él, de hecho no parecía encajar con su cara. Se rascó la cabeza haciendo que un par de llamitas de luz se desprendieran por el aire, como si pensara en la mejor forma de decir algo.

—Lo que ocurre con él es que asumió demasiado pronto que quien calla otorga. El Caballero Comandante nunca le respondió porque simplemente no podía oírlo. Lo raro es precisamente que tú si pudieras—suspiró finalmente al parecer sin hallar un modo de suavizar lo que iba a decir—. Ese... ese chico era un fantasma.

—¿Un fantasma? —repitió Gabby—. Eso no es posible, Wynne y Lynn también lo vieron, cuando estábamos en el Círculo. Y en ese momento tú no viste nada raro... 

Cayó en la cuenta y se llevó las manos a la boca.

—¿Quieres decir que murió justo antes de que nos fuéramos nosotros? —se asustó Gabby—. ¡Hacedor, pobre chico! ¡Era tan joven...! El caso es que si era su fantasma... ¿por qué yo lo vi y el resto no? ¿Es por mi conexión con el Velo a través de ti? Recuerdo que sólo quería despedirse... 

Astucia se encogió de hombros con inocencia.

—Y no vi nada raro. Pero te dije que sentía que el manto estaba débil, ¿verdad?—respondió—. En algún momento hubo mucha muerte entre los muros de la torre, me lo contaste, me hablaste del tal Uldred. Los espíritus de los muertos atraviesan el Velo para "irse"... y la Magia de Sangre invoca demonios para que "vengan". Eso daña el manto y puede desgarrar el Velo de un lugar si se hace de continuo.

Se pellizcó entonces la barbilla con una mano y volvió al tema.

—No tengo forma de saber cuándo murió. Pero si antes la gente podía verlo pues... bien, sólo podía ser porque antes no estaba muerto—dijo—. El único motivo por el que un fantasma no cruza el Velo y permanece en el Mundo Material es porque se ha perdido: O se siente demasiado atado a algo o alguien y se niega a abandonarlo, o le queda algún asunto pendiente porque tuvo una muerte violenta, o...

—...¿o qué, Astucia? ¡Tenemos que ayudarlo! —dijo con más convicción de la que sentía realmente—. No creo que fuera ninguna casualidad que viniera precisamente a mi.

— ...o no sabe que está muerto—terminó Astucia.

Se paró un momento a pensar cruzado de brazos y de piernas a la vez. Por algún motivo él no se escandalizaba tanto, o simplemente es que veía las cosas de otra forma. En cualquier caso, no llegaba a la frivolidad porque a broma tampoco se lo tomaba.

—Si el manto es débil, tiene sentido que vislumbrases al demonio, pero que veas a ese chico es porque simplemente está en el Mundo Material, no en el Velo—dijo—. Aun así, es... raro. Tiene que haber un motivo por el que puedas. ¿No te dijo el motivo por el que fue a despedirse o algo así? Si dices que no lo conocías tanto no creo que fuera porque erais amigos del alma.

—Dijo que sólo quería despedirse de mi —repitió Gabby. Hizo memoria y añadió: —. Y darme las gracias por ayudarlo y prestarle atención. Eso fue todo.

—Pues ahí lo tienes—Astucia te señaló con la palma en un gesto de quien muestra algo—. Hacías algo que nadie más hacía. Tal vez ese lazo sea lo suficientemente importante como para que su fantasma te buscase. Aunque él no sepa que lo es, claro.

Volvió a cruzar el brazo y te observó con ceñudo gesto pensativo. Como si estuviera analizándote mentalmente o algo así.

—No os entiendo—confesó tras varios segundos de silencio—. A los humanos quiero decir. Creáis todas esas... uniones, esos lazos complicados entre unas personas y otras. ¿Por qué?

Gabby dejó de un lado el asunto de Fritz y observó durante unos momentos a Astucia con un gesto entre la curiosidad y la dulzura.

—Ah, me preguntas por el secreto más profundo que nadie conoce. ¿Por qué necesitamos a otras personas? ¿Por qué las amamos? No amamos porque sean hermosas, pues somos conscientes de que un día su belleza se machitará. No amamos por admiración, porque las personas a veces nos decepcionan. Tan solo... amamos, pues ni siquiera el tiempo puede acabar con un amor sin explicación. La explicación es que... no hay explicación.

Sonrió.

—Como dijo el poeta: esa es la raíz de la raíz, el brote del brote, el cielo del cielo del árbol llamado vida, que crece más alto de lo que el alma puede esperar o la mente comprender. Esa la maravilla que mantiene a las estrellas separadas —Gabrielle lanzó una risita—. Me hace gracia que me lo preguntes precisamente tú. ¿Por qué quisiste formar este lazo conmigo?

—Y eso es lo que no entiendo—contestó Astucia—. Os gustan cosas de otras personas como si vosotros no las tuvierais y necesitárais encontrarlas en otro. Pero no sólo hay lazos positivos, los hay negativos... ¿Qué sentido tiene crear lazos negativos? ¡Y lo mejor de todo es que ni si quiera sabéis por qué creáis ni unos ni otros!

No lo había dicho con desdén, era evidente por el tono de su voz que aquél asunto le intrigaba de forma atrayente. De hecho, cuando le hiciste la última pregunta, aquello se corroboró.

—Lo mío fue curiosidad—dijo—. Al igual que para vosotros el Velo es un misterio, los espíritus y los... demonios se sienten intrigados por el Mundo Material. Solo que los espíritus no lo anhelamos, los demonios sí. Bueno, no sé si conocerás el motivo de eso, supongo que sí...

Se encogió de hombros aunque repentinamente torció el gesto en una expresión frustrada.

—Curiosidad mezclada con afinidad... supongo—corrigió de nuevo con aquél trasfondo confuso—. La verdad es que ni si quiera sé bien desde cuándo empecé a rondarte, ni si quiera sé por qué debía hacerlo y a la vez es como si siempre lo hubiera sabido.

Resopló al ser evidente que le resultaba imposible explicar algo que, pese a ser lo que quería expresar, no parecía tener sentido lógico.

—Tu maestra Wynne tiene un lazo con otro espíritu y sin embargo dijo que yo era un "nuevo espíritu". No sé qué se supone que significa eso.

Gabby se encogió de hombros.

—Esa mezcla confusa de razones, hechas un revoltijo, es la misma que tenemos los humanos respecto a nuestros propios sentimientos. No es muy distinto a cómo lo percibimos nosotros —hizo una pausa—. Creo que Wynne se refería a la última Ruina. Por lo que ella pensaba, fue un periodo tan dramático que las emociones mortales pudieron provocar el nacimiento de nuevos espíritus. Pero no sé exactamente a qué se refería. Quiero decir, han habido otras cuatro Ruinas antes de esta, y no ha sido de las peores. Esta se atajó con relativa rapidez. Pero Wynne es muy sabia: debió ocurrir algo que a mi se me escapa.

—La Ruina de Urthemiel—respondió Astucia haciendo rotar los ojos en redondo—, el antiguo dios dragón de la belleza. Qué irónico, ¿verdad? Porque de bella no tuvo nada...

Su expresión cambió de nuevo a una algo contrariada.

—No es... lo mismo—respondió no sin cierta dificultad, refiriéndose al parecer a la comparación sobre el revoltillo de razones de los humanos—. Vosotros o sabéis algo o no lo sabéis. Yo sé cosas pero no por qué.

Se quedó unos segundos callado tras escuchar la teoría de Wynne y entonces repentinamente apoyó una mano en la rodilla para ponerse en pie.

—Así que según la teoría de tu maestra, aparecieron nuevos espíritus tras la última Ruina—dijo plantando ambas manos en jarras con gesto ocioso—. Dime, ¿sabes algo de nuestro origen?

—Que sois los primeros hijos del Hacedor y surgís de las emociones, ¿no? —respondió Gabby, con dudas, sin saber a qué se refería exactamente Astucia—. Pero las emociones siempre han existido. No se crean en un momento dado. ¿Hay algo mas?

—Exacto—respondió Astucia encogiendo los hombros sin perder la postura de brazos en jarras—. ¿Cómo es que yo entonces soy "nuevo" y a la vez tengo conciencia de haber existido siempre? Ahí hay algo más.

Alzó una mano mirando al infinito como si se dispusiera a declamar un clásico de poesía.

—"Las primeras creaciones del Hacedor fueron los espíritus: Virtudes encarnadas que habitaban la Ciudad Dorada"—dijo, previo carraspeo, con el timbre altisonante (y la pose) del bardo que recitara dicha poesía, aprendida de memoria. Entonces recuperó repentinamente el tono normal en un gracioso contraste—. Eso dice el Cantar de la Luz.

Dio una palmada que no sonó y dos lenguas de "fuego" luminoso saltaron de sus manos (seguías preguntándote cómo era posible que la luz flamease como si fuese fuego) y se arremolinaron en el aire formando una silueta humanoide con cierto porte inexplicablemente sobrenatural, divino, que trazaba espirales con las manos para formar otra silueta más pequeñita y frágil que se puso a caminar en el aire a su alrededor.

Las silueta grande continuó girando las manos y nuevas figuras esbeltas salieron de allí, luego se desvaneció y las "pequeñitas" se pusieron a imitar el movimiento que había estado haciendo antes la "grande". Encima de ellas aparecieron vagas formas de estrellas, lunas y runas que reconocías como mágicas.

—... Pero el Hacedor no estaba satisfecho—continuó Astucia levantando un índice—. Aunque los espíritus eran similares a él porque podían manipular la esencia del Velo y crear a partir de la nada, no lo hacían. No sentían la necesidad de crear y cuando se les ordenaba hacerlo, encarnaban conceptos de una única virtud, pues ésta era su propia existencia.

Las siluetas se volvieron a arremolinar de nuevo y en la imagen volvió a aparecer la grande de antes. Ahora no movía los brazos, permanecía quieta observando a las pequeñas.

—El Hacedor pensó que había cometido un error: había creado espíritus a su imagen y semejanza, la pura perfección, pero había olvidado el más importante de los detalles: la chispa con la que insuflar vida.

Astucia sacudió un brazo en el aire como si "barriera" algo y como reflejo de su gesto, la silueta grande alzó las manos y las pequeñitas salieron disparadas y se difuminaron en una nube de humo luminoso.

—Expulsó a los espíritus de la Ciudad Dorada hacia el Velo y continuó con su siguiente creación: la vida.

Cerró las manos para "capturar" en ellas la figura grande, como quien atrapa una luciérnaga y esbozó media sonrisa con gesto intrigante, como quien hace una pausa dramática en lo mejor de la historia para impacientar al público.

—El Hacedor creó el mundo y a los seres vivos al otro lado del Velo—abrió entonces las manos y una "explosión" luminosa formó montones de diminutas siluetas: aves, animales, árboles ... y las últimas: más figuritas humanoides pero no estilizadas. Todo en un torbellino cambiante—. Pero sus nuevos hijos no eran perfectos: no fueron capaces de dar forma al mundo y tuvieron que luchar para sobrevivir. A cambio de sus esfuerzos, el Hacedor les concedió un soplo de divinidad, un alma, y contempló con placer cómo sus creaciones prosperaban y demostraban toda la ingenuidad que él había esperado.

Las figuritas humanoides deambularon flotando por el aire, "cogiendo" algunas de las otras cosas: una hizo un gesto de lanzar algo y un ave cayó, otra recogió un objeto (¿una piedra?) del suelo y lo observó, otra se sentó a la sombra de un árbol.

—Por desgracia, algunos espíritus sintieron celos de los vivos... —continuó Astucia con el teatral tono ominoso de alguien que va a contar la parte tenebrosa de la historia—. Aprovecharon que éstos entraban en el Velo mientras dormían para observarlos porque deseaban saber más acerca de la vida con la esperanza de recuperar el favor del Hacedor. A través de los ojos de los vivos experimentaron nuevos conceptos: ira, hambre, pereza, deseo, orgullo...

Una vez más, la peculiar imagen cambió quedando sólo figuritas humanoides y la luz dorada de la que estaba formada se tornó anaranjada intensa al mismo tiempo que estas cambiaban de forma a unas más extrañas. Viste las vagas formas de retorcidos cuernos en una muy esbelta y delicada, otra andaba encorvada y mostraba un luminoso punto redondo donde debía quedar su rostro, otra tenía algo similar grandes zarpas, era el doble de grande que las otras y seis diminutos puntitos parpadeaban donde se hallaba su cabeza...

—Fueron los demonios quienes susurraron a las partes más oscuras de las mentes de los hombres y los convencieron para que se separaran del Hacedor y adoraran a dioses falsos. Querían poseer la vida como propia, forjar reinos de pesadilla en los que atrapar a los durmientes para arrebatársela.

Las figuras de llamas anaranjadas se disiparon en una nube que de nuevo retornó al dorado luminoso, recreando la figura grande del principio de la historia. Astucia la sostuvo en una mano.

—Y la desesperanza volvió a hacer presa en el Hacedor pues había otorgado el poder de la creación a sus nuevos hijos y éstos habían creado el pecado.

Cerró de nuevo las manos y la luz se apagó, luego simplemente se cruzó de brazos como si acabase de terminar un relato. Sonrió.

—¿Qué es realidad y qué es mito?

Gabby aplaudió cuando Astucia terminó, como una niña que acabara de asistir a un espectáculo de títeres.

—Bueno, es una explicación tan buena como cualquier otra —replicó Gabrielle, sin saber que repetía las palabras que otrora dijera Wynne a la Heroína de Ferelden cuando se encontraron por primera vez—. Pero sigue sin quedarme claro cómo es posible que hayas nacido en la última Ruina y a la vez tener recuerdos de antes.

Se golpeó los labios con un dedo en ademán pensativo.

—Quizá simplemente... tomaras forma o algo así. Antes fueras una conciencia, o formaras parte de una existencia más grande. Quizá los sentimientos disparados de los mortales en esta situación tan dramática sea como el soplido de un niño que dispersa los fragmentos de un diente de león. ¿Tú qué piensas?

Astucia pareció satisfecho con tu entusiasmo porque su sonrisa se volvió menos pilla por un momento. Aun cruzado de brazos, apoyó un hombro en... bueno, en el aire. Se quedó así como si estuviese apoyado en algo invisible.

—¿La astucia se ideó tras la Quinta Ruina?—respondió con una pregunta—. ¿O ha sido una faceta de los humanos que ha existido siempre?

Arqueó una ceja en un gesto que incitaba a responder a aquella cuestión retórica pero antes de darte tiempo a hacerlo, siguió hablando.

—Simplemente... no lo sé. He existido siempre y sin embargo para vosotros es como si no lo hubiese hecho. Para vosotros soy "nuevo"—dijo encogiéndose de hombros—. Los demás espíritus me reconocen como uno pero ahí se queda, ni si quiera figuro en la jerarquía. Raro, ¿verdad?

Cualquiera se volvería loco con aquél misterio incongruente, es decir, cualquier humano. A él parecía simplemente confundirlo porque desde luego no parecía histérico pero hablaba como alguien que cuenta algo a lo que no encuentra explicación.

—En cualquier caso, lo que quería decir con esto es que, sí... es una explicación tan buena como cualquier otra. Y desde luego algunas partes son muy reales. Lo mismo puede pasar con la teoría de Wynne. O con la tuya: Quizá tengas razón, quizá no—añadió, luego sonrió con picardía al darse cuenta de que iba a sonar reiterante—. Quizá ese sea el motivo de que me haya encontrado contigo, quizá no.

Recordabas que la teoría del vínculo radicaba en que Astucia podía enseñarte muchas cosas. Y tú, curiosamente, también se las podías enseñar a él. Pero tú misma te habías preguntado... ¿qué podías enseñarle a un espíritu de la Astucia?

En aquella ocasión, la pregunta se te antojó más sencilla: hace unos minutos acababa de darte una respuesta a algo que él afirmaba no entender.

—Quizá sea obra del propio Hacedor —aportó Gabby, esperanzada—, quizá haya oído nuestro sufrimiento, y haya formado espíritus a partir de emociones que antes no la tenían para ayudarnos a vencer el mal. Quizá tengan que ver con la muerte del Archidemonio: cuantos menos quedan, menos ponzoñoso es el mundo y más maravillas son posibles. Quizá nos encaminemos a un mundo mejor en el que todos seamos felices y no haya dolor ni pena.

Sonrió ante la perspectiva.

—Pero estoy divagando. Tendremos los ojos abiertos e investigaremos tus orígenes, ¿vale?. Al fin y al cabo no serás el único, ¿verdad? Habrá más y quizá podamos hablar con ellos y compartir información.

—Vaya, estoy empezando a dudar si no le he quitado el sitio a algún espíritu de la Fe—bromeó Astucia—. Aunque esa también es una explicación tan buena como cualquier otra.

No obstante, algo debiste decir que lo hizo parpadear.

—¿Qué?

Y también se debió olvidar de algo porque dejó de estar apoyado en el aire y se cayó de lado al suelo sin hacer ruido. Aunque no se debió hacer daño al parecer porque tras sacudir los brazos un instante como una tortuga panza arriba (cosa que quedó bastante cómica) cogió impulso y se enderezó hasta sentarse con las piernas cruzadas como si no hubiese pasado nada.

—Creo que no te he oído bien, se me debe haber metido un lúcilo en la oreja o algo así—añadió barrenándose una con el meñique—. Me ha parecido que has hablado en plural.

Se te quedó mirando a la espera de que te corrigieses pero como no lo hiciste pareció deducir que realmente habías hablado en plural. Emitió un sonido medio intrigado, medio sorprendido.

—Tú quieres ayudarme a mí a desvelar de dónde he salido—repitió en algo que sonaba más a afirmación que a pregunta, como si necesitara auto-corroboración—. Bueno, es... decir. No me quejo ni nada de eso pero, ¿por qué?

Los labios de Gabby se curvaron en una sonrisa dulce.

—Porque los seres humanos somos así, Astucia: nos gusta ayudar a los demás, si está en nuestra mano. Sólo tenemos derecho a mirar a otro ser vivo desde arriba cuando hemos de ayudarle a levantarse —le tendió una mano a Astucia. No es que el espíritu la necesitase para levantarse (pues flotaba), pero era más simbólico que otra cosa—. Porque compartir la felicidad de los demás nos hace más felices que vivir en la miseria ajena. Porque anteponer su felicitad a la nuestra nos permite compartir su alegría. Porque ignorar a los demás, odiarlos y despreciarlos nos hace miserables, mientras que tener compasión, amar, y mostrar nuestro cariño a los demás nos permite vivir con plenitud.

Amplió su sonrisa.

—Porque soy tu amiga y te quiero, quiero que seas feliz y te ayudaré en todo lo que pueda para que lo seas.