Partida Rol por web

Decidiste dormir un poco después de haber comido algo caliente y lo cierto fue que, tras tumbarte cómodamente en el interior de la carreta envuelta con tu mullida y cálida manta, encontraste la idea de lo más acertada.

Perdiste un poco la noción del tiempo, no sabrías decir cuánto había pasado hasta que en algún momento caíste en la cuenta de que no había ningún sonido a tu alrededor. La sensación te resultaba vagamente familiar así que te asomaste al exterior de la carreta y te encontraste en una especie de pradera inmensa, salpicada aleatoriamente aquí y allá por flores azules y blancas.

¿De dónde había salido aquello y dónde estaba el campamento?

Al hacerte esa pregunta fuiste consciente de algo: De nuevo tenías la sensación de que la belleza de la imagen resultaba onírica, de que parecía un paisaje pintado, perfecto, más que algo que pudiera existir en la cruda realidad de un Ferelden arrasado por la Ruina.

Estabas en el Velo.

En ese instante lo supiste. Por eso, por la tenue tonalidad sepia que flotaba diluida en el ambiente, y porque algún que otro lúcilo perezoso aparecía de vez en cuando flotando por ahí. Pese a encontrarte sola, el lugar inspiraba paz.

Gabby sonrió y dedicó unos momentos a contemplar el paisaje embelesada. Inspiró profundamente el aire para captar los olores y decidió descalzarse para notar el roce de la hierba bajo sus pies. Caminó en círculos en derredor y llamó suavemente:

—¿Astucia?

A simple vista no viste que nada cambiase, aunque al cabo de unos segundos te dió la sensación que aparecían más lúcilos de lo que se te antojaba normal. Y no flotaban erráticamente, sino que parecían ir a arremolinarse en un mismo sitio, como luciérnagas congregándose. Aquello también te sonaba haberlo visto con anterioridad.

No pasaron ni cinco segundos hasta que el cúmulo fue más que evidente, hubo una explosión de luz que no sonó y un breve flash como cuando el sol te deslumbra al romper el alba. Parpadeaste y te diste cuenta de que Astucia había acudido a tu llamada.

El espíritu había aparecido donde antes se habían arremolinado los lúcilos, sacudiéndose los brazos como quien no le da importancia a lo teatral de la aparición.

—¿Te sabes aquélla de la hermosa damisela que cuando se veía en apuros llamaba a su caballero andante?—preguntó con la sonrisa pícara de siempre. Instantáneamente la cambió por una expresión pensativa y se llevó un dedo a la barbilla mientras miraba al cielo—. ¿O era brillante? Nunca me acuerdo...

Gabby esbozó una sonrisilla timorata y se colocó los rizos por detrás de las orejas en un gesto de infantil coquetería.

—¿Entonces me estás diciendo que soy hermosa? —preguntó a su vez Gabrielle—, que gentil, mi caballero brillante. ¿Me llevaréis a dar un paseo por este bello paraje?

Astucia se llevó las yemas de los dedos al pecho en un teatral gesto de consternación.

—¿Caballero? ¿Me consideras a mí  un caballero?—respondió—. ¡Eso sí que es una sorpresa!

Se echó a reír entonces de su propio juego de palabras y saltó del suelo para volar a tu alrededor (de hecho tuviste que girar dos veces sobre ti misma para seguirlo hasta que se detuvo)

—¿Te gusta?—preguntó estirando un brazo para mostrar los alrededores. Parecía un niño ilusionado que acabase de mostrarle a alguien la peonza que acababa de pintar—. Es uno de mis lugar favoritos... bueno, suponiendo que hubiese lugares "fijos" en el Velo. Aunque siempre puedes crearlos, como este.

Concluyó haciendo un sencillo ademán con uno de los brazos, como quien invita a pasar a ver alguna cosa.

—¿Como esa burbuja que creé para protegerme del demonio? —preguntó Gabby—. Sé que mi voluntad puede transformar las cosas aquí, pero no sé hasta qué punto puedo y debo hacerlo. Aquel escudo me costó mucho.

—Sí, cómo ese escudo—Astucia asintió, luego levantó las cejas con pillería para responder a tu última afirmación—. Bueno, tu límite depende del tiempo que lleves aquí practicando...

Como espíritu, él vivía en el Velo, así que al parecer podía dar forma incluso a un paisaje.

—Me encantaría practicar contigo, pero en realidad he venido porque necesitaba hablar con alguien —admitió Gabrielle, y frunció los labios en un puchero, como si se fuese a echar a llorar—. Soy una persona horrible, Astucia. 

Tras la confesión, no se atrevió a mirar al espíritu a la cara.

—Me he dado cuenta de que estoy siempre contradiciendo a Dreren, hasta en la más mínima tontería. Que es un tonto y que está metiendo todo el tiempo la pata y creo que... creo que tengo envidia por lo que tiene. Por lo que tienen él y Lynn. No creo... no creo que yo pueda tener algo así —dijo, levantando la cara y conteniendo las lágrimas a duras penas—. Debería estar feliz por mi amiga. Y sin embargo sólo puedo pensar en mi misma.

Gabby sorbió por la nariz haciendo un sonido ridículo, y se limpió las mejillas brillantes con la mugrienta manga de su túnica nueva.

—Me siento la peor persona del mundo —balbució entrecortadamente.

—¿Tú, una persona horrible?

Tu primera confesión le había sonado tan disparatada que ladeó la cabeza, de hecho, la ladeó tanto que se giró quedando bocaabajo en el aire (eso sí, continuaba con los brazos y las piernas cruzadas como si no hubiera pasado nada en absoluto) De esa guisa escuchó el resto de tu auto-crítica.

Cuando terminaste, no respondió instantáneamente. Primero se puso al derecho y bajó hasta volver a tener los pies sobre la hierba. Parecía pensativo.

—Sí, eres horrible—contestó al cabo de unos instantes, frunciendo una ceja—. Eres tan horrible que incluso has atraído a un espíritu del Velo...

Ironizaba pero no había rastro de burla en su tono de voz, es más, parecía continuar dándole vueltas a algo porque se pellizcaba la barbilla con una mano mientras se sujetaba el codo con la otra. A alguna conclusión pareció llegar porque sonrió como alguien que está a punto de hacer una trastada... o bueno, igual no, igual es que simplemente era su forma de sonreír. A fin de cuentas era un Espíritu de la Astucia.

Sin borrar aquella expresión, separó los brazos y abrió y cerró las manos, como indicando que te acercases.

A Gabby no le hizo falta mucho más, y se arrojó en brazos de Astucia, sollozando entrecortadamente como una niña que hubiera perdido su osito preferido.

—¿Quién va a querer a una maga? —preguntó al mundo, en tono de auténtica desesperación—. Los qunaris llaman a los magos "saarebas", cosas peligrosas. Que no sea tan literal en otros idiomas no implica que la gente no nos perciba de la misma manera. Ya viste el odio de esos mercenarios, incluso cuando trataba de ser bondadosa y compasiva con ellos.

Sorbió sonoramente por la nariz.

—Para la gente sólo somos un peligro en potencia, que en cualquier momento puede convertirse una abominación y arrasarlo todo, empezando por sus seres más queridos. ¿Quién podría amar a alguien así? ¿Por qué no pueden verme sólo como Gabby y no como una maga?

Caíste de lleno en la "trampa" de Astucia. Al parecer lo que quería no era exactamente darte un abrazo y ya está. Antes de que pudieras añadir nada más, te cogió en brazos, tomó impulso... ¡y echó a volar!

Diste un respingo involuntario y también involuntariamente te agarraste al cuello del espíritu. Aunque a decir verdad era un término más bien... relativo, porque como era translúcido tenías la desconcertante sensación de no estar sujeta "a nada". De algún modo incomprensible, sin embargo, no lo atravesabas.

Como pasaba siempre que estabas cerca de él, los sentimientos negativos parecían menguar de golpe; la congoja, la tristeza y la desdicha que tanto te agobiaban se vieron empujadas fuera de tu corazón sin derecho a réplica. Aún te lloraban los ojos pero la sensación de estar ahogándote en un callejón sin salida había desaparecido.

—Bondad y compasión. Incluso con los que no la muestran contigo—escuchaste decir a Astucia. Primero parecía estar buscando algo con la vista, luego pareció encontrarlo y te miró sonriendo con la misma expresión pilla de alguien que trama una travesura—. ¿Alguien capaz de hacer algo como eso no te parece increíble?

Trazásteis un círculo descendente y amplio en torno a una gran roca plana que había en medio de aquél mar verde, blanco y azul. Al parecer aquello era lo que el espíritu había estado buscando porque fue frenando hasta aterrizar primero un pie y luego el otro, con la misma fluidez con la que lo haría un pájaro que se posase sobre una rama. Te dejó para que te pudieras sentar y luego fue él quien se apartó.

—Pero, por partes, damisela—subrayó aquello con una teatral reverencia, luego se dejó caer sentándose con las piernas cruzadas—. En primer lugar: Lo tuyo no es envidia, es preocupación por tu amiga. Te lo dice alguien que es capaz de oler el hedor de un pecado tan feo a la legua. Y que además está vinculado a ti.

Se dio unos golpecitos en la sien con el índice como dando a entender que conocía perfectamente cada cosa que te pasaba por la cabeza.

—¿Y sabes por qué te pasa? Bien... eso se puede responder con otra pregunta—se encogió de hombros—. ¿Qué tienen exactamente Lynn y Dreren?

Eras vagamente consciente de que desde luego una cosa si era cierta: Astucia era más cercano contigo que antes. Al menos ahora no le daban "calambres" cada vez que lo tocabas. Incluso esa vez había sido él quien te había invitado a abrazarlo.

Cuando Gabrielle se recuperó de la sorpresa lo suficiente para recuperar el aliento lanzó un largo y profundo chillido. Cerró los ojos para no ver la distancia inimaginable que debía separarla del suelo. Pero descubrió que las distancias inimaginables eran muy fáciles de imaginar. Decidió abrir un ojo y descubrió que no se estaba nada mal allí arriba. Decidió que el mundo (el Velo) era muy hermoso cuando se veía a vista de pájaro. Muchísimo más bonito que visto desde la ventana más alta de la Torre del Círculo.

Aunque el hecho de que Astucia no fuera del todo sólido le daba aún más vértigo, se descubrió siendo capaz de disfrutar de aquel breve paseo. El aterrizaje fue otra cosa, y el estómago le dio un vuelco. No estaba acostumbrada a volar y agradeció que Astucia le ofreciera sentarse. La piedra estaba cálida, como si el sol la hubiera calentado durante todo el día. Aunque eso en el Velo fuera una tontería.

—Es evidente que entre ellos hay una floreciente relación, aunque Dreren no sea aún capaz de verlo —se golpeó la frente con la palma de la mano—. ¿Ves? Ya lo estoy haciendo otra vez. Lo que quiero decir es que... bueno, recuerdas que hablamos de los vínculos que establecemos los humanos entre nosotros ¿verdad? Pues verás, hay varias formas de amar. No es lo mismo el amor que existe entre dos amigas y el que hay entre una discípula y su mentora, por ejemplo. El más poderoso de todos ellos, salvo quizá el de una madre por un hijo, es el de un hombre y una mujer. Lynn está enamorada de Dreren, soy hay que ver cómo lo mira, cómo sonríe y cómo se traba cuando él tiene un gesto amable por ella. Lo que venía a decir es que... me gustaría sentirme así por alguien. Y que ese alguien se sienta igual por mi. Pero el sendero de la Magia es tan solitario... que no sé si voy a encontrarlo.

La presencia de Astucia era rara. Desterraba las emociones negativas, pero los pensamientos seguían ahí. Veía las cosas con más objetividad, libre de la confusión. Pero la sensación persistía.

Astucia sonrió con gesto elocuente y te señaló con las palmas de las manos como quien dice "¿ves?".

—Tú misma lo has respondido muy bien—contestó—. Lynn se traba, se pone nerviosa y se sonroja cada vez que Dreren hace algo pero... yo a él aún no lo he visto hacer nada ni remotamente parecido. Y tú tampoco. Ese es el verdadero motivo de que estés preocupada.

Aquel asunto hizo que la sonrisa pícara del espíritu se tornara un poco más sesgada y menos radiante.

—Los qunari pueden llamar a los magos como quieran, Gabrielle. Eso no cambia nada; Tú de una rosa puedes estar dispuesta a ver sólo las espinas o sólo los pétalos. Pero no quita que ambos están ahí, ¿verdad?—dijo—. Y seguirá siendo una rosa. Con los magos pasa lo mismo.

Suspiró y apoyó un codo en la rodilla, dejando descansar la barbilla sobre esa mano.

—Si algo he aprendido en lo poco que llevo viendo tu mundo es que la gente tiende a... condenar todo aquello que no comprende—confesó como si le resultara un concepto horriblemente estrecho de miras—. Y al igual que creáis lazos positivos, también los creáis negativos, como aquellos mercenarios. Y esos... esos lazos son horribles, porque no tienen sentido. Existen sólo para hacer daño a otros.

Tamborileó con los dedos en la barbilla, como si tratara de descifrar tu reacción, o como si estuviera repasando mentalmente lo que acababa de decir. Para llevar tan poco tiempo observando un tema que le resultaba totalmente nuevo, te diste cuenta de que había avanzado... bastante

Gabby se echó los rizos por detrás de las orejas por enésima vez. Los rizos se negaron a quedarse allí y volvieron a caerle sobre las orejas. Eran unos rizos rebeldes, incólumes ante la adversidad;Thedas los había hecho así.

—Astucia... lo que quiero decir —levantó la cabeza y se mordió el labio—. Es que no estoy segura de que alguien sepa ver en mi más que las espinas.

—No.

Astucia apoyó ambos codos y se inclinó hacia adelante como si te quisiera ver más de cerca. Tuviste la desconcertante sensación de que en vez de mirarte a ti pudiera mirar a través de ti o algo así.

—De lo que no estás segura es de ti. Por eso te rondaba un Demonio de la Pereza—estiró un dedo y te dio dos golpecitos en el entrecejo—. Y por eso yo estoy aquí.

Entonces se volvió a retirar hacia atrás y se rascó la barbilla filosóficamente.

—Aunque bueno. También estoy aquí para hacer chistes malos y comentarios ingeniosos, pero eso es extraoficial...

Por supuesto, como era innato en él, no había podido dejar pasar una situación sin hacer el trasto (aunque había sonado totalmente creíble) No obstante, siempre se cuidaba también de no caer en la frivolidad, así que volvió al tema.

—Eres única, Gabrielle. Has encontrado gente que se ha dado cuenta ya de eso  y encontrarás a mucha más. ¿Por qué no a alguien que quiera a una maga? No tengas prisa—dijo. Esta vez el perenne tinte jocoso que siempre ribeteaba su voz se había hecho elegantemente a un lado dándole paso a la sinceridad—. Aunque antes voy a hacer que la que te des cuenta seas tú. Ya verás.

Se cruzó de brazos y sonrió otra vez con la misma expresión que cuando te había enseñado el prado.

Gabby se colocó los rizos tras las orejas. No por primera vez ni por última, siendo vagamente consciente de que en el Velo simplemente podría decirle a sus rizos que se quedaran ahí.

—Supongo que... me ha podido la impaciencia. En el pueblo de donde vengo las chicas de mi edad ya están casadas y criando hijos. Es lo que se espera de ellas. Pero yo no soy una de ellas. Puedo llorar y lamentarme, pero nunca podré volver a aquella vida de la Gabby granjera. Pero... supongo que eso no implica no encontrar a alguien que me quiera. A pesar de ser una maga.

Astucia se estaba peinando hacia atrás en ese momento con las dos manos, como si estuviera haciendo una especie de mímica de las dificultades que tenías para que tu pelo te obedeciera. Solo que, como en su caso lo que tenía era más bien una melena de león, resultaba un gesto muy cómico.

Hacer un poco el ganso de vez en cuando parecía ser su peculiar forma de tratar de alegrarte.

—¡Exacto! Ese tipo de cosas son las que quiero empezar a oír—sonrió—. Tú nunca vas a estar sola, Gabrielle.

Bajó finalmente los brazos señalándose a si mismo con las palmas.

—Y que conste que no lo digo porque cuentes con la inestimable compañía de un genuino, único e irrepetible servidor—aclaró con la teatralidad—. Para empezar, el que esté contigo es única y exclusivamente mérito tuyo.

El hecho de que un espíritu se interesara por un mortal era algo muy muy raro, así que al parecer aquello debía ser un modo de darte a entender que eras capaz de conseguir cosas increíbles "por ser tú" y que de persona horrible no tenías nada. A fin de cuentas... los espíritus encarnaban virtudes y no soportaban los pecados.

—¿Qué quieres hacer?—preguntó inesperadamente—. ¿Qué querrías hacer justo ahora que te hiciera sentir mejor?

Volvía a estar apoyado con las manos en las rodillas, mirándote algo inclinado hacia adelante en un gesto casi de expectación. Aquello en realidad era más complejo de responder de lo que aparentaba.

Gabby sonrió y decidió devolverle la broma. Se golpeó el labio mientras miraba al cielo, como si realmente estuviera pensando qué la haría sentirse mejor.

—¡Ya lo sé! Vamos a buscarme un novio. Eso me haría sentir mucho mejor.